La noche de la fogata estuvo presente en mis sueños, y en ocasiones aún me preguntaba si aquella velada a tu lado había sido realidad.

Todo había sido tan significativo y memorable.

Por fin creía tener una historia digna para compartir.

Incluso cuando poco antes de volver a mi casa, festejamos un poco en la pista de baile con tus amigos, todo seguía siendo especial.

Mi madre se conmovió tanto cuando le narré lo que habíamos hecho que, una vez hube terminado, se precipitó a llamar a sus amigas para contarles lo sucedido.

Me alegré tanto haber omitido la parte del beso porque supuse que habría organizado una reunión con la familia para hablar de aquella noche.

Típico de madres.

Sin embargo, a mi padre aún no le agradaba en su totalidad la idea de los muchachos, así que preferí esconderle lo que había pasado, por el bien de todos.

Mis amigas parlanchinas tampoco quisieron perderse de ningún detalle.

Con sus expresivos gestos pude descifrar que se enamoraban, desfallecían y revivían de los recuerdos una y otra vez, tanto como yo lo hacía.

Entregaba el universo entero para regresar el tiempo y hacer todo de nuevo.

En tal caso, me dejaba caer de espaldas sobre mi cama y suspirando aceptaba ser flechada por cupido.

-Lis.