Capítulo 6


No puedo creer que Viktoria siempre este buscando la manera de hacer que papá se decepcione de mí – murmuró Daena para sus adentros esperando que su madre, que se encontraba detrás de ella no la fuese escuchado mientras manipulaba los largos mechones de su rojo cabello trenzándolo rodeándole la coronilla dejando largas ondas a lo largo de su rostro para luego caer por sus estrechos hombros finalizando por su delgada cintura. 

Habían pasado ya dos días desde que Daena pasó de ser una chica a ser toda una mujer en capacidad de tener hijos, para así honrar a sus padres y su apellido. Desafortunadamente para Daena, su madre logro escucharla y se postró frente a ella tomándola del rostro.

-Daena Verona D'lourdeth... ¿Por qué dices esas cosas? – Reprimió – Es tú hermana ¡maldición! ¿Por qué haces tales acusaciones hacia tu propia hermana?

-¿Quién más pudo haber sido, madre? – resopló

-¡Claro, se me olvida que cierto demonio es capaz de ser una tumba con tal que se lo pidas! – Respondió exasperada alzando los brazos para luego posar sus manos en su cintura – Escucha, te lo pediré por las malas hija, no hagas algo estúpido esta vez, por el bien de tu padre. El pobre hombre se vuelve loco cuando le llevas la contraria y te vas con Neal cada vez que trata de llevarte por el camino correcto, no seas tan cabeza dura.

-¿Entonces estabas siendo buena? – Reprochó divertida enarcando una ceja - ¿Por qué debo casarme?

-¿Acaso no te lo ha repetido tu padre un millar de veces? – Suspiró – Y si, estaba siendo, buena.

-Si... es solo que, no debería yo... ya sabes... ¿Decidirlo? – Protestó – Al fin y al cabo no paran de repetirme lo de ''...Eres el futuro de la familia...''. Pues bien, si soy el futuro de la familia y supuesta líder de Schwarzwald, no debería yo elegir ¿cuándo y con quien casarme?

-Y lo eres, pero hasta que tu padre y yo sigamos con vida, sigues siendo nuestra hija y queremos lo mejor para ti. Por favor, no lo arruines esta vez.

-¿Qué se supone que hare hoy? Sobre todo vestida así... como una tonta – rodó los ojos mientras jugaba con la lana que bordaba la manga del vestido.

-Conocerás a un chico, que tu padre cree conveniente para ti – respondió Alana que machacaba en un mortero unas cuantas fresas y rosas con aceite de almendras.

-Claro, papá cree lo que es bueno para mí.

-Por algo es tu padre.

-¿Dónde está Sckarn? – preguntó al observar por la ventana y darse cuenta que el demonio no estaba como de costumbre, afuera de su puerta esperándola, por lo que algo en su interior se encogió ¿Dónde se habrá metido? ¿Estará... devorando algún alma?

-No lo sé, no lo he visto desde esta mañana que tuviste otra discusión con tu padre. Ven aquí.

Se acercó a su madre que la sentó nuevamente, tomó el tarro y untó la mezcla de olor dulce en los carnosos labios de Daena.

-¿Qué es eso? – preguntó arrugando la nariz al ser invadida por la sensación viscosa y el olor absurdamente dulce inundó sus fosas nasales.

-Es una mezcla de fresas, rosas y aceite de almendras, es bueno para tus labios, los hace ver más... hermosos de lo que ya son - respondió colocando un poco más de sustancia detrás de las orejas de Daena.

-Mamá... no quiero parecer una prostituta.

-No digas eso. Ya estas lista.

-Fantástico – se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta, pero antes de salir fue capturada por los brazos de su madre.

-No lo arruines por favor, estoy orgullosa de ti.

-Claro – suspiró y se echó a andar.

Cada paso que daba sentía sus pies cada vez más pesados, se sentía observada, con una gigantesca carga sobre sus hombros una que nunca había sentido, ella entendía perfectamente el rol que jugaba dentro de su familia, pero esto era... demasiado.

Se sentía enferma, cansada e incluso atormentada.

 Esperaban más de lo que ella podría dar, matrimonio, no se sentía preparada para eso, estaba literalmente obligada hacerlo, incluso obligada a tener hijos porque eso es lo que supone una alianza como esa. 

Quería huir, correr tan rápido como sus piernas le permitieran y ser libre de escoger lo que ella quisiera hacer. Huir lejos con él.

¿Qué? Daena, reacciona. Pensó, pero... ¿Podría? ¿Sería capaz? Estaba claro que él la protegería de todo a toda costa... pero luego ¿Qué? ¿Ser amigos por siempre?... ¿Quería ella eso con Sckarn? ¿Sentiría él lo mismo por ella?

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la vibrante voz de Neal.

-¡Dany! Hermanita, estas... hermosa – sus ojos estaban más verdes que nunca, era como ver un bosque liquido rodeando la pupila y su cabello era una espuma suave del color de las almendras – te sienta bien el amarillo.

-No menciones el amarillo, trato de ignorarlo – rió, su hermano y Sckarn eran los únicos en todo el mundo que lograban hacerla sentir bien, usualmente se diría que la única capaz de hacerte sentir bien es tu madre, pero para Daena, actualmente era algo complicado, porque simplemente no la entendían. 

Con Neal y Sckarn cuando van de paseo ya sea a Norshville y a la bahía de Shell, se sentía libre, le gustaba subir al techo de la casa más alta y ver como la luna iluminaba las suaves olas, justo allí lograba olvidarse de todas las obligaciones, de todas las cosas grandes que se esperaba que hiciera, incluso de todos los hijos que deberá tener, todo eso se lo llevaba la brisa y el mar y en todos esos mágicos momentos que la naturaleza le brindaba, bajo ese cielo estrellado. 

Su principal compañía era el enigmático y para ella, su precioso demonio que lograba dejarla sin aliento cuando la luz de la luna iluminaba sus plateados y profundos ojos y el viento jugaba con su cabello.

-Oye, Dani... ¿Me estás escuchando? – preguntó sacándola de su ensoñación de Sckarn viéndose perfecto bajo la luz de la luna.

-No, disculpa... ¿Qué estabas diciendo?

-No me lo vas a creer, pero ¿recuerdas a Marteen?

-Bajito, chistoso y Sckarn no lo soporta porque siempre le hace bromas sobre su sobre protección conmigo... ¿Ese Marteen?

-El mismo, pues le gane esto – sacó de su pantalón una bolsa de terciopelo negra, que al abrirla mostró muchas monedas de plata.

-¿Cómo se lo ganaste? – preguntó preocupada.

-Fácil, lograr que Suzanne me dejara tocarle los senos gratis. El muy idiota ya estaba ebrio con solo un vaso de cerveza y cuando fue su turno de hablarle le vomito encima.

-¿Estabas en un maldito burdel?

-Relájate, no me acosté con nadie.

-Pero si tocaste unos pechos – inquirió arqueando una ceja.

-Eso si – admitió orgulloso.

-Neal... - rodó los ojos.

-Escucha, que te parece, tú... yo y tu extraña mascota, que no he visto y que no está aquí ¿Dónde está?

-No lo sé, no lo veo desde esta mañana que desapareció como una sombra.

-Extraño... - murmuró

-Si... decías, tú... yo...

-Ah sí, vayamos al Reino de Treva, el lugar de la mejor cerveza.

-No puedo... debo hacer esto – respondió triste estirando las mangas del vestido.

-¿De verdad vas hacerlo? – preguntó tomándola de la barbilla obligándola a mirarlo.

-Tengo que... padre no para de recordarme el hecho de que ahora soy una mujer y que debo casarme – buscó el pecho de su hermano y mejor amigo en el mundo para reconfortarse – Estoy asustada Neal... no quiero hacerlo, no quiero ser una esposa y mucho menos una madre – balbuceó entre sollozos – No sé hacerlo – él la atrapó en sus brazos y mientras intentaba calmarla acariciando las largas ondas Bernard carraspeó detrás de ellos apenado.

-Padre...

-Debe hacerlo, vamos hija. – Neal limpió una lágrima de la mejilla de su hermana y susurró solo para ella.

-Puedes hacerlo, pero si no quieres encuéntrame al este, cerca del mercado. – Le dedicó una sonrisa conciliadora seguido de un beso en la frente – Padre.

-Hijo – respondió con un asentimiento leve - ¿Vamos? – Ella envolvió su brazo alrededor del de su padre y empezaron a caminar – Estoy orgulloso de ti, cariño.

-Gracias – llegaron a un claro donde se encontraba Denis, un amigo de Neal que tenía un severo enamoramiento en Daena, pero ella nunca le correspondería ¿Lo haría esta vez? ¿De verdad este es la persona que cree su padre correcta para ella? – Denis...

-Daena, te ves preciosa – se acercó para tomar su mano y darle un pequeño beso en ella.


-Los dejo por ahora. Diviértanse – finalizó Bernard para luego retirarse.

-Así será – sonrió Denis mirando con adoración a Daena, ella solo pensaba en salir corriendo, pero trataría de darle una oportunidad, quizás así sus pensamientos sobre Sckarn podrían bajar de intensidad, hasta podría pasarla bien... ¿Verdad? – Que tenga una linda tarde Lord D'lourdeth. Vamos, tengo algo que mostrarte.

Denis, no era un chico poco atractivo. Tenía el cabello dorado como el sol, era alto y delgado, poseía una sonrisa radiante, con sus palabras podría hacer que el limón más acido, terminara convirtiéndose en la miel más dulce, como el color de sus ojos.

-Espero te guste – al final del claro, Denis había arreglado un pequeño día de campo. Había pan, frutas, vino, incluso el favorito de Daena tarta de manzana con canela y almendras. Daena sonrió levemente al chico que miraba sus dedos vueltos nudo y trataba que no se notara el ardor de sus mejillas – Yo mismo lo preparé.

Denis era un excelente panadero, aprendió la técnica de su fallecido padre antes de quedar huérfano, su madre murió al momento de dar a luz, desde entonces se ha ganado la vida horneando pan y tartas.

-Es muy lindo todo esto – respondió Daena posando una mano en el hombro del chico, tratando de quitarle un poco los nervios. Aunque ella estese peor – Se ve delicioso... ¿Comemos?

-Me encantaría – tomó la mano de Daena ayudándola sentarse, ya que le resultaba complicado por el espeso vestido.

-Gracias, éste vestido es... muy grande – se disculpó

-Te queda hermoso. Creo que el amarillo es tu color.

-¿Tu crees?

-Claro, hace resaltar tu cabello rojo – tomó una copa y vertió vino en ella y se la ofreció – Ten.

-¿Cómo es que el invierno no ha llegado a éste lugar? – preguntó tocando el suave colchón de pasto que se encontraba bajo sus pies.

-No lo sé, pero ha sido un invierno muy largo, extraño los días de primavera en como esto era tan hermoso y cálido.

-El invierno me gusta... tiene belleza en ella.

-Yo creo que es algo lúgubre. Soy un chico que prefiere los sitios cálidos... me pregunto – hizo una pausa para morder una manzana - ¿Cuándo volverá el calor a este pueblo?

Espero que nunca. Pensó Daena, el frío le recordaba a Sckarn y a su misteriosa forma de ser. Años atrás le dijo que era un príncipe y solía vivir en un castillo con grandes torres y murallas y que fue su elección cuidarla.

 También no quiso mencionar nunca más el tema de si había una princesa esperándolo, pero esa pregunta nunca abandonó la mente de Daena. Los pensamientos del pasado fueron interrumpidos cuando un trozo de tarta de manzana rozó sus labios, pero al reaccionar pudo darse cuenta que eran los labios de Denis, cuyos labios sabían al pastel. 

Daena se apartó rápidamente de él ofendida por tal atrevimiento ya que también su mano se encontraba en su muslo.

-Denis – como pudo se puso de pie - ¿Qué crees que estás haciendo?

-Besar a mi futura esposa.

-Yo no seré tu esposa.

-¿Qué estás diciendo? Estás aquí – respondió incrédulo y enojado – ¿Es por ese tipo extraño que siempre está detrás de ti? ¿Lo amas a él? - ¿era eso? ¿Por eso ningún chico llegaba a interesarle? ¿Amaba a Sckarn?

-Lo hice para darle el gusto a mis padres, no porque quería y me quedé para darte una oportunidad... pero ahora que te atreviste a faltarme el respeto. Yo... yo no puedo hacer esto y no lo haré. Lo siento, está muy lindo todo esto que preparaste para mí – suspiró profundamente cerrando fuertemente los ojos, para abrirlos lentamente y encontrar a un Denis totalmente decepcionado – Lo siento.

-Vete. Por favor – musitó en voz baja – Siento haberlo arruinado.

-Cualquier chica estaría feliz de estar contigo. Pero yo no soy la mujer para ti – esperó unos segundos y al no recibir respuesta alguna se dio la vuelta y se echó a andar al interior del bosque helado.

En alguna parte del bosque se encontraba Sckarnsumido en sus pensamientos, pero más que todo, era presa de emociones que noentendía. Se sentía molesto y confundido ¿Por qué ella tenía que casarse? Y ¿Por qué le molestaba tanto el hecho que lo hiciera? De todos modos un día debía hacerlo. Estas siendo irracional y un imbécil. Se repetía una y otra vez, pero cada vez que la imaginaba en brazos de otro soltaba mil y un maldiciones. 

Se debatía si le molestaba el hecho que estaba siendo obligada a hacerlo contra su voluntad o era algo más... y eso mas era porque no lo hacía con él, de todas formas él le daría su infinita devoción y protección... ¿Qué mierdas estás pensando demonio estúpido? Tú estás aquí para hacer tu trabajo y luego que se cumpla volver a casa o quizás esperar futuras órdenes.

-¡Concéntrate! – balbuceó lleno de furia dando un puñetazo a un árbol y esto produjo que una lluvia de nieve le cayera encima lo que lo hizo enojar más. Se quitó la nieve de la cabeza revolviéndose el cabello - ¿Dónde está tu honor? ¿Eh? Tienes que cuidar a la chica, no casarte con ella... pero quisiera hacerlo – las palabras salieron de su boca como un leve susurro. De pronto las palabras de su hermano vinieron a su mente, lo que lo hizo odiarse aún mas. 

Sumándosele a eso la imagen de un idiota compartiendo la cama con Daena termino de hacerle perder el control, por lo que la furia que creció dentro de él dejándolo llevar por un espiral de celos e impotencia - ¡Ella no puede hacer esto! ¡NO PUEDE HACERME ESTO! ¡MALDICION! – la piel empezó a arderle y los signos demoníacos empezaron a dibujarse en su piel ardiente. El sudor caían en espesas gotas de su frente y la capa y la ropa empezaban a estorbarle por lo que lo que solían ser sus manos ahora eran garras asesinas, rasgaron la ropa quedando solo tristes retazos de tela en la nieve, quedando con el torso desnudo y lleno de símbolos.

 – MATARÉ A QUIEN SEA QUE SE LE ACERQUE – se dejó dominar por la ira y decidió drenarla con el pobre árbol que segundos antes había golpeado, que ésta vez sería víctima de sus garras - ¡Ella es mía! ¡MIA! ¡SOLO MIA! – sentía como todo su ser ardía con furia con cada palabra, lo sentía en lo más profundo de su ser. Sentía como todo el frío hielo se iba consumiendo por la viva llama de Daena.

No paraba de descargarlo todo contra el árbol y maldecir. 

La amaba con locura, amaba todo de ella. Sus ojos que lograban llevarlo a la luna y ver las estrellas danzar dentro de ese océano aguamarina, como podría dejarse quemar por el rojo fuego de su largo cabello, como quería poseer y tocar cada centímetro de la suave y pálida piel, besar sus carnosos labios con aspecto de sabor a fresas silvestres. 

Quería ser su dueño, tanto que dolía, pero lo que más le dolía es que no podría hacer lo que quisiera.

 Por primera vez se había enamorado y deseado a alguien con cada fibra de su ser y no podía tenerlo. Debía callarlo o sería peor... lo alejarían de ella para siempre... y eso era algo mucho peor.

-Sckarn... - una voz femenina interrumpió su ataque, esa voz... su aterciopelada voz. Daena estaba parada a unos metros observándolo. El pecho del demonio subía y bajaba con gran rapidez. Sus ojos se perdieron en los ojos plateados tintados de negro de Sckarn.

Él dejo caer a los lados los fuertes brazos al verla.

 Parecía algo tan puro, hermoso y sublime. 

Llevaba puesto un delicado vestido con un pálido amarillo que ajustaba disimuladamente mostrando una exquisita figura, llevaba los hombros al descubierto que a la vez era rodeada por adornos elaborados con piel de lobo blanco mostrando su blanca piel, su cabello tenía unas delicadas trenzas que enmarcaban su perfecto rostro, los ojos del demonio se estancaron en los provocadores labios, que el día de hoy lucían más apetecibles que nunca.

Ella se acercó lentamente a el que seguía pareciendo una bestia peligrosa, que podría matarla con un solo movimiento. Pero él no le haría daño. Ella poso su mano en la mejilla de Sckarn, estaba mojado y caliente. 

Ella era justo lo que el necesitaba para calmar todos sus tormentos. Él la atrapó en sus brazos y ella se sentía... a salvo en sus brazos.

-No pude hacerlo – susurró contra su pecho y todo en Sckarn sintió un gran alivio, un peso de encima y un rayo de luz de alegría – No es lo que yo quiero.

-Nadie puede obligarte... Daena – susurró el contra su coronilla.

-No estabas... ¿Por qué?

-No se me estaba permitido – mintió. La verdad que el verla con otro lo volvería loco y sería capaz de cortarle la cabeza a quien sea que estuviera con ella.

-Neal está al este... esperándonos para ir al poblado de Treva.

-Entonces hay que darnos prisa – respondió aun envolviendo a Daena con sus brazos. Ninguno de los dos se movía, solo se quedaron allí inmóviles y en silencio por varios minutos, hasta que Daena rompió el silencio.

-¿No tienes frío?

-No... ahora no.

Minutos después de una larga caminata a través del bosque, llegaron al lugar donde los estaría esperando Neal.

 Cada vez que se acercaban más, solo podían observar a un hombre a un lado de un caballo. No se veía como un carretero, más bien como un guardia de alguna corte real, exactamente igual a los que días atrás estuvieron con el príncipe malcriado.

-¿Dónde está Neal? – preguntó Daena.

-No lo sé... pero tengo un mal presentimiento. ¿Estas segura que este es el lugar?

-Sí, me dijo que fuera al este cerca del mercado...

-¿Es usted Daena? – preguntó el hombre

-Si ¿Quién es usted?

-Eso no importa, tengo algo para usted – buscó en el pequeño bolso que llevaba el caballo en la silla de montar y sacó un pergamino, se lo tendió y Daena lo tomó e inmediatamente lo abrió seguido de un paquete de telas delicadamente envuelto.

El contenido de la carta, provocó en Daena un vuelco, la sangre abandonó su rostro y su alma ya no se encontraba con ella. Sckarn le preguntó que ocurría, pero ella se encontraba ausente, por lo que le arranco el papel de las manos y lo leyó.

No debiste haberme tratado así, querida flor silvestre. Me gustaría saber que tanto aguanta tu querido hermano hasta mañana al amanecer. Tú y tu querida bestia se equivocaron al probarme, se buena y colócate el vestido que te enviado. Cena conmigo esta noche, un carruaje irá a buscarte. Si te niegas, tu hermano sufrirá las consecuencias. Hasta esta noche... Mi lady.

Su majestad. El Rey Dorian Gramont.

-¿Rey? Creí haber entendido al mocoso cuando vino decir príncipe – soltó Sckarn arrugando el papel – A menos que sus padres... los reyes... murieran.

-Mátalo – susurró Daena entre lágrimas, viendo al hombre subirse al caballo - ¡MATALO!

-Como ordene – respondió Sckarn con un leve asentimiento. Tomo al hombre y sacó una daga de sus botas y cortó el cuello del hombre, dándole así... la muerte.

-Tiene a Neal... - dijo sollozando cayendo al piso - ¿Qué podemos hacer? Tiene a Neal... si algo le pasa a mi hermano, no sé qué será de mí. No podría perdonármelo.

-Ve a lacena... y de ahí yo me encargo – por más que odiaba que fuera a esa estúpida cena, esto era importante para ella. Se trataba de su hermano, que a pesar de las bromas que lo sacan de quicio... llego a ser un buen amigo de Sckarn.

-No lo sé...

-Es la única forma – limpió la daga y la guardo, para luego arrodillarse y acunar el rostro de Daena con sus manos para secarle las lágrimas – No dejaré que nada le pase. Confía en mí... ¿sí?

-Siempre lo hago.

-Bien – le dedicó una sonrisa conciliadora – Vamos... tenemos que... idear un plan y no tenemos tiempo

Más tarde en la casa de Daena se desataba otro desastre, su padre se había enterado que había escapado de su compromiso con Denis, pero todo empeoró cuando le dio las noticias sobre Neal.

-¡Por estar de rebelde mira las consecuencias! – Riñó - ¿Qué piensas hacer? – La encaró sosteniendo con firmeza los hombros de su hija que se encontraba sentada en la mesa del comedor frente a la chimenea - ¿Piensas ir hasta allá? ¿Sola? ¿Estás loca?

-Iré con Sckarn – se limitó a responder.

-No irás.... Debe haber otra manera de tener a tu hermano devuelta.

-No, padre – la voz de Daena cambió. Ya no estaba hablando como una joven chica. Todo lo contrario su voz ya era de una mujer. Una líder. Un gobernante - ¡No hay otra manera de rescatar a Neal! ¡DEJA DE TRATARME COMO UNA NIÑA INDEFENSA! IRE POR MI HERMANO, CON SCKARN Y NO PODRÁS HACER NADA AL RESPECTO – se levantó de la silla dando un fuerte manotazo en la mesa. Bernard al verle la cara incrédulo a su hija, palideció. 

Sus ojos se tornaron en rojo brillante como el fuego, su mandíbula estaba tensa y sus puños fuertemente cerrados que hacía que sus nudillos se vieras aún más blancos que su piel. Todos en la pequeña sala observaban a Daena con asombro porque detrás de ella las llamas de la chimenea se volvieron más grandes y rebeldes. 

Dragan que se encontraba al otro extremo trato de razonar con ella en un vago intento de acercársele, pero Daena le dedicó una mirada asesina.

-Daena, cielo. Por favor trata de ser razonable. Arriesgar tu vida de esa manera no es la mejor opción – rogó su abuelo.

-No – respondió sin parpadear con los ojos bien abiertos – Aquí cambiaron las cosas. Fui yo la elegida para levantar el nombre de esta familia. Y ASI VA A SER DE AHORA EN ADELANTE. Traeré a Neal a casa y eso es todo lo que importa – Dragan mantuvo su posición para luego dar un leve asentimiento.

Sckarn abrió levemente la puerta para anunciar que el carruaje había llegado. Daena dio un largo suspiro para tranquilizarse y acomodó el vestido que Dorian le habría obligado a ponerse y salió de la casa dejando a toda su familia atónita. 

Sckarn ya no llevaba el torso desnudo, llevaba puesta una nueva vestimenta, que de igual manera iba de negro.

-Lady D'lourdeth – anunció el paje ofreciéndole la mano para ayudarla a subirse, pero ella lo ignoró y subió por si sola seguida de Sckarn.

-Te luce el rojo – bromeó Sckarn.

-Cállate – no quería cumplidos, lo que quería era que su hermano estara a salvo.

-Escuche lo que paso en tu casa – murmuró mirando distraído por la ventana.

-Si tanto me recuerdan lo de ser la líder. Ya era tiempo de actuar como tal – hizo una pausa mientras se mordía el labio – Además. Era la única forma que me dejaran en paz con lo casarme.

-Estoy orgulloso de ti – respondió ofreciéndoleuna sonrisa ladeada tomándole una mano que se posaba en su regazo y ambos sintieron una pequeña chispa, como siempre que se tocaban. La verdad es que ella tenía razón. Era de esperarse que algo así ocurriera, lástima que tras estas consecuencias. Pensó.

-Gracias – dijo devolviéndole la sonrisa y dándole un suave apretón con la otra mano. Minutos después observó por la ventana del carruaje y divisó el castillo. Dos grandes torres daban inicio al resto de una gran estructura de piedra que se encontraba detrás. Ya estoy cerca, hermano... resiste.

Dentro del castillo, al fondo por las mazmorras. Neal se encontraba encadenado en la oscuridad.

-¿Dónde diablos estoy? – Intentó ver en la oscuridad, pero se le fue imposible - ¿Qué rayos es esto? – se quejó al sentir los grilletes ajustados en sus muñecas y tobillos. Empezó a escuchar pasos acercándose, empezó a forcejear en un vago intento de escapar. 

De pronto escuchó una reja abrirse causando un estruendo en el oscuro lugar, frente a él una llama de una antorcha mostró la cara de su captor.

-Tú debes ser el famoso Neal. Mi nombre es el Rey Dorian – sonrió con malicia – Sabes ¿Por qué estás aquí?

-No.

-Verás hace unos días, tu querida hermana se atrevió a ridiculizarme cuando fui a tu asqueroso chiquero de pueblo al que llaman hogar.

-Algo habrás hecho que no le agradó. Yo no tengo nada que ver con lo que pasó con mi hermana.

-Tienes razón. No tienes la culpa – respondió con un gesto desinteresado con la boca – Pero, eres un mmm... incentivo.

-¿Para qué?

-Quiero casarme con ella.

-¿De verdad? – burló Neal que a pesar de estar encadenado en un calabozo aun su sentido del humor estaba intacto, sobre todo cuando se trataba de obligar a su hermana a casarse. 

La mano de Dorian impactó la boca de Neal provocando que derramase sangre que éste escupió – No pierdas tu tiempo. Mi hermana jamás va a casarse contigo. Sobre todo cuando amenazaste a su hermano.

-Ella no tiene opción.

-Si las tiene. De hecho... deberías soltarme antes de que llegue. Al capturarme firmaste tu sentencia de muerte.

-Entonces, la presionaré más – su sonrisa maliciosa cambió al igual que su mirada burlona, a una de rabia y resentimiento. Sacó un cuchillo de una funda que rodeaba su cintura y lo enterró en el hombro de Neal, que gritó y se quejó con dolor al sentir el frío y punzante objeto perforando su piel.

-Eres un maldito loco – soltó entre gemidos – Mi hermana va a acabar contigo.

-Sigue hablando... pero dentro de poco tu hermanita y yo compartiremos el lecho nupcial – dijo mientras dejaba a Neal en aquel calabozo con una herida sangrando.

El carruaje llegó a las puertas de palacio y Sckarn bajo de el para luego tenderle la mano a Daena para que se bajara.

-¿Lista? – preguntó.

-Sí, vayamos por Neal y terminemos con esto.

Se adentraron en el castillo y llegaron a un enorme comedor donde Dorian se encontraba del otro lado esperando con una sonrisa falsa como una máscara

-Lady D'lourdeth – anunció – Bienvenida al Reino de Stuttgart. Me alegra que aceptaras venir a cenar conmigo – se acercó a Daena y Sckarn que se hallaba a su lado se puso rígido cuando tomó la mano de Daena y se la llevó a los labios.

-No tuve opción – respondió retirando la mano rápidamente.

-Te ves hermosa con ese vestido.

-Lo odio – respondió.

-Oh querida ¡Eres hilarante! – Dijo entre carcajadas – Vamos, siéntate. Debes tener hambre por el viaje. Tú puedes ir a pasear en los jardines – Dijo dirigiéndose a Sckarn para luego tomar a Daena por la cintura, pero ella la arrebató de inmediato.

-Estoy bien aquí. Gracias.

-¿Dónde está mi hermano? – preguntó Daena mientras se sentaba en una de las tantas sillas que había. En la mesa era servido un gran festín, como si se tratase de una cena con 50 invitados.

-Querida, todavía es muy pronto para las preguntas – esperó que el criado sirviera el vino para luego levantar la copa con vehemencia - ¿Qué tal si brindamos?

-¿Por qué?

-¿Qué más que por nosotros? Y por nuestro futuro.

-¿Qué tal si acabamos con esta farsa y terminas de decirme que es lo que quieres? – el interior de Daena empezaba a arder en rabia por la falsedad de Dorian y el desespero por saber que era de su hermano.

-Estás siendo muy grosera – reprendió – No me gusta. Sobre todo cuando serás mi reina – no la miraba, solo estaba tranquilo acomodándose el pañuelo alrededor del cuello.

-¿Tú reina? – inquirió – Yo no seré tu reina – Sckarn desde el otro lado del salón trataba de parecer lo más tranquilo posible, aunque no aguantaba toda la basura que ocurría frente a sus ojos ¿Qué tal si ella aceptaba casarse con él por el bien de Neal? De pronto observo el lenguaje corporal de ella. 

Estaba rígida, con los hombros tensos, la mandíbula tensa, la respiración agitada y los puños apretados en torno a la falda del vestido. 

Estaba molesta y de cierta manera podía sentirlo, podía sentir su odio, su rabia e incluso su impotencia y había algo más... ¿miedo?

-Lo que quieres o no ser, no me interesa. Verás querida – se limpió la boca con el pañuelo que se encontraba en su regazo y volteó a mirarla – No estás en posición de elegir. Verás el trato es simple. Tu mano en matrimonio a cambio de la vida de tu querido hermano.

-No serias capaz. Sigues siendo un niño mimado, que cree que presionando a la gente puede obtener lo que quiere – bramó en respuesta.

-¿Qué acaso no lo terminas de entender? – tomó una pequeña campana de la mesa y la agitó llenando el salón con el eco con su tintineo. Segundos después dos guardias entraron con Neal atrapado con amarres con la ropa llena de sangre y el labio hinchado. 

Daena al ver a su hermano en ese estado se levantó de la silla haciendo que cayera al piso causando un estrepitoso estruendo contra el piso de madera – Pero si es mi amigo Neal. Me alegra que te unas a la fiesta ¿ya viste quién está aquí? Saluda a tu hermana.

-¡Neal! – corrió donde estaba su hermano, pero los guardias le impidieron el paso – Creí que habías dicho que mi mano por la vida de mi hermano – rugió entre dientes.

-¡Daena! ¡Dany, no lo hagas! ¡Por favor no lo hagas! – grito dando un quejido debido a la herida.

-Todo va a estar bien, Neal. No te preocupes – tranquilizó. Volteó a ver a Sckarn cuya espada ya se encontraba en su mano – Sckarn.

-Antes de que tu mascota haga algo. Asquerosa bruja – ladró Dorian desde su silla - ¿Tenemos un trato? No me importaría abrirle otro agujero a tu querido hermanito.

Y entonces todo se detuvo. Daena volteó a ver a Dorian y todos los objetos se elevaron por los aires haciéndolos levitar en todo el salón, dejando a todos los presentes con la boca abierta. Ella levantó su mano haciendo que todo estallase, los guardias soltaron a Neal para socorrer a Dorian lanzándolo al piso y Sckarn guardo su espada para hacer lo mismo con Daena.

Todo en la sala estaba destruido vuelto añicos en el suelo. Daena al abrir los ojos lo único que pudo ver eran la cara de Sckarn a centímetros de la suya. Su corazón latía con tal fuerza que podía sentirse a través de la espesa tela del vestido que chocaba con el pecho del demonio que se ubicaba a horcajadas sobre ella.

-¿Estas bien? – preguntó.

-Sí – asintió nerviosamente – Ve por Neal.

-¡Quítense idiotas! – se quejó Dorian de los guardias que se encontraban sobre el - ¡No dejen que escapen!

Sckarn tomó a Neal que perdía mucha sangre sobre sus hombros. Corrieron a toda velocidad hacía la salida.

-¡El carruaje! – señalo Daena. Sckarn dejó a Neal dentro del carruaje con Daena y se montó tomando las riendas dando la señal para que los caballos empezaran a correr con todas sus fuerzas. Dentro del carruaje, Daena sostenía firmemente a su hermano, quien no le quedaba muchas fuerzas por la pérdida de sangre.

-Neal ¡Mírame!¡No cierres los ojos! Todo va a estar bien. Lo prometo – decía entre sollozos acunando su cara entre sus manos – No me dejes. Vamos Neal, resiste... ya casi resiste un poco más.

El carruaje se detuvo y Sckarn apareció detrás de la puerta. Daena tenía abrazado a su hermano llorando desconsoladamente.

-Tenemos que irnos, si nos ven con el carruaje en el camino lo más seguro es que nos alcancen – susurró acercándose a ella para consolarla – Estamos a poco camino de Schwarzwald. Conocemos mejor el bosque que ellos... tenemos que ocultarnos.

-¿Él estará bien? – balbuceó en un triste intento de parar de llorar.

-Si. Estará mejor ahora que está con su hermana y a salvo. Vamos, hay que darnos prisa – bajaron con cuidado del carruaje y se adentraron en el bosque, en unos minutos llegaron a las cercanías de Schwarzwald para descansar la larga caminata. 

Sckarn recostó a Neal en una piedra y abrió la camisa para ver la herida. Era pequeña, pero profunda y de ella no paraba de drenar sangre.

-¿Hay algo que pueda hacer? – preguntó Daena, acariciando el rostro de su hermano que se había desmayado minutos antes.

-No lo sé. Sería muy peligroso... yo tengo que velar por tu bienestar.

-¿Qué es? Lo haré... hare lo que sea, pero sólo si el estará bien.

-Hay una manera en la que Neal sane totalmente. Pero tiene un precio.

-Sckarn, dímelo por favor.

-Es un hechizo muy fuerte, sólo pocos lo han hecho y lo han logrado. Consiste en que transportes la herida a tu cuerpo momentáneamente para que luego sane muy rápido. Pero sentirás lo que él siente en el proceso. No sé si puedas lograr sanarla durante el dolor – Daena inspiró lentamente para luego asentir. Estaba decidida lo haría y así salvaría a su hermano.

-Lo haré.

-Bien – tomó la delgada mano de Daena y la coloco sobre la herida – ahora, concéntrate y recita estas palabras. Omne contrivit, et aridam venire ad vitam (Todo lo roto y marchito que vuelva a la vida) Daena citó las palabras una y otra vez con los ojos cerrados, concentrándose en sanar a su hermano. Su hombro empezó a doler con fuertes punzadas y derramando sangre, soltó un quejido de dolor, pero no se detuvo. 

Siguió y siguió repitiendo las palabras hasta que su nariz empezó a sangrar y aún así no la detuvo. Sckarn se alarmó e intentó hacerla parar pero no la pudo detener. De inmediato Neal abrió los ojos recuperando el aliento, pero Daena quedó inconsciente en los brazos de Sckarn que la sostuvo a tiempo.

-¡Daena! - clamó el demonio.

-¿Qué fue eso? – Neal dio un vistazo a su hombro herido, pero no encontró herida alguna, seguido de ver a Daena inconsciente en los brazos de Sckarn - ¿Qué le ocurrió? ¿Está herida?

-No, solo está inconsciente – examinó el hombro de Daena y estaba como si nada hubiese ocurrido. Lo logró, pero quedó sin fuerzas. Levantó a Daena del suelo y la envolvió en su espesa capa – Vamos tenemos que llevarla a casa.

-Claro... Gracias, por salvarme – dijo al ver que su herida estaba completamente curada.

-No me agradezcas a mí. Si no a ella.

Al llegar a las puertas de Schwarzwald, tuvieron que esconderse detrás de una casa, puesto que hombres del reino de Stuttgart se encontraban rondando el pequeño poblado.

 Daena volvió a reaccionar y todo lo que puso divisar entre las imágenes borrosas frente a sus ojos fue ver a un guardia real atravesar el abdomen de Denis con una espada. No sabía si era un sueño o la realidad, pero todo se hizo muy pesado por lo que sus ojos volvieron a cerrarse.

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