30. El deseo de dos almas
Les pareció muy gracioso el hecho de que Dalí acabara de pasar la primera prueba, y a la hora de irse de allí, a diferencia de otras personas que se iban en carros, ellos decidieron irse en la bicicleta, a pesar de ser de noche y está alejados de casa. Es irónico.
Cuando se adentran al centro de aquella zona no pueden dejar de ver todas las luces de los edificios y de los autos. Es como si estuvieran en la ciudad más adinerada de todas. Sienten el viento en sus rostros, y Dalí, que va en la parte trasera de la bicicleta, grita fuerte al cielo. Él no se asusta, de hecho, se ríe y lo acompaña en su griterío.
Por fuera ríe y grita, pero por dentro piensa en todas las cosas que antes no hacía y que luego de conocer a Dalí sí. Antes no hubiera estado tan lejos de casa, en una bicicleta, y mucho menos gritando como un loco por las calles. De hecho, no habría sido tan animado como para gritar en cualquier situación. La gente los mira extraño, pero no le importa y pedalea más rápido. ¿Qué importa lo que diga la gente? ¿Qué importa lo que hagan? Si Dalí está con él, todo es mejor, todo es mágico, aunque sea el plan más seco posible.
Bajan de la bicicleta y se suben en el metro que los llevará a su ciudad. No hay tanta gente a esa hora de la noche, así que todo está en silencio. Están sentados uno junto al otro, observando la ciudad a través de la pequeña ventana del metro. Escuchan el viento silbar, y desde ahí las luces se ven tan pequeñas, como si fueran manchas de pintura. Es hermoso.
Observa a Dalí, y para su sorpresa, Dalí ya lo estaba observando desde hace tiempo. Se queda viéndolo a los ojos, y luego de unos segundos ambos rompen en risas. Las pocas personas que hay en el metro sonríen. No todos son unos amargados. Cuando llegan a su ciudad, que está cerca del mar, repiten lo mismo. Se suben en la bicicleta, gritan y ríen, y van hasta su casa. Aunque sí le preguntaran, diría que esa ya no es sólo su casa, sino también la de Dalí. Después de todo, él lo está ayudando a pagarla, y también pasa mucho tiempo en ella, a veces incluso hasta más que él mismo.
Cuando abren la puerta de la casa los recibe una Sky emocionada. Maúlla un montón de veces.
—¡Sky! —grita Dalí y abraza a la felina tiernamente, teniendo cuidado por su embarazo— ¡Adivina quién pasó la prueba! Realmente tenías razón esos días que me visitabas. Fuiste una de las primeras... ¿personas? que tuvieron fe en mí.
Cierra la puerta detrás de sí y se recuesta en ella mientras ve al chico hablar con la gata en sus brazos. No puede evitar sonreír mientras lo mira. Se ve tan lindo y tan tierno. Emana unas vibras de puro amor y cariño, de paz. Puede quedarse viéndolo hora tras hora y jura que no se cansaría de ello, porque Dalí es una obra de arte en sí mismo, y las obras de arte son hermosas.
—Felicidades de nuevo —lo felicita mientras se acerca.
—Muchas gracias —Dalí deja en el suelo a Sky con cuidado y se vuelve a él, dando pasos al frente—. Sino fuera por ti... si tú no hubieras estado allí, no sé qué habría hecho.
Camina sin importarle la corta distancia que hay entre ellos. Tan corta que puede sentir la respiración de Dalí sobre su piel cada que habla. También siente que Dalí está un poco alterado, porque su respiración no es normal, y sabe que se debe a su cercanía; lo sabe porque su propia respiración también está desenfrenada, pero tenerlo tan cerca le encanta. Siempre le ha encantado, pero antes le daba miedo hacer algún movimiento.
—Habrías triunfado —dice, mientras busca las manos de Dalí con las suyas. El roce entre ellas crea un cosquilleo por todo el cuerpo. Chocan frente con frente, y las sensaciones están a flor de piel—, habrías cautivado a todos con tu voz, como siempre lo haces. Como lo hiciste conmigo.
—Tú... —a Dalí le cuesta hablar— ¿Tú crees eso?
—Creo eso y mucho más.
Antes le daba miedo hacer algún algo fuera de lugar, pero ahora que sabe que Dalí siente lo mismo, se rompen las cadenas que le prohibían el movimiento, y lo besa. Es un beso mucho más profundo que el de hace unas horas, más lento, con más tensión, porque ahora están solos, no hay voces ni interrupciones que los limiten a disfrutar cada segundo que sus labios tocan al los del otro. No hay limitaciones en su amor.
El beso ahora es un poco más rápido, y toca suavemente el rostro de Dalí con ambas manos, roza su cuello. Es tan tibio, tan cálido, y cuando Dalí hace lo mismo con él, siente que el suelo desaparece, que todo da vuelta, que nada importa. Realmente nada importa. Acercan más sus cuerpos y un beso ya no es suficiente para acabar con la tensión que han generado durante el tiempo que se conocen. Sus cuerpos y sus almas piden más que un beso. Caminan hasta la habitación, sin separarse en ningún momento; no quieren hacerlo. Caen en la cama suavemente, encima de Dalí, y por primera vez en el momento separan sus labios para verse a los ojos. No dicen nada y la respiración del otro choca en sus rostros.
Sonríe levemente al ver a Dalí de esa forma. Le acaricia la mejilla con sus dedos un par de veces antes de volver a besarlo. Trata de quitarse la franela allí, pero al ver que no puede, deja por unos momentos al chico para quitársela. Se da cuenta que Dalí mira con atención su torso desnudo, y eso le causa un poco de gracia. Mete sus manos por debajo de la camisa de Dalí, sintiendo por primera vez la piel que tanto había deseado. Dalí se estremece. Y para cuando se dieron cuenta, ambos se habían quedado en ropa interior.
Besa el cuello de Dalí infinidades de veces, suave, mientras que con sus manos recorre su cuerpo. Siente como Dalí también está recorriendo el suyo.
No sólo se limita al cuello, también lame la oreja, besa el pecho, lame los pezones. Se siente dueño del cuerpo de Dalí. Se sienta en las piernas del mismo, y ahora es Dalí el que besa cada minúscula parte de su cuerpo. Se estremece al sentir como la lengua y los labios de Dalí le provocan cosquillas que no son normales. Se vuelven a besar, acercando sus cuerpos, sintiendo el calor del otro, pero eso no es lo único que sienten. No. Para nada que no es lo único.
Sienten la presión de su miembros debajo del bóxer y como están luchando para salir, y es así como ambos chocan uno contra el otro. Vuelve a acostar a Dalí. Se separan, pero quedan en la misma posición: uno encima del otro, rostro a rostro, y con la mano, toca por encima de la tela que prohíbe la salida del miembro de Dalí. Éste tiembla, pero también toca el suyo. Tienen una coordinación entre ambos mientras se tocan, y escuchan los gemidos del otro, lo que los excita más. Llegan al punto que la tela no es suficiente, y cuando se liberan de ella, acercan su cuerpo como nunca lo han hecho. Sienten el miembro del otro chocar contra sus pieles y eso les hace sentir un sinfín de sensaciones.
Toma el miembro de ambos con una mano y comienza a masturbarlos. Ambos gimen, y cuando siente que Dalí, e incluso su propio cuerpo, se tensa y descontrola, se detiene. Dalí lo mira extrañado.
—¿Aciano?...
No le permite hablar más y vuelve a besarlo.
Baja hasta el miembro del chico y mete en su boca. Dalí gime y se retuerce. Eso es una señal de que lo disfruta, así que no se detiene, lo intensifica. Al sentir el sabor del líquido preseminal lo saca. Lame la zona interna de los muslos de Dalí, las abre y lame el orificio, provocando aún más gemidos del chico.
—Aciano—
Lo escucha, y sólo mueve su lengua más rápido, y luego sigue con los dedos. Cuando hace esto decide mirar el rostro el rostro de Dalí. Dalí se avergüenza, pero eso lo excita a niveles que nunca había sentido.
—No has estado con otro hombre, ¿verdad? —pregunta a Dalí suavemente.
—No —responde— ¿Tú?
Se ríe un poco torpe.
—Uno que otro.
—Entonces tendré que dejarme a tú merced.
—¿No dejas de ser tonto incluso en estas circunstancias? —muere de risa.
—Tú tampoco dejas de serlo, ¿por qué yo sí?
Busca algo antes de comenzar. Toma las piernas de Dalí y le indica como colocarse. Cuando lo logra, le coloca un poco de lubricante. También lubrica su miembro. Lo acerca con cuidado. No lo mete, sólo roza y moja con líquido preseminal. Al sentir el tacto Dalí reacciona.
—Está bien. No te preocupes —acaricia la mejilla de Dalí para tranquilizarlo.
Introduce con cuidado el miembro. Dalí gime al sentirlo y arruga la frente. Sigue acariciando su rostro y sigue metiendo el miembro gentilmente. Dentro de Dalí es estrecho, lo que hace difícil moverse, pero al mismo tiempo el calor que hay dentro lo encienden de una manera anormal. Sin embargo, sabe que no puede alocarse ahora. Cada que va más profundo saca levemente, para que Dalí se acostumbre, y una vez más, los gemidos y las reacciones de Dalí le juegan en contra, pero se controla.
—A-aciano —la voz de Dalí es un hilo de sonido.
Cuando ya ha metido lo suficiente se acerca a Dalí, y este le abraza la espalda con fuerza. Gime en su oído. Termina besándolo.
Ahora es más fácil moverse dentro, y siente las contracciones y lo gemidos de Dalí ahogados en el beso. Besa su cuello y sus orejas mientras se mueve más rápido, provocando que Dalí diga su nombre varias veces. Siente las manos de él clavarse en su espalda, como si quisiera aferrarse a él, y la verdad es que no tiene ningún problema con eso. Cada que Dalí dice su nombre lo enciende más, y tiene el impulso de ir más rápido y duro, lo cual hace un par de ocasiones, e incluso él mismo suelta gemidos en el oído de Dalí cuando comienza a sentir que las paredes del chico se acomodan a su miembro y el roce entre ambos generan sensaciones increíbles. Busca con una de sus manos el miembro de Dalí y lo masturba mientras lo penetra, haciendo que Dalí se estremezca mucho más en la cama. No lo culpa, porque sentir estímulo en ambas zonas sensibles ha de sentirse estupendo.
Ya no puede controlarse más. Su miembro está que explota. Siente la mano con la que masturba a Dalí mojada. Está a punto de venirse.
—A-aciano —se estremece debajo de él— ¡Aciano! M-me voy a... a...
No deja que hable. Arremete más rápido al mismo tiempo que lo masturba con la misma intensidad. Él también está a punto de venirse.
El calor aumenta entre ellos al igual que el sudor.
—Dalí... ¡Dalí!.
Sus voces se mezclan entre gemidos y siente a un Dalí mucho más aferrado a su espalda. Sus músculos se y liberan cuando ambos se vienen.
Siente todo su abdomen mojado del líquido de Dalí, mientras que el suyo está en el interior del chico.
Sus respiraciones son lo único que se escuchan tras acabar. Se miran a los ojos y no pueden evitar sonreír.
—Hola —saluda mientras ríe.
—Hola —salida Dalí de la misma forma.
Se acuesta encima de Dalí, aún sin sacar el miembro, por lo que Dalí se estremece.
—¿Cómo estás?
—Yo... —Dalí se queda en silencio.
—¿"Yo"?
—Yo.
Ambos ríen y relajan sus cuerpos.
Saca su pene y Dalí vuelve a estremecerse cuando siente el líquido salir.
—Tranquilo. Es normal.
—Igual lavamos las sábanas después.
Ríe.
—Sí. Después.
Se quedan en silencio, abrazados.
Una vez más se siente seguro durmiendo junto a Dalí, como la primera vez que se quedó a dormir en su casa. Y es loco a su juicio, porque jamás llegó a pensar que llegaría a tener algo íntimo con Dalí. Antes pensaba que Dalí sólo era un chico que quería robarle a su gata, y ahora siente que podría compartir toda su vida con él por el resto de los días que les queden. Definitivamente Dalí es su lugar seguro. Y está tan feliz de que esté a su lado. Se olvida de todos sus problemas por un momento, y se permite ser feliz a su lado. Aún más feliz de lo que ya era.
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