SU0°C: THE RED CURTAIN

Los sonidos llegan a una persona incluso antes de la autoconciencia. La memoria auditiva puede ser el único testigo la mayoría de las veces. Min Chae Young estaba interesada en esa área en especial.

Su teoría sobre el poder de las ondas magnéticas asociadas a la percepción del sonido la habían llevado hasta el lugar que ostentaba por encima de los de su generación, aún más allá del hecho de llevar el peso de su apellido.

Sonidos, marcas indelebles de reconocimiento fuera del espectro del horror. Los sentidos licántropos se exaltaban bajo ciertas condiciones; para una Min, con el estigma de los pura sangre, la descarga de adrenalina era mayor.

Por eso trataba de mantenerse atenta en la habitación donde sus captores la habían trasladado. La mordaza en su boca y las grotescas ataduras en sus extremidades eran parte del paquete para intimidar a su único familiar en la ciudad, si es que todavía seguía en la capital.

Una especie de laguna mental crecía para disgusto de la omega cuando intentaba revivir el camino hasta la situación actual.

A esas alturas tenía la plena seguridad de que los hombres de su primo estarían tras su pista, pero nunca estaba de más intentar sobrevivir… y con ello se refería a evaluar la situación con sus propias reglas.

Una estrecha franja de luz penetraba en el viciado sótano donde habían hecho la grabación con la que pretendían atraer a Yoongi.

De eso la separaban unas diez horas al sur de dónde sea que estuviera, a juzgar por cómo las sombras se habían alargado contra el vetusto ventanal que a modo de claraboya comunicaba la habitación con el exterior.

"Tiene que haber otra salida. Siempre la hay."

Pensó la omega mientras tironeaba de las rudas sujeciones que mantenían en carne viva sus tobillos y muñecas. La temporada para deshacerse en gritos había pasado y a excepción de los minutos que pasó con el hombre del pasamontañas y el otro del cubre bocas oscuro para filmar la amenaza, no había tenido más contacto con sus captores.

Lo que comenzara como una tarde nublada en el centro de Meyondong para obtener una nueva libreta y avanzar en el diseño del bullet journal del próximo año, había mutado a un secuestro en ciernes.

Chae Young reparó en el bajo deshilachado de sus vaqueros. Todas las personas valiosas para su primo tenían incorporado un rastreador en alguna reliquia familiar.

Por lo visto, una práctica de la cual el enemigo estaba al tanto, teniendo en cuenta que tuvieron especial cuidado de despojarla del colgante con dos pequeños diamantes que cargara desde la tierna edad de los siete años. 

En blanco, fuera del campo de Jackson Wang y el resto de los seguratas de su primo, o eso deberían pensar los demás, mientras Min Chae Young ponía todo su empeño en rasgar el bajo de sus jeans hasta tocar con las patas de la silla el minúsculo anillo de plata que reposaba en el dedo más pequeño del pie. 

Una medida extrema a la que ella misma había accedido y que ahora agradecía, pues sucediera lo que sucediera, al menos Yoongi sabría dónde buscar de veras y no caer en el juego del gato y el ratón en el que por lo visto deseaban encerrarlo.

La colección de murmullos provenientes del exterior fue interrumpida por el estallido inequívoco de un trueno.

Lo próximo que supo Chae Young, aún en medio de la oscuridad donde habitaba, era que fuera de aquel sitio, una tormenta conquistaba con furia la posición que los testarudos humanos habían intentando quitar. Plantas agitándose por el viento, silbar de árboles caducos, salitre… Chae Young sonrió en medio del desastre.

No hay una mejor forma de esconderse que quedarse a la vista. Allí, en la punta de las narices del Imperio Min, la apuesta para intentar derribar al rey en el ajedrez y atacar a su pareja era ocultar el alfil detrás de la línea de los peones.

No podía ser más brillante y a la vez aterrador. Chae Young se convenció de que debía salir de aquel sitio por su propio pie. Los tiempos de jugar a la damisela en peligro habían pasado.

Su familia la necesitaba, y para los Min no había fuerza que pudiera mover mayores montañas que la sangre. Sangre que bien podría estar diluviando sobre los que se congregaban en la playa de la misma isla que servía de casa y castigo a sus habitantes.

Uno de los que estaba de pie bajo el vendaval era un omega de cabellos rosas y ojos tempestuosos. Jimin apenas había intercambiado los saludos de cortesía con sus congéneres, cuando el nudo en su garganta casi le impedía respirar y recordar cómo era apropiado moverse en sociedad.

—Hubiera sido una tarde perfecta si el mal tiempo no se empeñara en visitarnos otra vez ¿No lo cree, querido?

Choi Siwon no perdió tiempo para colocar mejor el paraguas sobre el omega de los Min.

"¿Estás listo? Una vez que te unas a ellos, clamarán por tu sangre si te equivocas ¿Qué tan dispuesto a mentir estás, angelito?"

La voz de su esposo volvía a cubrirlo mientras el acto reflejo de tocar la reciente marca para calmarse, mantenía los nudillos del pelirosa tan pálidos como la primera nevada del año. Una sonrisa exultante creció en el rostro de Jimin.

—Disfruto del clima difícil—terció antes de tomar el control del paraguas que Siwon aún mantenía sobre sus cabezas—Lo único lamentable es que el Moon Prince no podrá zarpar, al menos no hoy.

Los gélidos dedos del pelirosa se encontraron con los del alfa. El atuendo de Jimin no era para nada provocador, pero si algo tenía que concederle era que destacaba en medio de la multitud que había optado por complejos tocados y trajes de diseñador.

Una mueca condescendiente llegó al semblante del alfa. Desde su posición podía percibir el fuerte aroma de Min Yoongi impregnado en el omega. Una señal de advertencia cual rótulo en rojo que gritaba "puedes ver pero no tocar."

El antiguo heredero de los Park pareció unirse al hilo de los pensamientos de Choi. Estar a la expectativa no era saludable, pero hasta el clima opinaba que algo malo iba acontecer. 

"La información es poder, angelito. No dudo que estén intentando alguna distracción para atacar de frente y por lo visto han centrado la debilidad en lo que pueda sentir por ti."

"¿Entonces quieres que crean que no hay nada más entre nosotros que una fachada?"

La sonrisa de Yoongi hubiera traído calor al Polo Norte. Jimin se había estremecido mientras su esposo le colocaba las botas de tacón medio que actualmente calzaba.

El dispositivo con forma de tobillera que llevaba las iniciales de la famiglia Min no solo estaba destinado a saciar la vista ajena al realzar el contraste de la cremosa piel del chico y el oro negro, para nada.

El mundo estaría boca abajo si supieran que el archivo ZETA, los códigos del proyecto ZERO y un rastreador habían sido incorporados al delicado engranaje de dijes con motivos de lobos.

"Vuelvo a cuestionarte, cariño… ¿Qué tan lejos puedes ir por mí?"

La voz ronca de Yoongi había disminuido aún más. Saber que eran observados por el enemigo solo lo complicaba mientras Jimin le ordenaba a su corazón aquietarse.

"Mataría por ti… te ayudaré a descubrir a quién sea que esté detrás de todo esto."

Humedeciendo sus labios con la lengua, el omega apostó por una salida más allá de la plática superficial con tal de reunir información que pudiera ser útil para su alfa.

—Señor Choi… quiero decir Siwon-shi ¿Por qué no hablamos sobre el compromiso de su sobrino y el joven Kang? Sé que son asuntos de familia, pero no pude dejar de empatizar con el pequeño pelirrojo. Creo que deberían reconsiderar en cuanto apresurar esa unión.

El giro en la conversación trajo una sombra a los orbes color pizarra del alfa. 

—Aprecio su interés, sin dudas se convertirá en uno de los omegas más respetados en nuestro círculo, pero como bien decía, son asuntos de familia. No cruce esa línea cuando no está dispuesto a quemarse, más si ya tiene sus propios problemas para sobrevivir.

La velada amenaza que descansaba en el final del discurso de su acompañante comprobaba la teoría de que algunos botones podían ser presionados para extraer sustanciosas gotas de verdad.

Jimin se apartó el mechón de cabello que había estado coqueteando con su mejilla derecha durante toda la charla. Su risa se unió al susurro del viento que doblaba los juncos en la playa.

La descomunal carpa en tonos lila aguantaba las inclemencias del vendaval mientras los representantes del Grupo Min conversaban en pequeños grupos fuera del alcance de los emplazamientos donde se exhibía la cartera de negocios de la feria.

—Que consejo más inútil ¿No lo cree? Si no estuviera en la posición para hacer una observación de esa naturaleza, créame que tendría el buen tino de mantenerme en silencio. Estoy consciente de lo que se habla a la espalda de los Park y los Min. Lo irónico es que todos siguen regresando para besarles el trasero y de paso apostar por un favor. Tenga cuidado usted… las rosas tienen espinas por una muy buena razón…

—Para defenderse de las plagas, supongo…

—O para hacer más atractivo el reto. Discúlpeme, Siwon-shi. La señora Shin me está haciendo señas hace tiempo para que vaya a su presencia. Recuerde que estaré al pendiente de la unión Kang-Choi.

El paraguas que Jimin sostenía oteó antes de pasar definitivamente a los dedos de Siwon. 

—Vaya con cuidado, señor Min.

Apostilló el alfa y el aludido pudo percibir cómo su pequeño sondeo había sembrado la semilla de la inestabilidad. Una ligera inclinación de cabeza fue todo lo que recibió el magnate, mientras Jimin atravesaba la carpa en dirección a donde Suran y la colección de omegas floreros degustaban los restos del pastel de fresas que se sirviera después del almuerzo.

—Creo que será difícil echar amarras al mar cuando las tormentas parecen ser parte de Kyomi. Algo extraño, teniendo en cuenta de que suele ser muy pacífica en esta época del año.

El comentario de Rosé, una de las protegidas de Suran iba dirigido a la inexperiencia de Jimin en esas lides. Su primera vez en la isla y ya contaba con casi dos huracanes volteando el cielo que había anhelado explorar desde su llegada. 

—No siempre las cosas salen como deseamos, señorita Park. Además, existe cierta belleza en el caos. Apuesto que después de la tormenta vendrá la claridad que tanto ansían los invitados a la feria.

El peso de las palabras de Min Jimin iba en dirección de muchas preguntas que no se atreverían a formular.

Envidia, resentimiento, codicia… ningún sentimiento positivo podría nacer de un sitio donde la competencia ya le ponía la etiqueta y el precio a su valía. Suran sonrió al comprobar que el esposo de Yoongi tenía agallas.

—Estoy segura que así será y para beneplácito de todos, eventos como los de esta mañana no se repetirán. Mira que inventar que en la isla se hacen sacrificios humanos para convertir el suicidio de la anciana de la playa en campaña contra el grupo Min.

—¿Suicidio?

Las cejas color rosa de Jimin se arquearon ligeramente. De todas las indicaciones que Yoongi le había dado en la privacidad de la ducha no había nada referente a alguien perdiendo la vida o quizás…

"¿Alguien sabe que intentaron envenenarme con una serpiente? Más vale que me respondas, Yoongi, o no sabré controlar mi expresión cuando los buitres con los que operas intenten usar eso en mi contra."

Su esposo se había pasado las manos por el pelo antes de dedicarle una mirada irritada.

"¿Yoon?"

"En nuestro sistema solo se filtra lo que queremos. La prensa no se enterará de nada a menos que… a menos que ocurran consecuencias irreparables."

En ese punto Jimin había guardado silencio. Las consecuencias irreparables a las que se refería su esposo incluían una muerte, más específico, su muerte.

—Oh, querido, por lo visto has estado ocupado consumando el matrimonio como para no estar al tanto de las noticias. No se necesita estar en la primera fila para saber cómo se les suelta la lengua a los alfas con un buena copa de licor y lencería fina.

Una exuberante pelinegra que todos conocían como Hwasa se dirigió a Jimin. La marca en el cuello del omega a penas era visible bajo el cuello de pico de su traje, pero todos los ojos allí la miraban con el mote de la crítica.

En el pasado, el temperamento Park que había heredado de sus familiares lo hubiera hecho explotar. En el presente, estaba aprendiendo a jugar con el fuego cuando tenía como maestro a un hombre cruel.

El omega de ojos azules enredó los dedos en el curioso medallón que llevaba sobre el pecho. Un gesto que tampoco fue ignorado por la pequeña audiencia que le rodeaba.

—Creo que es de mala educación iniciar una conversación con la cual no se pretende llegar a ninguna parte. Tiene razón, soy un ignorante en cuanto a las costumbres de la isla y su gente, pero en lo poco que he podido explorar, casi estoy en condiciones de afirmar que se unirá a la lista de mis lugares predilectos.

Concluyó con una sonrisa triunfal. Por alguna razón, acariciar el medallón le había concedido una súbita sensación de calma. Como si él fuera el claro estrellado en medio de un huracán de ojos color ámbar que se acercaba con sendas copas de champán en la mano.

—Aquí estabas, angelito—pronunció el tono grave de Yoongi antes de ofrecerle una copa y con la libertad del que puede, apoderarse de la fina cintura que el traje color plata resaltaba en su omega—Siwon regresó quejándose de su encuentro de espadas contigo. Por lo visto te has enamorado de la unión Choi-Kang.

La población omega que los rodeaba tuvo que reconocer que pese a ser ignorada olímpicamente por el alfa más fuerte del sitio, siempre era agradable tener a un Min cerca.

Hwasa no perdió la oportunidad para dedicarle una mirada apreciativa mientras Yoongi se colocaba a la espalda de Jimin.

—¡Gigi! Hasta que por fin te das cuenta que el Grupo Min tiene accionistas omegas. No llegué a tiempo para darte la enhorabuena en Busan. Felicidades, tu omega es un tesoro…

Jimin tuvo ganas de echarse a reír por el descaro ajeno. Cómo era posible, Hwasa debía hacer buena pareja con Siwon, par de mentirosos patológicos con tendencia a lameculos.

Por lo visto Yoongi notó los esfuerzos de su omega por no estallar en sonoras carcajadas, porque no dudó en recargar la barbilla en el hombro de Jimin.

—No puedo estar más agradecido con nuestra unión. Lo que me recuerda que es prudente regresar al interior del hotel. Cuando mejore el clima se reorganizarán las actividades al aire libre.

—Pero… y la reunión de hoy… ¿Eso también se pospone?

La voz de Suran se hizo notar. Antes que la respuesta llegara, la omega que parecía ser juez y ley en el grupo, supo que llevaba las de perder.

Min Jimin entrelazó sus dedos con la mano que le sujetaba por el vientre y con una mirada arrogante les examinó.

—Para nada, y contestando al pedido de Hwasa-noona en cuanto a la atención dispensada por mi marido a la parte omega de los accionistas, me complace informarles que a partir de ahora y como hoy, las reuniones corren a mi cuenta. 

El silencio que siguió aquella declaración fue cortado por otro dramático trueno. La guerra de miradas y voluntades estaba allí mientras un punto en escarlata palpitaba sobre el mapa que manejaba Christopher Bangchan desde que la alerta máxima en el sistema ZERO se había decretado.

Min Chae Young estaba en algún punto al sur de Kyomi Hall, luchando contra unas sombras tan viejas como el pasado. La cortina roja que era el cielo de la isla precipitó finalmente.

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SEOUL UNDER ZERO•

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