[ D o c e ]

Hecho de menos el tiempo en que la inocencia viajaba por todas las islas de mi mente y las fantasías dibujaban, en mi pequeño lienzo imaginario, los mejores finales felices. 

Probablemente, sea porque, en el fondo, ansío de vuelta mi amor en ello. 

Tanta era mi emoción por compartir una pieza de tu pertenencia, que el mundo a mi alrededor dejó de tener importancia.

Lo único que merecía mi atención era la persona que se encontraba frente a mí y sus penetrantes e hipnóticos ojos verdes.

Te di las gracias por el gesto y prometí, con bochorno, que iría a mi casa por ropa nueva y te devolvería la camiseta cuanto antes fuera posible.

Pero, creo que si cierro mis ojos por un instante, el momento que robó mis sueños durante finitas madrugadas, aún se puede repetir en mi campo de visión. 

Tus labios, ligeramente curvados, dejaron escapar una melódica carcajada que danzó a través de la brisa del mar. Acercaste, con sumo cuidado, nuestros bronceados rostros y desapareciste, casi por completo, la estrecha distancia entre nuestros labios. 

Creí que me besarías.

No obstante, cuando,  en arrullo me pediste que me llevara la camiseta y la conservara como un pequeño recuerdo de tu parte, mi corazón se encogió enternecida.

¿Te cuento un secreto?

Justo ahora, la famosa camiseta reposa entre mis manos y creo que todavía posee tu magia, como la primera vez que la usé. 

-Lis


Es un sábado de magia. ¿También la sienten ustedes? 

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