SU0°C: HEARTLESS
Yoongi no pudo dormir. Aún cuando la suite presidencial contaba con un segundo dormitorio con cuarto de baño incorporado, la idea de que del otro lado de la puerta su esposo estaba en los brazos de Morfeo lo desconcertada a sobremanera.
Aún así, no había nada más que pudiera hacer mientras las horas se desplazaban con dolorosa lentitud. Consultar a Jungkook sobre el estado de la investigación que llevaba a cabo su equipo solo sería confirmar el hecho de que no había consumado el matrimonio y por ende, el cuello y el cuerpo de sílfide de su omega continuaba intacto. Lo cual significaba una derrota colosal para el gran Min Yoon Gi.
—Gran idiota… eso es lo que eres…
Le bramó a su reflejo contra el espejo del lavamanos. El pesado traje de tres piezas oscuras que había acompañado su viaje a la vida marital, ahora era sustituido por una camisa negra, chaqueta de cuero de la marca Valentino, jeans deslavados y deportivas a juego.
Los treinta y dos años del alfa se esfumaban para darle una apariencia juvenil y peligrosa a su rostro. Un chico malo con la capacidad de voltear las hormonas de cualquiera. Un hombre consciente de su valía y con ganas de iniciar otra pelea cuando las siete de la mañana pasaban en las manecillas de su Rolex.
—Llevas demasiado tiempo en silencio, angelito.
Min le dedicó una sonrisa maliciosa al espejo. Si no podía meterse en los pantalones de su adorable esposo, pues disfrutaría de provocarle hasta que aquella especie de muro que los mantenía lejos fuera derruido a pedazos.
Eso se proponía cuando la puerta que se comunicaba con el cuarto de baño del dormitorio contrario se abrió con un suave golpe.
—Buenos días.
Bajo el umbral un pequeño ángel de cabellos rosados y mejillas plenas lo observaba sin tapujos. Yoongi no pudo estar más de acuerdo con la elección de que esposo.
Desde la fina boina color cereza en lo alto de su elegante cabeza, hasta el suéter de cuello alto negro que hacía juego con una chaqueta de cuero y unos jeans que lo volverían loco.
Como si le hubiera leído la mente, parecían haber escogido su ropa para formar lo que el mundo debía ver reflejado en ellos: una dulce pareja. La apreciación de Yoongi se detuvo en las caderas de su omega. Jimin ignoró aquella señal y arrastró su maleta de mano antes de encaminarse hasta él.
—A menos que desees que nos deje el vuelo, deberíamos partir ahora.
—Tengo un jet privado, Minnie…
Jimin parpadeó. Ese apodo en los labios de su marido era una combinación tintada en alarmante rojo. Ignoró los deseos de morderse los labios frente a la atenta mirada de Yoongi y apretó más el manillar de su equipaje.
—Ya lo sé, esposo mío.
Murmuró mientras se giraba para salir de la habitación. Era consciente de la mirada de Yoongi sobre su trasero, de cómo se le erizaba la piel bajo la tela del suéter o de cómo su omega se revolvía con ansiedad porque aquel alfa estúpido lo deseaba arrolladoramente.
"Pero solo eso… solo quiere mi cuerpo y mi imagen para salir adelante. Qué clase de herida puede dejar a un hombre tan ausente de sentimientos."
Pensó el más joven antes de alcanzar la puerta de la suite. Los pasos que lo seguían se detuvieron. Yoongi le arrebató la tarjeta de acceso para encargarse personalmente de la despedida.
—Por favor…
Lo alentó a caminar otra vez por delante. Jimin entrecerró los ojos pero se había jurado en medio de la soledad de la madrugada que no cedería ni un maldito centímetro.
—Gracias.
Respondió lacónicamente. Un músculo en la mandíbula del alfa tembló pero tampoco hizo ademán de menguar en su insólito empeño de seguir alimentando la tensión. La recepción del hotel los recibió con la misma exclusividad de la noche anterior.
Tal como si el equipo de seguridad se las hubiera arreglado para limpiar el área de curiosos o sedientos paparazzis dispuestos a sacar fotografías de la tan esperada marca en el cuello de Jimin.
—Aprovecharemos que el clima ha mejorado para abordar en el Titan. Si es tan amable señor.
El servicial Jungkook se ofreció a tomar la maleta de Jimin. La belleza del omega era casi un imán para los pocos que esperaban en la recepción.
Tanto que la molestia evolucionó a la categoría de los celos cuando una sonrisa tierna se dibujó en el rostro agraciado del pelirosa. Una sonrisa que Yoongi nunca tendría para sí.
—Te lo agradezco Jungkook, pero no pesa tanto y prefiero ocuparme de ella ¿Cómo pasaron la noche Mingi y tú?
La calidez de aquellos ojos azules era imposible de ignorar. Jungkook tuvo que admitir que si él no estuviera casado o si Jimin no fuera el omega de su jefe no dudaría en intentar al menos un coqueteo inocente.
Mingi por lo visto opinaba igual, mientras el rubor se esparcía por sus mejillas al dedicarle una venia a su nuevo patrón.
—Estamos bien, señor Min.
Contestó el pelinegro y Jimin tenía la impresión que tanto formalismo se debía al hombre cuya sombra casi lo cubría en ese momento.
Aún así, consciente de que una nueva pelea iniciaría, se atrevió atrapar una de las manos de Jungkook entre las suyas. El hombre palideció al escuchar el gruñido de su jefe a solo unos pasos de distancia. Jimin sonrió.
—Por favor, si vamos a pasar tiempo juntos, prefiero que me tuteen. Eso de señor Min esto y aquello me pone de los nervios. Solo Jimin—señaló a Mingi con la barbilla—o en el mejor de los casos Minnie.
—Se-señor…—Jimin esbozó una mueca y le apretó la mano a un confundido Jungkook que no sabía cómo había quedado en medio del fuego cruzado que rodeaba al pelirosa y a su jefe—Jimin, claro, espero que podamos protegerlo por mucho tiempo. Es un honor, servirle. Mingi también piensa lo mismo.
Se apresuró el alfa menor mientras intentaba sacarse las manos del omega de encima. Jimin comprendió que por lo visto la expresión de su marido sería más similar a la de algún demonio conjurado desde el mismo infierno.
También comprobó su teoría de que Mingi era sordo y para sorpresa de todos los presentes articuló en lenguaje de señas de que en lo adelante le tratara sin tanta formalidad.
—JK, no llegaremos nunca a este paso. Recuerda que nos esperan en Kyomi desde ayer.
Yoongi no esperó confirmación y enfiló en dirección al aparcamiento del hotel. Jungkook corrió detrás de su jefe para de alguna manera superar el trance del extraño intercambio que acababa de suceder.
"Supongo que al señor Yoongi no le gusta que usted quiera ser tuteado. Es usted muy amable por querer traspasar el estatus, pero tenga cuidado. No siempre será bien vista esa actitud."
Los ojos grises de Mingi resplandecieron mientras terminaba de articular aquello para Jimin. El omega negó antes de tomar su maleta y arrastrarla tras la estela malhumorada que había dejado su esposo.
"Será un riesgo que tendré que correr. Pero te agradezco por ser tan sabio. Me sorprende que tengas este puesto con tal peculiaridad. Eso habla mucho de tu valía."
Correspondió Jimin con más florituras de sus pequeña manos. Mingi se puso serio unos instantes, al punto que el omega estaba cerca de disculparse si no fuera por la determinación en la mirada ajena cuando casi alcanzaban la salida del parquin.
"Soy afortunado por trabajar aquí con los Min. La valía de cada hombre es proporcional al ambiente en que crece. Créame señor, su esposo puede ser muchas cosas, menos injusto."
Jimin se mordió los labios. El terreno dinamitado en el que se proponía vivir estaba lleno de entresijos y enigmas por resolver. Todos los caminos conducían a una Roma con los ojos color ámbar y un profundo ceño.
Todos los caminos conducían al hombre que le esperaba con la puerta del copiloto de un BMW negro desplegada para que asumiera el lugar que por ley y destino le pertenecía.
—¿No vendrán con nosotros?
Se atrevió a cuestionar el omega cuando escuchó el golpe del maletero al ser cerrado. Tanto Mingi como Jungkook les dedicaron una venia antes de ir detrás de un grupo de tres convertibles de vidrios polarizados. Una escolta… Jimin tragó duro ante la forma inquietante en la que su esposo lo observaba.
—Entra…
Masculló Yoongi y el de cabellos rosados por poco baja la cabeza. Si no fuera un omega dominante hubiera jurado de que su esposo estaba a segundos de usar la voz de alfa en él.
—Vale.
Espetó en un tono más brusco del que realmente pretendía. Yoongi le sostuvo la puerta hasta que el de ojos azules estuvo cómodamente instalado en el interior. Jimin se ajustaba el cinturón de seguridad cuando su esposo trajo el motor a la vida y sin dirigirle la palabra comenzó a circular.
La humedad de una mañana invernal en Busan, donde un tímido sol dibujaba el cielo con nubes algodonosas, ocupó a Jimin lo suficiente para también ignorar las líneas duras del rostro de su esposo.
Fingir en público sería una proeza cuando en realidad deseaba estrangularle con sus propias manos por ser tan cretino. Qué pretendía comportándose así, que le odiara, que deseara verlo a kilómetros de distancia de su presencia. Pues iba bien jodido con eso.
A pesar de ser quién era, Jimin había perdido su corazón por Yoongi demasiado tiempo atrás. Por eso jugar era tan doloroso. Por eso mirar a su apuesto marido y sentir la impotencia del que está soñando despierto era alguna especie de castigo divino mientras trataba de mantenerse fiel a la promesa que le había hecho a Yejin, ocho años atrás, cuando era tonto y hormonal a sobremanera.
Casi alcanzaban la franja de campos y descampados hacia donde debía situarse el aeropuerto privado de los Min cuando Yoongi detuvo el auto.
Jimin tardó solo unos segundos en encontrar aquellos ojos color ámbar detrás de las gafas de sol de diseñador.
—Hay un restaurante de kimchi a solo doscientos metros de aquí. Solo se puede llegar caminando ¿Te apetece desayunar?
Un intento por ser amable de parte del alfa era lo mismo que colocarse una medalla. Jimin pudo haberse negado alegando que casi no comía en las mañanas o que quizás tomaría un refrigerio en el avión, pero prefirió no presionar más el volcánico carácter de su esposo.
"Carácter de fuego y personalidad de iceberg. Eres tan contradictorio, Yoonie."
—¿En serio lo soy?
Por los visto sus pensamientos se habían escapado de su boca y ahora un rubor molesto le coloreaba el semblante mientras Yoongi le sacaba el cinturón de seguridad, poniendo todo el cuidado del mundo en rozar a su fragante esposo.
Por la Diosa, soportar el olor del omega mezclándose con el suyo en el pequeño espacio del coche lo había casi drogado. Al punto de recordar aquel viejo chalet en medio de la carretera donde solía ordenar cuando terminaba enredado en algún asunto de negocios en Busan.
Yoongi se deshizo de las gafas de sol de su esposo y con parsimonia le estudió el rostro. Jimin tenía los labios entre abiertos y lo miraba con semejante atención.
"Un beso… solo eso necesito para que todo se joda entre nosotros."
Pensó para mortificación de su calculadoramente conciencia y las entrañas se le contrajeron.
—No sabía que podías comunicarte en lenguaje de señas. Tampoco cómo fue que te diste cuenta que Mingi no oye.
Intentó suavizar su expresión. Jimin le sostuvo la mirada antes de retirar el seguro de su puerta.
—Fui voluntario en un centro de rehabilitación por dos años. Nos enseñaron varias cosas, entre ellas a leer en el sistema Braille y lenguaje de señas.
Yoongi asintió antes de pedirle que le permitiera abrirle la puerta él mismo.
—Gracias.
Jimin le dedicó una minúscula sonrisa antes de colocar un pie fuera del coche. El arcén elevado lo hizo trastabillar, pero ahí estaban los brazos de su esposo para darle fin a su tradición de tropezar con todo y caer.
—Tranquilo, te tengo…
La voz ronca de Yoongi susurró contra su oído derecho, tragándose el murmullo de la sangre contra las alteradas arterias del omega. Jimin giró el rostro y no pudo resistirse.
Estaba mal porque iba contra su orgullo, estaba mal porque quería probar el punto de que podía jugar ese juego sin salir lastimado, pero el aroma de su alfa y la tensión que habían alimentado le pasaba factura mientras sus labios rozaban la comisura izquierda de los de Yoongi.
Casi como si le quemara el leve roce, se apresuró a construir la distancia. Achacándole al invierno el tono escarlata en sus mejillas. Yoongi lo escrutó detrás de sus Rayban oscuras.
—Disculpa yo…
—Está bien—aquellos labios rosáceos se curvaron hasta casi construir una irónica y sexy sonrisa—Si te hace sentir mejor, no eres el único que desea ese tipo de cosas, angelito.
—¿Angelito?¿Es esa tu denominación favorita para mí?
Contraatacó el omega apelando a que el hacha de la guerra era más segura que seguir mirando los pecaminosos labios de su marido. La sonrisa de Yoongi se deshizo en una ronca carcajada.
—Angelito, dulce sufrimiento, muñeco, bebé, mi Jimminie… el que mejor te plazca, cariño. Quién sabe lo que te diga el día que me hunda dentro de ti.
Las manos que le habían sujetado la cintura para evitar su caída descendieron hasta ahuecarle el trasero. Jimin terminó de enrojecer y para diversión de Yoongi esbozó un puchero.
—Tenías que ser vulgar en cuanto a eso. Para tu información, alfa cretino, no seré una especie de incubadora para tus planes de herederos. El día que nos acostemos será porque al menos me respetas.
—Eso puedo hacerlo. Más rápido de lo que crees, pero ten cuidado… la escena con Jeon no quiero que se repita. Son tus guardaespaldas no tus mejores amigos.
La amenaza de Yoongi llegó con un mordisco en una de las mejillas calientes de Jimin. El omega casi jadeó antes de ser alzado sobre los pies ajenos. Yoongi usaba la puerta del coche para mantener derecho a su esposo mientras sus labios coqueteaban con las tiernas comisuras del menor.
—Aunque no niego que me gusta cómo juegas… Un día de estos vas a quemarte, cariño… tú solo espera…
Y con una sonrisa triunfal le devolvió la moneda de la noche anterior a su omega. Jimin estaba duro en sus pantalones mientras observaba la trabajada espalda de su marido avanzar en dirección al desvío que los llevaría al restaurante.
—Vamos ahora, me muero de hambre.
Una pálida mano fue extendida en dirección al de ojos azules. Jimin masculló otra maldición.
"Sí, es posible que me queme en ese fuego, pero ten cuidado, hombre sin corazón. En tu juego de mentiras y máscaras me he prometido ganarte con lo único que temes… y esa es la fuerza de mi amor."
Inspiración para los outfit del yoonmin en este capítulo. Créditos a los respectivos creadores.
MYG🐱
PJM🐥
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