Capítulo cinco
Narra la parca
Nikia estuvo en el quirófano por un largo rato, pasaron horas incluso. Estuve ahí, pero no entendía lo que le estaban diciendo. Sólo veía a la cirujana con herramientas y su equipo de apoyo.
Me frustraba, porque estaban haciendo mi trabajo más complicado, ya que por lo que entendí, la indujeron a un coma obligado para que su recuperación sea más sencilla.
El ángel estaba del otro extremo de la habitación, mirándome fijamente. Me erizaba la piel, sentía que me podría matar en cualquier segundo, aunque intentaba que no se notará.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté, firme.
Tenía que convencerlo de responderme una pregunta.
Él permaneció en silencio, me barrió con la mirada y resopló. Sabía que no me iba a decir ni una palabra, pero necesitaba respuestas, por lo que hablaría para ver si podría atraer su atención y así resolver las dudas.
—Yo soy una parca y tengo que llevarme a Nikia, porque me han dado su expediente. —Me mordí el interior de la mejilla con nervios, dudando si era o no suficiente información para él— ¿Tú que eres...?
No sabía lo que él era, estaba confundido. Creía que era un ángel, pero lo descarté de inmediato. Conocía a los ángeles y no se parecían en nada a ellos... Eran seres prepotentes, arrogantes y odiosos con una apariencia perfecta. Y lo único que compartía con ellos es que era odioso.
Odioso con su mirada irritante y haciendo muecas, siempre manteniendo los brazos cruzados en el pecho. Su apariencia era distinta con sus alas oscuras.
—¿Eres un ángel? —pregunté otra vez al no obtener respuesta.
El ser hace una extraña mueca con la boca, parece que le ha incomodado ¿Eso qué significaba? ¿Era o no?
—Sí o eso creo —respondió seco, rodando los ojos—. No más preguntas.
Me confundí, es o no. Tal vez no se sentía como uno, esa era la impresión que me daba.
La cirujana dijo con orgullo que la operación fue un éxito, solo había que revisar la evolución del paciente.
Joder y que yo quería terminar con el trabajo lo más pronto posible.
La mujer también dijo que la trasladarían a una habitación con cuidado. Yo, por otra parte, me estaba preguntando si ya habían encontrado a algún familiar que pudiera saber sobre su futura muerte.
Los auxiliares estaban arreglando los equipos que utilizaron durante la operación hasta que el camino estaba despejado para empujar la camilla hacia la salida. Iba detrás de la persona que estaba empujando, el ángel no tardó en ponerse a mi lado.
—Yo soy una parca que viene por el alma de Nikia —inició con tranquilidad, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón de vestir que siempre usaba— ¿Cuál es tu tarea? Me parece raro que quieras a mi humana —recalqué en las últimas dos palabras.
Que se diera cuenta que no tenía planes de dejar a Nikia y si quería pelear, tendría batalla, porque no era alguien que se rindiera fácil.
—Yo no sé por qué estás aquí. —Rechinó los dientes, echándome una mirada por el rabillo—. No me jodas más y lárgate de una vez para que pueda hacer mi trabajo —ordenó con seriedad, con una mirada asesina.
Estaba nervioso. Mucho.
Pero, se me ocurrió una idea y tal vez tenía que mentir para obtener lo que quería.
—Podría irme si me dices qué es lo que qué haces aquí —sugerí, esperando no verme ansioso.
Llegamos a una habitación de hospital típica. Las paredes eran blancas con grandes ventanas en una pared. Había un sofá diminuto y parecía incómodo. Dejaron a mi humana en una esquina, deslizando una cortina blanca para darles comodidad luego de conectarle un montón de aparatos para que siguiera viviendo.
—Necesito que... —Apuntó con los ojos la cortina—. Ella despierte, porque soy su ángel guardián que va a cuidar de ella.
Me quedé pensando y creía que era una estupidez. Si yo estaba ahí, porque iba a recoger su alma ¿Por qué iba a llegar alguien más a hacer un trabajo diferente? ¿Quién era el encargado de administrar esto? Porque estaba haciendo un pésimo trabajo.
—Ahora que lo sabes, retírate—añadió, relajado.
Él estaba sentado en el sofá viejo con las piernas abiertas y las rodillas apuntando en direcciones opuestas. Seguía sin creer lo relajado que estaba, pero a la vez, era desafiante.
Cerré los ojos, apretándolos con fuerza, tratando de no salirme de las casillas. Necesitaba irme para resolver esta duda, pero no iba a terminar. Prefería que me dieran a otro humano antes de estar aguantando a este ser... tan irritante.
Por lo que empecé a caminar en círculos con los dedos entrelazados detrás de la espalda, jugando con el esmalte negro que se estaba cayendo. Necesitaba retocarlo con urgencia, odiaba que estuviera así.
En fin, no le iba a dar el poder de creer que puede mandarme. Por eso no me voy a ir tan rápido.
—¿Es que no me has escuchado? He dicho que te marches —repitió, lograba notar que se desesperó más.
Sentí que gané al menos algo, que no me iba a ir avergonzado. Como siempre decía, el tiempo estaba a mi favor. Torcí los labios para él, dándole una cucharada de su propia medicina.
Él se encogió de hombros y se reclinó, se inmutó y no supe si en realidad lo fastidié. Esperaba al menos incomodarlo.
Esperé unos minutos más, continuando con la caminata en círculos antes de chasquear los dedos para teletransportarme a mi dimensión. Detestaba hacerlo, requería de poder en exceso, por lo que me terminaba dando unas punzadas de dolor en la cabeza cuando mis pies aterrizaron en el suelo.
Me masajeé las sienes, disminuyendo el dolor. Observé las oficinas, parecían infinitas y cada parca pasaba por una puerta, acompañada de una alma antes de hacer un papeleo, después llevarlo a la puerta opuesta, donde se reencarnaría. Era un proceso sencillo, pero se necesitaba dedicación.
La mayoría de mis compañeros utilizaban un traje negro y su cabello era del mismo tono. Siempre con expresiones tétricas, aburridos de hacer lo mismo.
—Hola un millón trescientos tres —saludó a un espectro.
Ella tiene las características de una mujer femenina con un vestido que acentúa su curvilíneo cuerpo. Hizo una mueca antes de verme, pero inclinó la cabeza como un saludo.
Le resté importancia, así eran ellos y nunca podría cambiarlos. Caminé entre la multitud, estirando el saco, fijando mi camino hacia la única oficina que es privada. Troné los huesos del cuello, liberando la frustración antes de llamar a la puerta.
—Pase —ordenó con una voz opaca.
Giré el pomo de la puerta, ingresando a la oficina. El lugar estaba hecho un desastre, las hojas volaban. Él se encargaba de ordenar los casos y repartirlos por todas las parcas que existían. Dejó el papel que sostenía en la mano para alzar la mirada.
—Ah, eres tú. —Rodó los ojos—. Número cinco mil millones ocho.
Él era más bajo que yo y tenía una panza pronunciada. Tenía una calva.
—¿Qué es lo que te trae por acá? —resopló. irritado—. Otra vez.
La última vez que estuve aquí fue porque sugerí hacer una fiesta para nosotros en la oficina, que necesitábamos un descanso mínimo, pero se negó por completo sin siquiera terminar de oír la idea. Y antes de eso le sugerí que debíamos de poner en la oficina una expendedora de dulces, pero tampoco le gustó.
Tuve muchas ideas para que el ambiente laboral no se sintiera tan pesado, pero no les gusta escucharme. Un día lo iba a conseguir. Al fin y al cabo, tengo toda una eternidad para intentarlo.
—Tengo una duda...
—No, no vamos a redecorar las oficinas. Nos gusta el blanco y negro —interrumpió, deduciendo mis intenciones.
Agitó la mano para que me marchará, pero en lugar de eso, arrastré la silla que estaba delante de su escritorio para poder sentarme.
—¿Necesitas algo más? —preguntó, abatido, dejando los papeles—. Sabes que tengo mucho trabajo, así que sé breve.
Tomé un bocado de aire para hablar lo más rápido que pude, pero siendo claro.
—Mi última humana es una mujer que la indujeron a un coma...
—Sólo ingresa a su corazón para que tengas acceso a su alma y puedas convencerla para que la traigas —irrumpió de nuevo—. Creía que lo sabrías, por eso te he dado el trabajo.
—No es eso —resoplé, con ganas de gritarle que se calle para que me deje hablar.
—Entonces ¿Cuál es el problema parca número cinco millones ocho? —preguntó, enlazando los dedos por encima de la mesa.
—Es que hay un ángel que dice que está ahí para hacerla despertar y estoy confundido, tal vez se mezclaron los expedientes con los ángeles...
La parca achicó sus ojos con sorpresa, tomando un gran bocado de aire antes de cubrirse el rostro con ambas manos.
—Esos malditos arrogantes cara de... ángeles —insultó con ira, apretando los puños.
La parca los odiaba, podía ponerlo más rápido de malhumor que yo y eso era una tarea complicada.
—No estoy entendiendo nada de lo que está sucediendo —murmuré con confusión.
Estaba perdido.
—¿Cómo era el ángel? —exigió saber, inclinándose sobre el escritorio hasta que me sujetó de la camisa para atraerme hacia él.
Su respiración chocaba contra mi rostro, hice una mueca de desagrado, porque estaba demasiado cerca de mí. Me alejé, arrastrando la silla hacia atrás para tener más espacio.
—No lucía como uno... Ya sabes.
Me sentí estúpido al mirar al techo, como si ahí estuvieran los ángeles.
—¿Entonces?
—No era perfecto, piel manchada, uno de sus ojos era rojo —expliqué, encogiéndome de hombros.
—Esos idiotas —farfulló para él mismo.
—Explícame lo que está sucediendo, por favor —pedí con amabilidad, aparentando tranquilidad, ya que seguía confundido.
—Es como un chivo expiatorio. No lo quieren y lo demuestran, por lo que he oído, jamás ha tenido a un humano. Y soplo lo hacen para joder mi paz, ¡Así que regresa tu culo con la humana y tráela muerta! —explotó, brincando como cabra, con las piernas hacia atrás.
Caminó, rodeando el escritorio, tirándome de la mano, empujándome hacia la salida. El hombrecillo estaba fúrico y su pálida piel se tornó roja.
—¡Ve y demuéstrale a los putos ángeles que las parcas somos mejores! —escupió con resentimiento.
Por última vez, me empuja por la espalda hasta que salí de su oficina, azotándome la puerta justo detrás ¿Por qué yo tenía que estar en medio de una pelea ridícula entre nosotros y unos ángeles? Cada quién tenía su mundo y estábamos en paz.
Tenía dos opciones ahora, o me quedaba ahí, esperando por mi siguiente alma o iba y peleaba con Nikia, y demostrar que éramos mejores.
Era importante hacer una lista de las ventajas y desventajas de la situación.
Ventajas; no se me ocurría ni una en este momento. Desventajas; continuaba la estúpida rivalidad con los arrogantes de arriba, a las parcas en realidad no les importaba eso, pero mi jefe estaría molesto y ahora no iba a tener oportunidad de remodelar las oficinas.
Ahora tenía una ventaja; podría remodelar la oficina si mi jefe estaba feliz con mi trabajo. Si se sentía mejor nuestra oficina, tal vez las parcas no iban a ser tan antipáticas.
Decidido, manos a la obra. Froté las palmas de las manos, imaginando todo el trabajo que me iba a costar esta humana, pero iba a valer la pena, por lo que chasqueé los dedos, regresando al hospital.
Cada átomo de mi cuerpo se estaba uniendo con los pinchazos de siempre, pero lo oí hablarme.
—¿Qué es lo que estás haciendo tú aquí, otra vez? —exigió saber sin exaltarse.
No podía creer cómo podía estar tranquilo todo el tiempo, ¿podría explotar en cualquier momento?
Terminé de masajearme la cabeza, incorporándome. Eché un rápido vistazo a la cama, donde Nikia seguía en un profundo sueño y el único ruido que se oía era el del monitor, revisando sus signos vitales.
—Trabajo —respondí, suspirando y seguro de mí mismo—. Es tiempo.
—Tú no puedes estar aquí, porque ya llegué yo. Esta es mi humana —recalcó, manteniendo la misma actitud de siempre.
—Es que son órdenes, no puedo declinarlo, aunque quisiera. —Me encogí de hombros, pretendiendo inocencia, jugando con sus emociones.
Sacudí el cuerpo, extendiendo los brazos arriba de la cabeza, con las palmas rectas y unidas, como si estuviera a punto de lanzarme un clavado en una piscina. Pero, me tomó desprevenido que una mano envolvió las muñecas, evitando el próximo movimiento.
—¿Qué es lo que estás haciendo? —resopló él.
Nuestras miradas se conectaron, las palabras de la parca resonaron dentro de mi cabeza "es un chivo expiatorio". No lo quería, por eso estaba aquí, y parecía que tampoco sabía cómo intentar hacer que Nikia despertara.
Entonces yo tenía una ventaja, yo la convencería de renunciar a su vida mientras él descubría cómo hacer para tener un contacto con ella.
Era pan comido.
—Suéltame, por favor —indiqué, forzando una sonrisa fanfarrona.
Él solo negó con la cabeza ¿Por qué no me soltaba?
Intenté zafarme al sacudirme, pero solo apretó su agarre. Di un paso, pero él se movió conmigo. Le mordí el antebrazo con fuerza para que me soltará, él chilló con dolor, pero me soltó.
Tiempo que me dio pararme a un lado de la cama de Nikia, apuntando a su corazón, por lo que me doy un clavado hacia allá. De lo que no me percaté fue que en el aire me sujetaron del tobillo mientras del pecho de la humana se abría un agujero negro que me succionaba, lo que significaba que hice una conexión perfecta a ella.
Durante el trayecto, el ángel me sostenía del tobillo, por lo que con la otra pierna empecé a patearlo para que me soltara y que el agujero lo escupiera. Sin embargo, mis peticiones no fueron concedidas, porque terminaron por succionarnos.
A ambos.
Caí en un suelo blanco y suave, una milésima de segundo después cayó el cuerpo del ángel encima, sacándome el aire.
—¡Quítate que me estás aplastando! —bramé enojado, porque perdí mi ventaja.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó una voz femenina, sorprendida.
Holiiiiiis, como estsssn?? Qué piensannn? Les gusta? Estoy abierta a leer cualquier cosa
Con amor hope
Aquí les dejo mis redes ❤️
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