SU0°C: FALLIN FOR HIM

Isla Kyomi figura entre los pequeños montículos del archipiélago de la Micronesia, a exactamente siete horas de la ciudad de Busan si se contaba con un jet privado para realizar el periplo. Jimin suspiró cuando las puertas de la limusina en la que había viajado solo veinte minutos se desplegaron nuevamente.

Para ese entonces, la granizada se había convertido en un nevada de copos algodonosos que hacían muy escasa la visibilidad, por ende, la idea de amanecer en suelo de Kyomi quedaría a un segundo plano hasta que las condiciones climáticas mejoraran.

—Vamos…

La mano de Yoongi atrapó la suya y pronto dos paraguas fueron colocados para que tanto el alfa como el omega salieran del vehículo.

—La suite máster los espera. Bangchan acaba de confirmar que el equipo de seguridad ha despejado las áreas aledañas para que no sean molestados.

Jungkook se colocó del lado de Yoongi mientras otro joven de cabellos azabaches y complexión fibrosa ocupó la diestra de Jimin. El omega lo observó con curiosidad.

—Ah… lo olvidaba, señor Min—retomó Jungkook el sentido de la especie de conversación que sostenía con el alfa mientras los copos de nieve decoraban sus hebras pelinegras—Soy Jeon Jungkook, la mano derecha de su esposo—se dirigió a Jimin— Él es Song Min Gi, será su escolta hasta que Jackson Wang cambie el equipo en Beomgung-Do.

Jimin le dedicó un asentimiento tanto a Jungkook como a Min Gi. Su curiosidad estaba algo aletargada mientras intentaba no tropezar en el asfalto resbaladizo.

Yoongi percibió que con las botas que llevaba el omega intentar que avanzara era casi imposible, por eso le dirigió una mirada de advertencia a Jungkook antes de romper el cerco de paraguas y guardaespaldas que los guiaban hasta la recepción del hotel.

—Solo dale la tarjeta de acceso a la suite a Jimin. Nos vemos mañana en el recibidor.

Ordenó antes de pasar de la gélida mano de su esposo a lo brusco de un brazo bajo sus rodillas. Jimin contuvo el grito de exclamación cuando fue alzado sin dificultad alguna por los brazos de su marido.

—Yo podía…

—No con esas botas del demonio. En serio, quiero estar al tanto de tus lecciones de atuendo en lo adelante. Por obsesivo que suene—Jimin lo fulminó con la mirada.

—Aquí tiene, señor Min.

Interrumpió Jungkook y la guerra de miradas afiladas entre su jefe y el omega con que se había casado remitió para revelar una sonrisa amable en el rostro ruborizado del menor.

—Gracias Jungkook y a ti Mingi, por escoltarnos hoy.

El chico volvió hacer otra venia. Jimin se preguntó si es porque era tímido o por alguna orden de su marido. No tuvo tiempo de devanarse los sesos, porque Yoongi decidió sacarlos de allí a grandes zancadas.

La planta cincuenta y nueve del hotel en el que realizarían escala antes de acceder al aeropuerto privado que los Min tenían en Busan, fue marcada en el tablero del ascensor por los dedos de Jungkook.

En cuanto las puertas doradas de la cabina se cerraron, Jimin luchó por salir de los brazos de Yoongi. El gruñido del alfa fue audible, una vez que los pies del omega tocaron la alfombra.

—Se dice "gracias."

Pronunció Yoongi y Jimin no pudo resistir el impulso de empujarlo por el pecho. Su marido sonrió con todo el cinismo que destilaba su posición antes de colocar ambas manos contra la pared en la que se había amotinado Jimin.

—¿Qué demonios te sucede?

Ladró el de cabellos rosados, consiguiendo que la distancia menguara otros cinco centímetros. 

—¿En qué parte?¿No es eso con lo que sueñan todos los omegas, ser llevados en brazos a la cama antes de abrir la piernas para su alfa?¿O es que acaso mi dulce y provocativo esposo es diferente? No creas que…

El chasquido de la mano derecha de Jimin sobre la mejilla de Yoongi interrumpió el delicado hilo musical en la cabina. Los ojos azules del omega despedían chispas de irritación.

Ni siquiera había soportado más que unos minutos en soledad con aquel cretino y su lado dominante ya estaba gritando por liberación.

—Tú…

Comenzó el más pálido pero Jimin volvió a ganar para cruzarle el rostro con otra bofetada. Yoongi se puso fúrico.

—¡Ya basta, joder! ¡Entendí el mensaje de que no eres como los demás!

Gritó solo para recibir una patada en la espinilla que le dolió más de lo que podía admitir. Las manos de Jimin ahora estaban entre las suyas, y tenía la impresión que el agarre en las muñecas ajenas dejaría unas feas marcas si no se detenían en ese instante.

La sangre le hervía en las venas cuando el menor lo fulminó con la mirada.

—Puede que este sea un matrimonio de conveniencia y que mi casta se caracterice por guardar obediencia, pero como dijo Jin hyung, no todos somos iguales y no merecemos ser tratados como simples juguetes o adornos por los alfas. Estoy harto de tu estúpida actitud para conmigo frente a los demás ¿Cómo rayos podremos salir adelante si no paras de escupir veneno en mi rostro? Al menos respeto, Yoongi. Al menos eso me debes.

La voz aguda de Jimin había remitido a un susurro amenazador donde las notas graves prevalecían. Yoongi se maldijo por encontrar tan atractivo el mero hecho de discutir con su esposo, y es que el omega tenía toda la razón. Se estaba comportando como un patán abusivo con quién menos debía.

En un principio, cuando había visto la foto de su futuro esposo sobre el dossier que Jungkook confeccionara a pedido suyo, la idea de posponer su deber de consumar el matrimonio había estado plantada en su mente casi a fuego.

Aquel muchacho delicado que salía poco en las fotos de su promoción en la universidad o que le gustaban los gatos, no debía ser el objeto de sus pensamientos más obscuros. No, para nada.

Muy dentro de sí mismo Yoongi se había prometido dejar el bello estuche que era Jimin para representar la perfección social que necesitaba su imagen y compartir la cama solo por razones referentes al acto de procrear cuando llegara el momento.

Por eso había pasado de besarlo en público, por eso había intentando humillarlo y reír como el pedazo de imbécil que no era cuando en menos de unas horas el carácter de su joven esposo había explotado.

Arrastrándolo a una espiral de deseo contenido de la cual había sufrido el primer embate en los sanitarios de la casa de los Park. Por la Diosa, el beso que habían compartido allí aún le punzaba en la boca y en otras partes que comenzaban a obnubilarle el raciocinio. Yoongi chasqueó la lengua justo cuando el ascensor llegó a su destino.

Contrario a todo lo que acababa de admitir para sí mismo, con un gesto desdeñoso soltó a Jimin y le ofreció abrir la marcha.

—Adelante, esposo mío.

El omega resopló pero una gran parte de su ser sentía alivio por escapar de la prisión musculosa que era los brazos  de Min en torno suyo. El taconeo de las botas de Jimin sobre el suelo pulido del pasillo fue acompañado por pasos más medidos y obscuros.

Los pasos del deseo que le profesaba su irascible compañero mientras le observaba con ojo crítico. Desde la estrecha cintura hasta las torneadas piernas.

La parte primitiva de Yoongi estaba totalmente despierta y concentrada en el suave contoneo del omega antes de acceder a la que sería su habitación por esa noche.

El malhumor de Jimin quedó apaciguado cuando una espaciosa estancia se vislumbró en su campo visual. La sala de estar de la suite, a media luz, cortesía de una lámpara de lágrimas hacia el lateral derecho, ofrecía una vista del cielo nevado de Busan contra los ventanales. Una panorámica impactante que sirvió de analgésico a su ira contra el inconsciente a su espalda.

Jimminie

Escuchó el tono grave de Yoongi, pero no se giró. En su lugar sus pasos lo guiaron al ventanal. Allí donde los copos creaban formas agrietadas y caprichosas, allí donde su corazón se congelaba bajo cero por culpa del más viejo de los dolores. Yoongi observó la delicada espalda de su esposo.

Podía imaginar con facilidad como unas alas podrían nacer de su menudo cuerpo para reforzar el aspecto angelical que poseía.  Un ángel con malas pulgas, que lo acababa de poner en su lugar.

Casi consiguió sonreír. Él mismo estaba arruinando lo que podía ser una noche inolvidable. Con un gesto cansado se dirigió al minibar de la suite. Sirvió dos vasos de whisky escocés y agregó una pequeña rama de menta al de su esposo.

"Quieres igualdad.¿No es así, angelito?"

Se cuestionó mientras colocaba los vasos sobre la mesa auxiliar que separaba el juego de sofás de la sala de estar. Si iba a jugar con el fuego, al menos debía ser justo.

—Entrarás en calor más rápido si me acompañas con una copa. Por favor, Jimminie, déjame decirte que lo siento.

La figura que en esos instantes se recortaba contra el estante de la falsa chimenea lo encaró. Las sombras dificultaban adivinar la expresión del chico, pero Yoongi podía notar cómo los tintes amargos del chocolate prevalecían en el aroma de su esposo.

Transcurrió un silencio incómodo hasta que el semblante de Jimin quedó a su disposición. Sin mediar palabras sus delicadas manos tomaron el vaso de whisky que no tenía menta.

Yoongi se mordió los labios cuando el más joven hizo desaparecer las tres líneas de alcohol en un solo intento. La tos asaltó al omega mientras maldecía a quién fuera que hubiera creado esa bebida del infierno.

—Por la Diosa… bebé, eres un desastre…

Yoongi no se resistió de sobarle la espalda a su omega mientras Jimin se quejaba de tener la garganta al rojo vivo.

—Maldito, sabías que iba aceptar el reto y simplemente…

—Mordiste el anzuelo.

—No te rías, es tu culpa por sacarme de quicio y yo…

—Mírame…

Yoongi casi suplicó. La distancia no era mayor a unos diez centímetros entre sus rostros. Jimin se maldecía internamente con cada latido descontrolado de su traicionero corazón. Las líneas hermosas del rostro de su esposo parecían haber sido creadas para que él las recorriera con los labios.

—Yoongi…

Fue lo que pudo pronunciar mientras el lazo de su autocontrol caí lentamente. Las pequeñas manos del omega se aferraron a las mejillas del alfa. Yoongi las cubrió con las suyas.

—Perdóname, ángel… por lo que dije allá afuera, por nuestra boda… por tener ganas de alejarte cuando el único pensamiento que tengo contigo justo ahora es poseerte… Tu hechizo me terminará matando, cariño…

Yoongi giró el rostro para comenzar a besar una de las palmas del omega. Jimin deseó que aquel tacto de los labios y la lengua ajena sobre su piel no fuera como una especie de droga. 

De lo contrario él no estaría haciéndole caso a la voz de su omega ni soñando con entregarle su virginidad aquel hombre de hielo.

No puede ser tan fácil… Buenas noches, Yoongi.

Las palabras fueron pronunciadas a trompicones y antes de lo que el alfa pudo calcular, su esposo ya se alejaba con destino a la habitación que ahora sabía no compartirían. Iba a ser una noche eterna para dos atrapados en un matrimonio de cristal.

SEOUL UNDER ZERO•

Solo un nivel por debajo del piso que ocupaban los Min, Jeon Jungkook esperaba que los timbres se estabilizaran en la línea de su número privado.

—Contesta Tae… por favor, hermoso…

Masculló Jungkook al recibir el ruido blanco en el auricular antes que las monocordes palabras que se excusaban por su esposo anunciaran el hecho de que su llamada no tendría respuesta.

Era la cuarta ocasión en que lo intentaba desde que Min lo había liberado parcialmente esa noche. Un día de los mil demonios, tratando de revisar la residencia Park en busca de teléfonos pinchados o cámaras secretas que explicaran el interés de esa familia por ofrecerle un negocio a los Min, y el hecho más apabullante… por qué hasta la fecha, Park Jimin de Min parecía fuera del objetivo de los que constantemente atentaban contra la vida de Yoongi y sus prometidos.

Una sombra en la habitación que ocupaba Jungkook le comunicó que no todo estaba en calma. Song Min Gi, el guardaespaldas asignado a Jimin extendió un fragmento de papel donde estaba garabateado el número de lo que en apariencia podía ser una cuenta bancaria.

Jungkook asintió antes de recibir la información y señalarle al muchacho en lenguaje de ceñas que volviera al trabajo.

Song MinGi había perdido la audición cuando apenas era un cachorro y su familia se había visto involucrada en una redada. El mundo de cuello blanco no era ideal para los débiles.

Sin embargo, para un niño lleno de ira, el mejor lugar estuvo sobre el ring de peleas ilícitas hasta que Kook lo encontró. Otra historia que adjuntar al hecho de que Yoongi escogía a sus hombres por su valía más que por su origen, algo que le vendría bien saber a su esposo.

—Veamos qué hay aquí.

Murmuró el alfa pelinegro con aroma a tierra mojada y sándalo antes de tomar otra porción de ramen casi frío de un olvidado tazón. Para el mundo, Yoongi se iba de luna de miel con su flamante esposo.

Para ellos, se trataba de organizar una reunión entre los clanes del bajo mundo asiático en Kyomi, la isla privada de los Min.

Una reunión bajo el telar de una feria turística y a fin de cuentas, una ruleta para identificar al responsable de los atentados contra la vida de su jefe.

Jungkook trabajaba en desbloquear el acceso a la cuenta bancaria que había conseguido extraer Mingi de los datos encriptados con lo que se movía el equipo cuando su teléfono móvil parpadeó.

Tete, bebé 🐻

Estoy bien, no me llames. Seguro hay algo más importante que ocuparte de tu pobre esposo el infértil. Ya vi las fotos, Jimin es precioso. Seguro intentarás sonsacarlo. 

El mensaje cargado de veneno consiguió que Kook cerrara la computadora de un manotazo y volviera a marcar. Taehyung rechazó la llamada y otro mensaje de texto entró en la bandeja de entrada del pelinegro.

Tete, bebé 🐻

No tienes sentido del humor. En serio, extraño cuando éramos normales. Extraño al chico de mentira del que me enamoré. Está nevando en Seúl, Guk, quisiera que esta nieve no estuviera en mi corazón. 

La ira que burbujeaba dentro de Jungkook fue sustituida por algo peor. No tenía que hacer esfuerzos para imaginarse a su joven esposo acurrucado contra el sofá, sosteniendo el teléfono móvil entre sus bellas manos mientras lágrimas de impotencia rodaban por sus mejillas altivas.

Un torrente de recuerdos volvían a diluviar sobre Jungkook, una ventisca tan gélida como el hecho de sentirse culpable al desear ese "más" que jamás llegaría del vientre de su omega. 

Tata… en qué nos hemos convertido…

El cansancio fue el responsable de que la esperanza muriera. La rutina y las mentiras crearon un muro donde la hiedra venenosa liquidó la inocencia. Jungkook se acarició el cuello, justo en el lugar donde su chico tendría aquella marca, ahora corrupta por su propio amor.

En su Rolex pasaban las tres y media de la madrugada cuando decidió hacer lo único que podía, y eso era seguir adelante.

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