[ V e i n t i n u e v e ]
Poco después de admirar el amanecer, tomé una rápida ducha de agua helada, escogí mi mejor ropa, cepillé mi cabello repetidas veces -hasta que se viera como lo deseaba-, y maquillé mi rostro con aires de madurez.
No me parecía a la chica bonita de la portada de mi revista favorita, pero hacía un buen intento.
Ansiaba verme linda, de cierta forma, siempre me había gustado robar el aliento de los muchachos, pero nunca había querido usar eso a mi favor, hasta que llegabas tú y entonces, mi interés en capturar miradas, crecía.
Todo indicaba que luego de aquella gran noche, habían más motivos para hacerlo.
Ay, niña Lis.
¿Dónde había estado escondida esa parte mí?
Seguro, detrás de mis nervios de punta y boberías de adolescente.
Sin embargo, me gustaba esa nueva faceta y me alegraba que saliera a luz.
Me deleitaba posando frente a mi espejo, practicaba diálagos imaginarios y preparaba mis mejores sonrisas.
No sabía entonces, que para encantar a alguien, solo bastaba con amarme a mí misma primero. Porque de esa manera, lo que faltaba sería sencillo, pero, tal vez el tiempo y los errores serían los indicados de enseñarme eso.
Porque mientras la mañana seguía transcurriendo con mucha lentitud, mis ganas de sentirme única y brillante bajo el ardor de los rayos del sol, seguían en pie.
-Lis
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