Prólogo
↬💛↫
Padre...
Esa simple palabra me dejó helado, era bastante el tiempo que había pasado al sentir de nuevo, una emoción como esa.
―¿Es una broma dattebasa?
Las palabras brotaron solas, te lo juro, fue muy tarde cuando me di cuenta que había metido la pata, sobre todo, lamento tanto que haya sido tu rostro lo que me hizo entrar en razón; la había regado, y si lo hice.
No dijiste nada más, solo cerraste la puerta y te marchaste.
Me maldije al no ir por ti y disculparme, pero es que ni yo sabía que decir o hacer, estaba atónito, sin palabras, cómo si mis emociones decidieran tomar un pausa en mi vida al igual que mis acciones.
No estaba listo.
Pero, ¿por qué? Después de unos minutos desconectado de la realidad, me di cuenta que... tenía miedo, muchísimo terror a cometer varios errores, al no educar de la forma adecuada a nuestro hijo o hija, digo, soy consciente que de niño fui muy hiperactivo, hice muchas estupideces. Al principio, así era yo normalmente, pero con el paso del tiempo... admito que quizá me pasé, pero tenía un motivo y, ese era el problema, mi padre.
Tenía miedo a no ser como él.
Siempre lo juzgué y le dije que era un pésimo padre, ¿cuántas veces? La verdad perdí la cuenta y me hace sentir peor aún.
Cuanto daría porque estuvieras acá y me dijeras que hacer en este momento. Quizá no me ibas a dar un consejo tan bueno por la emoción, pero sé que estarías feliz y yo también, porque el temor siempre estará ahí, pero lo sabré llevar a tu lado, pero...
No podré ser como tú.
Tú fuiste un estupendo padre, no te lo pude decir en nuestra ultima charla, y de ello me arrepiento como no tienes idea.
Claro que me haré cargo, Sarada es mi esposa y supongo que, es algo normal que estas cosas ocurran, incluso puedo decir que toda la aldea ya esperaba que tuvieramos un hijo.
La mayoria de mi generación ya son padres y sus hijos ya hablan.
Mi relación con Sarada duró alrededor de tres años, a pesar de que fue a larga distancia por mis frecuentes viajes, estabamos conectados. Después de que volví a la aldea, tarde un año para pedirle matrimonio por los estúpidos nervios o la inseguridad de que me dijera que no. En sí, fueron cuatro años con ella para luego vivir juntos, fuimos también los ultimos en casarnos ya que ella es hokage y yo jefe de la policia militar, era como si ya lo estuviesemos desde antes.
Nuestro matrimonio lleva tres años, así que, el que esté embarazada no es un problema ya que estamos casados. Pero habiamos acordado no tener hijos y teníamos tres razones.
La primera; no estaba listo, así de simple y tonta suena. La segunda; era el miedo, si, el gran Boruto Uzumaki tenía miedo a ser llamado papá porque sentía que no lo merecía. Y la tercera y más importante, era el tiempo, ambos estabamos ocupados la mayor parte del mismo, solo cenabamos y dormiamos juntos, en algunas ocasiones Sarada se quedaba hasta el medio dia, pero en la tarde nuestro hogar estaba vacio.
No me molestaba, en lo absoluto. Comprendí lo que significa ser hokage y si ese era su sueño, me dije a mí mismo que, sin importar nada, yo la apoyaria y la protegeria.
Además, cuando ella cruza la puerte, me hace sentir una persona amada y completa, me sentía afortunado porque esa faceta nadie más la vería.
Si tenemos un hijo, no tendriamos tiempo para cuidarlo, o al menos no el indicado, es un bebé, no se cuida solo un rato como mi sobrino, un bebé nuestro sería nuestra responsabilidad de la que no podremos doblegar.
Para mi suerte, Sarda lo entendía y de ahí no tocamos el tema.
Sé que ella tampoco se siente lista y este embarazo no fue apropósito. Practicamente fue mi error, ya que yo usaba preservativos, en un descuido quizá se rompió y sucedió, los papeles de su diagnóstico indicaban dos meses y ahí corrovoré lo sucedido. Hace dos meses fue el cumpleaños de Shikadai y somo adultos, por lo tanto bebí y me embriagué. No recordaba nada, ni como llegue, al despertar solo vi a mi esposa a mi lado.
Segun Inojin, Sarada fue por mí y me cargó como un costal de papas hasta la casa.
―¡Eres un desconsiderado! ―me apuntó Chouchou, lo sé, Me dije en mis adentros, lamento notarlo muy tarde―. ¿Cómo te atreves a decirle eso a Sarada?
No quería reproches, pero si me los merecía.
―Lo sé, lo sé ―desvíe la mirada frustrado, me sentía enojado conmigo mismo―, no debí.
―Y ni siquiera fuiste por ella ―negó tocándose el rostro, dejó de lado su enfado y me miró, ella también parecía afectada―. Oye, nunca la había visto tan triste.
Me merecía cualquier cosa, fui un idiota, uno muy grande y no era lindo escucharlo si no era de ti, Sarada.
―Tiene razón.
La voz de Mitsuki me asustó, como siempre. Él miraba hacia la dirección donde ChouChou se había marchado.
―Mitsuki...
―Sarada estaba llorando.
Escucharlo dolía tanto... no quiero ni pensar o imaginarla así, es tan doloroso lastimar a una persona que amas y más aún, sin querer.
―¿Quiéres hacerme sentir peor? ―me levanté y caminé hacia la ventana, necesitaba despejarme o las emociones me atraparían también―. Claro que estaba llorando, desde que le dije tremenda babosada vi su mirada apagarse y sus ojos...
Sus bonitos ojos, malditasea.
―¿Cuál es el problema? ―me preguntó confuso―, solo es un bebé.
―Exacto, mi bebé ―lo miré exaltado― no es el tuyo que si me cae me dirás que no hay problema. Es mío, mi responsabilidad, apenas y recuerdo comer tres veces al día, un bebé ¿cuántas veces come? No lo sé y ese es el problema.
―Eso depende ―se tocó la barbilla pensativo―, pueden ser de ocho a doce veces, ellos solo lloran y tiene hambre.
―¡Come más que yo dattebasa!
―No es verdad, su estómago es más pequeño, pero les gusta fastidiar.
―Lo que quiero decir, Mitsuki... yo ―¿cuál era realmente el problema? Me sentía perdido, nervioso―, ¿cómo le hiciste?
―Solo lo alimento cuando llora, es como una mini alarma que te avisa...
―No, no eso ―me rasqué la sien nervioso―, para ser un buen padre.
― Ah, eso ―me sonrió, lucia tan tranquilo que me transmitió su actitud―. No le des tantas vueltas al asunto, tal vez no te sientas listo, pero cambiarás de opinión cuando lo cargues.
―Quizá.
―Sarada es la que tendrá más cambios, supongo que no es fácil llevar una vida nueve meses, además, con lo agotador que es su trabajo deberías cuidarla más.
Eso era cierto.
Llegué a la casa aún desanimado, ya entendía mejor las cosas, pero eso me hacia sentir más culoa. Las luces estaban apagadas, pensé que Sarada no había llegado, pero vi el manto de Hokage en el perchero.
Subí a la habitación al sentir silenciosa la planta de abajo, no habían habitaciones abajo así que tenía que estar en la nuestra.
Estando fuera de la habitación, la puerta estaba ligeramente abierta, me asomé sin hacer ruido y la vi.
Tenía su camisón de dormir, esa bonita tela delgada y blanca, delineaba su silueta de una manera suave, como si acariciara su cuerpo, perfecta para dormir.
Sarada estaba frente al espejo de pie, tenía sus manos en su abdomen y, hasta ahora, pude notar que tenía una leve curvatura en su antes vientre plano. Ella era delgada, por lo que aunque el bebé aun se comenzaba a desarrolar, ya se le notaba un poco.
Sus labios, teñidos de un leve color coral, se curvaron en una sonrisa, una tan linda que ni yo podía sacarle. Cuando la hacia reír, ella mostraba sus relucientes dientes blancos o un sutil movimiento de labios, pero, ahora, era distinto.
Era la sonrisa más hermosa que había visto en su rostro.
Movió sus labios, susurrando algo que no llegaron a mis oidos y, después, su sonrisa se apago de repente, su mirada cambio tan dolorosamente para mí y una lágrima se deslizó por sus mejillas.
Era mi culpa.
―Sarada... ―la llamé y se quedó inmóvil, en un rápido movimiento, limpio esa lágrima y me miró.
―¿Necesitas algo? ―estaba enojada y deprimida, su voz era una combinación de ambos.
―Hablar ―cerré la puerta detras de mí, la idea de quedarme ahí parecía tentadora―, lo de esta mañana...
Intenté hablar, pero mis emociones eran tan contradictorias y me sentía tan vulnerable.
―Perdón ―creo que nunca me había sentido tan incómodo y mal―. No debí hablarte así.
La miré y nunca me había dolido tanto.
Tenía el ceño levemente fruncido y en sus ojos intentaba oprimir las lágrimas, sus labios temblaban y los mordía.
La lastime y yo juré protegerla.
Mi cuerpo se movió solo; la envolví en mis brazos, presionándola contra mi pecho, amándola y consolándola. Me dolía tanto escucharla llorar, sentirla temblar y aferrarse a mí como si yo fuese a escapar.
―Tengo miedo ―le susurre―, por favor, lo siento tanto.
―¿A un bebé? ―intentó contener el llanto y me miró, con los ojos llorosos y dolidos.
―A no ser un buen padre ―sentí su respiración en mi cuello y el agarre de sus manos en mi camiseta fue descendiendo―. Jamás podré ser como él.
―Dijiste que no querías ser como tu padre ¿no? ―se separó y me miró para luego tocar mi mejilla― solo sé tu mismo, yo igual tengo miedo, pero mi madre... incluso la tuya, todas me dicen que solo en el momento ocurre.
―Lo sé, pero...
Colocó mi mano en su vientre y no podía describir lo que sentí, las emociones me golpearon con más confusión.
―Es nuestro, Boruto.
Podía sentir un ligero flujo de chakra y a la vez cálidez, era asombroso pensar que en un tiempo estaría entre nosotros, pero es nuestro.
Tenía que protegerlo así como tú lo hiciste.
―Todo estará bien.
―Gracias ―murmuré juntando mi frente con la suya―, por darme una familia.
Ella sonrió, era una combinación de lo que le causaba yo y de lo que le transmitía nuestro hijo, cerré los ojos disfrutando el momento cálido y reconfortante, y la besé.
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