[ D i e c i n u e v e ]
En esa tarde, nuestras carcajadas se mezclaron entre los murmullos de los turistas y tus constantes halagos a mi persona.
¿Había algo de malo con perdernos por un momento?
Hablamos tanto como lo harían dos viejos amigos que se reencuentran en una parada de autobús luego de muchos años de ausencia.
Parecía que teníamos una vida entera por compartir, errores por cometer y lugares por conocer.
Y cuando creí que las cosas no podían ponerse mejor, llegó el momento por el que tanto estuve esperando.
Me tomaste de las manos y con una sonrisa que lograba alcanzar el borde de tus esmeraldas, reflejando, no solo picardía, sino también ilusión, me preguntaste si quería ser tu cita en la fogota.
Con el ácido sabor a una naranjada con soda en mi paladar, aceptar la propuesta no fue una tarea difícil.
«Eres guapa, lista y me divierto contigo, dime ¿por qué voy a pensar en alguien más que no seas tú?»
El aire salado que aspiraba, se hizo más ligero para mis pulmones e incluso mis pies se desprendieron del suelo y comenzé a levitar.
No sé cómo lo hacías, pero lograbas que siempre perdiera el aliento.
¿Qué me darías para sentir el corazón fuera de su lugar?
Tal vez era tiempo de dejar de huir del amor y empezar a vivirlo.
-Lis.
¿Ya les dije que amo actualizar? 🙆🏻♀️
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