Capítulo II⚫Detrás de esas sonrisas

▶Capítulo II – Detrás de esas sonrisas◀
.
.
.
Como en los viejos tiempos
.
.
.

¿Qué hizo ahora?

—La verdadera pregunta es qué no hizo.

La rutina. La bella rutina para el novato padre volvió a consumir los asuntos de su hijo luego de ser citado a una urgente video-llamada por el director de la WBBA.

—Lamento todos los problemas que va causando, Tsubasa; es solo un niño —Sonrió Gingka, aparentando tranquilidad en sus palabras.

—Eso dices siempre —Imitó el gesto del otro, igual de despreocupado—. Pero Madoka insiste en que te diga lo que pasó.

—¿Y qué pasó?

—Bueno...

Explicó de la manera más paciente el cómo Spark huyó por la ventana de la casa de Madoka —sin olvidarse de jugar bromas a la familia—, más tarde se metió con diversos tipos y los obligó a competir, destrozando todo a su paso en medio de la madrugada. Tuvo que omitir la parte donde hizo caer un poste por accidente, pero aquello lo hizo fuera de los ojos de sus fans. Porque su reputación va primero.

—¿¡Y cómo derrumbó ese yatai!?

—Si tuviera la respuesta te lo diría...

—En verdad, siento causarles problemas... Papá dice que se parece a mí —Suspiró, como si las ocurrencias del tornado fueran su culpa— Voy a regresar hoy mismo, necesito hablar con él.

—¿De verdad, hoy?

—Más bien, de inmediato. Dile que me espere en casa, lo veré allá.

—Lo haré, nos vemos.

Finalizada la llamada, Tsubasa giró levemente a Madoka, quien sin ser percibida por Gingka desde la pantalla, se mantuvo al margen de la oficina, inspeccionando cada palabra que se dedicaba a soltar el peliblanco.

—¿Lo dije bien? —Bromeó él, jamás dejando caer la sonrisa.

—Más o menos. Te faltaron detalles en donde la cocina casi se incendia.

—¿No crees qué Gingka ya tiene suficientes problemas? —Se dirigió a la salida, aun viéndola— Se esfuerza mucho por hacer los diversos trabajos que le piden, igualmente con ser padre de Akari.

—¿Y nosotros qué? ¡Somos sus niñeros y ni siquiera nos pagan!

Ambos salieron de la habitación, para retirarse y refrescarse en una hogareña cafetería. Deseando desprenderse de sus constantes trabajos que atendían por el diablillo que tenían por sobrino.

—Ojalá su papá le dé un gran castigo... Es la última vez que soy amable —Estando en los pasillos, Madoka marcó un número en su teléfono—. Y tú no deberías tener tanta paciencia.

El rostro de Tsubasa se avivó en una pequeña sonrisa de nostalgia, en la cual algunos recuerdos paseaban uno tras otro, mostrando la obstinación de Gingka en muchas ocasiones. Los diecinueve años no habían pasado, pues la energía de ese muchacho aun prevalecía como si el equipo Gang Gang Galaxy compitiera con los diversos países en el presente.

—Como en los viejos tiempos —Murmuró Tsubasa, teniendo una pequeño reproche de la mecánica.

——|⭐|——

—¡Oh, vaya! ¡Eso fue impresionante! —Bajó sus lentes de sol para luego sonreír como nunca.

—Señor Spark, usted es muy fuerte... Me venció —Alegó un pequeño contrincante del Príncipe, que estaban luchando en un estadio en el parte central.

El sol no era un rival, pero si lo era el radiante pelirrojo que no tenía comparación. Una vez más, escuchó unos aplausos de los fanáticos a sus acciones.

—¡A mí no me aplaudan, este niño también hizo un buen trabajo! —Abrazó a su pequeño contrincante. Esas palabras la siguieron de halagos a su persona.

Aunque su edad fuera de doce, era alguien reconocido, de alegría y el gran carisma de un actor. La cual nadie podía resistir a pedirle una firma o una foto. Se convirtió en una imagen de la nueva generación.

Más tarde de ser despedido por sus fans en abrazos y autógrafos, Spark recibió una llamada que respondió con una paleta en la boca.

—Grandioso, la loca gritona... —Arrepentido estaba de haberle pasado su número a ciertas personas— El genial príncipe de los truenos al habla —Saludó.

—¿¡Por qué no respondías, Akari!? —La estresante voz de Madoka no cambiaría ni pasando cuarenta años.

—¡No me llames así! ¡Soy Spark!

—Sí, sí, lo que sea... Tu papá vendrá hoy, y dijo que vayas a tu casa ahora mismo... Estás castigado.

—¿Cómo que vendrá? Ese viejo sucio debió llegar la otra semana.

—Claramente está molesto porque eres un niño grosero —Una risa inesperada que era de Tsubasa, se coló en la llamada—. ¡Tsubasa, no te rías!

—Tía Madoka, está más temperamental que el tío Kyoya así que voy a cortar para que se tranquilice...

—Al menos Kyoya tuvo el valor de casi lanzarte por la ventana.

—Despertarlo a las cuatro de la mañana no fue muy bueno... ¡Pero como sea, voy a cortar!

—¡Tienes que ir a tu casa, niño! Y si te atreves, juro que voy a-

Y colgó.

Miró el vasto cielo, creyó que su día sería paz y tranquilidad pero se vio arruinado por esa conversación. Su padre. Todos lo querían, excepto su propio hijo.

—Odio a mi familia —Repitió lo de siempre el chico, inundándolo en irritación, ya que Gingka llegaría para fastidiar más su existencia—. Lo odio a él.

No tuvo de otras, porque ya sentía los ojos de fuego que Madoka le dedicaba a cien metros de distancia. Y definitivamente, desesperarla era el mejor juego de todos.

——|⭐|——

La puerta del apartamento de los Hagane sonó, sin desesperación o apresuro. Ya abierta por Ryo, el Gingka adulto saludó en una afable sonrisa de vida.

—Hola.

—Hola, hijo... ¿Cómo la pasaste? —Quiso ayudarlo con la maleta pero el de bufanda le recalcó en su silente gesto que podía hacerlo solo— No me trates como si fuera un jarrón frágil... ¡El Fénix inmortal sigue ardiendo! Y seguirá hasta que me des una nieta.

—Eso jamás lo dudo —Sutilmente dejó escapar una risita burlona, cruzando la puerta y directo a la sala de estar—. ¿Dónde está...? —Paseando la vista, no divisó al joven relámpago.

—Aquí estoy, ciegato —Indicó el chiquillo Spark, que disfrutaba de jugar en su teléfono, mientras se hallaba acostado en el sillón, en una pose que sólo podría hacer él.

Debido a la falta de atención del chico, no vio a su abuelo propinarle señas a su padre, explicándole en las mismas que los dejaría a solas para una charla entre ellos dos. Gingka lo comprendió de inmediato.

Con la ausencia del viejo Ryo, Gingka procedió a sentarse seguido de unos extraños nervios. Ese muchacho era impredecible en sus acciones.

—¿Qué tal, campeón? —Quería revolver el cabello de su hijo pero con apenas un poco de distancia, Spark lo evadió con rabia— ¿Cómo te fue en el torneo? —Prosiguió restando importancia.

—Genial. Debiste ver como olvidaban que eras un blader famoso y me amaban a mí.

—Qué... —Intentó encontrar una palabra correcta— increíble debió ser para ti.

—¡Lo fue! ¡Aplasté a ese chico y salí en televisión otra vez! Soy bastante bueno con las piezas Delta.

—Me alegra que lo hayas disfrutado —Sonrió el mayor—. Pero también me contaron que estuviste causando problemas ayer.

Notablemente, El príncipe mostró el peor ceño fruncido de la vida, a punto de lanzar su teléfono por la ventana. Aun así, su padre prosiguió.

—Lo que hiciste está mal, ¿comprendes? Deberías pedir disculpas porque Madoka te dejó quedarte en su cas-

—¿¡Quién te dijo eso!? ¿Fue ella? ¡Exagera las cosas siempre y tú le crees!

—Derribaste un puesto de comida... Debes pedir perdón al menos con-

—¡Esa cosa estaba en medio de un combate! —Subió el tono tanto que el perro de la vecina comenzó a ladrar— ¡No me voy a disculpar porque unos tipos empezaron la pelea y no le dicen nada! ¿¡Por qué yo me llevo el castigo!?

—Akari... Cálmate, no te estoy diciendo nada malo...

—¡Maldición, cállate! —Teniendo una rabia a mil, aventó su teléfono al suelo y se fue a pasos que provocarían un terremoto, directo a su habitación— ¡Y no me llames así! ¡Lo odio! ¡Te odio!

La charla concluyó en un inmenso portazo que retumbó en la casa, dejando boquiabierto a Ryo en cuanto observó a Gingka en el sofá, más tranquilo que de costumbre. Internamente, sintió tristeza por la vida que llevaba y se conformaba con ella.

Esas eran las famosas charlas de padre e hijo. Hablar pocas palabras, discutir y encerrarse en un cuarto. La rutina, la monotonía de la familia.

Antes de dirigirle la mirada a su viejo padre, el de bandana tomó el teléfono que yacía en el suelo. Un poco sorprendido porque esa cosa podía encenderse después de todo.

—Creo que salió mal —Alegó Ryo, acercándose.

—¡Oh, Dareki te manda saludos! ¿Sabías que su nuevo empleo le va bien? —Podía entreverse que se esforzaba por desviar la conversación.

—Gingka...

—¿Quieres que te ayude con el almuerzo? Estoy muriendo de hambre... Tal vez aprenda a cómo cocinar arroz por fin.

—Eres muy amable... ¿Entiendes que debes poner más firmeza?

—Y más rudeza. Pero no es lo mío... ¿Quieres explicarme otra vez lo que ya sé? Porque nos moriremos aquí si será así —Puso tono burlón, apaciguando el entorno.

No pudo negarse, tampoco contradecirlo, porque aunque lamentaba no poder controlar a ese niño, quería que la relación entre ellos dos mejorara cuando intentaran hablar juntos. Los amaba y rezaba que algún día ambos pudieran dedicarse el cariño que se merecían.

Gingka podría pasarse con su amabilidad y malcriarlo de tal forma, que Akari le pisoteara cuantas veces le diera la gana. Insultaba, gritaba, se revolcaba con tal de obtener lo que quisiera porque su padre nunca llegó a decirle que no. Y la razón le era el misterio que no le podrían llegar a resolver.

Muchas veces Ryo le otorgó consejos de ser padre pero con aquellas sabias palabras en mente, no había visto un progreso merecedor de ellas. Sin darse cuenta, la frialdad del nieto a su progenitor, se formó su principal maña. Ser agresivo, controlador y engañoso a pesar de la generosidad de Gingka, era la verdadera personalidad del Príncipe de los truenos.

Algo era irónico. Juntos ocultaban algo de sus vidas que los demás no deberían ver, ya que si alguna intervención se pudiera hacer, no llegaría a siquiera rozar antes de conseguir algún exiguo cambio. Una máscara que disfrazaba en hermosas mentiras, algo que inundaría de lágrimas a quienes contaran la verdad.

El tiempo pasó, cargando al medio día bajo en el brazo, y también a un delicioso almuerzo hecho por los dos pelirrojos que esperaban al tercero para empezar.

—Hijo, ya está el almuerzo —Tocó Gingka con gran gentileza la puerta del cuarto, donde salió su descendiente como una diva.

—Ya era hora... —El chico fue directo a la mesa, así completando a la pequeña familia en la comida— ¿Qué hiciste, abuelo?

—Donburi. Lo he practicado y me quedó mejor que la última vez. ¿No crees?

—¡Uy, sí! ¡Eshtá mejorsh! —Habló engullido del almuerzo el chiquillo— La otra vez era comida extraterrestre o algo así.

Abuelo y nieto se rieron gustosos, mientras se les unía el Blader Legendario teniendo las mejores ganas de hartarse y reventar.

—Provecho —Dijo emocionado, poseyendo la anterior conversación fallida en los pensamientos.

No creía que pudiera arreglarla. Otras veces ocurrió lo mismo y resultó peor que cuando había empezado. Entonces quedarse callado después fue su mejor opción. Al menos la comida lo alegró.

—Vi la pelea de ayer, Akari —Comenzó la conversación Ryo—. Casi no podía ver a Raijū; es muy veloz.

—¡Así es! ¡Pareció un cohete! Me encanta esas modificaciones que les pedí a tío Tsubasa.

—Me recordé de Gingka cuando obtuvo a Cosmic Pegasus... Con sus modalidades y la alegría que le dio por usarlo.

El mencionado notó como el viejo trataba de introducirlo a la plática. No fue su primera vez en eso.

El repentino silencio del chico dio a entender del poco interés que le prestaba a esos asuntos.

—Soy mejor que él —Revolvió el plato, ardiendo de enojo.

—No lo dudo, hijo —Contestó el de bufanda, sonriente y deslumbrante. Impactando los otros dos—. No me sorprende de tu victoria ya que desde que te di a Raijū, eres un increíble blader de la nueva generación.

Y no mentía. Siempre llevando a un lado la incapacidad de mentir, por el contrario su hijo no se le veía vergüenza al soltar de mentiras.

—¡Ja! A puesto que te mueres de envidia porque te estoy superando, viejo sucio.

—¡Akari! —Dio un golpe a la mesa Ryo.

—Oh, sí. Me da un poco de envidia —Siguió el juego Gingka, totalmente orgulloso de decirlo.

—¡Gingka! ¡No dejes que te hable así!

—¿Fue sarcasmo? —Ignoró Spark el comentario de su abuelo. Levantando la furia que traía desde la charla— Yo te puedo vencer y a otros mil.

—No fue sarcasmo. Es verdad... ¿Crees que estoy mintiendo?

Pero su honestidad no pudo convencer al chico, que sin precedentes casi estalla de la ira. Se levantó en un segundo y con la mirada del demonio, fijó sus ojos a su padre.

—¡Tengamos una batalla! —No lo pidió como un simple capricho. Lo hizo demandando con la proeza que le sobraba.

Los otros pelirrojos no dudaron en que así lo reclamó. Con seguridad, ya que aunque sea lo más mínimo, tenía que poner en claro su fortaleza.

—¿Es en serio? —Preguntó el más mayor— ¿Ahora? Gingka, no dejes que-

Y cuando vio al nombrado, el mismo vigor representaba sus ojos. Sabía que a ninguno de los dos podría detenerlos en ese momento. Ambos poseían determinación a niveles bestiales.

Ryo suspiró. La comida la tendría que guardar para luego.

——|⭐|——

Padre e hijo no esperaron. Tenían la emoción por los cielos, la fuerza de un volcán y lo mejor apenas empezaba. No contaron cuando fue la última pelea que presentaron, pero importaba más el presente, el cual los alegraba mucho. Por fin verían de cuantos serían sus límites.

—Estoy feliz de poder combatir nuevamente contigo, Akari —Profirió optimista el de bufanda, tan resplandeciente como el sol entre las nubes.

—¡Calla y comienza! —Denigró su descendiente una vez en la plataforma elevada— Estoy ansioso por enseñarles mi progreso.

En las gradas, Maru recibía a Tsubasa con un pequeño saludo de mano.

—¿Qué pasa ahora?

—Parece que Spark se molestó y bueno, en fin, no hay mucho que decir —Explicó la joven mecánica—. ¿Verá la pelea?

—Solo quiero asegurarme de que no haya nada fuera de lo normal —Vio a los combatientes empuñar sus bey, conservando el mensaje desafiante que se transmitían mutuamente—. A veces uno de ellos se pasa con las peleas y los que terminan pagando eso, son los pobres bey.

—Con más razón mi maestra se pone tan molesta.

El conteo hizo estremecer a los espectadores, que no evitaban captar el fulminante encuentro en sus teléfonos. Además de tener a dos bladers famosos, un combate extraordinario atendía frente a ellos.

—¡Tres, dos, uno! —Voces de varios se fundieron en un coro de puro gozo, mientras los luchadores empezaban la batalla.

—¡Let it rip!

Lo primero que se admiró fue el estadio girar, en tanta potencia como los participantes podían dar. Sus velocidades eran las mismas, con ello no lograban colisionar con el otro, por ende empeñaron todo la energía para avanzar y darles. Aunque parecía una carrera en círculos.

—¡Síguelo, Raijū! ¡No pares!

—¡Vamos, Pegasus!

Por cada parte, los bey corrieron, acatando las órdenes de sus dueños al aumentar la rapidez con la que empezaron. Tras correr uno detrás del otro, la fuerza los llevó a mover sin escrúpulos el campo, tanto que varias veces se sacudió a los lados.

—Raijū Chuck 130D, con piezas Delta —La analítica de Maru, se llevó los datos a su laptop—. Mejorado en la velocidad al alivianar sus demás partes. Además de intensificar el cálculo general de su equilibrio para menor probabilidad de balancearse y chocar contra el piso. Su punta de rendimiento es solo apta en los estadios Zero G.

—Gran observación, Maru. ¿Madoka te enseñó?

—Así es. Mi maestra me ha explicado a cerca de estas piezas. Y Raijū es increíble por sus modificaciones —Un repentino choque entre los bey, forjó diversas ráfagas de aire. Seguido de alaridos entusiastas de la gente alrededor—. ¡Chocaron por fin!

Pegasus iba a la delantera, llevándose tan perdulario hacia el borde a su rival, quien a toda máquina evitaba tal acción; mas la fuerza de Samurai no tenía comparación.

—¡No lo haces nada mal! —Gingka conocía trucos para abrir la caja donde se ocultaba la gran fuerza, y solo con aquella ladina sonrisa, el cajón abrió su ferocidad— ¿Hasta aquí llegaste, hijo?

—¿Crees que hasta aquí llegué? ¡Vaya manera de poner las cosas! ¡Raijū, es hora!

El valiente Chuck ejecutó su primera habilidad. Aceleró a todas partes, de aquí y allá, volando y abarcando el estadio completo, tan fugaz como la confianzuda mirada de Spark.

—¡Tormenta eléctrica! —Aclamaron las personas, nombrando la maniobra.

Antes de darse cuenta de que más personas inundaron los asientos, la maniobra de Raijū advertía que en cualquier momento iba a chocar contra Pegasus. Aunque siendo un Blader Legendario, no se esperó menos de Gingka, que esquivaba los posibles golpes en movimientos veloces similares.

Una fanaticada del Príncipe, colmó los espacios en silencio del sitio, animando la velocidad de su bey. Uno de otro ánimo para el de bufanda.

—¡Já! ¿Oyes cómo me aman a mí? —Presumió Akari en el constante baile de Raijū que era evadido en un parpadeo por su oponente. El estadio se balanceaba como nunca, en todas las direcciones— ¿¡Ahora si te da celos!?

No obstante, el idílico rostro de su padre le enmarcó en fuego la gloria que sentía por estar allí. Ser animado o no, a Gingka le agradaba pasar tiempo con su pequeña luz. ¿Qué importaba lo demás? Nada. Los aplausos eran para el Príncipe de los truenos pero a él le llenaba de satisfacción poder combatir.

Fueron las silabas que el dueño de Pegasus brindó, las que produjeron un fuego espantoso en Spark.

—¡No sabes lo feliz que estoy! ¡Eres increíble!

El mundo se volvió negro, pintando el ambiente de esa negruzca nada. Mostrando solo la cara en confianza de Gingka y la rabia que se carcomía al joven blader.

Solo jugaba con él. Solo jugaba con él.

—Lo odio —Y se dijo el diario—. Lo odio mucho...

La rutina. El infierno. Lo que algún día lo mataría de la rabia.

—Pegasus, mándalo lejos...

Para cuando quiso remover la ira, Pegasus creó un alucinante choque al darle en un milisegundo. Regresó a la realidad con aquel impacto de viento que casi lo hace volar a él también. Se enganchó a las plataformas y sus barrotes, pero la oleada de poder por ese golpe provocó a más de uno sostenerse.

—¡Maldición! ¡Maldición! ¡¿Donde está Raijū?!

A ese punto, el tiempo robó la velocidad de Chuck, pues corría a un paso que solo el ganador percibía. El estadio se fue a un lado, más tarde un tintineante bey se postró en el suelo. Era la advertencia de la derrota para alguno de los dos.

—¡Oh, ya ganó! —Observó Maru.

—El ganador es...

—¿¡Cómo puede ser que tú ganes, viejo sucio!? —De no ser porque de cubrió la boca después, sus fans no lo seguirían motivando.

Gingka ganó justamente, por lanzarlo fuera de los límites.

Akari se fugó del lugar, tomando como el torpe perdedor a su bey, siendo siempre respaldado de su padre. Aunque no se retiró sin olvidarse de sus fans, que los consintió con besos y miradas brillantes.

Todo pasó tan rápido. Y el fuego de la ira iba alcanzando más fulgor con cada sonrisa de Gingka.

—¿Qué te he dicho de las emociones en las batallas?

—¡Puro blah, blah, blah!

Ambos pelirrojos se hallaban a una distancia fuera de los ojos curiosos de los fans. Así que el Príncipe podía relinchar al aire sin poner restricciones.

—Akari, conoces muy bien que los sentimientos también influyen en el Beyblade. ¿Por qué te molestaste?

—¡Porque eres un idiota! —No faltaba tanto para arrancarse cada cabello de su cabeza— ¡Me estás subestimando! ¡Y odio ese nombre!

Gingka inhaló, en busca de paz. Luego exhaló, tirando los augurios.

—No te estoy subestimando. Combatí como siempre lo he hecho... Ya te dije que eres muy fuerte...

—¡Mentiroso! ¡Ya muérete!

No llegó a darle otro hágalo, porque su hijo se desapareció tras insultarle dos veces más.

Spark lo dejó con la palabra en la boca, huyendo, quizás para encontrar un pozo y aventarse.

Las dos de la tarde. El resto del día sería el infierno. Y el almuerzo estaba tan frío, como todas las mañanas desde que Akari enmarcaba su furia.

——|⭐|——

Dos de la madrugada. Ryo se levantó para un vaso con agua, pero su camino a la cocina se obstruyó al descubrir a Gingka viendo por la ventana.

La escena tenía pura calma. Tranquilidad. Un manto de silencio para otorgarles un momento de paz. Sonrió sin razones.

Por lo que vio Ryo, su hijo no notó su expectante presencia. Aunque él si percibió algo; el ahora pegaso adulto, aparentemente, lloraba. Removiendo las lágrimas mientras era uno con la afonía de la sala.

Se conservó silente, por dedicarle un segundo a solas a Gingka. No quiso interrumpir en su calma, entonces regresó a su habitación.

—Llora al igual que un niño... Como en los viejos tiempos —Pensó el abuelo en sus pasos de retorno a su alcoba.

——|⭐|——

N/T:
¡Hola! Estoy emocionada de que vean las relaciones que posee Spark y la evolución de estas. Debo admitir, que me ha gustado escribir este episodio. ¡Nos vemos!💕

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top