Tres deseos

Día 3: Realeza/ fantasía

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Su mano ingresó a la bolsa que tenía en las piernas mientras miraba el sol descender entre las colinas, las aves recorriendo el cielo rosado y naranja buscando un refugio para pasar la noche. Extrajo de la bolsa un maní y se lo llevó a la boca sintiendo la semilla romperse en sus molares.

Se llevó un par más a la boca y saboreó el sabor de aquel dulce que tanto le gustaba. Su mayor preocupación antes era el que sus reservas de maní se agotaran en ese viaje. Sin embargo, su vida había sido resuelta con maní infinito.

Miró la pequeña lámpara que tenía a un lado y al ser con apariencia de chico que estaba a su lado observando el atardecer junto a ella. Se lo había pedido más como un consuelo de soledad en vez de un deseo. Quien quiera que lo viera pensaría que es un chico normal de preparatoria, o que hasta había ido con ellas, alumnas del Edén, a ese viaje por un par de días. Cabello oscuro y ojos avellana, la tez clara y un gesto malhumorado permanente en su rostro. Pero lo que más había atraído la atención de la chica eran los brazaletes de metal gruesos que tenía en las muñecas de color dorado y que más que un accesorio parecían unas esposas.

― ¿Qué edad tienes? ―Preguntó la chica de cabello rosado.

―Que te importa. ―Soltó el chico sin verla.

―Demasiado audaz insultar a tu dueña. ―Levantó una ceja.

El chico la miró con cierto enfado hasta que sus mejillas se colocaron ligeramente al ver los orbes jade brillar al contemplar ¿Cómo podía tener ese efecto en él? Cuando había visto todo tipo de tesoros y piedras preciosas. Y aun así, sus ojos eran la gema más bella que hubiera visto en su existencia.

―418 años.

Anya abrió por completo los ojos asombrada de tal número y se llevó otro maní a la boca mientras estiraba las piernas, se habían dormido por su postura anterior.

―Vaya, yo solamente tengo 16, sí que has tenido una larga vida.

― ¿De qué sirve eso si he estado encerrado en esta maldita...?―Soltó con frustración hasta que su voz fue descendiendo hasta quedarse en silencio.

Anya Forger miró la lámpara que tenía en sus manos, aquella que había cambiado por completo sus vacaciones en Europa. Dos días atrás había entrado a una tienda de antigüedades con su amiga Becky que le decía que las cosas antiguas ahora estaban de modas. Su amiga buscaba algún tipo de joyería que se viera costosa para poder presumir en casa. Anya la acompañó con la mente fija en la bolsa de maní que había dejado en el hotel, debió haberla traído consigo.

Aun así miró por la tienda con aire de indiferencia, rozando los objetos que tenía al alcance con la yema de sus dedos. Hasta que al escuchar la voz de Becky dio una vuelta brusca golpeando un estante y haciendo que uno de los objetos ahí cayera. Asustada Anya lo levantó antes de que el vendedor se diera cuenta y evaluó la lámpara que tenía entre sus manos. Parecía sucia aunque más que nada no parecía una antigüedad o algo costoso.

No vio ni un tipo de golpe en ella pero aun con la adrenalina de ser descubierta se acercó al mostrador donde estaba Becky. La chica estaba tan emocionada por las joyas que había encontrado que se ofreció a pagar la lámpara que su amiga, sin nada de sentido del gusto, había elegido. Salieron de la tienda con sus compras en mano hasta la habitación de hotel que pertenecía a la familia de Becky.

La chica adinerada se excusó para ir a bañarse y Anya se quedó ahí sentada en la cama mirando la lámpara. Debió decirle a Becky que no la quería, realmente no había pensado en comprarla, solo tenía miedo de ser descubierta en su travesura. Si su amiga quería regalarle algo debió comprarle maní o algún peluche. O tal vez un castillo. Tomó un trapo que tenía cercano y limpió la superficie de la lámpara vigorosamente. Parecía una lámpara de té pero de color dorado, con una boquilla larga y una tapa en lo alto que curiosamente no podía abrirse. Tal vez solo era de decoración, podría dárselo a sus padres como regalo una vez que volvieran.

Tal acto provocó una nube de humo que salía de la boquilla de la lámpara, Anya palideció ante ese hecho pensando que siempre si había roto el interior de la lámpara por la que la dejo caer en la cama y se alejó algunos pasos.

Con asombro contempló como una figura emergió de la lámpara cobrando forma en un chico de aproximadamente su edad, con el cabello oscuro y mirada enfurecida, con los brazos cruzados. No pudo ver sus pies por que más debajo de sus rodillas era una especie de cortina de humo que parecían adentrarse a la lámpara.

―Soy el genio de la lámpara, ¿Qué es lo que quieres? ―Habló con tanta arrogancia que el rostro de Anya se convirtió en un gesto de fastidio.

― ¿Acaso es una clase de broma? ―La chica miró alrededor para ver si podía ver algún tipo de cámara que su amiga le hubiera dejado, pero no había señales de eso.

―Dime que es lo que deseas o me largo.

Anya entrecerró los ojos con fastidio analizando lo que había pasado y lo que aquel chico o tal vez se había dicho. No podía ser cierto, eso solo sucedía en los cuentos que había leído en la primaria.

― ¿Eres el genio de la lámpara? ―Soltó un bufido. ― ¿Y me concederás deseos?

―Solo tres de ellos.

Aun con los ojos entrecerrados Anya se llevó la mano a la mejilla pensando que tal vez se había dormido sin darse cuenta.

― ¿No sabes lo que quieres? Solo eres una pérdida de tiempo. ―Soltó con fastidio el chico de la lámpara con intenciones de alejarse.

Súbitamente la chica recorrió la distancia entre ellos y con la mano convertida en un puño golpeó la mejilla de chico que de alguna forma resultó que era tangible. Tal golpe lo hizo salir por completo de la lámpara formando sus pies y caer en el suelo con el rostro contraído por la sorpresa misma.

Se llevó la mano a su mejilla adolorida, era increíble la fuerza que esa humana tenia. ¿Qué era lo que esa humana se había atrevido a hacer? ¿Lo había golpeado? ¿Quién se creía que era? Podía convertirla en una rata si quisiera y aplastarla. La ira gobernó su cuerpo con ferocidad y más cuando la vio acercarse hasta él. El chico de la lámpara la miró desde abajo mientras apretaba fuertemente los dientes conteniendo la ira que lo incitaba a estirar la mano y aplastar a esa mundana.

―Según los cuentos de hadas, no puedes hablarle así a la persona que ha encontrado la lámpara mágica. ―Estaba muy cerca de él y para causar más énfasis se inclinó a una distancia peligrosa. ―Me perteneces.

Damian, el djinn de la lámpara había tenido una larga existencia en el mundo terrenal pasando de manos en manos durante tanto tiempo y hasta ese momento había permanecido encerrado durante cien años. En todo ese tiempo jamás había sentido más que odio o rechazo por los humanos que los habían encarcelado tiempo atrás.

Sin embargo en ese momento, con la chica casi encima suyo, mirándolo con gran determinación y fuerza, su pecho se agitó con fuerza, recordando que ahí tenía un corazón. Sintió sus mejillas calientes ante el peso de aquellas últimas palabras. Toda la ira que inundaba su cuerpo desapareció siendo remplazada por la vergüenza y un cosquilleo en el estómago.

Se levantó poniendo distancia de la chica y cubriendo con la mano sus mejillas para ocultar su nerviosismo.

―He estado demasiado tiempo encerrado y he olvidado cómo comportarme.

A pesar de que era un prisionero en la lámpara, sabía que tenía que obedecer con cierto respeto al que hubiera encontrado la lámpara porque si ellos querían podían destruir la lámpara y con eso él desaparecería.

―No tienes que ser tan formal, solo no seas tan hostil.

El chico de la lámpara asintió ante sus palabras con aquel gesto indiferente en el rostro una vez que controló los latidos de su corazón.

―Bien, ¿Cuál es tu hombre? ―La curiosidad centelló en los ojos jade.

El chico volvió a sentir su estómago revolotear ante la mirada grande and verde que lo contemplaba con gran interés. En muchas ocasiones cuando lo habían usado las personas más detestables para conseguir poder y dinero, aquellos hombres jamás se habían interesado por él ni en lo más mínimo para saber su nombre. Pero ahí estaba esa niña, teniendo un genuino interés.

―Damian.

― ¿Realmente eres un genio? ―Él asistió sin muchas ganas, ya lo había dicho. La contempló mirarlo con cierto recelo. ―Si es así...

Damian se preparó para cumplir un deseo más, tal vez quisiera ser popular, dinero o ser una artista conocida. Se cruzó de brazos esperando pacientemente.

―Deseo tener maní ilimitado.

El djinn levantó una ceja al escuchar eso sin poder creérselo ¿no quería algo más ambicioso? El maní podría conseguirlo en cualquier lugar. Quiso protestar pero no estaba permitido para él, además que esos orbes verdes lo miraban con gran intensidad. Por lo que simplemente chasqueó los dedos y una bolsa de plástico apareció en las manos de la chica.

Anya revisó la bolsa hundiendo su mano para ver si tenía algún tipo de fin, sin embargo no fue posible. Una sonrisa divertida se formó en sus labios y comenzó a comer entusiasmada de la bolsa. Los ojos verdes brillaron al comprobar que en especial aquel chico, Damian, era un genio de la lámpara mágica, su sentido de la emoción se alteró en demasía.

― ¿Cuál es tu segundo deseo?

―Uhm... déjame pensarlo.

Posterior a eso Damian desapareció dentro de la lámpara con la indicación de que lo llamara cuando quisiera que le concediera algún otro deseo. Sin embargo Anya lo había llamado varias veces ese día y los días posteriores para que paseara junto a ella o comiera en el restaurante del hotel. Diciéndole a Becky que era un amigo que había conseguido en el hotel.

Damian se había sentido extrañamente cómodo a su alrededor y contemplando el mundo actual. Había salvado a aquella chica atolondrada de ahogarse por comer varios cacahuates a la vez. Había usado su magia sin que contara como deseos, algo que nunca antes había hecho.

Había alejado el mal clima de la ciudad para que la chica tuviera unas buenas vacaciones y en ese momento le había permitido ver el más bonito atardecer para deleite de la fémina.

― ¿Y no puedes escapar de esa lámpara? ―Aquella pregunta lo trajo a la realidad, mirando a la chica que tenía a un lado.

―No es una opción.

― ¿Por qué no?

―Solo hay una manera imposible de liberarme de este encierro. ―Estiró las piernas con desgana y tomó un par de cacahuates de la bolsa. ― Un portador de la lámpara debe liberarme, usando uno de los deseos, lo cual jamás ha ocurrido ni sucederá.

Anya lo contempló inexpresiva hasta que las montañas estaban por engullir al sol, solo quedaba una pequeña luz del sol que no sucumbía el cielo en oscuridad.

―He pensado en mi segundo deseo.

Damian regresó la mirada hacia la chica que tenía a un lado centrando su completa atención a sus palabras. Listo para lo que fuera a decir a continuación.

―Deseo un pingüino.

― ¿Un pingüino? ―Una gota cayó por el costado de la cabeza del djinn, sin entender a qué se refiere.

―Siempre he querido uno pero mis padres no me lo permiten porque ya tengo un perro, así que quiero un pingüino.

Damian se quedó pensando en el deseo que le habían pedido y sin más chasqueó los dedos, materializando un gran pingüino de peluche de color azul y blanco. Anya sonrió encantada y se lanzó encima del peluche mientras hablaba por lo bajo nombrándolo para poder tener misiones más tarde con el agente pingüino.

Luego del deseo Damian desapareció dentro de la lámpara y Anya regresó al hotel con su peluche en manos y la lámpara fuertemente sostenida, a fin de cuentas al día siguiente regresaría a Westalis.

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El amanecer llegó tan rápido obligando a Becky y Anya a mover las maletas hacia el enorme barco donde habían venido, abordando y relajándose cuando el barco zarpó en el mar. El sol era agradable y sin esperar mucho tiempo Anya invocó a Damian para que disfrutara de las comodidades del viaje.

Nadaron en la gran piscina, jugando en la piscina y como Anya se había subido en los hombros de Damian para jugar contra Becky y otro chico que habían conocido en el crucero. Aquella acción puso tan nervioso al djinn que lo hizo perder el equilibrio una y otra vez. No podía concentrarse al tener a aquella chica de ojos atrapantes encima, sintiendo su piel tan claramente sobre la suya.

Se llenaron del enorme bufete que poseía el barco, a fin de cuentas necesitaban tres días para volver a su ciudad. Por lo que disfrutaron el tiempo tanto como podían. Damian estaba disfrutando todo enormemente, más de lo que debería, considerando que toda esa diversión y estilo de vida era temporal.

Y que pronto tendría que despedirse de Anya, algo que le causaba un gran pesar al pensarlo. Pero quería dejar aquella agonía atrás y retrasar lo inevitable.

Aquel último día de viaje Damian contempló como Anya estaba de pie en la borda, con la mirada ensoñada tal vez por el suave susurro de las olas o el gran firmamento que se abría pasó. Respiró profundamente, había pensado que lo mejor era no mencionarlo y simple esperar paciente, tal vez si se mantenía callado podría estar a su lado un par de meses más hasta que a ella se le ocurriera algún deseo absurdo o pensara en alguna cosa que de verdad quisiera con desesperación que asegurara su posición. Por lo que se acercó y se paró junto a ella, apoyando los brazos en el barandal.

―Es el último día de viaje...―Soltó incapaz de decir lo que en primera instancia quería mencionar.

―Sí, ha durado tan poco. ―Anya miró las ondulaciones del mar que se apreciaban desde su posición. ― ¿Y si el barco se hunde antes de llegar a la orilla?

Damian sonrió inevitablemente ante sus ocurrencias, gesto que no pasó desapercibido para Anya, y la miró con cierta ternura.

―Yo me encargaré de que eso no suceda. ―Tragó con la intención de pasar el nudo en su garganta. ―Anya creo que deberíamos...

―Ya he pensado en mí tercer deseo.

El Djinn cortó sus palabras al escucharla hablar, con el miedo llenando cada partícula de su cuerpo. Tal vez le había leído la mente o estaban más conectados de lo que pensaba. Presionó los labios en un gesto distraído, al menos él no había sacado el tema que le costaba tanto decir.

―Bien, este será el último, por lo que puedes pedir absolutamente lo que quieras.

Le había informado a la Forger de las limitaciones de lo que implicaban sus poderes y que cosas no podía pedir. Amor o asesinatos, no podía manipular los sentimientos ajenos ni atentar con la vida humana. Esta última había sido un problema con su antiguo dueño que buscaba una especie de venganza. Su existencia y encierro hubiera sido más lamentable si hubiera tenido que matar a humanos por órdenes.

Anya miraba el océano como si estuviera hipnotizada, absorta en sus propios pensamientos, Damian la miró con cierta fascinación, con la intención de grabarse aquel rostro el cual despertaba tantos sentimientos en su interior.

―Deseo...un castillo.

Damian sonrió con cierta ligereza, se había dejado llevar por la ambición, algo aceptable considerando que era su último deseo y dado que no podría conseguir un castillo de otra forma más que por deseo por el genio de la lámpara.

Levantó sus dedos, listo para chasquearlos cuando Anya se giró sosteniendo las manos del djinn haciéndolo sobresaltar ante ese contacto tan cálido. Encontró con su mirada ámbar los ojos jades encantadores y brillantes.

―Estaba jugando, no quiero un castillo.

Damian levantó una ceja ¿desde cuándo solía jugar de esa forma? Aunque tampoco le sorprendió tanto, ella tenía una personalidad bastante... peculiar, cosa que le había atraído desde el inicio por sus deseos excéntricos.

―Bien, dime que es lo que deseas y me iré de aquí.

―Eso―Soltó en un susurro.

― ¿Qué cosa?

―No quiero que te vayas.

Damian sintió su pecho sobresaltarse ante esas palabras y la mirada intensa sobre él, intentando pensar a que se refería con esas palabras.

―Deseo que seas libre, Damian.

El Djinn abrió los ojos por completo, asombrado por tal deseo y antes de poder responder una nube de humo lo envolvió por completo rompiendo los brazaletes de metal que tenía en las muñecas. Una vez que el humo desapareció por el sopló del aire Damian retrocedió un par de pasos aun sin poder creerse lo que había pasado.

Intentó volver a su lámpara pensando que había imaginado tal deseo pero no ocurrió nada. La incredibilidad lo llenó y dio un paso hacia la chica que lo miraba con una sonrisa ligera.

― ¿Pero por qué...?

―Realmente no deseo nada que no pueda obtener por mi cuenta, nada indispensable para vivir. Pero tú necesitabas esto...

Conmocionado por el mar de emociones que lo embriagaban Damian acortó la distancia entre ellos y la abrazó en un impulso. En los primeros años de su encierro había tenido la esperanza de que los dueños de la lámpara temporales al concederles lo que más quisieran lo liberarían por piedad.

Con el paso del tiempo entendió que no había nada más importante que la avaricia humana y el bienestar propio, nadie sacrificaría un deseo por alguien más si no resultaba beneficioso. Por lo que luego de unos años se resignó, volviéndose malhumorado ante su inevitable destino. Viviría en ese ciclo sin fin, pasando de manos en manos, sin descanso, sin poder oponerse o tomar una decisión por sí mismo. Era una maldición.

Y Anya Forger lo había liberado de ella.

Damian se dio cuenta de lo que había hecho y se alejó un poco avergonzado. A fin de cuenta al perder el enlace con la lámpara las cosas que le rodeaban eran más tangibles y podía sentir con mayor claridad el calor y cercanía de la chica.

― ¿Qué es lo que harás ahora? ―Soltó Anya una vez que cortaron el abrazado.

―No lo sé, jamás pensé que algo así sucedería.

Había desechado todos sus deseos o planes que alguna había tenido al pensar que sería libre en alguna ocasión.

― ¿No hay algo que quieras ahora mismo?

Damian miró a su alrededor absortó aun en sus pensamientos hasta que su atención se fijó en la chica que tenía enfrente. Con un encantador vestido aguamarina con bordados en las orillas y una sonrisa que dejaba ver el sonrojo en sus mejillas.

―Si lo hay. ―Se acercó un paso más y tocó levemente con los nudillos la mejilla femenina para apartar un mechón de cabello que incapacitaba que pudiera apreciar con claridad su rostro. ―No quiero irme de tu lado.

Anya sintió su rostro enrojecer ante esas palabras que hacían eco al verdadero deseo que realmente quería, aquella ultima suplica y como él parecía querer lo mismo. Sonrió sin poder evitarlo y disfrutó la caricia del chico.

―No tienes que hacerlo.

Damian sonrió y supo que eso sería de esa forma, había esperado 418 años para encontrarla y no estaba dispuesto a dejarla ir, a fin de cuentas, como ella había dicho, él le pertenecía.

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Este ha sido uno de mis favoritos y el que más he disfrutado escribir. Espero que les guste tanto como a mi ♡

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