43. La carta que llegó tarde
La casa está hecha un desastre. Incluso peor a como cuando Dalí la vio por primera vez.
Las sillas y los sillones están tirados en el piso sin orden alguno, los jarrones están rotos, las mesitas de noche apenas sirven de milagro, los cuadros que estaban en las paredes ahora yacen en el suelo y varios de ellos están dañados, y así como eso, muchas cosas más. Eso parecía de todo menos una casa de una persona cuerda.
Siente un vacío en el estómago. Ya estaba resignado, pero eso no quiere decir que no se siente mal. Sin embargo, ya no quiere llorar más. Agarra todas las fuerzas que le quedan para levantar el rostro y afrontarse a aquella realidad, que por más que sea horrible, es la única que le queda.
—¿Empezamos? —le pregunta a Dalí.
—Creo que sí. Tenemos mucho que recoger —hace énfasis en mucho.
Ríe levemente.
—¿Quieres ayudarme primero con los cuadros?
—Claro.
No fueron sólo los cuadros. También recogieron todo lo que tenía que ver con su madre: las pinturas, los caballetes, los overoles, los pinceles y las demás herramientas. Todo eso lo pusieron en un rincón de la sala y así siguieron con todo lo demás. Etiquetaban las cosas y las colocaban en un mismo lugar para estar más organizados. Luego las fueron metiendo en cajas que también les habían puesto etiquetas con un marcador.
Lo bueno de todo eso era que estaba con Dalí, y así la tristeza no era tan fuerte. Habían risas de vez en cuando y el ambiente se sentía cálido. Las conversaciones triviales fueron el mejor sonido para sus oídos, tal cómo eran cuando empezaron a hablar. También era reconfortante las veces que recordaban a Sky.
El sol ya quemaba la piel cuando terminaron y se sentaron en uno de los sillones.
—Estoy muerto —Dalí se deja caer de golpe en el sillón.
Él también lo hace y su espalda duele.
—Es que no hemos dormido nada. Pasamos toda la madrugada en la clínica y después en la mañana con esto.
—¿No quieres dormir un rato? —Dalí le toma la mano— Podemos buscar luego un transporte para las cosas.
—No vendría mal... pero ni siquiera tenemos un lugar a dónde llevar todo.
—No había pensado en eso.
—Estaba pensando en no sé, hablar con mi jefe y que nos ayude a conseguir un lugar mientras tanto. Él conoce a mucha gente.
—Hey —lo mira—, un paso a la vez. Es mejor descansar. Así podremos tener la mente más fresca para pensar.
—Dalí.
—Quiero dormir —Dalí recuesta su cabeza en su pecho.
Sonríe y se termina dejando ganar. Se recuesta en el sillón para tener mejor soporte y abraza al chico por la espalda, cierra los ojos y hay silencio. Poco a poco se queda dormido hasta que las ruedas de un carro lo despiertan.
—¿Es aquí? —pregunta.
—¿Crees que sea otra vez tu papá?
—Sería el colmo que fuera él de nuevo.
El timbre suena y se miran.
Se levanta y va hasta la puerta y la abre con calma. Se sorprende. No era su padre, sino el de Dalí.
—Buenas tardes.
—Buenas tardes —duda al principio.
—Tú debes ser Aciano.
—Así es.
—Dalí nos habló muy bien de ti —el padre de Dalí le extiende la mano—. Un gusto.
No sabe como reaccionar y sólo corresponde el saludo.
—El gusto es mío.
—¿Papá? —Dalí aparece detrás suyo— ¿Qué haces aquí?
—Quería hablar contigo antes de irnos.
—¿Irse? ¿A dónde? ¿Y mamá? —Dalí mira detrás del hombro de Raimundo y bajo la casa está una camioneta con un montón de maletas dentro y en el techo de la misma. La madre de él está dentro del automóvil cruzada de brazos— ¿Qué pasa?
—¿Puedo entrar?
Es cuando se dan cuenta que el padre de Dalí también tenía unos bolsos consigo.
Mira a Dalí buscando respuesta. Después de todo era su padre.
—Está bien. Pasa.
Se hacen a un lado para que Raimundo entre. Él queda en boquiabierto cuando ve todas las cajas y el desorden que aún se pronuncia.
—Perdón por el desorden. Es que tenemos que trasladar las cosas y bueno.
—No te preocupes —de cerca no parece mal hombre—. Dalí también nos contó sobre la situación con tu padre.
—¿Lo hiciste? —le susurra a Dalí.
—Lo siento, fue en un momento de ira.
—No te preocupes, tonto.
—Entonces, papá, ¿qué es lo que pasa? —Dalí se sienta al frente de su padre y él a su lado.
—Después de todo lo que pasó en la casa tu mamá prefiere irse a la ciudad de tus abuelos. Dice que necesita empezar de cero.
—¿Por cuánto tiempo se van?
—Es indefinido.
—Supongo que no formo parte de esa nueva vida.
—Sabes como es tu madre, guarda mucho rencor. Pasará mucho tiempo en que quiera volver hablar contigo.
—Lo sé —ve la mirada de Dalí y sabe que también es lo mejor, pero le duele—. Lo que me sorprende es que tú a pesar de eso estés aquí y no con ella, ¿por qué?
—Porque aunque sea mi esposa, tú eres mi hijo, y sé que hicimos muchas cosas que no estaban bien. La mayoría de ellas.
—Yo también tengo rencor. También tardaré en sanar.
—Es normal. También sé que no hay nada que pueda hacer para arreglar todo, pero al menos necesitaba hacer algo —saca de su camisa una hoja de papel reconstruida de retazos pegados con cinta adhesiva—. Esto es para ti.
—¿Qué es? —Dalí arruga el rostro.
—Es una carta que te llegó hace una semana. Es de un productor musical que se interesó en ti.
—¡¿Qué?! ¡¿Por qué no me habían dicho?!
—Intenté hablarlo con tú mamá, pero Michael se le metió por los ojos y ella la rompió. Tardé todo un día para restaurarla.
—¿Qué dice la carta?
—Léela. Es la razón por la que vine aunque tu madre se molestara.
Dalí toma los bordes de la carta con cuidado.
—"Saludos cordiales, Dalí Zambrano. Soy Saúl Ramírez, productor musical. Unos colegas y yo hemos estado trabajando arduamente durante los últimos meses para crear nuestra propia disquera musical, "Alternativa music". Puedes buscarnos por redes sociales si con eso te sientes más cómodo"
Saca su teléfono y busca el Instagram de la disquera. Tal como dice la carta es una disquera nueva, pero ya tienen meses subiendo contenido. Le muestra a Dalí algunas fotos con artistas ya de renombre.
—"Tenemos contratos con artistas conocidos, y por supuesto, con artistas inéditos y con mucho talento. Vi tu música en SoundCloud y realmente me encantó tu voz. Me tomé la libertad de buscarte en más redes y definitivamente supe que te necesitábamos con nosotros. También vi que ibas a presentarte a las pruebas de admisión de la universidad de música del país. Bastante admirable que hayas superado la primera prueba. Si no te molesta, también me tomé la libertad de comprar un boleto a tu ciudad para ver la prueba, seguro será increíble. Me gustaría hablar contigo en persona, así te explico mejor todo. Estaré hasta el 23 de Julio, pero te adelanto que si aceptas, tienes que venir a mi ciudad por tiempo indefinido. Te dejo mi número en todo caso. Espero verte. Un saludo cordial, Saúl Ramírez".
No cree lo que acaba de escuchar. Mucho menos Dalí.
—¡Un productor se interesó por mi música!
—¡Lo sé! —abraza a Dalí tan de repente que caen en el sillón— ¡Tienes que aceptar!
—Pero... él dijo que tengo que irme.
—¿Y hay un problema con eso?
—Claro que lo hay —se sienta en el sillón—. No te voy a dejar solo.
—No, Dalí, ¿de qué hablas?
—Escuchaste lo que dice la carta. Será indefinido.
—¿Tú también lo escuchaste? Es una disquera, Dalí, y está interesada en tú música.
—Pero estaríamos lejos.
—¡Es tú sueño! Por el que tanto has trabajo. Yo sólo soy...
—No lo digas. Tú lo eres todo para mí.
—Podré serlo todo, pero jamás un obstáculo.
—No sé si estaría bien. Están pasando tantas cosas en tú vida como para dejarte solo. Sky, tu casa. No podría.
Le coloca una mano en la mejilla.
—¿Y no crees que tu felicidad sería la mía?
—Pero...
—Hasta tu papá se sacrificó para venir aquí. No puedes dejar esta oportunidad.
Dalí lo duda. Eso le preocupa. No será de nuevo un obstáculo para nadie más. De hecho, nunca lo fue, y no lo será ahora.
—Dalí, ¿cuál es tu sueño?
—Ser músico.
—¿Y qué más?
—Firmar contrato con una disquera y que todo el mundo escuche mi música.
—¿Cuánto tiempo has trabajo tan duro y esperado que ese sueño de cumpla?
—Toda mi vida.
—¿Y dejarás ese sueño atrás por alejarte de alguien?
—Ese alguien es el amor de mi vida.
—Y si realmente es amor entonces perdurará y pasará todas las dificultades, incluyendo la distancia. Estaría tan feliz de verte cumplir tu sueño.
—Si el amor de tu vida te lo dice es porque debe ser una señal —dice el padre de Dalí con una sonrisa.
Dalí los mira a ambos.
—¿Cuándo es 23 de Julio? —Dalí revisa su celular y se alarma— ¡Es hoy! ¡Ya es tarde!
—No. Te dejó su número, llámalo.
Dalí marca nervioso el teléfono y llama. Repica un par de veces y pierde la esperanza. Le coloca una mano en el hombro incitando a que vuelva a llamar. Sucede lo mismo, pero antes de colgar atiende.
—¿Aló? —habla un hombre.
—¿Saúl? —pregunta Dalí.
—Así es. ¿Con quién hablo?
—Soy Dalí. Dalí Zambrano.
—¡Ah, Dalí!. Pensé que no te interesaba la propuesta.
—¡No! No es eso. Sucedieron unas cosas y bueno... acabo de leer la carta. ¿Sigues aquí en la ciudad?
—Sí, sigo aquí. ¿Te interesa la propuesta?
—¡Sí! ¡Claro que sí!
—¿Te parece vernos entonces en unos 30 minutos?
—No tengo problema. ¿En donde?
—¿Conoces la cafetería de gatos?
—Sí, la conozco —no la conoce, y por eso él busca la dirección.
—Bueno, te espero allí en 30 minutos.
—Está bien. Allí nos vemos.
—La cafetería está a 50 minutos. No llegarías ni corriendo.
—Puedo llevarte —se ofrece su padre.
—¿Y mamá? —pregunta Dalí.
—Tu mamá puede esperar.
—¿Seguro?
—Sí. Sólo déjame hablar con ella. Tendrá que entender.
—Gracias.
—No tienes nada que agradecer. Te aviso —y antes de salir por la puerta dice—. Ah, y esos bolsos son tus cosas que quedaban en casa.
—¿Cómo me veo? —Dalí abre los brazos.
—Terrible.
—Pero...
Se ríe.
—Te irá bien.
—¿No quieres venir?
—Tu madre está muy molesta. No creo que sea adecuado que vaya con ustedes. Yo puedo esperar aquí.
—¿Estás seguro de esto? Si tú quieres puedo cancelar y quedarme contigo.
—No —le acaricia el cabello—. Jamás haría menos tus metas por mí.
Se miran con ternura y la corneta de la camioneta suena.
—Es mi papá.
—Ve.
—Deséame suerte.
—Te deseo suerte y todo lo que quieras. Ahora ve.
Dalí corre hasta la puerta pero lo detiene.
—¡Dalí! —el chico voltea— Te quiero.
—Yo también.
Sale por la puerta y escucha el motor de la camioneta. Las ruedas hacen ruidos cuando arrancan, y por alguna razón siente que será la última vez que verá a Dalí.
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