[ D i e c i o c h o ]
Solía correr perseguiendo al tiempo, creyendo que un día podría alcanzarlo. Sin darme cuenta, me detuve en medio del camino, y el único que siguió corriendo fue él, intentando atraparme a mí.
Con la emoción tiñiendo el Lucero del alba, los días faltantes a la memorable tradición de fin del verano, transcurrían a gran velocidad.
Ese año, recibí tres diferentes invitaciones de acompañante para la fagota, pero tal y como lo hice en ocasiones anteriores, rechacé cada una de ellas.
No me gustaba romper corazones, mas albergaba una chispa de esperanza en mi corazón de asistir contigo a la celebración. Tan solo por una vez, quería saber lo que se sentiría llegar a las orillas de la playa, usando un lindo vestido y de la mano del chico que robaba mil y un suspiros.
¡Días gloriosos aquellos, cuando jóvenes éramos, la belleza nos envolvía en su manto!
Recuerdo aún cómo, mágicamente, sucedió todo.
Era de tarde, con el sol ardiendo en cada parte de mi piel. Para colmar el calor, me acerqué a un kiosko de bebidas heladas y al hacer mi pedido, te divisé a solo unos cuántos metros de distancia.
Mientras esperaba mi orden, se me ocurrió que debía hacer algo para atraer tu atención. No era una chica coqueta, pero visualicé a mis amigas con sus lecciones fallidas de seducción y, un poco nerviosa, comencé a hacer uso de todas sus enseñanzas.
Terminé haciendo el ridículo entre todas las personas, aunque de nuevo, tú estabas allí, dispuesto a cubrir la vergüenza.
Creí que habíamos nacido entre algo demasiado hermoso.
Siempre tuviste ese algo que me atrapaba.
Y todo valía la pena cuando mi corazón se sentía justo donde quería estar.
-Lis.
Feliz martes 🧡.
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