Weathering with you

Día 5: Tormenta/ Sol

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Contempló la mano masculina que entrelazaba la suya y que la obligaba a seguir corriendo entre los árboles que rodeaban al pueblo. La lluvia empapando su ropa hasta que alcanzó su piel haciéndola tiritar de frio. No sabía hace cuanto había corrido pero la lluvia era tan feroz y fría que apenas y sentía los dedos de las manos y su propio rostro.

Anya contempló la cabellera oscura que tenía enfrente con cierto pesar al verlo con manchas de lodos y mojado hasta los zapatos. La culpa la embriagó y mordió su labio inferior con el caos mental que la llenaba, de cómo había arruinado la vida de Damian Desmond, el segundo hijo del alcalde del pueblo.

Estaba perdida en sus ensoñaciones por lo que no vio una piedra saliente en el camino, tropezando con ella y sin poder evitarlo, por la poca fuerza que tenía en las piernas por haber corrido durante un largo tiempo, cayó al suelo, soltando la mano que la sujetaba. Damian frenó al sentir como era tirado hacia atrás antes de que ella lo soltara.

Damian se inclinó en medio de la tormenta torrencial que había para mirar si la chica se había lastimado de gravedad. Solo tenía un par de raspones en las rodillas, algo mínimo y que no la imposibilitaría el avanzar. Aunque si ella no pudiera seguir él estaba dispuesto a cargar con ella, la prioridad era salir del pueblo.

Una vez que comprobó que todo estaba en orden, tomó la mano femenina entre las suyas y tiró de ella con la intención de levantarla para seguir avanzando. Sin embargo, la resistencia de la chica lo hizo retroceder y contemplarla ahí en el suelo, con los hombros caído, el rostro mirando el suelo y las piernas sin moverse.

― ¿Qué sucede? ¡Tenemos que irnos! ―Damian miró el camino por el que habían venido sin ver a nadie acercarse, pero aún así no podía confiarse, sabía que los estaban siguiendo.

―No. ―Soltó la chica con la voz quebrada.

Damian la miró con una mueca de que había perdido la razón, volvió a tomar su mano con la intención de hacerla reaccionar y volvió a tirar, no podían perder el tiempo. Si esperaban lo suficiente para ser alcanzados no sabía si podría huir con éxito como lo había hecho momentos antes.

― ¡No tiene sentido, segundo!

― ¿De que estas hablando?

Anya, sintiendo la lluvia empapar su ya mojada ropa y con la fuerza abandonando su cuerpo sollozó ligeramente. Levantó su mirada jade encontrando la avellana con gran determinación y resignación.

―No tiene sentido toda esta persecución ni oponerme a todo esto. ―Habló con fuerza a través de la lluvia con las lágrimas traicioneras cayendo por sus ojos. ―Mi destino como una chica del sol está marcado y vaya a donde vaya, todo resultará igual, debo dejar de oponerme y simplemente resignarme, sino el pueblo entero...

Sollozó una vez más incapaz de seguir mirando al chico que tenía enfrente y lo miraba desde arriba. Todo esto había sido un error, toda su vida y su existencia, tal vez desde el inicio debió resignarse sin más para no arrastrarlo a él en todo esto.

Anya era una chica del sol, la única salvación en un pueblo donde las lluvias y tormentas recurentes estaban destinados a hundir el pueblo entero. Y su maldición con la que nació. Las chicas del sol eran una leyenda que surgía cada determinado tiempo. Con la habilidad de invocar al sol en medio de la tormenta más terrible. Los efectos de tal conjuración eran temporales. Y mientras más usaran sus poderes su cuerpo tangible se iba diluyendo hasta desaparecer.

A fin de cuentas las chicas del sol eran un sacrificio al cielo para evitar que el agua engullera a una ciudad, pueblo o a un país entero. Surgen cada siglo, asegurando el bienestar de todo un país. Su abuela había sido la última chica del cielo. Anya aún con cinco años había sido abandonada por su madre que había huido de ese destino, abandonando a Anya, otorgándole la obligación de ser la siguiente.

Si su madre hubiera tomado su destino, su adolescencia y gran parte de su vida hubiera sido tranquila. Sin embargo, un eslabón en la cadena había desaparecido, por lo que los cielos exigían el sacrificio más fuerte que nunca a una joven Anya.

Este ritual era conocido por el pueblo entero y ante la histeria colectiva cuando las primeras lluvias comenzaron a caer, la presión ante una joven Anya fue tal que la seguían por todos lados, sin darle descanso. Sintiendose atrapada ante eso, huyó con las pocas cosas que tenía en casa hacia el bosque. Ellos esperaban que una niña de ocho años tomara su destino sin rechistar u oponerse. Se vio obligada a ocultarse durante varios años en una cabaña vieja entre los árboles, que le permitieron tener una vida mediadamente normal. Hasta que conoció a Damian Desmond.

Se encontraron en el bosque y el primer impulso de Anya fue correr para no ser atrapada, pero aquel comportamiento despertó la curiosidad del chico que la siguió hasta encontrar la casa abandonada muy dentro del bosque donde Anya vivía. Y verlo ahí la hizo romper a llorar ante la idea de lo que todo eso conllevaba. Sin embargo, contrario a lo que esperaba, que él la delatara, el chico se quedó ahí en la casa hasta que la tormenta disminuyó y por primera vez en su vida alguien la trató como algo más que un sacrificio humano. La trató como una persona, aunque tal vez eso se debía a que no sabía quién era ella. O eso había supuesto, era demasiado joven para recordar que era lo que había pasado tiempo atrás y la imagen de la chica del sol.

Cuando la lluvia disminuyó él se alejó despidiéndose y la ansiedad llenó a la fémina. Esperando que esa misma noche vinieran por ella o que al día siguiente todo el pueblo la arrastra hasta su destino. No pudo dormir esa noche y la idea de salir de ahí la atormentó toda la noche. Sin embargo se quedó ahí por la misma razón por la que había decidido quedarse tan cerca del pueblo que la quería muerta. Por qué no tenía otro lugar a donde ir.

Él regresó cada día con comida y diferentes artículos para ella, al ver el estilo de vida en el cual había vivido hasta ese momento. Damian regresó una y otra vez, cada tarde con ella, a pasar la tarde y acompañarla en su soledad. Anya todo este tiempo no había hablado con nadie más que con un par de muñecos que tenía de su infancia.

El tiempo transcurrió y la presencia de Damian se hizo indispensable en su vida, haciendo cada día a que diera la hora para que él apareciera en su puerta. Hasta que un día, Damian confesó que sabía quién era ella, una chica del sol. La adrenalina se presentó en su cuerpo y se levantó de un brinco con la intensión de salir de ahí. Sin embargo el Desmond la tranquilizó al decirle que lo había sabido desde el primer momento y que todo ese tiempo que habían pasado juntos jamás había dicho nada al respecto, por lo que podía confiar en él de que no diría nada. Y Anya le creyó.

Unos días después Anya decidió mostrarle sus habilidades, parándose en un arco que estaba en un cerro cercano, que era de adoración a los cielos. Juntó ambas manos y rezó deteniendo de esa forma el agua eterna que caía del cielo y dejando ver el sol incandescente brillar en el cielo más azul que Damian hubiera visto.

Al girar Anya se sorprendió al ver la sonrisa amplia del Desmond y sintiendo su pecho moverse ante el hecho de ella haber causado esa reacción.

Y justo al día siguiente todo se había ido al diablo. Tal regalo que Anya le había dado a Damian no pasó desapercibido para el pueblo entero, revelando que ella aún estaba cerca. Por lo que cuando la puerta de la entrada sonó ese día, Anya abrió con las mariposas aleteando en su estómago y viendo una multitud ante su puerta.

La sangre huyó de su rostro y retrocedió un par de pasos en un impulso de desesperación, aunque sabía que todo estaba perdido. Que no podría huir y que ese sería su último día. Súbitamente Damian apareció tacleando a los hombres que estaban cerca de ella y que liberaban la entrada de la cabaña.

― ¡Corre, Anya!

Y sin pensarlo dos veces, Anya salió corriendo, huyendo de las manos que intentaron detenerla y viendo como Damian se enfrascaba en una pelea que sabía que no iba a ganar. Corrió cerrando los ojos ante la lluvia torrencial que había y escuchando las voces a su espalda. Corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron, hasta que luego de un par de minutos o tal vez horas, escuchó alguien acercándose desde atrás hacia ella.

Anya chilló ante la idea de haber sido encontrada a pesar de que pensaba que había escapado después de haber corrido tanto. Una mano se posó en su hombro y gritó agitando las manos con la intención de alejarlo de ella. Unas manos sujetaron ambos lados de su rostro que la obligaron a fijar su atención.

La fémina reconoció aquellos orbes avellana que le robaban el aliento y lo abrazó sintiendo como de pronto todo el miedo y su propio cuerpo era anestesiado.

―Vamos, tenemos que salir del pueblo, irnos tan lejos como sea posible.

―Pero Damian, tú vives acá...―Anya lo miró con sus ojos jade resplandeciendo, con la nostalgia de ser el último momento.

―Donde tú vayas, yo iré.

Y sin esperar más Damian la tomó de la mano, corriendo entre los árboles y adentrándose a las montañas que dividían a los poblados del país. Hasta que la resignación llenó a Anya, aceptando su destino del cual no podía escapar.

Damian se arrodilló poniéndose a la misma distancia que la chica en el suelo y tomándola del rostro, obligándola a mirarlo.

― ¿Quieres vivir?

― ¿Qué?

― ¿Quieres vivir, realmente quieres hacerlo?

Anya contempló con fijación aquellos ojos avellana centellar en un fuego etéreo que lograba calentar su propio pecho. Aquella determinación y los sentimientos que él intentaba transmitirle llegaron hasta ella y la chica del sol sollozó haciendo un puchero con los labios y soltando un lloriqueo.

― ¡Si, quiero vivir, lo quiero! ―Sollozó pero intentó reprimirse, bajando la mirada derrotada. ―Pero sin mí el sol jamás volverá a salir...

Damian apretó los dientes, dejando salir un sonido frustrado de entre los labios que pudo escucharse a pesar del golpeteo del agua en el suelo y las piedras alrededor.

― ¿A quién le importa si no vemos el sol otra vez? ¡Te quiero a ti más que cualquier cielo azul!

Anya abrió los labios ante esas palabras y como aquellos ojos la atravesaron, llenando su pecho de un calor inexplicable. Presionó los labios viendo como Damian se levantaba y le extendía la mano, con una mueca en el rostro de miedo, el mismo miedo que ella tenía pero que lograba disfrazar con una determinación inquebrantable.

Siempre había pensado que jamás podría huir de su destino, que en algún momento sería encontrada y obligada a sacrificarse por un pueblo. En ocasiones en su tiempo sola siempre se reprendió ser tan egoísta de no hacer lo que se suponía debería hacer, sin embargo, luego de unos minutos no comprendía por que debía hacer algo que no quería por gente que no conocía y más que nada sin decidirlo y solo ser obligada.

Esos eran sus pensamientos día con día, resignándose a que debería enfrentar esa maldición algún día. La llegada de Damian le hizo pensar que tal vez, solo tal vez, había un destino diferente para ella, uno donde ella pudiera ser libre de todo eso.

Sin pensarlo más Anya tomó su mano, dispuesta a no soltarla nunca más.

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Y con esto finaliza la damianya week ♡Este último escrito es en base a la película "El tiempo contigo" que se me hizo perfecta para la pareja y la dinámica que podrían tener además que encajaba con el prompt. Gracias por leer todos los días y dejar tus comentarios.

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¡Saludos!

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