Capítulo diez
Narra Kaden
Estuve tan cerca de que Nikia cruzará el cielo. Tenía la idea de que íbamos a volar tan alto que podría sacarla de su sueño. O al menos eso era lo que quería intentar, porque tampoco tenía idea de cómo podría hacer para que ella regresara a su cuerpo.
Pero no, ahora estábamos ingresando a lo que era un estudio de tatuajes y piercings. ¿La parca no podía solo chasquear sus dedos y hacer que le apareciera uno en ella? Así lo hizo con las alas. No fuimos a ningún estudio para que se los cosiera.
—¿No sería más fácil que le apareciera el piercing? —pregunté, entrecerrando los ojos con confusión.
—No, ella necesita toda la experiencia. A excepción del dolor, claro —replicó la parca con obviedad, pero luego lo analizó por un par de segundos— ¿O es que quieres que solo aparezca? —se dirigió a la humana.
—No, me gustaría el proceso. Acompañé a una de mis amigas cuando estábamos en secundaria y fue espectacular. Solo que ella se tatuó, yo quiero un piercing —narró ella con una sonrisa llena de nostalgia.
Me intrigó, ladeé la cabeza. Debía admitir que me gustaba el contacto humano. Hasta cierto punto, me alegraba que me hubieran dado esta tarea, ya que, como ángel guardián, no podemos tener ningún tipo de contacto con nuestros protegidos. Solo existimos con ellos, pero conocer más de lo que piensan es otro nivel. Tampoco podíamos leer mentes, pero pudimos deducir sus sentimientos por los gestos de su rostro.
—¿Y por qué tú no te hiciste uno? —pregunté con curiosidad.
—Porque no tenía permiso para hacerlo, y la verdad es que era un poco miedosa. Soy cero tolerante al dolor —explicó, sacudiendo sus hombros—. Y luego crecí, me mudé de casa y asumí todas las responsabilidades de lo que significa ser un adulto —resopló con cansancio.
—¿Y qué es lo peor de ser un adulto?
—El fin de mes —respondió sin pensarlo—. Es horrible no tener dinero, a veces no te puedes dar ciertos lujos porque implican gastos que necesitas para pagar.
La parca se paró inmediatamente a mi lado y con discreción me codeó las costillas. Suponía que me estaba diciendo que guardara silencio, pero es que también tenía tanta curiosidad por Nikia. Aunque era extraña la sensación en el pecho cuando la vi contraer su rostro.
—¿Y tienes una idea de cómo vas a querer tu piercing? —preguntó la parca.
Todavía me parecía extraño referirme por el nombre que le puse. Suena como el nombre de un perro. Creo que aún no entendía mis chistes o tampoco estaba acostumbrado a oír su nombre. Para mí también sería extraño que durante toda mi vida me estuvieran llamando de una manera y de repente tuviera un nombre.
—No, Huxley. Pero, lo mejor es que ya deberíamos entrar para ver. ¿Habrá alguien aquí que me vaya a perforar...?
La parca se quedó en silencio por unos segundos y luego reaccionó, porque Nikia lo estaba mirando.
—No, lo voy a hacer yo. Tengo la mano ligera, eso es lo que me han dicho —respondió socarrón, haciendo un mohín con los labios.
—¿Has tatuado antes? —preguntó ella con sorpresa.
La parca asintió con la cabeza.
—Tengo milenios haciendo este trabajo, claro que he experimentado —bromeó él.
—¿Y no te aburres? —Nikia entrecerró los ojos.
—No, cada persona es un mundo.
—¿Y tú? —La humana me señaló— ¿También tienes milenios trabajando aquí?
Negué con la cabeza. ¿Qué se suponía que debía responder? ¿Sería capaz de demostrarle a ese ser que era un completo inexperto? Sin embargo, tampoco quería mentirle a la humana, por lo que era mejor cambiar de tema.
—Algo así —respondí, encogiéndome de hombros y restando importancia— ¿Qué estamos esperando? Vamos adentro.
Sin darles oportunidad de que me preguntaran algo, empujé la espalda de la parca para hacerlo caminar. Él caminó con rapidez para que lo dejara tranquilo, se giró sobre su propio eje y me señaló con el dedo. Era un maleducado. Los humanos siempre decían que no debías apuntar, pero él lo hacía.
—No me toques, que no me gusta.
Las fosas de su nariz se expandieron, tratando de intimidarme, pero sin éxito. Seguramente le iba a temer a un ser escuálido, sin gracia, y que creía que podía ganar esta guerra. ¡Já! Había visto a seres más horribles que este, por lo que le toqué el hombro con el índice, desafiándolo.
—Que no me toques —instó, cabreado—. Esta es la segunda vez que te lo digo. ¿Eres retrasado o qué?
—Puede ser, ¿qué es lo que quieres? —Me hice el tonto.
Parecía que estaba dando resultados, porque la parca cada vez se ponía más colorada.
—¿Cuántas veces necesitas que te lo repita?
—¿Repetir qué?
—¡Que no me toques!
Mi dedo todavía lo seguía tocando, pero tenía el ceño fruncido por la evidente confusión que estaba fingiendo. Por lo que se movió hacia delante, tratando de que lo dejara en paz. Pero, no funcionó, ya que lo seguí, y su siguiente plan era mirar suplicante a la humana, como si pudiera detenerme.
—Kaden —advirtió la mujer, negando con la cabeza.
Aunque parecía que no quería admitirlo, se estaba divirtiendo. Pero dio un par de zancadas hasta llegar detrás de la parca para empujarlo, supongo, para que mantengamos nuestra distancia.
Me pareció gracioso como la campana sonó al momento de cruzar la puerta. El interior del estudio era muy decorativo, con dibujos en la pared de distintos estilos, pero en colores neón. En una esquina había un mostrador de cristal, donde estaban muestras, suponía.
—¿Dónde está Hux? —preguntó Nikia cuando dejó de admirar los dibujos de la pared.
Me encogí de hombros. ¿Cómo le hacía para desaparecer de esa manera? Intenté chasquear los dedos para ver si era capaz de que algo apareciera, pero no sucedía nada. Era frustrante no poder hacer nada.
Tal vez debía concentrarme más. Sacudí los hombros para alejarme de los pensamientos negativos. Podría empezar con algo sencillo como una rosa. Inhalé profundamente, sabía que, si me esforzaba, lo conseguiría.
Apreté los ojos y junté el entrecejo, sin darme cuenta ya tenía los hombros tensos y apretaba los puños con fuerza.
—¿Y a ese qué le pasa? ¿Quiere cagar? —preguntó con diversión la parca.
Tenía que arruinarme el momento. Necesitaba practicar, y lo lograría.
Abrí solo un ojo para ver el rostro lleno de confusión de la parca.
—Algo así, es que estaba conteniendo la respiración para dejar de oler a perro muerto —bromeé, crucé los brazos en el pecho.
No lo entendió.
—Eso no es posible, yo no me dedico a recoger a los animales que han muerto —respondió con seriedad.
Había acomodado su cabello hacia atrás, solo un mechón le cubría la frente. Llevaba un cubrebocas negro en la boca, a juego con unos guantes de látex del mismo color. Ya no estaba usando saco oscuro, por lo que las mangas estaban arremangadas hasta el codo.
Tragué con dificultad, ¿por qué lo hice? Yo no estaba nervioso, ¿por qué mierda estoy pensando en eso? ¡No, no!
Los otros dos estaban en su propio mundo y no notaron el desorden que tenía en el mío, ya que la parca le estaba mostrando a Nikia los aretes que tenía disponibles. ¿Dónde los quiere?
Tomé un bocado de respiración antes de ir hacia ellos, tratando de entender lo que sucedía. Me mantuve a un lado de la humana, ya que no quería estar al lado de la muerte.
—¿Eres una persona a la que le gusta más el dorado o la plata? —preguntó él.
—El oro, por favor.
—¿Lo vas a querer en el labio o en la ceja?
—En la nariz, como un toro —chilló con emoción, moviéndose de un lado a otro—. Juras que no va a doler, ¿verdad?
—Te doy mi palabra. —La parca sostuvo la caja de las muestras con una mano mientras que con la otra hizo una cruz con su dedo en el lugar donde debería estar el corazón— ¿Quieres ponerle un charm al aro que has elegido?
Nikia echó otro vistazo a la caja, decidiendo.
—Me gusta el que está en forma de corazón. —Apuntó con el índice—. Seré un toro muy amoroso, ¿verdad?
Reí por sus ocurrencias, pero hice un ruido de asentimiento.
—Entonces no hay duda, así que podemos pasar al otro cuarto para comenzar con el proceso —apresuró la parca.
Empezó a caminar hacia la puerta del otro cuarto, ya que nos encontrábamos en la recepción. La entrada estaba cubierta por una cortina que estaba a punto de atravesarla, siguiendo a la humana. Pero me detuve cuando mi pecho chocó con un brazo. Miré hacia un lado y me encontré con la parca que estaba seria.
—Es un momento de perforador y mujer que va a ser perforada, así que no puedes interrumpir.
Fruncí las cejas con confusión, lo que quería era reír, pero me mordí el interior de la mejilla. Algo dentro de mí no me dejaba tomarlo en serio.
—¿Qué? —balbuceó la humana, que no se aguantó la risa. No podíamos tomarlo en serio—. Eso se escuchó tan mal, no lo vuelvas a decir. Pero, por favor, ¿qué se supone que deba hacer afuera?
—Irse volando al cielo —respondió con obviedad mientras se encogía de hombros—. Yo qué sé, ese no es mi problema.
Quedé estupefacto con la respuesta de la parca. Para ser realistas, jamás creí que pudiera contestarme así. Digo, intentó insultarme con "ojos de demonio" cuando él los tiene. A menos que ¿lo decía por mi ojo rojo? Fuera como fuera, los suyos eran más perturbadores que los míos sin duda.
—No puedo creer que estés diciendo eso. —Negó la humana con la cabeza—. Yo quiero que él se quede a mi lado. Tal vez pueda apretar su mano si me da dolor o miedo.
Revoloteé mis alas con discreción, pero lo hicieron sin que se lo pidiera. En este punto, estaba considerando que tenían vida propia. Antes de que la parca pudiera debatir, ella me tomó de la mano para conducirme hacia el centro de la habitación, donde había un sofá reclinable con una lámpara incorporada. A un lado estaba una mesa con todas las herramientas para perforar, o eso era lo que creía.
—Pero Nikia, te he prometido que no te va a doler —resopló la parca—. Y soy un ser que no rompe sus palabras.
—¿Nunca has roto una promesa?
La parca negó con la cabeza, parecía serio.
—Jamás prometería algo que sé que no puedo cumplir —razonó sin ser feroz, era agradable—. Es absurdo.
—Eso es cierto. ¿Hay consecuencias si prometo algo que no pude cumplir?
Observé cómo la muerte tragó duro. Yo sabía que si un humano prometía algo que quedaba a medias o no se cumplía, estaría arrastrándolo a su siguiente vida, o eso fue lo que oí por ahí cuando los ángeles se estaban burlando de los humanos que prometían amor eterno, ya que después de la reencarnación, no podría amar a alguien más, pero tampoco sabría lo que sucedió.
Cuando uno reencarna, se les olvida por completo sus vidas pasadas.
Sin embargo, eran secretos que no se podían revelar, a pesar de cruzar. Desconocía la razón, pero la parca me daba vibras de que no rompía las reglas, y yo tampoco quería hacerlo.
—Entonces, Nikia, ¿por qué no te animaste a perforarte antes? —pregunté, curvando los labios sin mostrar los dientes—. Me causa curiosidad, ya que dijiste que no querías sufrir. ¿Cómo sabías que lo ibas a sentir? Digo, todas las personas son capaces de tolerar distintos dolores.
—Nunca lo pensé así. —Nikia parpadeó, como si lo que acababa de descubrir fuera algo extraordinario—. Solo que mi amiga me dijo que le dolió mucho y que no lo volvería a hacer.
—¿Y lo hizo? ¿Volver a ir al tatuador? —preguntó la parca, supongo que para hacerla olvidar lo de las promesas.
—No, la verdad es que, por cuestiones de la vida, las dos terminamos de hablar. No nos peleamos, simplemente con el tiempo nos separamos.
—¿No usas las redes sociales para chismosear un poco? —pregunté con curiosidad.
Los humanos eran tan adictos a los celulares y a compartir todo lo que están viviendo que a veces se les olvida que hay que vivir.
—Pues es que el trabajo me lleva mucho tiempo en la noche, en las tardes practico, y por las mañanas estoy buscando oportunidades de becas para entrar a una escuela de música —respondió—. A veces las veinticuatro horas del día no son suficientes, y lo que quiero es descansar los ojos en el tiempo libre.
Nikia se recostó sobre el asiento, estaba inquieta, lo podía notar por la manera en la que no podía permanecer quieta. La parca se acercó a nosotros, y no sabía si estaba sonriendo o no, pero decidí que no le iba a prestar atención.
¿Por qué creía que entre más lo veía, me dejaba de parecer que era ridículo? De seguro era que estaba confundido, porque siempre estaba solo la mayor parte del tiempo y ahora que había compartido con estos seres, todo era diferente.
Sacudí la cabeza, la incliné para ver a Nikia. Me regaló una sonrisa divertida, y todavía me cuestionaba qué era lo que ella necesitaba para hacerla despertar. Creía que tenía una mayor afinidad con la parca, y en mi interior me aterraba que lo escogiera.
¿Podría ser que su familia la pudiera hacer despertar? Sabía que tenían una mala relación, pero tal vez su accidente podría hacer que se reconciliaran. Luego, en un mundo perfecto, ellos podrían apoyarla en su sueño de tocar el saxofón.
Eso sería suficiente para que ella quisiera regresar a la vida, ¿verdad?
—¿Estás lista, Nikia? —inquirió la parca, sentándose a un lado de la mesa.
La humana tragó duro cuando vio una aguja, se mordió el labio inferior, parecía que se estaba arrepintiendo en el último momento, pero no dijo nada. No entendía del todo las máquinas que estaba utilizando. Cuando la volví a mirar, ella tenía los ojos cerrados y apretaba mi mano.
—No tienes nada de qué preocuparte, te he prometido que no te va a doler —insistió él.
Me miró, debía admitir que me puso nervioso, pero no iba a bajar la mirada y menos ante mi rival. Así que arqueé una de las cejas con diversión. La muerte negó con la cabeza, tomó una máquina, colocó una aguja y tomó la nariz de la humana.
Nikia me apretó con más fuerza la mano y contuvo la respiración. Yo solo observé cómo la aguja atravesó la piel que unía sus fosas nasales. La parca pasó el piercing, agregó el charm en forma de corazón, lo cerró y se retiró.
—Listo —informó Hux con satisfacción.
—¿Ya? —preguntó la humana, abriendo solo un ojo.
La parca hizo un sonido de afirmación y le regaló una sonrisa.
—¿Quieres verte en un espejo? —preguntó, chasqueó los dedos y uno apareció en sus manos.
Nikia no le daba importancia a la magia, ya para ella era tan común. Sin embargo, yo todavía tenía problemas para hacerlo. Ella admiró su reflejo y chilló de emoción.
—¡Soy un toro! ¿No tendré problemas para tocar? —se preocupó de inmediato—. Amo mi saxofón.
La parca negó con la cabeza, y yo solo pensaba en por qué se iba a parecer a un toro por el piercing.
—¿Por qué los toros tendrían un piercing? No son capaces de consentir eso —pregunté con confusión.
Parecía que la dejé pensando, ya que no supo contestarme. Pero, intentó cambiar el tema.
—¿A ti no te gustaría que te perforan?
Se levantó del asiento, me tomó del brazo y me empujó para que me sentara. Ni siquiera tuve tiempo de responder o de procesar lo que estaba sucediendo.
—Te prometo que no duele —dijo Nikia—. Yo ni me di cuenta, pero la verdad es que me veo bien perra.
—Pero... —balbuceé, la verdad es que no me llamaba la atención parecer como un animal.
—Tal vez en la ceja izquierda, podría ser una bolita pequeña en plateado, así podríamos ser como gemelos en colores...
Tenía más afinidad conmigo, por eso lo decía, ¿verdad? Sus últimas palabras me llenaron de emoción, lo que me hizo olvidar todo por completo. Escuché unas palabras inaudibles de la parca, pero no les di importancia.
—¿Puedo perforarte también? Por favor —imploró Nikia, haciendo un puchero.
A la parca no le quedó otra opción más que complacerla, pero sonrió de una manera cruel que me congeló. De pronto ya no tenía ganas de hacerlo y quería salir volando.
—¿Dónde están tus alas? Podemos ser gemelos de alas —sugerí.
Nikia giró el cuello en busca de lo que dije, pero no las encontró.
—Las tuve que quitar para que te acostaras cómoda, si quieres te las doy después. Primero voy a perforar al ángel. —Rechinó los dientes en la última frase.
—No me va a doler, ¿verdad? —pregunté con una voz temblorosa.
La parca permaneció callado, y no me gustó la idea.
Tomé un bocado de aire, podía sentir las suaves manos de la muerte sobre mi frente, cerca de las cejas. Ni siquiera le había dicho dónde lo quería, pero antes de que pudiera hablar, sentí un pinchazo que me dolió como cuando alguien tiró de mis plumas, solo que más fuerte.
Al abrir los ojos pude ver como una parca sonreía de manera satisfactoria, él hizo que me doliera a propósito y hasta creía que le incrementó el dolor.
Ese hijo de...
Me las iba a pagar, no tenía idea de cómo, pero lo averiguaré.
—¡Me encanta tu piercing! —exclamó Nikia, sacándome de mis pensamientos—. Somos gemelos.
Miré de reojo a la parca, quien hizo un mohín con los labios. Le irritaba que ella fuera tan considerada conmigo, y esa era la mejor venganza.
n/a*
holiiis, como estan? estan disfrutamndo de la lectura? porque voy a actualizar con más constancia si veo que lo estan disfrutando mucho
recuerden que pueden seguirme en redes par ser amixs y estar mas al pendiente de esta y otras historias
gracis x leer, nos vemos pronto
con amor, hope n.n
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