Capítulo III⚫La meta
▶Capítulo I – La meta◀
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El camino será largo
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Akari Hagane, ¿qué se podría decir de él? Era apuesto, social, hablador y un actor profesional. Claro, eso se hallaba en la superficie, porque quien se atreviera a tocar el fondo o un poco más de lo permitido, se encontraría con el mismísimo diablo.
En realidad era imprudente, agresivo y controlador; como un sociópata en construcción. Y su cariñoso padre, lo veía de lo más tierno. Sus compañeros le recalcaban las actitudes de su hijo pero Gingka no tomaba mucho esas palabras —Por no decir que encubría sus travesuras con la misma excusa—.
Esa fue su vida. La mejor debía admitir, solo removiendo lo tormentoso de su progenitor. Lo demás estaba perfecto.
Spark tenía una linda casa, miles de fans, gran potencial de blader y todo lo que creía, se merecía. Nada más que desear. Pero llegó a pensar a cerca de lo que quería, porque parecía que le faltaba algo en su vida. Tuvo que repasar varias veces sus pertenencias, buscando aquello sobrante en el pequeño vacío incomodo de su mente.
Inquietaba los otros sentidos de él. Algo faltante. Hasta importante que cualquier blader debía conseguir, al igual que unos requisitos básicos. Lo hacía sentir menos feliz eso, esa cosa faltante.
¿Qué tuvo Gingka de joven que lo hizo tan feliz en el presente?
Una pregunta rara pero no dudó en contestarla en cuanto puso cabeza a ello; aventuras, amigos, felicidad... Rivales. ¡Rivales! Ya que tal vez oyó un par de veces de las aburridas historias, que su padre tuvo a unas cuantas personas chillando por alguna batalla para superarlo, o algo así.
Luego recordó al llamado tío Kyoya que fue —o seguía siéndolo— su rival. Lo ayudó a avanzar en su camino de Legendario, e incluso antes de aquello, fue un gran aliado. No solo él, también Masamune, Ryuga, Sora y montones de chicos que anhelaron arrebatarle la victoria en un futuro.
Un rival.
Porque todo el mundo poseía uno, pensándolo mejor. Desde Zero y Shinobu, hasta Benkei y Kenta. Y si los otros lo tenían, él también debía. Aunque hallarlo podría serle un poco tedioso, ya que había luchado con la mayoría de los bladers en su ciudad, y desde luego, los derrotó. Entonces ninguno estaría en su lista para las entrevistas de rivales.
A decir verdad, no salió nunca de su ciudad. Qué tonto era. Muchos jóvenes embarcaban a sus propias aventuras por el mundo, mientras Akari no le veía mucho buen trato a ello. Si lo tenía todo allí, jamás emprendió viaje para obtener lo que faltaba.
Lo decidió por fin; la búsqueda del dichoso rival se llevaría a cabo.
Esa persona debía ser fuerte, quizás igualando su energía y siempre, siempre dispuesto a una batalla. A cualquier hora y en cualquier momento.
Sonrió gustoso, mirando a su padre y abuelo para informales de su partida al exterior.
—¡Me voy! No vengo luego —Acomodó su mochila antes de partir. Lucía como si se estuviera mudando con todo ese armamento encima—. ¡Llámenme cuando alguien quiera una entrevista!
—¿Qué? —Impactado, Ryo lo detuvo en su camino a la puerta— ¿A dónde vas?
—Abue, me voy a conseguir un rival. Cuando lo haga volveré con historias... ¡Hasta luego!
—No, no, no... —Nuevamente, lo frenó su abuelo— Esto no es el jueguito de animales peleadores en cápsulas mágicas. Es la vida real y no te irás por ahí. ¿Qué harás solo por el mundo?
—¿En serio? ¡Quiero tener aventuras! ¡Como se hacía en el tiempo de antes!
—Oh, claro. Eso me hace sentir muy viejo. ¡Gingka! ¿Quieres venir? Tu retoño quiere irse como Jesucristo en el desierto.
—¿Cómo quién? —Apareció el aludido, teniendo en la mano un postre— ¿A dónde vas con media casa encima, Akari?
—Primero, no me llames así. Segundo, voy a tener aventuras y nadie me va a detener.
—¿Aventuras, eh? Suena genial —Reflexionó Gingka terminando su merienda— ¡Por mí, está bien! Que te vaya bien y recuerda visitarnos.
—¡¿Q-Qué?! —Ryo mostró desaprobación absoluta.
El más joven iba a salir echando fuego pero fue arrastrado hasta la sala por su abuelo.
Sentó a los otros dos en el sillón. Y aquello indicaba un regaño lleno de discursos largos.
—Nadie irá a ningún lado —Empezó a decir Ryo, mostrando seriedad en cada tono—, porque podría pasarle algo si no lleva compañía. Ni siquiera sabe defenderse sin su bey... ¿Entiendes lo que digo, Gingka? No estoy de acuerdo.
—Entonces... ¿Contrato a una niñera?
—¡No! —Negaron nieto y abuelo.
—En realidad, no veo problemas en que vaya a otras partes. Hice lo mismo en mi juventud y no me dijiste nada —Señaló el de bufanda.
—¡Es diferente! ¡No cometas mis mismos errores! Es solo un niño... ¿Qué harás cuando esté en problemas?
—Sí, es un niño, pero debe aprender cómo es la vida fuera de estas cuatro paredes —Miró a su pequeño, quien le mataba solo con sus ojos. Una sonrisa liviana se sostuvo en sus labios—. Si quieres tener aventuras, puedes ir... Pero recuerda que siempre me tienes para ayudarte.
Spark hizo un sonido con la lengua, afirmando lo tonto que fue eso.
—Bueno, ya está decidido. ¡Me voy!
—No, espera —Una vez más, Ryo paró sus acciones haciendo que se sentara de nuevo, abatido—. Está bien que aprenda y conozca el mundo, pero... Al menos alguien podría acompañarlo ¿no? Como todo buen padre, debes a prevenirte a todo mal... Así no me preocuparé tanto porque le pase algo.
Gingka pensó la idea un rato. Nunca vio a su hijo con un amigo cercano, los más que se allegaban eran Madoka, Tsubasa y todos ellos. Obviamente ninguno querría ir por sus vidas repletas de empleo. ¿Qué más hacer? Ideó un plan, con la que concluyó ensanchando más su gesto.
—De acuerdo, yo lo acompañaré. Lo haré.
—¿¡Eh!? ¡No, no! —Inevitablemente Akari negó— ¿Por qué? ¡No quiero que vengas!
—Me parece grandioso esa idea. Puedo dormir en paz ¡pues está decidido ahora! —Evadió el anciano la respuesta de su nieto, que seguía gritando miles de "no"— Me alegra que sea así... Mi niño está creciendo...
—¡Pero, abue!
—Tiempo de padre e hijo —Se murmuró así mismo el de bufanda. Saltando internamente porque con algo de esfuerzo, tal vez obtendría pasatiempos con su descendiente.
—¡Qué tiempo de padre ni que nada! ¡No iré con él!
—Mejor preparo mis cosas para partir ya. Dame un momento y nos iremos rápido —Ansioso, Gingka buscó su maleta y comenzó a llenarla con cosas que ni siquiera utilizaría. La felicidad controlando su razón de nuevo.
Akari no lo creía. Ninguno tomó ni la primera letra de sus quejas; aquello lo zambullía en la tortuosa rabia de siempre. No era un niño, tampoco alguien frágil.
Fue a la habitación de su padre, pudiendo ver que desorganizaba sus cosas para acomodarlas en la maleta. Iba en serio su idea. Pero nunca fue aceptada por Spark, y se lo hizo saber a regañadientes.
—Hey —Lo llamó desde el marco de la puerta—, no te he pedido nada de nada... No irás conmigo y punto.
—No es algo que quieres; es algo que necesitas —Respondió el entusiasmado hombre, continuando con el enredado equipaje—. No quiero que te pase nada. Al menos estaré solo por ver cómo van las cosas.
—¿Pasarme algo? ¿A mí? ¿Olvidas quién soy? Príncipe de los truenos, imagen de la nueva generación, patrocinado por la WBBA. De seguro es broma esto.
—Cosas que tenga que ver contigo, no es algo que deba bromear. Eres mi hijo e iré contigo, por precaución y... ¡Oh, mira! —Exclamó devoto, alzando una ropita de bebé celeste en sus manos. Sonrió nostálgico en cuanto el pasado pasó en sus ojos— Esto era tuyo. Ay, vaya… Eras tan chiquito...
El joven observó ese traje con confusión, porque de ello no tenía recuerdos. Y de seguro no quería que volvieran.
—Y delicado —Siguió rememorando Gingka—. No quería cargarte mucho porque tenía miedo de que te resbalaras. ¡Qué buenos tiempos!
—De hecho, una vez se te cayó y luego decidiste no hacerlo hasta aprender —Interrumpió Ryo, alojándose en la entrada del cuarto—. A decir verdad, eso explicaría muchas cosas de la actualidad.
—¿Cómo que me dejó caer?
—¡Ah, ya lo recuerdo!… Supongo que estaba muy nervioso por tenerlo en brazos.
—Con más razones debo odiarte —Alegó Akari negando muchas veces. Posteriormente, continuó con sus quejas—. Pero regresando al tema, no es necesario que ninguno vaya, porque quiero estar solo ¿comprenden?
—Es muy tarde para arrepentirse —Impidió su padre—, ya casi termino aquí y pronto nos iremos. ¡Yuju! —Finalizó sonriendo.
Cuando Spark le quiso ofender más, su abuelo alojó una mano en su hombro para así tener un poco de su atención.
—Akari, pequeño, tu padre está contento de ir contigo porque casi nunca pasan tiempo juntos ¿quieres arruinarle eso ahora que se ilusionó? —Pudo susurrarle en un tono como la miel. Vivía con dos niños, prácticamente.
—Oh, sí. Definitivamente… —El pequeño rodó sus ojos, observando con menosprecio el cómo su progenitor terminaba de empacar medio closet. Guiando sus ojos a Ryo, remarcó una sonrisa fulminante de malicia para terminar su frase— Haré de su vida el infierno, y yo seré peor que el diablo.
Es su meta. Lo primero en la lista de sus anhelos, impaciente por tacharla como realizado de la mejor forma. Él sería el único quien le despojaría esa idílica sonrisa, mientras este pintaría la suya con maldad.
Ni un quejido más se logró escuchar del Príncipe, ya que su siguiente misión era volverse el verdugo que llevaría al inicio una perdición para el pobre de Gingka. Y peor no era aquello, sino el hecho de que no conocía qué infierno había ya pasado y soportado.
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—¡Vamos, vamos! ¡No hay tiempo! —Reclamó el apremiante Akari en cuanto su padre terminó de colocar las dos maletas en el compartimiento del avión.
—No te desesperes, ya estamos aquí —Luego de sentarse a un lado, Gingka le cedió la ventana a su hijo. Porque a él le encanta sentirse en los cielos—. Qué feliz estoy. Por fin iremos de paseo como cuando eras un niño. ¿Recuerdas?
—Casi no. Supongo que nos fuimos por un tiempo, una vez, a Osaka ¿no? ¡Bah, no entiendo por qué a esa ciudad!
—Para una reunión familiar —Aclaró el mayor en sonrisas—. Te vi muy alegre cuando conociste a tus primos. Y vaya que son revoltosos todos ustedes —Otra voz al altavoz advirtió del despegue y de las normas de los cinturones.
—¡Hasta que por fin nos vamos! —Antes de escapar de las conversaciones con sus audífonos, el Príncipe le informó a Gingka en cuanto volteó a él— No me hables por todo el viaje. Ahórrate cualquier tema que tenías pensado hablar, porque sinceramente nada de ti me interesa —Terminó por encogerse en su sitio y subirle el volumen a la música, sin olvidarse descarriar sus ojos a la ventana.
El otro pelirrojo aceptó en silencio aquellas demandas. Y no, no era primera vez. Muchos momentos se resumían a malas palabras —Por parte del chico— y pláticas cortas forzadas a revivir el ánimo de ambos —Patentado por el mayor—. No se podía olvidar aquellos tiempos en donde el único afecto que le daba su hijo, era frente a cámaras, fotógrafos o fans. Como se encendía ese niño al ver tanta atención regodeándole sin final. Para mantener su reputación, la actitud quisquillosa se transformaba en amabilidad infinita.
Mientras el avión iba emprendiendo vuelo, Gingka recordó en una tenue sonrisa, los tiempos donde su pequeño buscaba de él en madrugadas donde pesadillas de un inocente niño, lo asustaban. Con el monstruo bajo la cama. El miedo de los truenos. También cuando quería escuchar las historias de sus diversos viajes; el torneo Battle Bladers, a cerca del equipo Gang Gang Galaxy y de los Bladers Legendarios. Toda su vida repleta de recuerdos, que alguna vez pudieron estremecerlo de alegría.
Daría cualquier cosa solo para lograr escucharle un «Papá, te necesito», de nuevo.
Pero… PERO, su retoño ahora ya crecido, no lo escuchaba, le gritaba, lo desobedecía y tantas cosas que internamente le dolían. Oh, sí. Quemaban; como un maldito abismo de puro azufre y perdición, tanto que temía a que algún día supieran los demás de ese sufrimiento. ¿En qué desgraciado minuto fue en el que se apagaron las esperanzas de llevarse bien? Jamás llegó a entenderlo.
O eres muy amable, o muy masoquista. Le recalcaban sus compañeros. Y sin embargo, esa actitud fresca de un joven relucía en cualquier parte, aun siendo insultado por Akari. Porque no va con él la furia, así de simple. Eso sí, ser padre se le hacía tremendamente difícil porque le inquietaba cometer errores de un torpe. En conclusión, solo seguía siendo amable, por no querer escapar de su cascarón de bondad y destruir aun más la delicada relación de padre e hijo.
Se hizo pequeño el rincón donde ahogaba sus penas, y se hizo enorme el mar de la inseguridad. Todo eso revestido en una acrecienta sonrisa. Así era el Gingka Hagane padre y adulto, así sería hasta explotar. Cosa que evitaría hacer por un tiempo que ni conocía de sus límites.
Maldecía, todo el día, por no tener el valor que antes lo representaba en sus aventuras, para corregir aquello que desbarató el cariño. ¿Y qué más da seguir de tal forma?
Y qué más da.
—Oye, Gingka.
Al llamado, el hombre de bufanda recapacitó, sacudiendo su cabeza hasta darse cuenta de que yacían en medio de un centro comercial. ¿Tanto tardó nadando en sus pensamientos? Es que supuso que los fans aun no reconocían de su estadía para aventárseles encima.
—Llevas en las nubes desde que bajamos del avión. Déjate de estupideces y avanza.
—Ah, lo siento —Se disculpó perdido, bajando la mirada—. ¿Querías comprarte ropa, Akari?
—¡Obvio! Solo que Zero acaba de saludarte y tú ni cuenta... Y deja de llamarme así.
—¡No es para tanto! —Habló la presencia del joven Kurogane.
—¿Zero? —Amplió Gingka sus ojos, en busca de dicho muchacho, quien se hallaba a un lado de Spark sosteniendo la mano al aire— ¡Hey, hola! ¿Cómo estás? ¿Qué haces por aquí? —Se acercó estrujando la palma con la de su pupilo.
—¿Qué hago por aquí? ¿No lo recuerda? —Rió el bicolor— ¡Usted me llamó para pasear los tres! Sé muy bien que me pidió mostrarle diversas cosas a Spark de la ciudad.
—Cierto —Afirmó el adulto. Pudiendo recordar las miles de llamadas que hizo para el viaje—. Perdón, he estado algo estresado por las cosas del trabajo… Pero me alegra que hayas podido venir.
—Grandioso, justo lo que necesitaba… —Akari frotó sus manos tal cual villano con la noticia—. ¡Tengamos una batalla, Zeze!
—¿Ahora? —Zero aun no concebía ese extraño apodo. Ni tampoco la hiperactividad de ese mocoso para reclamar una lucha— Pero si acaban de llegar. Relájate... De seguro el señor Gingka está cansado por el viaje... Porque tú aparentemente no lo estás —Lo último lo pensó en una reprimida mueca de incomodidad.
—¡Oh, vamos! ¡Si ganas serás mi rival por siempre!
—¿Ah? —Gingka y Kurogane se mostraron desorientados ante tal mención.
—Ya saben. Rivales... Quiero tener uno y solo será aquel que pueda vencerme —Apuntó de nuevo a Zeze— ¡Tú, mi amigo, probablemente puedas hacerlo!
Realmente esas ideas sólo las podía tener ese pilluelo. Ya que quedó en claro la falta de conocimiento acerca del tema. Para dos blader profesionales, les causó una ligera gracia.
—Akari —Habló su opinión por primera vez, su padre—, estás hablando de un rival como si lo pudieras comprar a mitad de precio en cualquier lado...
—¡Que no me llames así, maldición!
Zero oprimió unas fuertes carcajadas, luego expresó su verdad.
—Lo que dice mi maestro es cierto. ¡Debes considerar la opinión del contrincante y saber si quiere serlo o no! ¿Sabes al menos cómo tener uno?
—A mí solo me huele a que tienes miedo —Restó interés Spark a sus comentarios, cruzando los brazos envuelto en provocación—. ¿Cómo pretendes ser el estudiante de Gingka si no me vences? Esa batalla Beyblade sería un requisito para reclamar el puesto. ¿No crees?
—Zero es muy listo para esos comentarios —Creyó fuertemente el adulto— De seguro rechazaría la pro-
—¿Miedo? ¿De ti? ¡Qué va! ¡Te puedo vencer cuando quieras! —No se notó mucho pero en las palabras del estudiante una leve amenaza adornaba en cada silaba— Acepto el reto, Rayo.
El príncipe sonrió complacido, amando que su día iba aumentaba la suerte. En una mirada decisiva, le dejó saber a su nuevo contrincante que de sus palabras se arrepentiría pronto. Mas de aquella discusión, Gingka salió en una breve impresión. Porque a decir verdad, ambos tenían características que los hacían bladers fuertes, y una batalla subrayaría esas definiciones en llamas. Al menos alcanzaría a descubrir algo que solo ese mediodía podría concederle.
Más tarde de aceptar el desafío, emprendieron rumbo al estadio central teniendo la felicidad a mil. No había nadie por casualidad, pero siendo una lucha Beyblade se llenaría en un parpadeo.
Dejando las compras de lado, los tres permitieron que el optimismo les abrigara por un momento para poseer grandes expectativas de la siguiente lucha. A menos de terminar el día, un combate Beyblade se abarcaba el camino tras un destello fulminante en los ojos de Spark.
—¿Listo, Zeze?
—¡No tienes idea de cuánto!
—Eso esperaba de ti —Mentalizó El príncipe en la ladina sonrisa de siempre.
En las vacías gradas, un Gingka se hallaba expectante hacia el estadio, que elevó las respectivas plataformas. Ambos eran su orgullo y tal situación determinaría cual poseía más enseñanzas, o más trucos ocultos en alguna parte de sus habilidades. Una sonrisa se pudo colar en el avivado rostro que mantenía.
—¡Tres!
—¡Dos!
Cuando el conteo comenzó, también lo hizo la alegría de pocas personas que pasaban por allí. Los asientos se acumulaban de gente, que llamaban a más fans mientras lo que quedó de calma, los aplausos intercambiaron su lugar repentinamente. Sin previo aviso, una multitud brindaba gritos de motivación a sus favoritos.
—¡Uno!
Y el gran estadio giratorio, emprendió su principal trabajo. Al mismo tiempo, Gingka jamás dejó atrás la devoción en sus labios, tras ver a Akari indicarle a Raijū dar todo en esa batalla.
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Notas de la autora:
Pues sí. Me he tardado, pero tengo excusas de la escuela y demás motivos clichés.
En serio me gusta colocar los pensamientos que Gingka adulto tiene ¡porque verlo sufrir en su paternidad es muy tierno!
Pregunta del día:
¿Qué apodos le colocarían a los personajes de aquí?
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