Capítulo nueve
Narra Huxley
—No hemos ido al castillo y es lo más icónico de Disney —sugerí, mordiendo la paleta congelada—. Creo que hay imágenes de La Bella Durmiente, por si te interesa.
Nikia se emociona, puedo notarlo. Logra sonreír a pesar de la comida en la boca. Le tiendo una servilleta para que se limpie los restos de la comida; ella la toma una vez que deja el palo en la charola.
—Vaya, que soy tonta, estamos en Disney y no se me ocurrió ir al castillo, pero es nuestra siguiente parada. —Da un sorbo a su refresco— ¿Tú ya terminaste de comer, Kaden?
El ángel delante de nosotros acomoda sus mechones de la frente. Todavía me preguntaba si siempre fue así o se los pintó. También, su ojo era extraño, ¿también tenía una especie de embrujo? Morfeo tenía un ojo blanco, porque bloquearon sus recuerdos. Pero él, ¿sería diferente?
—Sí, ¿qué es lo que hace el castillo? ¿Brinca o nos va a mostrar la historia de todas las princesas con tranquilidad? —pregunta, y puedo notar que su voz es un poco temblorosa.
Él odiaba las atracciones, pero admiraba su disciplina al no salir huyendo. Creía que si íbamos a una montaña rusa alta, se subiría e intentaría sentarse con mi humana.
Yo la vi primero, me la dieron a mí.
Todavía no entendía esta disputa entre el cielo y mi oficina. Tenía la teoría de que era asunto de los ángeles, porque a las Parcas no les interesaba la disputa. Solo a mi supervisor, que ya estaba hastiado de ellos.
—No, solo es caminar. Tal vez lo pasamos para entrar a las atracciones, pero no me di cuenta.
Nikia es la primera en levantarse de la mesa, toma todas y cada una de las envolturas para tirarlas al cesto más cercano. Es una mujer muy educada.
—Es que en el lugar donde trabajo, las personas son lo peor. Empecé como mesera y, en serio, dejaban puro desorden —refunfuña, sumergida en sus pensamientos.
—¿En dónde trabajas? —inquiere Kaden, apresurando sus pasos para caminar detrás de ella.
Me niego a quedarme atrás, así que corro hacia ellos y me pongo del otro lado, enlazando nuestros brazos. Estar con ella es relajante. Estoy feliz de estar ahí, pero sé que algunas preguntas del ángel pueden hacerla sentir incómoda o triste, y yo puedo arreglarlo.
—En un bar, en la noche, como saxofonista —responde ella y carraspeó su garganta.
Esa es una señal de que no quiere hablar más sobre el tema, pero él no lo entiende.
—¿Y cómo fue que llegaste así si eras mesera?
—Pues estuve dos años suplicándole al dueño del bar que me diera la oportunidad —comienza ella, y puedo percibir que está un poco irritada—. Les dije a mis amigos que me apoyaran el día de la prueba, y obtuvimos alrededor del 50% de las ganancias, lo cual fue suficiente.
—Felicidades —responde Kaden orgulloso.
—Gracias, supongo —dijo ella con cansancio.
Antes de que Kaden pueda arruinar el momento con otra pregunta, llené mis pulmones de aire y grité:
—¡Este castillo es hermoso!
Me detuve en medio del puente, admirando la hermosa vista del castillo rosa. Lo había visitado millones de veces, lo conocía de memoria y todavía disfrutaba verlo. Caminamos por el interior, hay pequeñas imágenes de algunas de las princesas. En medio también hay una tienda con algunos peluches de princesas.
Nikia chilló de emoción antes de correr hacia el interior. Tomó el peluche de Moana, un par de caramelos y se dirigió a la caja registradora.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté con diversión, frunciendo el ceño.
—Pues, voy a pagar.
—Ni siquiera hay una cajera —contesté, negando con la cabeza.
—¿Entonces puedo llevarme lo que sea?
—El parque es completamente tuyo.
Nikia se rió de emoción y se acercó a la pared, donde estaban colgadas las orejas de Mickey Mouse y algunas de las princesas. La chica de rizos tomó la de color verde, la de Tiana, y se la puso. Yo tomé las clásicas orejas de ratón.
Sentí una mirada penetrante en la espalda, por lo que no pude evitar soltar una media sonrisa. Quizás Kaden estaba muriéndose de celos, entendiendo que jamás podría entenderla de la manera en que lo hago.
Pero lo intentó, ya que también se acercó y agarró unas orejas iguales a las de la humana. Ella le sonrió, mostrando sus dientes perfectos, antes de continuar por su camino.
—Me gustó ir a este parque. Pero creo que ya llevamos mucho tiempo aquí —dijo ella, aferrándose a todas las cosas.
—¿Y qué te gustaría hacer? —preguntó el ángel, robándome las palabras de la boca.
—Siempre quise hacerme un piercing en la ceja. —Acarició la izquierda—. Pero siempre me he acobardado porque me aterra el dolor.
—¿En serio? —pregunté con sorpresa—. ¿Solo quieres uno o quieres más?
—Solo ese. ¿Me puedes jurar que no me va a doler? —preguntó ella con una voz aguda y se mordió el labio inferior con fuerza.
—Claro que no. Este es el momento de tu paraíso. Puedes hacer lo que sea —prometí, curvando los labios con una gran sonrisa.
Los grandes ojos cafés de Nikia se abrieron, como si creyera que podrían salirse de su lugar. ¿Por qué la sorpresa? Estaba en medio de un ángel y una muerte.
—¿Puedes hacer que vuele? —preguntó con ilusión, entrelazando sus dedos con esperanza.
—¿Cómo quieres volar? ¿Te gustaría tener alas o no? ¿Robóticas? ¿De hada? Tú dime lo que quieres, y yo te lo daré. —Miré de reojo a mi rival.
Kaden se llevó la mano al pantalón, y por un segundo, pensé que chasqueó los dedos para intentar algo. ¿Es que él no podía crear ilusiones? Por lo que recuerdo, lo hizo cuando estábamos en el bar. ¿O estaba practicando? Si fuera así, sería una ventaja para mí.
Aunque me irritaba un poco el hecho de que Nikia siempre intentará defenderlo. ¿Por qué tenía una cierta preferencia hacia él? Era evidente que yo era mejor. Podía cumplir todos sus sueños, era más carismático y, aunque ella creía que tenía ojos de demonio, era un buen amigo.
Nikia estaba demasiado enfocada en saber cómo quería volar, y resoplaba sin darse cuenta.
—¿Y si no quiero alas? —inquirió, arqueando una de sus cejas.
—Pues no las ponemos, todavía podrías volar. ¿Eso es lo que quieres? —pregunté con diversión.
—No, quiero alas ¿Crees que me irá bien con mis futuros piercings?
—Claro, además, ¿a quién le importan los estereotipos? Nos encanta romperlos —agregué.
Chasqueé los dedos y de repente nos encontrábamos en una calle, al final de la cual estaba el estudio del perforador. Nikia ya tenía unas alas en forma de mariposa, pero eran transparentes, con destellos dorados donde se suponía que estaban las venas.
La humana chilló de emoción, cubriéndose la boca con los dedos. Giró sobre su propio eje, todavía anonadada por lo que había hecho.
—¿Cómo las hago funcionar? —preguntó, moviendo su trasero como si intentara mover las alas.
La verdad es que no tenía ni idea. Las únicas personas que me pedían que les diera alas eran niños y solo volaban sin necesidad de aprender. No les daba explicaciones. Nikia parecía tener una niña dentro de ella ansiosa por volar.
Kaden se acercó tranquilamente, sonriendo sin mostrar los dientes. Alzó las manos como si estuviera esperando que Nikia le preguntara algo. Ay, demonios.
¿Por qué se me ocurrió ofrecerle volar? ¿Por qué no pude mantener mi boca cerrada?
Parecía que no podía, y eso me pasaba por estúpido.
—¿Cómo haces para volar, Kaden?
Nikia se olvidó completamente de mí y solo tenía ojos para el ángel, quien le daba explicaciones sobre cómo mover las alas. Hasta le aplaudió cuando logró hacer que las suyas revoloteaban.
—¡Sabía que lo podías hacer! —lo elogió el ángel.
Crucé los brazos sobre el pecho, un poco irritado, tengo que admitirlo.
—¿Y ahora cómo hago para poder volar? —preguntó ella, dando algunos saltitos en su lugar.
—Lo único que tienes que hacer es mover las alas con más fuerza —aseguró el ángel.
—A ver, un ejemplo.
Kaden extendió sus alas, que podían medir hasta dos metros de envergadura y estaban llenas de plumas. No parecían tan impresionantes como Nikia las veía.
—¿Puedo tocarlas? —preguntó con ilusión, su mano derecha temblaba, como si dudara si debería tocarlas o no.
Kaden se giró sobre su propio eje para darle un mejor acceso a su espalda. Ella las observó con admiración, sus ojos brillaban y dibujaron una sonrisa en su rostro.
—Tus alas son muy suaves, son preciosas —admiró Nikia, caminando alrededor para estar cara a cara con el ángel—. Ahora quiero volar. ¿Puedes decirme cómo?
Kaden frotó sus manos con entusiasmo. Comenzó a mover las alas poco a poco, dándole un ejemplo a Nikia. Se elevó unos centímetros del suelo y se agachó para tomar la mano de mi humana. No la mía.
—Solo debes moverlas un poco más rápido, ya que son más pequeñas —aconsejó, demostrando ser sabio—. Puedes tomar mi mano y ambos podemos volar.
No pude apartar mis ojos del ángel. Había algo en él que me hacía sentir incómodo, como si estuviera tramando algo. No debía dejarlos solos ni un segundo.
Nikia no dudó en absoluto en agarrar la mano de Kaden. Hizo que sus alas revolotean con rapidez, aunque aún no podía controlarlas por completo. Incluso tiró del ángel hacia arriba, dejándome atrás. No iba a permitirlo en absoluto.
Entonces, chasqueé los dedos, y del suelo surgió una alfombra roja de felpa. Me subí a ella, y comenzó a flotar. Mantuve mis piernas firmes para no caer.
—¡Tú también vuelas! —chilló Nikia con emoción cuando notó mi presencia—. En una alfombra mágica, creo que te gusta Aladín, ¿no?
Nikia estaba feliz, y se notaba en sus risas, aún sujetando con fuerza la mano del ángel. Las manchas en su rostro también se encontraban ahí. ¿Eran así en todo su cuerpo?
—Podemos ir más alto —instó Kaden, torciendo los labios en una mueca al notar mi presencia—. El cielo es el límite.
—Quiero tocar una nube. ¿Sabrán algodón de azúcar? —preguntó, mirándome a mí.
Era una indirecta, como si me estuviera pidiendo el favor. Y como mi deber era complacerla en los últimos minutos de su vida, chasqueé los dedos y la nube que estaba sobre su cabeza se volvió azul.
—¡Gracias! —gritó, impulsándose hacia la nube.
Me causó gracia verla abrir la boca tan grande para atrapar lo que fuera. Su ancha nariz se llenó de azúcar y bajó. Parecía una niña pequeña que estaba disfrutando de todo a su alrededor, como si estuviera conociendo un mundo nuevo.
—Tenemos que volar más alto, Nikia —insistió Kaden.
¿Por qué tenía tanta insistencia en ir más y más alto? Kaden trabajaba en el cielo, o eso era lo que creía. ¿No era una especie de metáfora para robarme a mi humana?
Ese desgraciado.
Hice un movimiento con el pie, indicándole a la alfombra que subiera más alto. En un ágil movimiento, logré sujetar la mano de Nikia. Ella frunció el ceño y me dio una mirada interrogativa.
—¿Cómo te sientes al volar? ¿Quieres subirte a una alfombra?
Ella inclinó la cabeza, y pude notar que estaba satisfecha con el uso de sus alas. Aún no tenía control total sobre ellas, ya que querían moverse de un lado a otro. La estabilidad que necesitaba la estaba obteniendo del ángel, quien era un experto en el tema de las alas.
—No, quiero seguir practicando. —Suspiró profundamente—. Ahora los dos pueden soltarme las manos para que pueda volar por mi cuenta.
Mis ojos estaban conectados con los de Kaden, en medio de una lucha de poder. Nikia alternaba su mirada entre nosotros, la pude observar de reojo. Terminó mirando sus muñecas; yo sujetaba la derecha, mientras que él tomaba la otra.
—¿Chicos? —preguntó, carraspeando su garganta— ¿Pueden soltarme?
Arrugué las cejas, yo iba a ser el último en hacerlo, aunque parecía que Kaden tampoco estaba dispuesto a ceder con facilidad. Nuestra guerra de ojos persistía, y los dos cansamos a la humana, quien resopló e intentó liberarse. Yo entrelacé nuestros dedos mientras que el otro la sujetaba con más fuerza.
—¿Chicos? ¿Qué están haciendo? —preguntó ella, negando con la cabeza—. Los dos tienen que soltarme. Ahora.
Achiqué mis ojos, renuente a ceder. El otro ser me copió.
—De acuerdo; voy a contar hasta tres y quiero que ambos me suelten al mismo tiempo —ordenó, severa.
No cambié mi postura en lo absoluto, solo subí un poco el labio inferior, mostrando mi desagrado hacia el ángel.
—En serio, ustedes dos parecen unos niños berrinchudos —refunfuñó Nikia—. ¿Escucharon lo que dije? Quiero que ambos me suelten cuando termine de contar hasta tres.
Asentí con la cabeza.
—No los escucho.
—Sí —respondimos al unísono.
Nikia tomó un gran bocado de aire antes de comenzar a contar.
—Uno.
Nadie se movió; él no la iba a soltar, podría jurarlo.
—Dos.
No la voy a soltar; él quiere llevársela.
—Tres.
Para mi sorpresa, Kaden la soltó, y por inercia, yo la jale hacia mí. Caí de espaldas en mi alfombra, con Nikia sobre mí. Su mano descansaba en mi pecho, ella me miró fijamente por unos segundos que se sintieron eternos; creía que me examinaba cada rincón de mi rostro.
Seguro me estaba odiando, también debí seguir sus instrucciones.
Pero, de repente, comenzó a reír. No entendía lo que estaba sucediendo, así que me uní a su risa, aunque sonaba un poco falsa. ¿Era la calma antes de la tempestad?
Nikia simplemente negó con la cabeza antes de hacer revolotear sus alas de hada, levantándose. Luego me tendió la mano para que también me levantara. Sacudí mi traje negro y le regalé una sonrisa.
Me rasqué incómodo detrás de la oreja. No quería que me dijera otra vez que parecía un niño berrinchudo cuando no la solté. Ladeé la cabeza y pude ver al ángel que estaba detrás de ella con los brazos cruzados en el pecho, parecía molesto por su reacción, lo cual me causaba gracia. Pero, no quería demostrarlo, así que me mordí el interior de la mejilla.
—¿Te gustaría regresar a tierra firme para que podamos cumplir tu sueño de la perforación? —Arqueó una de las cejas con diversión.
—Solo si prometes que no me vas a quitar mis alas. —Giró en el aire sobre su propio eje, demostrando que ya tenía más control sobre ellas.
—Claro que no, si te quedan de maravilla —respondí, fingiendo que estaba ofendido—. A nadie le quedan mejor que a ti.
—¿Y tú crees que si me hago un piercing le combinará con mis alas?
—Podemos buscar uno que sea similar a tus alas, así podrían verse muy bien juntas —prometí, colocando una mano en el pecho.
—¿Entonces qué estamos esperando? ¡Ya debemos estar abajo!
Nikia se adelantó y se dejó caer hacia el suelo. Me preocupé porque podría caer sin gracia al suelo. Sin embargo, cuando estaba a punto de estrellarse, logró frenar, y eso me dejó deslumbrado.
—Deberías tener más confianza en Nikia si dices que la conoces a la perfección —dijo burlón mientras bajaba para reencontrarse con la humana.
¿Quién carajos se creía que era? ¿Cómo se atrevía a decirme que no conocía a mi humana? Claro que lo hacía, incluso mejor que ella.
Y se lo voy a demostrar.
n/a*
holiiis, como estaan????? espero que muy bien aqui esta la hope responsable con otra ctualización, me gustaría saber qué opinan, pueden seguirme en mis redes par que seamos besties
con amor, hope
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