⭐|Prólogo|⭐

A veces sintió mucho pesar con los sucesos que se embarcaron durante su crecimiento pero entendió con el tiempo, que los problemas son más normales de lo que creyó. Porque de una forma inusual, comprendió que el mundo no es solo color rosa; puede ser el amarillo de la felicidad, el azul de las lágrimas o el rojo de la pasión.

¿Por qué ser de un solo tono cuando los matices son tan diversos?

Gingka lo supo. Los problemas vienen y van. De la misma manera, se pueden superar con un poco de paciencia y mucha determinación. O mucho de ambas.

Némesis ya no se vio más. Ni sus seguidores ni nada, ya que el pasado se disolvió tan rápidamente como la tristeza que se deslizó en su rostro.

Pasados los siete años más tarde.

La venida del estadio Zero G, como el ataque de la DNA (compañía rival de la WBBA) y la Synchrom. Todo ello una revolución en su vida, ya había pasado, su resplandeciente futuro llegó al hacerse un adulto.

Aun así, aprendió del pasado y de aquellas personas que lo hicieron ver sus errores. Porque, nuevamente, los problemas vienen y van. Y se necesita valentía para enfrentarlos y aprender con gran dedicación.

Pegasus fue su valioso amigo en todo, y al transformarse en Samurai Pegasus, fue lo que lo llevó de nuevo a la cima. La fama arribó mientras que su viejo padre cedió el puesto de director de la WBBA, a Tsubasa.

No se quejó acerca de su juventud, tuvo todo lo que quería e incluso más de lo imaginaba. Conocer, aprender y seguir. Era el lema que le llenaba de gracia al contar sus historias por el moderno mundo del Beyblade.

Luego de ataques de la DNA, otros doce años pasaron en un pasar de la lluvia. Y con ello, la nueva luz de su vida. Se convirtió en un hombre. A pesar de las marcas de lucha que conformaron parte de su personalidad y cuerpo, jamás quiso cambiar algo en la existencia que llevaba. Ni siquiera cuando una bendición inesperada recibió el primer bey que le escribiría fantásticas aventuras.

En el presente, el nuevo problema no tenía que ver con personas atroces y sin fines de luchas, de lo contrario. Cuidar a su luz era el deber más difícil que todo lo pasado junto. Aunque tendría que sobrellevar el inconveniente como ha sido siempre.

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—Gingka.

El mencionado reaccionó de golpe. La voz de su padre seguía siendo apacible con todo y vejez por delante.

—¿Qué te pasa? —Volvió a citar Ryo, con su café al aire y la mirada cansada de un anciano.

—No es nada —Afirmó Gingka rápidamente, recordando ciertos tiempos de un ayer amargo y hermoso—. Por un segundo parece que recapitulé mi vida entera... —Llevándose la mano a la cara, una risita se fugó de sus labios.

—¿De acuerdo? —Ryo sencillamente no podía odiarlo, por eso se rió junto a él. Seguía siendo el distraído chico inundado de sueños— ¿Podrías repetir eso que dijiste?

El joven adulto sonrió, a llegándose a la puerta del hogar.

—Me iré a Osaka, a una entrevista —Indicó para después tomar su pequeña maleta de viajes—. Tsubasa me pidió hacer algunas cosas allá también, así que creo que estaré fuera unos días...

—Supongo que quieres que cuide al tornado mientras tanto. Ya entendí.

Tampoco su forma de hacer reír pereció. Los años jamás importaron para sus actitudes o las bromas. Un leve carcajeo salió del de bandana.

—Es tu nieto... ¡Debes amarlo como me amas a mí! —Se expresó con chispas de alegría en su rostro.

—Y tú tienes treinta y no sabes cómo poder hacer que se quede en un solo sitio —Aquellas palabras no eran mentiras. Ni lo era el hecho de que Ryo adoraba a su retoño—. Me recuerda a ti, entonces lo querré de la misma forma.

—Oh, vamos... Tengo treinta y tres, voy aprendiendo poco a poco.

—Cada día la barba de abuelo te va saliendo. Ya me alcanzas y ese pillo no sabe hablar con la gente.

Antes de discutir acerca de que su juventud se le escapaba de las manos, Gingka le dedicó un abrazo a su padre, susurrando su despedida hacia él. Insistió una vez en el favor que nunca se debía olvidar.

La costumbre de despedirse se convirtió en un pillar en su familia, desde que la exigua fama lo llevó a recorrer ciudades en busca de entrevistas, publicidades y comerciales. Ser Legendario ya era un empleo de tiempo completo.

No se tardaron mucho para cuando Gingka partió a su primer transporte, sin dejar de lado refrescarse con el sol atrayente de la noche. El automóvil esperaba indicaciones, así que agarró los pequeños segundos para divisar por la ventana, su ciudad un poco previamente a irse.

—Akari, no mates a tu abuelo de un infarto... —Se dijo al tomar aire y relajarse en su asiento— Bueno, allá vamos por otro…

—¿Hacia dónde, señor Hagane?

—Osaka, por favor. Mi querida capital —Ordenó la voz coqueta de una mujer, que con el viento colado de las ventanas, su cabello azabache ondeó de manera frágil—. Ya has hecho esto muchas veces y te noto nervioso, pero no es eso lo que te preocupa... ¿Verdad?

—Exacto.

Las ruedas comenzaron a andar, haciendo que el paisaje del atardecer se le difuminara sus colores y el camino al destino se llevara a cabo.

—Akari debe de saber salir de sus asuntos... Si llega a pasar algo malo, lo superará... Es como dicen, los problemas van...

—Y vienen... —Completó la frase el hombre, que luego rió.

El viento se llevó una brisa relajante que se contempló hasta en los pensamientos de Gingka.

El auto partió, y con ello, el mañana avanzó.

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