━━━Capítulo 09 | Primer Extra
Seojoon miraba el reloj en su celular, se suponía que sus amores deberían haber llegado hace veinte minutos.
Quizás piensen que es exagerada la preocupación, pero siendo esposo de un gran mafioso le había hecho saber que si tenía que exagerar un poco con las cosas.
Aún recuerda la vez que salió con sus pequeños en un viaje, aparentemente una banda rival les había puesto un emboscada. Por suerte Seojoon pudo sacar a sus pequeños del peligro y Song Kang se encargó de lo demás.
Seojoon supo desde siempre que sus pequeños debían estar más preparados para ese mundo, por eso, cuando su cachorro mayor, Sungchan, pudo entender algunas cosas, fue instruido, era alguien bastante inteligente, así que no le costó demasiado. Aprendió rápidamente a leer, y sus clases de lucha eran algo que le gustaba.
Normalmente Sungchan era sonriente, parecía tener una linda personalidad igual que la suya, pero Seojoon no se dejaba engañar tan fácil. Después de todo, el omega era quién lo conocía mejor que nadie, lo tuvo en su vientre por nueve meses, y en sus brazos por años. El pecoso sabía que debajo de toda esa fachada amable, había una bestia igual o incluso peor que la de su padre. Bueno, no podía quejarse, era su hijo y el de Song Kang después de todo, bestia o no, lo amaba con todo su ser.
Cuando Sungchan cumplió un año, Seojoon ya estaba en cinta de nuevo, y esa vez su vientre había crecido aún más que con su primer cachorro. Tuvo mellizos, o mejor dicho, mellizas, dos hermosas cachorras las cuales amaba con el alma.
Seojoon sintió que tenía su vida más que resuelta, en parte, tenía una gran familia, y un gran alfa, todo lo que siempre quiso.
Cuando su lindo Sungchan cumplió doce años se presentó como alfa, un alfa dominante de raza pura y la verdad no le sorprendió en lo absoluto. Lo que sí le sorprendió fue que sus pequeñas también se presentarán como alfas dominantes de raza pura. Era un omega rodeado de cuatro alfas. ¡Era injusto! Habría querido que al menos uno fuera omega, pero no, ahora siempre tenía que lidiar con alfas dominantes y territoriales.
Haewon era una alfa de cabellos castaños y rizado como el suyo, sus ojos ámbar eran redondos y no tenía pecas, era una linda mezcla, sin embargo su personalidad era igual o peor que la de Song Kang; era mal hablada, le gustaba pelearse mucho con su padre.
Siempre regañó a Kang por decir malas palabras delante de los pequeños, ahora solo le tocaba mirarlo mal cuando ellos le devolvían las malas palabras.
Seowon tenía el cabello negro y rizado, sus ojos eran café un poco afilados, sus pecas habían sido dadas a ella, siempre tuvo la esperanza de que ella fuese omega, ya que siempre fue la más calmada, no era tan extrovertida como Sungchan, ni enojona como Haewon; sin embargo, sus esperanzas cayeron al suelo cuando le llegó su primer celo, y no, no era una omega.
La familia Song era aún más temida en el bajo mundo, ya no era solo dos alfas puros quienes estaban en la familia, habían cinco y todos ellos eran eficaces en sus trabajos, todos estaban metidos en ello, las mellizas también tenían que estar preparadas para cualquier cosa.
El pecoso hizo un berrinche, siempre con los brazos cruzados y haciendo un puchero, incluso le había echado la culpa a Kang por tener genes tan fuertes y hacer que todos fueran alfas.
Pero el azabache lo había vuelto alegrar, con muchos besos y abrazos, también con un par de nudos. Aún después de tanto, dieciséis años de casados exactamente, la sensación de ser llenado por Kang era casi como la primera vez, nunca se cansaría de ser embestido por esa deliciosa polla.
Y ahora, su pequeño Sungchan tenía casi diecisiete, y las mellizas casi quince, pronto harían una celebración por eso, el cumpleaños número quince de sus cachorras. Sin embargo, había otra cosa. Seojoon había quedado en cinta de nuevo, la verdad el nunca se cuidó, jamás lo hizo, le sorprendía no haber quedado embarazado antes más bien, pero él no sabía cómo se manejaba su cuerpo exactamente, así que solo se puso feliz por eso.
Quizás ahora sí tenga a su pequeño omega, si era otro alfa simplemente se mandaría a sacar el útero, bueno no, pero haría otro berrinche más grande que el anterior y mandaría al rubio a dormir en un sofá, o a una habitación de invitados, incluso haría una huelga.
—¡Ya llegamos! —el pecoso salió de sus pensamientos cuando escuchó la voz de su hijo mayor, se levantó de la silla lo más rápido que una panza de seis meses le podía permitir y fue a donde estaban ellos.
—¡Me estaba preocupando! —chilló y corrió hacia los brazos de su alfa, Kang solo lo abrazó con cuidado, las hormonas del pecoso estaban descontroladas por su embarazo así que él debía tener la calma siempre.
—¿De qué estabas preocupado? Solo nos tardamos un poco porque dijiste que querías comer hamburguesa y fuimos por ella —el azabache dijo acariciando las mejillas pecosas, Haewon mostró la bolsa con el empaque de comida rápida dentro para darle la razón a su padre alfa.
—El viejo dice la verdad mamá, solo nos tardamos por eso, ¿quieres comer ya? —Haewon preguntó y el pecoso asintió, fueron todos al comedor y mientras la servidumbre traía comida para los demás, Seojoon disfrutaba de sus hamburguesas con doble queso.
Era su antojo, en la mansión podrían prepararle todas las hamburguesas que quisiera, pero no tenían el mismo sabor que las de McDonald, y no era porque Kyung el cocinero supiera hacerlas o no, solo era que las quería de allí.
El pecoso se dió cuenta de que su cachorro mayor miraba su comida sin ganas, apenas tocaba con los palillos la carne de ternera sobre su Bulgogi, lo que era extraño, ya que esa comida era su favorita.
—Sungchannie, ¿pasa algo? —Seojoon preguntó mirando como saltaba un poco en su puesto al haber sido sacado de sus pensamientos tan de repente.
—¿Eh? No, no me pasa nada —dijo el azabache y Seojoon miró al azabache mayor con una ceja alzada, era obvio que su cachorro estaba mintiendo y quizás Kang supiera la razón, pero el alfa también le dió una mirada confundida.
—Será mejor que hables mocoso, has estado raro todo el día —Song Kang habló llevándose un pedazo de carne a la boca, Seojoon volvió a mirar a su cachorro, quién solo agachó la cabeza negándose a decir algo.
—Quizás sea por Dongsun oppa —Seowon dijo haciendo que los demás la miraran y Sungchan se atragantó con un bocado de comida que estaba por pasar.
—¡Seowon! —exclamó Sungchan en reproche, pero ya habían soltado la sopa, era hora de averiguar de raíz del problema que le daba ese tal “Dongsun” quién mencionó su cachorra.
Dongsun no se consideraba alguien con muchas cualidades, menos alguien con mucha suerte, pero ganarse una beca para una gran academia prestigiosa y llena de niños ricos tuvo su 50 y 50, de buena y mala suerte.
Era alguien pobre, de baja categoría en un gran lugar, no era el omega más bonito, su aroma no tan atrayente para los alfas, se descuidaba mucho así mismo. Mientras que otros omegas se la pasaban mucho tiempo en el baño arreglando su cabello y poniéndose millones de cremas para que su piel se volviera suave, él apenas y se echaba jabón, su cabello negro con puntas violetas siempre era un desastre, igual que su humor. Los otros omegas eran dulces, dóciles y sensibles, él era sarcástico y malhumorado la mayor parte del día.
Por eso no le sorprendió que lo tacharan de "Omega defectuoso" o "el Omega emo rarito", en cuanto llegó a esa institución. Fue peor cuando se enteraron que había llegado allí solo por suerte y una beca, no fue difícil suponerlo, nunca compró comida en la elegante cafetería, siempre llevaba su almuerzo hecho por él mismo.
Además, su uniforme no era hecho con las telas más finas, ni costosas, su mochila y cuadernos eran de normales, no eran de marca exclusiva.
Todos en la academia sabían quién era él, y los bromistas pesados nunca hicieron falta, a veces ni podía almorzar ya que sus compañeros echaban su almuerzo a la basura, llenaban de porquerías su casillero, y su mesa era rallada con feos dibujos.
Los ignoró todos y cada uno de ellos, la verdad le importaba un comino lo que hicieran con sus cosas, no eran tan importantes como para meterse en problemas y eso pondría en riesgo su beca.
Quería estudiar, sacar adelante a su pobre familia, su padre trabajaba como obrero de construcción todos los días de sol a sol largas jornadas y poca paga, su madre también trabajaba siempre en una panadería, ayudaba hacer panes todos los días.
Siempre los miraba cansados, por eso se esforzaba tanto, sacar las mejores notas era algo que ponía orgulloso a sus padres, no le importaba si tenía que olvidarse de sí mismo para conseguirlas. Y vivió así, en su mundo gris que solo era iluminado por las sonrisas cansadas de sus padres, hasta a inicios del segundo año en la academia, al ser un nuevo año, los estudiantes en la base de datos se mezclaban y quedaban en salones distintos con compañeros distintos.
Lo bueno que el lugar era lo suficientemente grande como para que los revolvieran más de diez veces y no toparse con los mismo de su antiguo salón.
Ésta vez le tocó el salón 3-B de la academia de Seúl, en el primer día llegó un poco antes que los demás y tomó el segundo asiento que estaba al lado de la ventana.
Se recostó sobre su mesa y esperó a los demás, cuando el salón estuvo lleno y el profesor entró se irguió para prestar atención, se dió cuenta al instante que la mesa al frente suyo estaba desocupada, sin embargo no por mucho tiempo, pues justo antes de que la campana sonara la puerta del salón se abrió y un alfa de cabellos azabaches entró.
Por su aroma fuerte y dominante supo que era ese alfa popular del que todos hablaban, "el príncipe dominante” le decían. Apodado así por los demás, al ser un gran alfa dominante de sangre pura, amable, respetuoso, pero sobre todo, rico como los demás.
Dongsun no lo conocía pero ya lo odiaba, solo era otro niño rico y caprichoso que vivía bajo la protección de sus padres que eran asquerosamente poderosos. Y las personas así solo eran aprovechadas, que se las lucían porque tenían dinero y poder.
Todos los eran, los demás solo veían a ese alfa como una alcancía viviente, todos eran carroñeros a los que les encantaba la carne fresca, lo mejor era mantenerse desaparecido y alejado de eso.
—¡Hola, mi nombre es Song Sungchan. ¿Cómo te llamas? —pero al mirar esos ojos ámbar y esa sonrisa brillante, supo que pasar desapercibido era algo que tendría imposible de ahora en adelante.
Fue exasperante, fastidioso y molesto y mil cosas más. En definición la causa de sus males obtuvieron nombre y apellido desde ese instante, ese alfa se le pegó como chicle viejo en su zapato.
Desde su primer día de clases, de su segundo año, el tal Song Sungchan con cara de niño inocente y personalidad dulce, le seguía como perrito faldero a todas las partes que iba. Y si antes en la academia le odiaban, ahora lo querían muerto, según ellos, él le había hecho algo al alfa para que le siguiera todo el tiempo.
Trató de hacer mil y un formas para que le dejara. Salía del salón en cuanto el recreo llegaba, se perdía entre los pasillos, pero siempre le encontraba; una vez incluso revisó su ropa para saber si tenía algún tipo de rastreador en ella, pero no había nada.
Después de tres meses se rindió, sabía que ya no podía ni quitárselo de encima ni con veneno mata ratas. Se acostumbró a su acosadora presencia, y empezó aceptar poco a poco su compañía. Le avergonzaba que Sungchan le comprase comida cara de la cafetería, lo siguió haciendo desde un día que había olvidado su almuerzo.
Se negó rotundamente al principio, pero después no le quedó de otra, y debía admitir que la comida que hacían allí era deliciosa, pero claro, era una academia de élite y no aceptaban nada que no cumpliera con sus estándares.
Lo que si le parecía raro era que nadie le hiciera nada aunque le miraban mal desde lejos, ya no había más basura en su casillero, tampoco perdía su almuerzo cuando lo traía, su mesa siempre estaba limpia. La verdad sintió que era un regalo del cielo, quizás al fin se habían aburrido de molestarlo.
La otra cosa que odiaba era “Sunnie”, todo el día, todos los días, no sabía cómo era que ese alfa tenía tantas energías para vivir saltando de un lado al otro, a su alrededor. No era idiota, sabía las intenciones de ese alfa.
Trataba de ser amable y rechazarlo o hacerse el desentendido en algunas indirectas que le daba, "Eres muy bonito, tu cabello se ve genial hoy, tus ojos son hermosos", eso e infinidades de halagos más. Eran mentiras todos, sus ojos tenían ojeras y nunca se arreglaba el cabello, ¿qué podría verle bonito?
Después de seis meses, a medio año escolar, Sungchan le invitó a salir pero lo rechazó, no sabía si le estaba haciendo una broma o no. No estaba muy confiado. ¿Por qué se fijaría en él? No era como los demás omegas, no era bonito y su uniforme le quedaba más grande que su cuerpo, tampoco era como si tuviera curvas para mostrar, en fin, no era especial como para que se fijase en él, la única razón que se le ocurría era:
"Debía ser alguna broma o un tipo de apuesta".
La broma quizás no era, ya había pasado bastante y quizás ya se habría rendido, pero la apuesta estaba en ese criterio: "Ganar o morir", había escuchado de apuestas en donde los alfas engañaban a los omegas solo para usarlos una noche y después dejarlos, él no sería un omega de esos, por más tentador que fuera.
Dongsun tenía todas sus guardias altas, nunca las bajaba, siempre estaba preparado para cualquier cosa.
Menos para una mudanza, sus padres aparecieron muy contentos un día, diciendo que alguien había ofrecido un gran trabajo a su madre como panadera personal, y tenían que irse a vivir a otro sitio.
El pelinegro no estaba muy convencido por eso, era extraño, pero no tuvo el corazón para decir nada, sus padres se miraban muy felices, empacaron todas sus cosas, no eran muchas, pero aún así un camión de mudanza llegó hasta el estacionamiento de el complejo de apartamentos en el que vivían.
Y un auto los recogió, se miraba que era un auto de última generación, para nada barato, se preguntaba qué clase de personas habían contratado a su madre para que fuera su panadera personal, seguro que no eran nada normales.
Después de una hora de viaje Dongsun vió que las calles de la ciudad fueron cambiadas por árboles, la carretera estaba bien pavimentada así que podría decir que no los estaban llevando en medio del bosque para matarlos y enterrarlos por allí.
Se estaban adentrando a una montaña, la cual después de un rato empezó a mostrar una larga cerca de la orilla de la carretera hacia dentro, a unos metros de distancia. No estaba preparado para lo que pasaría después, sabía que el lugar sería de millonarios, pero su imaginación no se comparaba con la realidad.
—¿Seguimos en el mismo país, verdad? —el omega le preguntó a sus padres, quienes estaban igual o peor de sorprendidos como él, no le respondieron, no pudieron hacerlo, un alfa de cabellos rojos llegó y los recibió.
Los guió por el lugar hacia dentro de la mansión, y llegaron a una gran sala donde habían dos personas, casi dió un grito cuando vió a cierto alfa que le pareció muy familiar.
—¡Oh qué bueno que han llegado! —un omega de cabellos castaños y pecas se acercó, Dongsun en ese momento lo admiró, era obvio que estaba en cinta, su panza se podía notar con su bonita ropa.
Le sorprendió que diera una pequeña reverencia ante ellos dándole la bienvenida, les sonreía en grande y además, cuando le miraba a él sonreía aún más.
—Ya nos vimos antes, bueno, solo a la señora Kang —el omega rió por lo bajo de su propio chiste y Dongsun vió como su madre también sonreía esperanzada—. Soy Song Seojoon, él es mi esposo Song Kang.
—¡¿Los de la gran empresa de diseño?! —el señor Kang habló aún sin creerlo, y el pecoso solo asintió con una sonrisa.
—Sí, lo siento si ésto es repentino, pero me ha gustado mucho los panes que hace, y estaban muy lejos en la ciudad como para mandar a buscar cada vez que se me antoja uno, por eso quise que vinieran aquí —el omega acarició su vientre con cariño, el alfa dominante llegó a su lado y pasó su mano por su cintura, el azabache también fijó su vista en Dongsun, quien solo sintió como su sangre se iba de su cara.
—Espero y tengan una buena estancia aquí —habló el mayor, el omega no podía creer lo parecido que era con su hijo, pero Kang se miraba bastante mayor obviamente, y su mirada era muy potente, nada como la mirada que le daba Sungchan cada vez que le veía.
Después fueron guiados por el mismo alfa de cabellos rojos hacia donde se iban a quedar, Dongsun no podía creer que ahora tendría un enorme cuarto para él solo, y su propio baño, también tenía un clóset gigante y una ventana con balcón.
—Lo siento —un chillido asustado salió del omega al escuchar esa voz detrás suyo, y al voltear se encontró con el alfa dueño de todas sus pesadillas, y sueños húmedos.
—¡¿Quieres matarme del susto?! —Dongsun preguntó enojado, se había concentrado en el jardín de afuera y no supo en qué momento había aparecido.
—Perdón otra vez, no quería que nada de esto sucediera, pero mis padres se enteraron y metieron sus manos en el asunto—Sungchan explicó rascando su cuello con pena, de verdad se miraba avergonzado, el omega tenía muchas dudas.
—¿De que se enteraron tus padres? ¿Acaso me quieren desaparecer de la faz de la tierra? —Dongsun preguntó con algo de miedo, y Sungchan solo negó entre risas.
—Ellos se enteraron de que me gustas, y bueno, no pude hacer nada para detenerlos cuando dijeron que quería ayudar, más cuando supieron tu situación económica, aunque esa parte es más por mamá que quiso ayudar —un ligero sonrojo cubrió el rostro del omega al escuchar hablar al azabache y una sensación cálida llenó su corazón poco a poco—. Sé que no te gusta éste tipo de cosas, y entiendo si me odias más ahora.
—¿Yo te gusto de verdad? ¿No es una tonta apuesta con tus amigos? ¿Qué es lo que ves en mí para que digas algo como eso? —Dongsun sintió como sus ojos se llenaron de lágrimas, él era un simple omega, feo y defectuoso, ¿por qué él, sí tenía a un montón haciendo fila?
—Sabes, mamá me dijo una vez que las personas no son sólo apariencias, son más importantes sus acciones e ideales, yo no me enamoré de ti por tu apariencia, a mi me gusta ese omega fuerte que lucha y hace todo lo posible por ayudar a las personas que ama, que siempre levanta la cabeza y trata de ser fuerte, a pesar de que el mismo necesita descanso y un poco de cariño —para ese punto, Dongsun sentía sus mejillas mojadas, ¿cómo podía ser una persona así?
—E-Es mentira, tú no piensas eso de mí, ni siquiera sabías quién era yo hasta que nos pusieron en la misma clase —aún si esas palabras dulces hacían su corazón saltar, Dongsun tenía miedo, en su mente aún esa que le decía el dominante era algo inventado,
—En realidad no, yo sabía de ti más antes de lo que crees, te ví varias veces en la biblioteca, pero nunca tuve el valor de acercarme, me enteré de lo que te hacían los demás cuando estuve en el mismo salón si, y detuve eso, no dejaré que nadie te vuelva hacer daño, ni que te traten de menos. ¿Me dejarías cortejarte como se debe? —el omega miró como el alfa tendió su mano hacia él, era algo que no podía creer, pero, ya no quería negarse a sus sentimientos.
—Está bien —terminó por decir en un sollozo y tomó la mano del alfa, fue atraído por él hacia sus brazos, y Dongsun sintió la paz que tanto había querido, era seguridad que llenaba de a poco su pecho, la comodidad que tanto había buscado.
—Me haces muy feliz, Sunnie —Sungchan aspiró el aroma que desprendía el omega, eran ciruelas, deliciosas ciruelas maduras y un poco agrias, a muchos no les gustaba ese aroma, pero a él le encantaba.
Seojoon solo miraba de lejos como toda madre orgullosa, y un poco chismosa, se fue dejándole espacio a los jóvenes, sus días de inseguridades y amor juvenil habían quedado atrás, aunque no tanto, aún tenía mucho amor del bueno que darle a sus seres queridos.
—Espero que ese mocoso haya encontrado a la persona correcta —unos brazos fuertes rodearon la cintura del omega desde atrás, y Seojoon solo se recostó en el pecho del azabache suspirando con una sonrisa—. La verdad tengo algo de envidia, puede conocer al amor de su vida desde joven y no a los treinta.
El pecoso se rió por el comentario del azabache, en parte lo entendía. Se dejó querer, recibiendo gustoso los mimos que le daban el azabache mayor. Seojoon vió de reojo como en un pasillo Youngja —quién era la hija menor de los Kim — y Haewon iban por el pasillo un poco lejos de ellos sonrientes, eso era algo raro, ya que Haewon le sonreía a pocas personas, solo a las especiales.
—Las cosas pasan de una manera curiosa. ¿No crees alfa? —Seojoon preguntó con una sonrisa, el azabache solo lo miró con una ceja alzada y el omega solo sonrió restándole importancia.
Seojoon no creía en las casualidades, en parte, creía más en el destino, aunque hubiera algunos imprevistos las cosas pasan porque tiene que pasar. Si cuando tenía veinte alguien le hubiera dicho que al final terminaría casado con un mafioso poderoso que pondría su vida de cabeza, se hubiera reído hasta morir.
Pero ahora, no solo estaba casado, tenía tres cachorros y estaba esperando el cuarto, dos de sus pequeños estaban enamorados, él mismo lo estaba también.
Quizás el destino siempre sabe lo que hace, y tiene cosas buenas para las personas que siempre trabajan por un buen futuro, solo deben ser perseverantes y fuertes ante los retos que les pone la vida.
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