¿Premio o castigo?

Día 2: Stella stars/ Tonitrus bolts

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Giró la hoja del libro que tenía enfrente leyendo los ejercicios resueltos, levantó la mirada del libro encontrándose a la fémina somnolienta a su lado, recostando el rostro en la mesa con el gesto menos atractivo que hubiera visto antes. O eso podría pensar cualquier otra persona.

Para Damian Desmond estaba realmente adorable, reprimió una sonrisa y con los dedos golpeó la frente de la chica causando un sonido de queja de los labios femeninos, obligándola a levantarse.

―Veamos estos ejercicios.

―Estoy harta, quiero cacahuates. ―La chica se removió tomando su mochila para guardar sus cosas.

―Anya, si realmente quieres esa stella necesitas un sobresaliente en esta prueba.

La chica removió su cabello haciendo un puchero, como si estuviera reconsiderando su partida en ese momento. El Desmond sabía que el estudio no era su fuerte, solía distraerse con gran facilidad y su sentido de retención de información era muy limitado. Por eso mismo se había ofrecido para ayudarla a estudiar para los exámenes, porque si ella sacaba buenas notas significaba que conseguiría la última stella que necesitaba para formar parte de los alumnos imperiales.

Damian había conseguido su última stella ese último semestre por ayudar a los más necesitados. Por lo que sintió un poco de piedad ante la plebeya, porque él era muy caritativo.

A fin de cuentas era lo que Anya deseaba y él no lo estaba haciendo por deseos ocultos de estar junto a ella en los alumnos imperiales, por supuesto que no.

Y tampoco tenía nada que ver el hecho de que había algo entre ellos dos. Nada definido por palabras, Damian jamás podría expresarse correctamente. Pero de alguna forma Anya descubrió sus sentimientos, como si pudiera leerle la mente y un día sin más tomó su mano entre clases cuando estaba sentados uno junto al otro.

Damian había presentado una gran crisis ante ese hecho. Indignación de que ella se sintiera con el derecho de hacer algo como eso, la adrenalina de ser visto y aquel molesto calor en su pecho que alteró los latidos de su corazón y que lo hizo estrechar la mano de la chica sin decir ni una palabra. A partir de ese momento la chica tomaba su mano cuando estaban solos en el jardín del Edén, cuando él se ofreció a llevarla a casa o en las mañanas cuando se encontraban temprano en la escuela.

Aquel comportamiento era tan inaceptable para él, Damian Desmond, el segundo hijo de Donovan Desmond, presidente de la escuela Edén e importante personaje en Ostania. O eso se dijo los primeros días de aquella interacción, aunque cuando ella venía y lo miraba con esos ojos grandes y adorables junto con esa sonrisa torpe y estrechaba su mano con la suya, no podría evitarlo.

El aceptar que sentía tanto por aquella plebeya que con solo una mirada podía derretir su duro corazón y estremecer su cuerpo...

―Es que ya no quiero...

―Bien, entonces despídete de esa última stella. ―La vio hacer un puchero. ―O dime que es lo que te motivaría a terminar de estudiar.

Anya se quedó mirando a un punto inexistente de enfrente durante unos segundos hasta que una sonrisa sagaz surcó sus labios, sus ojos se hicieron chicos y le dedicaron al Desmond aquel gesto raro y sonrisa forzada que solía dedicarle de vez en cuando.

― ¿Podré tener lo que quiera si saco un satisfactorio en el examen?

Damian se quedó ahí, mirándola, intentando determinar qué era lo que había detrás de esa pregunta, tragó saliva por la intensidad de la mirada femenina ¿maní infinito? ¿Qué le reconociera su inteligencia? ¿Algo humillante? Presionó el labio avergonzado y la contempló con sigilo ante lo que eso conllevaba.

― ¿Qué es lo que quieres? ―Decidió que era mejor dejar las cosas en claro.

A pesar de venir de una familia adinerada sabía que tenía ciertas limitaciones y la situación le asustaba más al tratarse de Anya Forger, que tenía una mente tan peculiar.

―Tengo algo en mente, pero promételo.

El segundo hijo de Donovan Desmond se quedó ahí, mirando los brillantes ojos verde resplandecer con cierta emoción y sucumbiendo a ellos asintió, causando una sonrisa extraña en la chica, que abrió nuevamente sus libros y sacó la lapicera lista para hacer los ejercicios.

La única cosa que Damian Desmond sabía que Anya siempre quería con locura era el maní, por lo cual no habría problema con cumplir aquella promesa ¿cierto?

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La hoja de papel cayó en la mesa revelando un perfecto 95 en la parte superior, algo que no era extraño para los alumnos del Edén que eran la excelencia en educación en Westalis por la presión de sus padres que eran gente importante.

Sin embargo para Anya Forger, una de las peores alumnas del Edén que había pasado de grado por simple fuerte u obra divina, era algo sumamente extraño. La diferencia, los años pasados a este último era abismal, era una recuperación sorprendente y que posiblemente la llevarían a obtener la última stella que necesitaba para ingresar a los alumnos imperiales.

― ¿Tú has hecho algún tipo de trampa? ―Habló Damian con suma tranquilidad.

―Todo ha sido por mis méritos, segundo. ―Se inclinó un poco para tenerlo lo suficiente cerca. ―Más tarde te diré que es lo que quiero.

Damian sintió su rostro caliente ante tal cercanía, podía oler el perfume de la chica y su cabello rosado rozó una de sus mejillas, su corazón se agitó con violencia y apenas fue consciente de las palabras de Anya ¿sobre qué estaba hablando?

Cuando la campana que indicaba el final de las labores escolares resonó por todos los pasillos y los alumnos se dirigieron hacia la salida de la escuela para regresar a sus hogares.

Anya caminaba con gran énfasis por la parte trasera de la escuela siendo seguida por los pasos sigilosos de Damian que miraban hacia todos lados, temeroso que era una especie de broma de la chica o alguna cosa que lo haría quedar en vergüenza.

Luego de un par de metros y llegar junto a un árbol Anya dio media vuelta con una sonrisa torpe en los labios. ¿Qué era lo que estaba tramando?

―Es hora de pagar tu deuda, Segundo.

Damian se detuvo enfrente de la chica, odiaba el misterio que la chica estaba intentando manejar en todo esto. Solo quería dejar todo eso detrás y regresar a su habitación.

―Déjate de tonterías Forger y dime que es lo que quieres. ―Habló con cierta molestia pero más que nada estaba nervioso.

Un par de aves cantaron a su alrededor y el sopló del aire acarició las hojas hasta hacerlas descender y sacudió el uniforme de la chica junto con sus cabellos haciendo que el corazón del Desmond se agitara al percatarse de la belleza que solía negar de la Forger.

―Un beso.

―¿Qué? ―La pregunta salió con un hilo de voz.

―Eso es lo que quiero, un beso.

La mente de Damian Desmond quedó en blanco por completo, mientras todo su organismo colapsaba al repetir una y otra vez en su cabeza la petición de la chica. ¿U-un beso? ¡Él había llevado una bolsa de maní en la mochila para darle como recompensa! ¿Y ahora salía con eso? Retrocedió un paso al sentirse peligrosamente cerca de la chica y desvió la mirada sin poder sostener la atención en la chica, sentía el rostro arder y las mariposas revoloteando con intensidad en la boca de su estómago, con el nudo fijo en la garganta.

Por supuesto que había pensado en algo como eso en algunas ocasiones. La atracción que Anya ejercía en él era tal como la fuerte atracción del sol con los planetas. Y a pesar de las palabras desagradables que le había dicho en el pasado conforme a su físico, era algo difícil de ignorar para el Desmond. Desde su peculiar color rosado, sus grandes y brillosos ojos verde, sus mejillas y sobre todos aquellos labios que solían formar las muecas más extrañas que habían visto y que aun así eran sumamente apetitosos. En varios ocasiones se había encontrado a si mismo mirando con fijación los labios femeninos y preguntarse cuál sería su textura o sabor.

Anya Forger sonrió mientras sentía un ligero estremecimiento en su pecho al escuchar los pensamientos del segundo y descubrir que no era la única que había tenido cierta fijación por los labios. Días antes cuando Damian le preguntó sobre qué era lo que la haría motivarse para estudiar, Anya había pensado detenidamente. Que el Segundo se ofreciera a darle algo para sacar buenas notas no era algo que pasaba con regularidad, es más, jamás había pasado. Por lo que decidió pensarlo unos segundos, lo que él podía ofrecerle.

Al inicio había pensado en maní, sin embargo, eso era algo que obtenía de sus padres todo el tiempo. Debía ser algo más, algo más importante. En ese momento Anya miró el rostro delgado del segundo y su atención se dirigió hacia los labios delgados y que se veían extremadamente suaves. Anya sintió su pecho agitarse ante esa idea y sin esperar más decidió que eso era lo que quería. Quería probar a Damian Desmond, solo un poco.

Tomarlo de la mano semanas antes había sido un impulso, al ver las largas manos, preguntándose si eran más grandes que las suyas y si pudiera rodearlas. Se sorprendió a si misma cuando las tomó sin más en clases y el masculino no hizo movimientos de objeción al respecto. Aunque pudo escuchar cómo había un debate mental y un cataclismo en su mente al respecto, pero al parecer el calor que ella le daba lo convenció de quedarse quieto. Y eso la motivó a seguir tomando su mano, porque a pesar de que Damian era bastante brusco, su comportamiento con ella había mejorado con el tiempo y había escuchado que él sentía cosas por ella.

Sentimientos que tal vez Anya correspondía pero de lo cual no estaba segura.

Y luego de aquellos momentos donde sus manos se enlazaban agitando su interior, Anya comenzó a sentir más curiosidad por los labios masculinos.

Sentir su mano enlazando la suya despertaba un cosquilleo en su pecho difícil de silenciar, por lo que su curiosidad genuina por probar aquellos labios y el hecho de aclarar sus propios sentimientos la hicieron llevar a pedir aquello.

― ¿De que estas hablando? ¡Olvídalo!

―Lo has prometido Segundo, ¿acaso romperás la promesa que me has hecho?

Sus ojos verdes se hicieron más grandes e inquisitivos mientras dio un par de pasos acortando la distancia entre ellos. Lo suficiente para que fuera sencillo para él inclinarse y darle lo que ella pedía. Pero los latidos desenfrenados de su corazón le impedían hasta pensar, ni hilar ni una sola idea cuerda. Solo podía ver los labios carnosos de la chica que tenía enfrente.

Desvió la mirada en un intento de calmarse, ¿esto era una clase de broma o una bendición divina? Frunció el ceño y presionó los dientes, él era un chico de alto linaje y no podía romper su palabra. Si, debía cumplir su palabra.

Regresó su atención a la chica que esperaba pacientemente a una distancia reducida, el corazón de Damian se agitó de nuevo ante la idea de lo que tenía que hacer y soltó un quejido fastidiado.

―No me mires.

― ¿Qué?

―Si tú lo haces, no podré hacerlo.

El efecto de aquellos ojos jade era abrumador, tanto que le costaba la respiración. Por lo que Anya extrañada por sus palabras simplemente cerró los ojos y se quedó quieta.

Escuchó los latidos de su corazón en sus orejas incapacitando su sentido auditivo, no podía pensar en nada más que en Anya Forger enfrente esperando un beso suyo. Tragó saliva intentando deshacer el nudo en la garganta de nervios que lo embriagaban. Se inclinó un poco, porque la chica era más baja que él. Disminuyó el espacio con lentitud a pesar de que todo su organismo gritaba que huyera de ahí, que no podía hacerlo.

Pero la parte muy dentro suyo lo obligó a quedarse por qué era lo que siempre había querido desde que se había percatado de que ambos eran mayores. Y preso de aquel momento de valentía se inclinó un poco más, lo suficiente para que escuchara la respiración de la chica. Su corazón se sobresaltó aún más y sus manos temblaron.

Justo cuando sus labios iban a tocar los contrarios las gemas jade resplandecieron nuevamente, causando un retroceso en el Desmond.

―Te dije que....―Intentó decir Damian ante el hecho de verla abrir los ojos.

Anya sin más e interrumpiendo el discurso se puso de puntillas lo suficiente para reducir el espacio entre ellos y pegó sus labios contra los del chico, lo cual fue suficiente para generar un estremecimiento en todo su cuerpo originado en la unión de ambos.

Los nervios de Damian pasaron a segundo plano y aquel simple gesto fue el centro de su propio universo, rodeando la cintura de Anya para acortar aún más la distancia. Sintiendo la suavidad con la que había fantaseado y el sabor peculiar de la chica, a maní pero con un toque dulce y atrapante del cual podría hacerse adicto.

Anya sentía su propia cabeza dar vueltas sin la capacidad de leer la mente de nadie, abrumada por el calor que tan pequeño tanto estaba causando en su interior, desatando una sensación agradable, preguntándose como el segundo podía saber tan bien y deseando que aquel gesto perdurara más, solo un poco más.

Se había desesperado tanto por la lentitud del segundo que la ansiedad había dominado su cuerpo y había ella decidido dar ese paso agonizante para desaparecer la distancia entre ellos. Había sido mucho mejor de lo que ambos esperaban.

Para Damian Desmond más que una promesa o sacrificio, había sido una recompensa para él. 

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