Capítulo 5


Sckarn percibió la presencia de alguien y mucho peor, observándolo, dejo que el cuerpo ya vacío y sin vida se lo llevara el rio, al darse la vuelta se encontró con esos ojos, que a pesar de que fuera de noche los podía ver claramente y como en ellos no había señales de miedo, al contrario; en ellos se encontraban grandes dosis de curiosidad.

Daena dio el primer paso, ninguno decía nada, solo era una batalla de miradas. Daena se paró frente a él viendo sus ropas llenas de sangre.

-¿Qué eres? – pregunto Daena rompiendo el silencio. Sckarn suspiro y se dejó caer sobre sus rodillas, miraba atentamente los curiosos ojos de Daena, que lo observaban en lo más profundo de su naturaleza haciendo que toda su dureza se desvaneciera, su corazón latía con fuerza ¿Por qué ella no le teme? ¿Por qué lo hace sentir tan vulnerable? Se preguntaba el demonio – Por favor, dime ¿Qué eres?

-Un demonio – respondió en un susurro – el creyó que al decir eso ella se iría pero ella solo posó su mano en la majilla y solo ese contacto bastó para terminar de establecer el vínculo de confianza entre aquel sangriento demonio y aquella delicada joven.

-Por eso bebías la sangre de esa mujer... - quitó la mano con delicadeza para anudarla con su otra mano mientras se mordía nerviosa el labio, al demonio no le parecía justo que una niña de diez años estuviera pasando por lo que Daena atravesaba, pero fue escogida para devolverle la gloria a su familia.

-Así es, la necesito para cuidar de ti – dijo tomando la barbilla de la niña haciendo que soltase el labio que empezaba a tornarse rojo a causa de la presión de los dientes – No hagas eso, te lastima.

-¿Le dolió? ¿Qué hay de su familia? ¿Cómo se llamaba?

-No, no le dolió. Ella solo buscaba redención, una que solo un sacrificio implica – hizo una pausa para observar la sangre en el suelo que derretía la nieve bajo sus rodillas – No sé nada sobre ella, solo hay una persona que sabe su penitencia.

-¿Yo también lo soy? ¿También soy un demonio? – Dijo dejando escapar una lagrima que rodo por su mejilla – Por eso herí a mi padre ¿Verdad?

-No, lo que ocurrió con tu padre fue un accidente – explico tranquilo – y no debería volver a pasar – esta vez fue el demonio que poso la mano en la mejilla de la niña – yo no dejare que pase otra vez ¿De acuerdo?

-¿Cómo? – la voz de Daena era triste, por lo que Sckarn sintió que algo dentro de él se encogió, por lo que tomo a la niña y la envolvió con sus brazos y ésta rompió a llorar - ¡Soy un monstruo!

-No digas eso... eres una niña muy buena – le decía Sckarn para consolarla – fue solo un accidente, tranquila – la niña se fue calmando a medida que le acariciaba el largo, ondulado y rojo cabello – Vamos, te llevare a casa.

-No... quiero quedarme aquí contigo. Por favor – rogó abrazando fuerte al demonio – Me siento segura contigo...

-Mi lady, está haciendo frio, podría enfermarse – trató de zafarse del agarre de la niña pero no pudo.

-Por favor – rogó de nuevo.

-De acuerdo, pero déjame encender una fogata, no quiero que pases frio – Daena lo soltó y se sentó para observar abrazando sus rodillas. Sckarn tomaba ramas de los árboles de los al rededores para luego apilarlos formando la fogata, se sintió atrapado bajo la mirada de la niña de forma incomoda, al encontrarse sus miradas ésta enarcó una ceja que tuvo el mismo efecto en el demonio.

-¿Qué? – preguntó a la niña.

-Tú

-¿Yo que?

-Estas mirándome – dijo el demonio cruzándose de brazos.

-Si... ¿Algún problema?

-No, ninguno – tomó dos piedras y al rozarlas soltaron una fuerte chispa que brincó a las brasas haciendo que se encendieran, Daena se acercó al fuego y palmeó el piso para que Sckarn se sentara.

-¿Estas mejor? – pregunto el demonio.

-Sí, gracias – respondió para luego recostarse al costado de Sckarn – Háblame de ti – la niña tras decir esto provocó que el demonio se sentara instantáneamente, él no hablaba de sí mismo con nadie, ni siquiera con su familia.

-¿Qué quieres saber? - ¿Por qué estaba tan nervioso? Es solo una niña... haciendo preguntas... preguntas personales.

-No lo sé... ¿Tienes familia?

-Sí.

-Tus padres... ¿saben que eres un demonio?

-Sí, porque ellos también lo son.

-Entonces también beben sangre...

-Así es, la necesitamos para ser fuertes.

-¿De dónde vienes? No pareces de aquí de Schwarzwald y mucho menos de Stuttgart.

-Del Reino del Averno.

-¿Dónde queda? ¿Es lejos?

-Queda hacia el sur y si queda lejos de aquí.

-¿Y qué hacen tus padres?

-A comandar y hacer las labores que un reino requiere de su rey y reina.

-Espera – Daena se separó del costado de Sckarn para mirarle la cara - ¿Eres un príncipe?

-Así es – Sckarn volteó a ver a Daena que se encontraba boquiabierta - ¿Qué?

-¡ERES UN PRINCIPE! – chilló

-Si ¿Qué sucede?

-¿Cómo es que un príncipe termina cuidando a una niña?

-Elección propia, además no solo eres una niña. Más adelante entenderás.

-Supongo... - Se encogió de hombros para luego abrazarse a Sckarn nuevamente - ¿Alguna princesa? – Sckarn quedo helado con tal pregunta ¿Cómo una niña puede ser tan curiosa? Simple, es una niña.

-Creo que deberías dormir – se limitó a responder.

-Creo que deberías responderme – soltó petulante.

-A dormir – respondió serio para luego recostarse. Daena se recostó en el pecho de Sckarn, que para su sorpresa no lo incomodo, todo lo contrario... lo reconfortó. Ella observaba atentamente las llamas que danzaban sobre la brasa ardiente frente a ellos, de pronto algo dentro de las llamas comenzó a moverse, Daena entorno los ojos para observar con más atención lo que se presentaba frente a ella, todo fue tomando forma, incluso una voz repitiendo ''Sácame... Sácame... SACAME'' más que una petición fue como un rugido resonando en la cabeza de Daena, era un hombre algo mayor, tenía una prominente barba y el cabello rizado, su aspecto era muy descuidado mas no atemorizante, aparentemente nada asustaba a Daena en lo absoluto. 

Por eso Sckarn la escogió para ser su protegida y para ser la cabeza de la familia D'lourdeth, pero por más valiente que fuese esto la hizo estremecerse por lo que se alejó lo más rápido de Sckarn y del fuego, el demonio se sorprendió por el repentino comportamiento de su protegida y su instinto protector salió a flote.

-¿Qué ocurre? – Preguntó - ¿Quieres volver a casa? – la analizó por un segundo, estaba más pálida de lo normal que hacia contraste con su rojo cabello y aún más con sus ojos en donde los destellos azules que invadían aquel verde se habían vuelto tan oscuros y misteriosos, su lenguaje corporal, más que a la defensiva era de miedo. 

Abrazaba fuertemente sus piernas por encima de las rodillas ¿Qué la asusto así? Hace un segundo estaba tan serena en su pecho, pensó Sckarn – Daena – llamó, pero su llamado no fue contestado – Creo que mejor te llevo a casa, allí estarás más segura – tras decir esto se levantó con cuidado y levanto a Daena que se encontraba ausente. 

Era tan solo una niña para pasar por ese tipo de cosas, tenía muchas preguntas mientras ella era invadida por mucha preguntas ¿Por qué había sido secuestrada?... ¿Quién querría hacerle daño?... ¿Sckarn podría incluso un día hacer lo que le hizo a aquella mujer en el rio?... ¿Quién era ese hombre de las llamas?... ¿Por qué estaba encerrado? Y la más importante... ¿Por qué se comunicó con ella?


En el lado sur del Averno, en lo más profundo de un pasillo en el templo de Aznar donde se encontraban encerrados en urnas espirituales aquellos quienes Lucifer ha castigado, ya sea por desobedecerlo o simplemente actuar irracionalmente y eso era muy mal visto para el ''Rey de los Condenados'' cuyo término odiado por su portador. 

Subiendo las largas escaleras de piedra para llegar a la sala principal donde se encontraba el principal de los condenados, ese que hizo rey un día, ese que fue su primera voz en la tierra Enrico Maxwell, el que cometió actos poco dignos de su puesto que se le fue obsequiado, incluso donado por su mejor amigo Dragan, el principal candidato para Lucifer por la confianza que éste tiene en el hechicero.

Antes de llegar a las puertas que protegían el contenedor de la prisión del antiguo rey, se encontraban dos guardias del reino del Averno, cuyo contenedor estaba encerrado en una lápida sellada con magia por el mismísimo Lucifer y el hechizo solo podía romperse con la sangre de un Maxwell, el problema estaba en que Enrico era el último Maxwell que quedaba del clan. 

Éste aun estando encerrado espiritualmente, pudo comunicarse con el portal más cercano y poderoso que encontró, una jovencita de cabellos rojos como el fuego de mirada peculiar, éste logró con toda la fuerza que pudiera acumular en los años de encierro que lleva, pidió que lo sacara de allí pero nuevamente se sintió débil y el vínculo se rompió haciendo que retornase a su estado de exilio.

Se maldijo para si por débil, la magia que lo encerraba era muy poderosa, y solo una pequeña parte de él pudo salir, pero fue inútil porque volvió inmediatamente, por lo que decidió esperar el tiempo que fuera necesario, para así idear un plan hasta entonces. 

La gloria de su familia volvería y esta vez seria para siempre, por otro lado, el popular color de cabello de la joven le hizo recordar a los del clan de su mejor amigo, Dragan D'lourdeth. Eso significaba una sola cosa... Dragan, está vivo y esta vez puede estar buscando el trono.

En Stuttgart amanecía en una nublada mañana, hace meses que en Stuttgart y sus cercanías, como Schwarzwald sus habitantes no recibían una mañana soleada. 

El día de hoy Dorian cumplía cinco años de haber recibido aquella sobrenatural visita de la súcubo disfrazada de serpiente que era Kateline, su embrujo seguía vigente y hoy iría a Schwarzwald en busca de Daena, que más que su futura amante, era su obsesión, desde aquel día en que la serpiente lo visitó, se convirtió en el títere de aquellos conspiradores.

Emille, la reina irrumpió en la habitación de Dorian, que se vestía para dirigirse a Schwarzwald, la reina al verlo entró en cólera puesto que no era la ropa que ella había escogido para la reunión con la Duquesa de Slava, un poblado rico en ganado, especias y minerales que se convertiría en una potencia en unión con Stuttgart y que mejor manera de unir poderes y crear alianzas que un matrimonio, el príncipe Dorian desde su nacimiento estaba comprometido con la duquesa, el había aceptado su destino hasta que el dominio de su vida se le fue arrebatado aquella noche.

-¿Qué crees que estás haciendo? – preguntó la reina.

-Vistiéndome, madre ¿Qué no ves? – respondió con sarcasmo, Dorian con el pasar del tiempo se convirtió en un joven de mal carácter, malcriado y soberbio, las criadas del reino le temen desde que azotó a una de las criadas por haberlo cortado mientras lo afeitaba la barba, la pobre chica había quedado con la espalda destrozada.

-No tienes por qué responder así, Dorian.

-¿Qué quieres?

-Venía a ver que estuvieras listo para recibir a la duquesa.

-No veré a la duquesa – la reina se sorprendió, pero luego rio nerviosa.

– Oh querido, pero que sentido del humor has desarrollado, por supuesto que te reunirás con la duquesa y por favor quítate ese ridículo traje negro, te pondrás el que la duquesa te obsequió – la criada se encontraba arreglando el cuello de la chaqueta del príncipe cuando la reina le ordenó que buscara el traje que la reina ordenó y que Dorian arrojó al piso. 

La criada fue impactada por la mano de Dorian cuando golpeó su cara por haber acatado las órdenes de la reina de ir en búsqueda del traje.

-Te dije que no iré, madre – se dio la vuelta para encararse con el espejo ignorando a la chica detrás de él que se encontraba en el piso tocando su cara donde Dorian la había golpeado, la reina por otro lado se encontraba boquiabierta desde su puesto.

-¡Dorian! ¿Qué has hecho? – chilló.

-Largo – respondió con voz fría e indiferente.

-¿Qué? ¡Pero soy tu madre! – volvió a chillar la reina ofendida, la joven por otro lado echo a correr sin pensarlo, el joven de actitud oscura se dio la vuelta para encarar a su madre, estaba más que enojado, estaba irritado... malvado incluso con un aspecto sádico, a la vista era atractivo, cabello oscuro al igual que sus ojos de complexión atlética, todo lo que le sobraba de atractivo le escaseaba en simpatía.

-Te dije que ¡TE LARGARAS! – vociferó encarando a su madre, que reaccionó como todos los que han sido víctimas del temperamento del joven príncipe y eso era con... miedo.

En Schwarzwald, Bernard se encontraba discutiendo con su hija Daena porque esta se había escapado una vez más, pasando la noche fuera de casa con su hermano y Sckarn.

-Padre, ya te dije que no te preocupes... - respondió Daena una vez más a su padre que se encontraba colérico y de aspecto cansado por no haber dormido toda la noche – Neal estaba conmigo al igual que Sckarn... ¿Qué más protección podría tener?

-Daena, no sabes lo preciada que eres y no solo hablo por nosotros, tu familia – tomo a la chica del rostro – Hija, para muchos eres una mina de oro y poder... lo sabes ¿Verdad?

-Sí, padre – descubrió su muñeca mostrando la marca con la que nació y vinculaba con el enigmático demonio que esperaba afuera de la casa – Lo recuerdo cada vez que me encuentro en peligro y Sckarn aparece... pero debes saber que me gusta ir con Neal a sus viajes... quiero conocer nuevas cosas, padre.

-Lo harás... pero no ahora – respondió tras darle un tierno beso en la frente a su hija - ¿Entendido?

-Si no es ahora, entonces ¿Cuándo? – Daena poco a poco se fue convirtiendo en una joven muy perspicaz y valiente, no le importaba arriesgarse al igual que dar su punto opinión y hacer lo que su corazón dijera sin importar lo que incluso sus padres opinaran al respecto, le gustaba aprovechar cualquier oportunidad de disfrutar de cualquier experiencia,sobre todo con su mejor amigo en el mundo, su hermano Neal. 

Sckarn se había convertido en un personaje vital en la vida de Daena, a lo largo de que Daena crecía y convivía con el demonio eran cada vez más unidos... cuando era pequeña lo consideraba como un amigo, un hermano mayor, pero a medida que las cosas pasaban fue creciendo más ese aprecio que le tenía y eso empezaba a confundir las cosas, por lo tanto más que amistad y camaradería empezaba a florecer... El amor.

-Lo harás pronto, lo prometo. Por ahora hay que enfocarnos con conseguirte un esposo – la cara de Daena se arrugo por completo como cada vez que escuchaba la palabra ''Esposo'' la enfermaba ya que significaba que estaría atada con una persona iniciando una familia, quedándose en casa y haciendo las labores del hogar; ella no quería eso, al menos con alguien que no fuera... El, Daena al tener esa idea la desechó de inmediato – No me hagas esa cara, Daena.

-Padre, no tendremos esta discusión de nuevo... si quieres nietos y un yerno, lo tendrás... pero no por mi parte, lo siento – esta vez fue cuando ella tomo el rostro de su padre amoldándose a la barba que el hombre poseía – Viktoria se siente feliz con la idea de desposarse con alguien y tener miles de bebés, yo no.

-Tienes razón, no tendremos esta discusión otra vez, porque lo vas hacer porque soy tu padre y digo que lo harás ¡Y no se hable más! – dicho esto, salió de la casa dejando a una malhumorada Daena detrás – Ah, lo olvidaba... estas castigada.

-No es justo... - se quejó, Daena fue interrumpida por su hermana gemela Viktoria, que se encontraba saliendo de la habitación donde ellas dormían, el parecido entre ellas era sorprendente, era como ver dos gotas de agua, eso solo era la parte física, porque en actitud eran todo lo contrario, Daena era aventurera, directa y valiente.

 Viktoria, era esa chica con el sueño de ser una buena esposa, cuidar de sus hijos tal como lo hacía su madre, Alana, para ella un modelo a seguir y creía que lo que hacía Daena era egoísta para sus padres, una deshonra... o quizás era algo más.

-¿Qué vas a saber tu sobre lo que es justo? – Riñó mirando a su hermana con resentimiento y reprimenda – Deberías estar preparándote, cuando te conviertas oficialmente en una mujer y dejes de ser una niña salvaje, es que empezarás a saber sobre lo que es justo – Viktoria, se había convertido en una mujer hace unos años atrás, pero aun así no pedían su mano en matrimonio, por mucho que lo deseara.

Daena por otro lado era constantemente asediada por chicos del pueblo, pero ella no estaba interesada en ninguno de ellos... al menos no por ellos.

-Me voy – respondió y se dirigió a la puerta y salió de la casa, al salir vio a Sckarn recostado a un costado de la misma.

-¿Todo bien? – preguntó.

-Vámonos – tomo la mano del demonio y empezó a caminar dando grandes zancadas.

-Te dije que era mala idea... - Él era remolcado por la chica que se encontraba furiosa – Mi lady – no respondía solo se dirigía con paso decidido en dirección al sendero que comunicaba con el gran río, Sckarn la jalo de la mano atrayéndola contra el sujetándole con fuerza cuando empezó a forcejear contra el demonio.

-¡Suéltame! ¡Dije me que sueltes! ¡Estoy bien! – Sckarn la sacudió para que reaccionara, la tenía sujeta con fuerza de los brazos, que a pesar del espeso abrigo azul que la envolvía para protegerla del frio, podía sentir el calor corporal de Sckarn sobre ella.

-Daena... - eso fue lo único que pudo decir, porque fue invadido por su mirada, ese océano turbio que se encontraba en sus ojos, ambos se miraban y era como una batalla de titanes, como Tritón contra Poseidón, plateado mortífero contra azul salvaje, ella se encontraba sin aliento por la intensidad que emanaba de ambos. 

El demonio fue atacado por una corriente eléctrica cuando Daena posó su mano en la mejilla de Sckarn y le brindo una sonrisa tranquilizadora.

-Estoy bien – ambos fueron interrumpidos por Neal.

-¿Interrumpo algo? – ambos se separaron en el acto, actuando como si nada hubiera pasado por lo que Neal suspiro para suprimir la risa.

-¿Cómo estas hermano? – dijo Daena tratando de no parecer nerviosa.

-Yo, muy bien... aunque nuestro padre me dio otra vez la charla de no dejar que vengas conmigo porque es peligroso.

-A mí también... al igual que la de buscar esposo – Sckarn al escuchar eso sintió una extraña punzada en su interior como una puñalada, pero la desechó de inmediato, volviendo a su máscara inexpresiva.

-¡Ah el matrimonio! Creo que cuando logre casarme estaré sumamente loco – dijo rompiendo en risas para luego abrazar a su hermana – Y tu hermanita, vas a detenerme de hacer tal locura.

-Ya estás loco.

-Muy cierto... y ¿A dónde van?

-Al rio, a pasar el rato... no lo sé ¿Tu?

-A casa, al parecer alguien importante viene... Ah me encontré a Denis esta mañana y estuvo preguntando por ti.

-¿Cuándo ese chico va a entender que solo es un buen amigo?

-Relájate tigre, solo preguntaba por ti. Aunque a veces sus intenciones son perversas – los músculos de Sckarn se tensaron por solo pensar a ese chico Denis cerca de Daena – Oye Sckarn... estas algo mudo ¿mi hermana te comió la lengua? – Daena golpeo el brazo de su hermano – Raro no seria.

-Neal, basta. No seas idiota – dijo Daena

-Para nada ¿Quién es la visita? – preguntó Sckarn cruzado de brazos arrugando el ceño.

-Me dijo Denis que según es el príncipe de Stuttgart.

-¿A qué vendrá? – preguntó Daena

-Ni idea, espero que no a cobrar impuestos, no pertenecemos a ningún condado por lo tanto no tenemos beneficios de esa gente... y esperemos que no venga por ti.

-Le cortare el cuello si hace eso – murmuró Sckarn, pero nadie escuchó, afortunadamente.

Sckarn y Daena pasaron horas a la orilla del rió, gran parte charlando y comiendo frutas, pero el más que todo admirándola en silencio. 

Se había convertido en una hermosa joven, su cabello era como rojo como el fuego con suaves ondas que rozaba su cintura, a diferencia de las chicas del poblado no le gustaba usar trenzas sino más bien dejarlo libre al viento, era alta considerando que solo tenía quince años, de complexión delgada, sus ojos esos ojos verdes con destellos azules que era encerrados en unas largas pestañas que posaban sobre una fina nariz y unos labios carnosos y perfectos que cualquier hombre quisiera besar ya que aparentaban el sabor de fresas frescas debido al color que poseían, tenía un aspecto salvaje pero ingenuo al mismo tiempo por lo sonrojado de sus mejillas. 

Sckarn por otro lado, seguía siendo el mismo que cuando llegó al poblado, al ser inmortal, el único cambio que podría experimentar seria en su interior.

Se encontraban caminando tranquilamente devuelta al pueblo cuando observaron un gran tumulto de personas reunidas y unos cuatro hombres montados sobre caballos, uno de los hombres no se encontraba uniformado, tenía un aspecto adinerado 

¿Seria ese el visitante misterioso? Quizás; se acercaron para escuchar lo que el hombre que resultó ser un joven un poco mayor que Daena, éste preguntaba autoritario

-¿Dónde está Daena D'lourdeth? – Sckarn se adentró en la multitud con Daena.

-¿Tú quién eres? – preguntó.

-Para tu información, soy el Príncipe Dorian Mitchell Gramont y deberías arrodillarte y dirigirte a mi como su alteza, igual que todos estos campesinos

-Yo no me arrodillo, niño – respondió cruzándose de brazos, no toleraba que nadie le hablara de esa manera y mucho menos un niño mimado con ínfulas de dictador.

-¿Cómo te atreves? ¡Guardias córtenle el cuello! – Ordenó y acto seguido Sckarn observó a los guardias con una mirada de advertencia y los hombres retrocedieron - ¿No me escucharon imbéciles? ¡Córtenle el cuello!

-Ya basta niño ¿Por qué estás buscando a Daena D'lourdeth? – esta vez fue la misma Daena quien preguntó.

-Eso no es de tu incumbencia, campesina – respondió con desprecio y algo dentro de Daena se revolvía con furia el odio, odio puro por ese sujeto, tanto así que no importaría el significado de su llegada y de su búsqueda por ella lo echaría del lugar y no aceptaría excusas de su parte – De hecho, se buena y búscala, si haces bien tu tarea, quizás considere en no llevarte a palacio y hacerte mi sirviente, es una lástima... eres muy hermosa, ahora ve y búscame a Daena D'lourdeth y antes de irte arrodíllate ante mí.

-No – respondió llena de furia, Sckarn por otro lado se encontraba bastante entretenido con el payaso que tenía frente a él.

-¿No? – desenvainó su espada y apunto a Daena - ¡Insolente! – y todo ocurrió en un segundo, Sckarn tomo al príncipe bajándolo del caballo lanzándolo al piso para luego levantarlo y rodear su espada en su cuello. La buena gente de Schwarzwald, al apoyar a Daena y obviamente a Sckarn mantuvo silencio absoluto por lo que solo se escuchaba la respiración agitada del príncipe, Daena observó las tres afiladas espadas.

-Caballeros, les recomiendo bajar las espadas – Dijo Sckarn seriamente mirando los guardias, Daena se encontraba tranquila incluso cuando su vida se encontraba amenazada.

-¡Mátenla! ¿Quién es ella para que yo muera por su culpa? – Se quejó el príncipe, Daena toco con el dedo índice la punta de una de las filosas espadas, para luego ladear su cabeza para encarar al príncipe.

-Mi nombre es Daena Verona D'lourdeth – la cara de los guardias como la del príncipe se tornaron pálidas por la sorpresa – Y no estás muerto ya, porque no es mi deseo, quiero que tú y tus perros guardianes, se larguen y dejen en paz mi pueblo o atente a las consecuencias. Sea lo que sea que estés buscando en mí no lo obtendrás, ahora si no les molesta, perros ¡Alejen estas cosas de mi!

-Ha... Háganlo – ordenó el príncipe - ¿Qué esperan? ¡Déjenla! – los guardias envainaron de nuevo sus espadas, Daena encaró al príncipe y lo miró con desprecio y vehemencia.

-¿Con qué propósitos vienes ante mí?

-¿Qué más que desposarte? Te pido Lady D'lourdeth que me...

-Silencio – sentenció Daena, incrédula a lo que el príncipe le decía se cruzó de brazos – Casarte conmigo... ¿de verdad? Después de que viniste aquí, nos llamaste campesinos y amenazaste nuestras vidas, debería hacer algo para castigarte, pero sería la misma porquería que tú. Déjalo ir Sckarn, pero antes... jamás volverás a este lugar, no quiero ver tu asqueroso rostro por aquí o te ira muy mal – Sckarn dejó al chico en libertad porque sabía lo que le esperaba, Daena lo tomó del rostro para que lo mirase a los ojos. 

Los guardias trataron de defender al chico pero Sckarn fue más rápido que ellos y levanto la mano donde aparecieron símbolos jamás antes vistos por el hombre, entonces fue que los guardias quedaron inmóviles, pero solo podían mover sus bocas donde solo pudieron soltar alaridos de sufrimiento. 

Sckarn estaba torturándolos con su mente y al escuchar que el príncipe empezó a gritar también sonrió, Daena había controlado su poder, ese que se le fue obsequiado por Lucifer, Sckarn a lo largo de su niñez la ayudó a controlarlo y en estos momentos lo estaba haciendo sentir orgulloso.

-¡POR FAVOR, POR FAVOR PARA! ¡DUELE! – chillaba Dorian tratando de apartar la mirada asesina de Daena, hasta que ésta lo soltó, Dorian corrió a su caballo asustado que después de la orden salió huyendo junto con los guardias.

La gente a sus al rededores aplaudieron y dieron ovaciones que Daena inmediatamente paró

-Por favor, no lo hagan... vamos vayan a casa ¡Vamos! – instó, todos obedecieron dispersándose y dirigiéndose a sus casas. Daena se abalanzó sobre Sckarn para abrazarlo, él le devolvió el abrazo y discretamente olió su cabello que era una mezcla de frutas frescas y flores silvestres.

-¿Qué ocurre?

-Nada, lo necesitaba.

-¿Qué sucede aquí? – interrumpió Dragan, Daena se separó inmediatamente de Sckarn y comenzó a arreglarse la capucha de la capa de zorro que le brindaba calor.

-Nada, Dragan – respondió Sckarn taciturno.

-Claro, mmm... ¿Qué acaba de pasar?

-Pues, el príncipe de Stuttgart, vino a pedir mi mano... pero antes de que te escandalices, lo eché de aquí por haber amenazado la vida de Sckarn y mía al igual que faltarme el respeto, Sckarn me defendió... pero yo también me ocupe.

-Haciendo....

-Sí, abuelo.

-¿Estas...?

-Estoy bien, sí.

-Perfecto, entonces vamos, tu madre preparo la cena.

Los tres se encaminaron a la casa, cuando de pronto Daena sintió una punzada en su vientre, seguida de una extraña humedad por lo que rápidamente echó a correr en dirección a la letrina, se encerró en ella y subió la falda de su vestido y lo vio... la extraña humedad, era sangre, Daena era oficialmente una mujer.

Salió de la letrina muy nerviosa y sorprendida, pero lo que más le tomó por sorpresa fue a Sckarn parado como una estatua.

-Sckarn... - Daena confiaba en el con cada partícula de su ser y si esta le pidiera que guardara un secreto, éste lo haría sin preguntar.

-Daena...

-Sí.

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