Capítulo tres

Narra la parca

Me troné los dedos cuando parpadeé al llegar a la tierra de los humanos. Revisé la información una vez más, asegurándome que estaba en el momento adecuado. Vi el gran edificio al que estaban demoliendo, la calle se encontraba cerrada y los únicos que podían estar ahí eran los trabajadores.

Giré el cuello de un lado a otro, en ninguna parte lograba captar a una mujer negra con afro. Eran muy llamativos y fáciles de distinguir. Pero, ni siquiera había mujeres alrededor.

¿Sería que se ha retrasado su hora de muerte? Estoy seguro de que estaba aquí.

—¿Dónde está Nikia? —murmuré para mí mismo.

Unos gritos atrajeron mi atención, posé los ojos en una esquina, donde había una mujer discutiendo, exageraba los movimientos de sus manos y su piel de poco a poco se estaba tornando rojiza. Agudice mi sentido del oído para entender la situación por curiosidad.

—Señora, ya le he explicado un millón de veces que la entrada por esta calle está cerrada —explicó el hombre robusto, exasperado.

—Pero, por ahí es más fácil llegar al pediatra, ¿tú sabes lo que tengo que hacer para rodear y estar a tiempo? —bufó, inflando las mejillas con irritación.

Bajé los ojos hacia la carriola color verde limón, donde cubría al infante de aproximadamente dos años del sol. Lucía afligido y pálido, era evidente que estaba enfermo, y me pregunté ¿Por qué la señora en vez de estar peleando con el hombre se apresuraba a ir a la cita con el médico?

Me indignaba aquella mujer, apostaba que ya hubiera llegado con el tiempo que había gastado al pelear con la otra persona.

—Ya le he explicado que los cimientos están cayendo, y sin esto. —Dio unos toques a su casco naranja fosforescente con el puño—. Puede causar mucho daño, por favor, piense en el bienestar del niño. —Apuntó con los ojos al infante.

Pero, en lugar de hacerla entrar en razón, parece que le echó gasolina al fuego, porque la mujer se ha encendido.

—¿Quién carajos se cree usted para decirme que soy una horrible madre!? —espetó, tomando un gran bocado al aire—. Soy una mujer que se levanta a las seis de la mañana para ir a trabajar, buscar una guardería en la que se adapte a los horarios del trabajo. —Empezó a enumerar con los dedos.

Acomodé el cabello con la mano, irritado. Es que estaba incrédulo de la necedad de la mujer, además se iba a exponer de que le cayera algo en la cabeza y lastimar. Eso sería una muerte estúpida.

La extraña mujer continuaba discutiendo, no podía creer la paciencia del hombre que argumentaba lo que ya dijo por millonésima vez. Estaban tan sumidos en su pelea que ni siquiera notaron que la carriola empezó a moverse al interior. Me puse nervioso, ¿por qué nadie era capaz de mirar que un niño estaba en medio del peligro?

Es que todos los trabajadores parecían estar en su propio mundo, incluso algunos llevaban audífonos gigantes para evitar el ruido de los taladros o la gran bola que colgaba en la grúa golpeando las paredes.

Observé todo a mi alrededor, en busca de alguno de los compañeros, tal vez era hora de la muerte del bebé, consideraba que era una pena, porque apenas estaba comenzando a vivir. Sin embargo, no había nadie.

El pulso de mi corazón empezó a acelerarse al encontrarla. Era una preciosa mujer con una mochila en sus hombros y un gran estuche de instrumento que llevaba en la mano, que dejó en el piso con cuidado.

Entonces lo entendí, ella iba a sacrificar su vida por un bebé que ni siquiera conocía.

Todo sucedió a rápida cámara lenta, Nikia corrió por un costado del trabajador junto con la madre que, por estar discutiendo, ni siquiera se percataron de la negra correr hacia un lado, alcanzando la carriola que se detuvo justo debajo del escombro que está a punto de caerle al bebé.

La mujer gritó tan fuerte que pudo, que no podía ser más profundo por la maquinaria, así que llegó hasta al bebé, empujándolo lejos del peligro. Para su desgracia, ella no tuvo tiempo de alejarse y todo cayó sobre ella, sacándole el último sonido de su vida.

Otro hombre robusto y con un gran bigote se encargó de visualizar aquella horripilante escena, por lo que prendió su megáfono, atrayendo la atención de todos a su alrededor, por lo que dejaron el trabajo a un lado, enfocándose en los hechos.

Asimismo, es el momento en que la madre irresponsable del peligro que estaba viviendo su hijo. Es que me daba coraje, por su culpa, una inocente iba a morir. Corrió hacia su bebé, poniéndose de rodillas, asegurándose que su hijo se encontraba bien, respirando con alivio.

Sin embargo, el bigotón que sostenía el micrófono exigió que se llame a una ambulancia, porque una civil estaba debajo de los escombros que se acababan de derrumbar.

La ventaja de ser invisible ante el ojo humano es que puedo acercarme sin ser interrogado. Solté un suspiro con cansancio, apenado. Me agaché, acariciando el gran estuche de su instrumento musical, donde me percaté que es un saxofón.

Continué caminando en forma de zigzag, esquivando a todas las personas extras que hacían un círculo alrededor de la calle, todos tenían rostro de preocupación sin ser capaces de retirar sus ojos de la escena, parecía que todavía estaban procesando los hechos.

Al llegar a los trozos de pared, hice que se moviera una roca que se resbaló hasta el piso, por lo que se movieron otras, lo suficiente para que una mano saliera, con la palma hacia el cielo.

Los presentes vociferaban asustados, acercándose con desesperación y rapidez, en un trabajo en equipo, excavaron entre el desastre, en busca de la chica. Quedaron plasmados al mirar todos los golpes en su cuerpo, no sabían qué estaba pasando ni cómo es que era posible que la piel de su hombro derecho estaba rasgada que se le veía el hueso. No tenía ni la menor idea de dónde provenía toda su sangre, era grotesco de ver.

Todo su bonito rostro estaba magullado y poco a poco se estaba hinchando. Solo espero que esté lo suficientemente inconsciente para no sentir dolor.

Un hombre se acerca, su rostro expresa terror, se arrodilló a un lado del cuerpo inerte sobre el suelo, colocando los dedos índice y del medio para ponerlo en su muñeca, creo yo que le estaba buscando el pulso, si es que lo tenía.

Y claro que todavía lo tenía, ya que su alma ya estaría fuera de su cuerpo, desorientada y pidiendo ayuda a todos a su alrededor, pero siendo ignorada, porque no la podrían ver.

—¡Tiene pulso! —afirmó la misma persona.

¿Y quién era ese? ¿O por qué tenía que revisarla?

Todos los espectadores aplaudieron, un poco aliviados, pero todavía preocupados.

Examiné a la pobre chica, sus piernas eran un desastre, sus pantalones rotos, y otra vez, parecía que un hueso había salido de su lugar.

—Esto le pertenece a la chica —pronunció una mujer, con voz temblorosa, acercando su estuche.

En ese preciso momento se escuchan las sirenas de la ambulancia a lo lejos, con las luces rojas encendidas, pidiendo a todos los autos que se hicieran a un lado. Se detuvo justo enfrente, salieron tres hombres, dos se acercaron a revisar a Nikia mientras que el otro sacaba una camilla de la parte trasera.

Los hombres le hicieron primeros auxilios, decían cosas que no lograba entender del todo, pero me dejó perplejo cuando envolvieron una de sus piernas con una venda, supongo que para detener la hemorragia.

Es que había tanta sangre por todas partes que no sabía de dónde provenía. Observé con cautela.

Coraje me tenía que la señora que causó todo esto no se veía ni cerca, tratando de socorrer a la mujer que le salvó la vida a su hijo, seguro iba a tener remordimiento y sería incapaz de dormir.

—¿Alguien sabe quién es? —preguntó el tercer chico que se acercaba con la camilla.

Todos negaron con la cabeza, pero alguien apuntó que el estuche era de ella. Bajaron la camilla a la altura del suelo para que el movimiento no fuera tan brusco para ella. Los paramédicos le quitaron la mochila que estaba en su espalda antes de ponerla con delicadeza al colchón.

Recogieron todas sus cosas y corrieron hacia la ambulancia, ellos podían mantenerla con vida, pero creía que era importante llegar al hospital.

Por lo que complicaría mi trabajo.

Trabajaban con rapidez, porque ella ya tenía una mascarilla en el rostro, supongo que le daban oxígeno. Por una ventana que dividía con las personas que estaban delante se mantenían en contacto, mientras uno conducía al hospital, otro se comunicaba con ellos, informándoles la situación de >La mujer de afro< era crítica y que necesitaban una operación de urgencia.

—¿Sabes cuál es su nombre? —preguntó el copiloto, girando la barbilla en su dirección.

Estaba sentado en el banco que se encontraba incorporado a la pared. Creo que era la primera vez que me subía a una ambulancia, mis... ¿Cómo podría decirlo sin sonar tan frívolo?

¿Trabajos?

Casi todos mis trabajos morían en los hechos.

El hombre que se encontraba en la parte trasera conmigo estaba rebuscando con desesperación la mochila de mi humana. Sacó su celular, que se hizo una mierda por completo. Estaba seguro de que ni siquiera sería capaz de encenderlo. Continuó buscando entre sus cosas hasta que se encontró con su billetera.

—Nikia Fuller, es como se llama, todavía estoy buscando un número de contacto, porque su celular es un desastre —gruñó el chico de atrás, irritado continuando con la búsqueda.

El copiloto transmitió la información por la llamada, supongo que necesitan alguna autorización para operar, si es que lo necesitaba. Y creía que así era, por sus huesos salidos.

Escuché un extraño ruido por encima de la ambulancia que no opacaba a la sirena. Me parecía raro que los humanos no se percataron de ello. Era como si alguien estuviera caminando en el techo.

¿Estaría volviéndome loco o me lo estaba imaginando?

Sentí un brinco y un ruido que se hacía como si estuviera rompiendo el techo, pero en realidad solo era el ruido. Cae algo sentado a un costado mío. No logré ver bien, porque un par de plumas oscuras aterrizaron en mi boca y ojos, por lo que tosí.

Empecé a empujar las plumas lejos, pero por más que lo hago, no se movían.

—¿Quién eres tú? —exigí saber, estirando los brazos para que haya un espacio entre los dos.

Las alas negras no eran tan comunes y la verdad no recordaba quiénes podrían tenerlas así. Parecía que se hicieron más chiquitas al notar mi presencia, revelándome al dueño.

La diferencia del color de sus ojos atrajo mi atención, las manchas en su piel me parecían similares como un mapa del mundo humano con la tierra y el agua.

—¿Quién mierda eres tú y por qué estás aquí? —preguntó hostil, haciendo una mueca con la boca, barriéndome con la mirada.

Odié su actitud al instante, en ningún momento le había faltado el respeto para que lo estuviera haciendo él.

¿Quién se creía?

—Yo pregunté primero —refuté, cruzando los brazos sobre el pecho, barriéndolo con los ojos.

Justo como lo hizo conmigo hace unos momentos.

—¿Qué es esto? ¿Un juego absurdo de los niños humanos? —inquirió, haciendo su voz ronca y alzando la barbilla.

—Solo son las reglas, quién preguntó primero, merece que le respondan con una respuesta y no con otra pregunta. —Crucé los brazos sobre el pecho—. Así que, te vuelvo a repetir...

—No soy un ángel que le guste seguir las reglas, entonces dime tú ¿Está es Nikia? —Apuntó el cuerpo que estaba cada vez más pálido.

Mis alertas se encendieron, ¿para qué quería saber eso? ¿Qué quería de ella?

—¿Y tú para qué quieres saber eso? —Arrugué la punta de la nariz, torciendo la boca.

—Eso no es de tu incumbencia —contestó en seco.

Su descripción resonó dentro de mi cabeza ¿Dijo que era un ángel? ¿Me estaba vacilando? Yo... Jamás vi uno como él.

Me despertó la curiosidad, pero estaba seguro de que no era bueno.

—¿De qué día es Nikia? —preguntó el hombre al copiloto.

El ángel inclinó el mentón hacia atrás... Es que este ser me desagrada por completo.

—Te tengo —afirmó, entrecerrando los ojos.

Parecía que por fin se percató de mi exhaustiva mirada.

—¿Qué se te perdió? —preguntó con desagrado, el lado superior se curvó, demostrándolo— ¿Qué haces tú aquí? —inquirió, luego de darse cuenta de que un ser también estaba ahí.

—Estoy por Nikia, soy una parca —contesté, porque tenía la sensación que él no lo haría.

Aunque cedí en la pregunta, no lo iba a hacer más.

—Bueno, pues te informo que ya no es necesario que estés aquí, así que lárgate —ordenó, mangoneándome la mano para que me fuera de la ambulancia.

Sentí una ira inexplicable sobre mi pecho, lo único que quería hacer era estrangularlo ¿Quién carajo se creía este, este... ángel para ordenarme?

—Yo he llegado justo a tiempo, si alguien se tiene que ir eres tú, porque tengo trabajo que hacer.

—Creía que habíamos quedado que el concepto "primero" era de infantiles —contestó con tranquilidad—. Así que puedes irte a tu oficina o lo que sea para que puedas ser infantil y dejarnos a nosotros a realizar nuestro trabajo. —Sonrió con superioridad.

Es que no lo puedo creer lo mucho que me estaba haciendo rabiar. Inhalé, tratando de guardar la calma.

Iba a replicar, pero el hombre que estaba atendiendo a Nikia nos interrumpió caminando hacia las puertas de la ambulancia, abriéndolas y con sus compañeros la bajaron con cuidado. El extraño ángel los empezó a seguir, dejándome atrás, cuando me percaté de ello, me apresuré a seguirlos.

Los enfermeros y los auxiliares empezaron a acercarse a la camilla que iba en dirección hacia el quirófano. El ángel extendió sus alas, empezó a revolotear hasta estar por encima de las cabezas de los humanos, me causó gracia cuando se golpeó la cabeza en el techo con las lámparas de luz.

Ya no sabía a quién estaba persiguiendo... Si al ángel o a mi humana.

—¡Ángel! —exclamé, tratando de atraer su atención— ¡Aléjate de mí humana!

Pero, él solo me ignoró, continuando su vuelo encima de Nikia.

Tenía la extraña sensación que este peculiar ángel me iba a causar un montón de problemas.

n/a*

hooolaaaaaaa luuvs, como andan?

¿les gustaria la idea? ¿opinion? ¿sugerencia? yo los leo todo

recuerden que me pueden seguir en redes, por si watt no les avisa que actualice,, yo lo hago. ayudenme saber que les está gustando para que pueda actualizar más seguido <3

aqui los dejo

con amor, hope n.n

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