6. Primer encuentro

Martes.

Aquella mañana le parece agradable, más de lo normal. Hay algo de frío; últimamente hay mucho, pero no de ese frío que te congela la sangre, sino un frío que te abraza y que de cierta forma llega a ser cálido. Ese es el frío que hay en el aire, y lo reconforta.

Está acostado en su cama, usando el teléfono. Cree que pierde el día, pero también sabe que necesita aquel tiempo para conectar consigo mismo, y por eso es que disfruta de aquella mañana tan poco productiva. ¿Desde que hora está despierto? Ni siquiera se ha lavado los dientes, no ha desayunado, y lo peor, no ha visto a Sky desde que despertó. Seguro está al lugar que siempre va, y le asusta que no regrese más nunca, pero ya ha pasado mucho más tiempo fuera de casa, y odia sentir que se acostumbra a su ausencia, pero cada vez es más recurrente, y él no puede hacer nada para detenerla. Pasa los dedos por la pantalla, y se encuentra con las fotos del evento de la noche anterior en el perfil de su trabajo, y las ve. Son lindas. Son demasiado lindas, pero pierde el interés muy rápido, hasta que recuerda que esa noche se había presentado un chico que le había llamado mucho la atención, y que tuvo una mala noche.

«¿Estará su foto aquí?».

Pasa una foto tras otra, esperando encontrarse una de él. Pierde la fe, hasta que la última foto aparece, y es como encontrar un tesoro.

Se sienta en la cama. Mira la foto con mucha atención. Incluso siendo una fotografía aún puede sentir tantas emociones que provienen de los ojos de ese chico, Dalí, se había hecho llamar. Es lamentable lo que le había sucedido, porque había llegado con tantas ganas de tocar, y se notaba que amaba lo que hacía, a pesar de tener un miedo que no lograba comprender. Le hubiera gustado escucharlo por completo, que terminara su canción en la guitarra. Le hubiera gustado verlo más tiempo allí, acercarse, y hablar sobre la música. ¿Por qué? No lo sabía, pero se sentía atraído hacia él de alguna forma, y tiene la impresión de que todo el público también lo estaba. Se da cuenta que su perfil está anclado a la fotografía, y duda, pero no dura ni un segundo cuando ya estaba en el perfil del chico.

Efectivamente se llama Dalí Zambrano. Tiene varios vídeos tocando la guitarra acústica y eléctrica, lo que lo deja sorprendido. Pero lo que lo deja aún más sorprendido, fue que en la descripción dice que además de guitarrista, es cantante. No había cantado en la presentación, no tuvo la oportunidad; ahora tiene la curiosidad de escucharlo cantar. Tiene la impresión de que si con sólo hablar hacía sentir mucho, cantando era mucho más intenso. Desliza las historias destacada, y las pasa una por una, rápido. Pasa muchas sin darse cuenta, y llega al apartado de Burbujas. Ve la primera foto, y le parece tierna. Es una foto de un gato comiendo comida en el suelo en una calle, y según el texto, se  encontró a aquel gato allí mismo. En la siguiente foto se ve al gato borroso, pero dice que lo siguió hasta su casa. Pasa la siguiente foto, donde coloca en el texto que es el segundo día, y que el gato había vuelto a su casa. Entonces abre los ojos, un miedo profundo lo inunda. Es cómo si agua fría le cayera encima, con todo y balde de metal en la cabeza.

—¿Sky? —pregunta.

Se acomoda en la cama, buscando estabilidad. Palpa el colchón a su lado, mientras de poco a poco va pasando las fotos, y esas cada vez son más nítidas, lo que le confirma la cruel realidad que está ante sus ojos. Sus ojos se mueven a los lados, analizando cada una de la foto: están en un cuarto, la mayoría de veces el escenario es un cuarto, y una que otras están en lo que parece ser una cocina y una sala, pero la mayoría en un cuarto. Entonces deja de fijarse en las fotos y comienza a revisar la fecha de las publicaciones, y como si faltase algo más para que todo engrane, entiende que las fechas concuerdan con todos los días que Sky había desaparecido de su casa, y no sólo eso, sino que también la hora aproximada. La gata que estaba allí en esas foto, con ese chico, era su gata; nunca la iba a desconocer. A donde sea que esté, iba a reconocer aquella nariz manchada de blanco, con esos ojos tan verdes como no los ha visto nunca, la forma de sus ojos, de sus orejas, de su pestañas. Él ha estado en todo el proceso de crecimiento como para no reconocerla.

Terminan las fotos. Está confundido. Muy confundido. Perdido. ¿Qué es lo que se supone tiene que hacer? La información le ha golpeado en la cabeza hasta noquearlo.

Una nueva publicación aparece en las historias de Dalí. La abre por puro instinto, en automático, y cuando lo hace, deja de respirar.

"Ya viene siendo hora de la adopción, ¿verdad, burbujas?" dice el texto encima de una foto de Sky, que está con él acostado en una cama.

«¿Adopción? ¿A qué se refiere con adopción?».

Sus manos tiembla. Había tenido razón todo este tiempo. Sky se iba a otra casa, a otra familia, y cada vez perduraba mucho más tiempos allá, y esa gente quieren adoptarla, quieren quedársela, se la quieren quitar de sus brazos, y eso es una idea que él no piensa aceptar. Le podrán quitar su dinero, su casa, sus comodidades, le podrán quitar todo, pero jamás le van a quitar a Sky. Nunca le van a quitar a Sky.

Le manda un mensaje a Dalí a través de la historia. Le manda uno. Le manda dos. Le manda tres.

"Buenos días. Lo siento, pero creo que estás confundido. Esa gata que tienes contigo es mía, se llama Sky, y es mía".

"¿Hola?".

"Oye, responde".

No hay respuesta. Claro, ¿cómo habría respuesta? Si el que le escribe es una persona totalmente desconocida, era normal no entrara chat, pero lo hizo. Cuando se da cuenta, Dalí ha dejado en visto sus mensajes, lo que lo enfurece, y si tuviera que describir como se siente en ese momento, recurriría al típico humo que sale de las orejas como en las caricaturas.

Algo tiene que hacer. Algo, ¿pero qué? No es como si pudiera ir hasta su casa y traerse consigo a Sky. No es como si pudiese... ¿Realmente no puede hacer eso?

Revisa una vez más el perfil de Dalí, buscando debajo de las piedras, y entonces encuentra una fotografía de él frente su casa, y lo reconoce.

—Es al sur de la ciudad. Sí. ¡Sí! ¡Me tocó una vez ir con Manuel a repartir comida!

Se levanta casi corriendo. Se lava los dientes con prisa. Se arregla lo más rápido que puede. Sale de la casa y se sube a su bicicleta.

—Me habrás dejado en visto, pero yo no —dice, y arranca.

Pedalea tan rápido que sus piernas se cansan más rápido de lo normal, pero no le importa. Entonces piensa que en su vida jamás había pedaleado tan rápido. Sí, lo había hecho apresurado, pero nunca con aquella intensidad de sentir dolor en sus pantorrillas. Va tan rápido que tiene miedo a caerse por la bajada de la calle hasta el la zona baja, pero no lo hace, y no baja la velocidad. No escucha más nada que las ruedas del vehículo y la cadena que gira en un bucle. Todo pasa tan rápido en su cabeza que cuando llega no se da cuenta. Se detiene en el comienzo de la calle, mirando las casas una por una, pero no la ve. No la ve, y eso lo pone ansioso. ¿Dónde? ¿Dónde? Escucha un maullido, y la ve: Sky está en una ventana de lo que parece un cuarto, dándose la vuelta para entrar, y la ventana se cierra.

—¡Sky! —grita, inconsciente.

Pedalea unas última veces. Se detiene en seco frente la casa, provocando un ruido molesto. Siente cosquillas asquerosas por la piel. Mira hacia la ventana y lo ve. Allí está Dalí, el chico que se presentó la noche anterior en el trabajo, el chico que no pudo terminar con su presentación. Es el mismo chico que en ese momento tiene a Sky en sus brazos. Es el mismo chico que lo está mirando como lo miró aquella noche.

Dalí se queda con la mirada absorta. Sabe que lo recuerda. Sabe que recuerda el momento en el que sus ojos se encontraron y se conectaron. Sabe que lo recuerda.

—¡Sky!

Se baja de la bicicleta y va hasta la puerta de la casa. Toca con prisa.

—¡Ya voy! ¡Que ya voy! —Dalí abre la puerta y tiene en sus brazos a Sky— ¿Qué es lo que te sucede?

—Dámela.

—¿Qué?

—Dame a la gata. Es mía.

—¿La gata? —Dalí mira a Sky en sus brazos, confundido. No sabe de que está hablando— Amigo, ¿estás bien?

—No, y no lo estaré hasta que me des a Sky.

—¿Sky? ¿De qué es lo que estás hablando?

—¡La gata que tienes en tus brazos! ¡Es mi gata!

Dalí abre los ojos, sorprendido. No sabe que responder, y eso lo irrita.

—¿Sabes qué? Sólo dámela y se acaba el asunto —busca tomar a Sky con sus manos, pero Dalí se echa para atrás.

—Esta no es tu gata. Se llama Burbujas, y es macho por sino lo sabías.

Le molesta la seguridad que hay en su voz, y es ridículo, porque la noche anterior le había encantado. Los gustos pueden cambiar tan deprisa según las situaciones.

—Se llama Sky, y es hembra. ¿Es qué no sabes diferenciar entre un macho y una hembra?

Dalí revisa a Sky, y en sus ojos tan expresivos ve la confusión y la vergüenza.

—Pensé que era macho... ¡Igual no sé si es tuya! Ella viene aquí todos los días y come, pasa un buen rato.

—¿Come? ¿Qué le das de comer?

—Pues, comida. Lo que haya en la nevera.

—¡No! —se exalta— ¡Ella no come comida para humanos! ¡Sky, por favor!

Sky se voltea en los brazos de Dalí y maúlla.

—Si es tuya, ¿por qué no lleva collar?

—A Sky no le gustan los collares, se molesta.

Dalí arruga la frente.

Es difícil de roer, y sabe que sino hace algo no le va a dar de vuelta a Sky.

—¡Por favor!

—Si tanto  te quisiera, no se escaparía todos los días —dice, arrogante.

—¿Qué?

—Sólo digo, algo no harás bien para que...

—¡¿Tú que sabrás?! ¡Es el colmo!

—Oye, cálmate.

—¡¿Cómo me pides que me calme cuando no me quieres regresar a mi gata?!

—¡Yo soy el que debería estar molesto aquí! ¡Tú fuiste el que vino a mi casa, alterado, acusándome de haberte robado a tu gata!

—¡Porque es así!

—¡No, no es así!

La respiración se le altera lento. Aprieta los puños. Tiene a su gata allí, frente de él. Sólo tiene que tomarla y llevarla consigo a casa. Si sólo...

—¿La tienes de bebé?

—¿Qué? No.

—¿La has cuidado cuando se ha enfermado? —entonces es cuando se da cuenta, pero es muy tarde para dar un paso atrás.

Un dolor se apodera su garganta, y tiene que hablar con mucho cuidado para que su voz no se quiebre de un todo, y aguantar la respiración para que las lágrimas que están atoradas en sus ojos no salgan. Dalí se da cuenta, y lo sabe, y no le gusta que lo vean de esa forma. No le gusta que nadie lo vea así, menos un desconocido, pero no puede evitar estar tan desolado con pensar, no, con ver como le están arrebatando a su gata, a lo más preciado que tiene, frente sus ojos y no poder hacer nada. Lo extraño es que al mismo tiempo está  furioso, ofendido. Quizá sea en la forma de hablar de Dalí, tan seguro sin saber realmente nada. Ambos estaban a la defensiva.

—No —responde Dalí, un poco molesto.

Sky se mueve entre los brazos de Dalí, siendo atraída por su voz.

—¿Le has dado medicamento? ¿La has llevado al veterinario? ¿Has pasado noches en desvela cuando se siente mal? ¿Te levantas temprano para darle de comer? ¿La has visto crecer? ¿Has pasado una toda una vida junto a ella? —pregunta. Dalí niega con la cabeza— Pues yo sí. Y sé que está mal el haber venido de esta forma pero... pero Sky ha estado desapareciendo todos estos días, y luego vi tu historia referente a la adopción y... y yo no sabía que hacer. Sólo la quiero de vuelta —como puede deja de lado toda la tristeza, y se queda con la furia—. Sólo la quiero de vuelta conmigo. En su casa.

—¿Seguro que no me estás mintiendo?

—Sólo ponla en el suelo y lo verás.

Dalí tiene miedo, pero la coloca en el suelo.

—Sky, bebé, preciosa.

Sky corre hacia él, y se frota. Sonríe. Vuelve a tenerla con él. Nadie se la iba a quitar. Sigue siendo de él. No puede explicarlo, pero sus hombros se sienten ligeros, y su pecho ya no está tan vacío. La carga y mira Dalí, serio.

—¿Alguna duda?

—Yo... —Dalí los observa y nota lo segura y cómoda que está Sky— no.

—Bien.

Se da vuelta y camina hacia la bicicleta, con Sky en sus brazos.

Dalí los observa con ojos perdidos y quebrados.

—¡Sky! —llama Dalí.

Sky maúlla.

Él da vuelta, extrañado.

Cuando lo hace, Dalí no hace nada, ya lo había confirmado: sí se llamaba Sky.

—Adiós —se despide, con Sky dentro de la canasta de la bicicleta.

—Adiós...

Vuelve a pedalear, mucho más tranquilo que antes. Tiene a Sky de vuelta, sana y salva, sin el peligro de que la robaran. Está con él. Él está con ella, regresarán juntos a casa, y eso es todo lo que necesita.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top