25. El culpable soy yo
—Hoy haremos una actividad bastante divertida —explicó la profesora—. Les daré a cada uno una hoja donde van a escribir como se sienten hoy y harán dibujos alrededor, pintar, escribir, lo que ustedes quieran.
Todos los niños estaban emocionados. Le recordó las actividades que hacían en el jardín de niño, y quizá si no tuviera días pensando en lo que sucede en su casa estuviera más emocionado. Todos dibujaban y pintaban, pero él no sabía que hacer. Tenía la pintura a un lado, y al otro tenía los lápices de colores. Se quedó mirando la pintura azul. Hay algo en ella, una profundidad que no entiende, pero tenía la percepción de que el color sí lo entendía a él. Es un azul opaco, como si estuviera cargando cosas en sus hombros. Es como si el azul y él fueran los mismos. Tomó la pintura y empezó a escribir con el dedo índice. Los pinceles no son necesarios.
—¿Te sientes azul? —su madre movió la hoja en la que él había dibujado, o mejor dicho, escrito "Me siento azul".
—Sí.
—¿Me lo puedes explicar?
—Sólo me siento azul. ¿Está mal? —bajó la cabeza.
—No. Todos nos sentimos azul en algún momento en nuestras vidas. ¿Por qué no me cuentas como te va en la escuela? —ella sonrió.
—¿Eso qué tiene que ver con la hoja?
—Puede que tenga o no que ver con ello. Ven. Siéntate conmigo. Déjame explicarte algo, ¿quieres? —se subió a sus piernas mientras le acariciaba el cabello— Sabes que soy pintora, ¿verdad?
—Sip.
—Bueno, nosotros los pintores no usamos los colores porque sí, cada uno tiene una función y un significado. Mayormente los usamos para representar emociones y sentimientos.
—¿El amarillo qué es?
—Depende de la persona, pero usualmente es considerado como el color para representar la alegría.
—¿Y el azul?
—El azul usualmente es ligado a la tristeza. ¿Te sientes triste?
Se queda callado por un momento. Luego asiente.
—¿Por qué? ¿Te pasa algo, bebé?
—Estoy asustado porque tú y papá pelean mucho. Y hay muchas cosas que son raras.
Su madre se sintió culpable. ¿Cómo es posible que haya sido tan descuidada con él? Es un niño, y aunque su mente no está del todo desarrollada, ve y observa todo. Él no debería estar sufriendo por lo que pasa en casa. Lo abrazó con fuerza.
—No tienes porque preocuparte. Lo que pasa entre tu padre y yo, es entre tu padre y yo. No tiene nada que ver contigo.
—¿Y lo que pasa entre papá y Abel?
Ella arrugó la frente.
—¿Qué pasa entre papá y Abel?
Dudó por un momento. El rostro de su madre no era una buena señal. La sonrisa de Abel no era una buena señal. Nada era una buena señal últimamente. Su papá y Abel hablaban sobre que nadie los veía, así que quizás debía quedarse callado, pero si estaban a escondidas es porque estaba mal. Su mamá seguro sabría que hacer.
—Papá y Abel hacen lo que tú y papá hacen de noche.
Ella no respondió. Sus ojos vibraron de la sorpresa. El aliento de ella chocó con su rostro, y por un momento pensó que su madre no era su madre. Pero sólo por un momento.
(.)
—¡¿Cómo se te ocurre meterte con Abel?! —su madre gritó por toda la sala, pero su padre no hacía nada— ¡Responde!
—¡¿Y qué quieres que te diga?! —su padre se levantó del sillón— ¡Algo tenía que hacer si mi mujer no sirve ni siquiera para coger!
—¡Eres un depravado! —ella lo empujó, pero su padre la tomó de los brazos y comenzó a gritarle. Ella lloró.
Él estaba en un rincón de la cocina viéndolos, aterrado. Era la primera vez que ve una discusión de tal magnitud. Incluso llegaron a golpearse. Y todo porque él dijo lo que debía quedarse oculto. Él es el culpable. Que su madre saliera lastimada ese día era su culpa.
(.)
—¡¿Por qué Abel me hizo eso?! —su madre lloraba a través del teléfono— ¡¿Por qué?!
—¡Calma! —le gritó Maribel por el teléfono— ¿Dónde estás?
—¡En casa! —su madre se limpió las lágrimas sólo para hacer espacio a nuevas— ¡Voy a buscarlo y a pedirle explicaciones!
—¡No! ¡Espera a que vaya contigo! ¡No puedes manejar en ese estado!
—¡No me puedo quedar tranquila!
Maribel gritó algo por el teléfono, pero su madre se quedó callada cuando escuchó las ruedas de autos chillar en el asfalto. Luego no se escuchó nada que no sean bocinas y algunos gritos.
—¿Maribel? —la voz de su madre salió como un hilo delgado— ¿Maribel?...
El primer funeral al que él asistió fue el de Maribel. Verla dormida dentro de un ataúd era extraño, todos lloraban por ella en vez de despertarla. Según había muerto, y nunca más iba a despertar. Más nunca nadie la verían, no escucharían su voz, su risa. Dejaría de existir. Y todo por culpa de él. Si él se hubiera quedado callado, su madre no la hubiera llamado y no hubiera tenido ese accidente. El que Maribel muriera ese día también fue su culpa.
Los días siguientes a esos sus papás estuvieron alejados por muchos días, y Abel no se apareció más por la casa. Sólo eran él, su mamá y Sky, pero...
—Saca a esa gata de aquí —pidió su madre— ¡Qué saques a esa gata de aquí!
Abrazó a Sky, asustado. No iba a sacarla. Sky era su hermana, su compañera, no podía abandonarla.
—¡Haz caso de una vez! ¡¿Es que no te das cuenta que esa gata fue el comienzo de todo?! —su madre tiró unos lienzos al piso, llorando— ¡Entonces vete con ella! ¡Váyanse y déjenme sola!
Las lágrimas le caen por sus pequeñas mejillas. Sí. Él se ha ganado tal rechazo. Él dijo la verdad, él fue quien hizo la grieta entre el matrimonio de sus padres, él es el asesino de Maribel, es quien hizo que su madre odiara a Sky. Se ha ganado ese rechazo por ser el culpable de todo, y sin tener idea de cómo disculparse por todo lo que hizo, lloró.
Su madre se le quedó viendo, aún con las lágrimas pegadas en la cara.
—No... ¡no! —corrió hacia él y se arrodilla y lo acompaña en el llanto— Perdón, perdón, perdón. No llores. No te vayas. No eres el culpable de nada, ¿de acuerdo?
A pesar de sus suplicas él siguió llorando, pero lo abrazó y besó su cabeza muchas veces.
—¡Perdóname! No pensé en lo dije. Definitivamente no eres el culpable de nada. Mucho menos Sky. Ella no tiene culpa de que ese hombre la haya usado para meterse en nuestras vidas. Ninguno de ustedes tiene culpa. Si ellos no nos quieren, no importa, vamos a salir delante de esto, ¿sí? Los tres. Los tres.
Aún así él lloró mucho después de eso.
—Quiero el divorcio —pidió su madre.
—Me parece bien —aceptó su padre—. Comencemos los trámites entonces.
Ahora también es el culpable del divorcio de sus padres.
Maribel se fue. Abel se fue. Su padre se fue. La casa le quedó a ellos y sólo a ellos. Y es extraño, porque después de que se hayan quedado solos, todo comenzó a ser mejor. Su madre volvió a pintar, volvió a sonreír, y Sky crecía junto a él. Aunque mientras eso sucedía fue entendiendo que su madre moría cada día. No tenían el dinero para sus operaciones. Así que sólo se adaptaban a la idea de su partida. Fuera de eso, la vida les volvía a sonreír. Se hicieron mejores amigos, y además, ella su superhéroe. Su madre hasta el último minuto dio todo por él. Hasta que un día a los 14 años, cuando regresó del colegio, la encontró tirada en la sala.
—¿Mamá?
Sus recuerdos son confusos de ese día, pero también son palpables. Recuerda que su garganta dolía de tanto gritar y rogarle que no muriera. Recuerda el sonido de la sirena de la ambulancia le pitaba en el oído. Recuerda que cuando llegaron al hospital los enfermeros tuvieron que detenerlo para no dejarlo entrar a emergencias. Recuerda el silencio del hospital.
—Trata de ser cuidadoso —le recomendó una enfermera al dejarlo entrar en la habitación.
—¿Aciano? —preguntó su madre.
—Sí. Soy yo —él se colocó a su lado en la camilla.
—Te amo, Aciano —ella buscó su mano, y al no poder conseguirla, él la tomó por ella.
—Yo también te amo.
—Perdón por todo —las lágrimas cayeron de los débiles ojos de su madre—. Perdón por la vida que te di. Perdón por tanto sufrimiento... perdón por no ser una mejor madre.
—N-no, no digas eso —apenas y podía hablar. Su garganta era un nido de dolor—. Me has dado la mejor vida.
—No —ella negó la cabeza con dificultad—. Merecías una mejor vida.
—¿Pero qué dices? —el rio para evitar llorar— Fuiste la mejor madre. ¿Qué otra mujer dejaría todas sus comodidades para dedicarse a su hijo?
—¿Eres feliz?
—Contigo soy más feliz que nadie, mamá.
Su madre, a pesar de estar en terrible estado, se le veía lo dichosa que se sentía en los ojos. Juntó toda la fuerza que le quedaba para hacer el esfuerzo de darle un ultimo beso en la frente. Se sintió tan cálido, y por un momento ese beso le hizo creer que todo estaría bien ahora. Ella reposó una vez más su cabeza en la almohada de la camilla y sonríe. Él le devolvió la sonrisa.
—Gracias, Aciano. Eres una persona increíble, la mejor que he conocido. Te amo...
El pitido de la máquina de signos vitales llena la habitación. Ella cierra los ojos, y su mano alrededor de la de él pierde fuerza.
—Ma... —su cerebro no lo procesó en su momento, pero sí su corazón, y habló con la voz agotada— ¿Mamá?...
También es el culpable de la muerte de su madre.
Es el culpable de todo lo que pasó en la historia de su familia. Sólo por haber pronunciado aquellas malditas palabras. Vivió toda la vida pensando que era el culpable. Vivió en soledad, porque tenía miedo en lastimar a alguien más, y encontró a Dalí, una persona increíble, una persona bondadosa, alguien que merece todo lo bueno, y de quien se ha enamorado.
Ahora también será el culpable de destruirle la vida a él. Sí, Abel tiene razón. Él es tan culpable cómo todos, una persona horrible, y siempre lo supo, pero se engañaba así mismo para no caer en la locura. No merece estar cerca de Dalí. Lo sabe más que nadie, y por eso está llorando, recostado en la puerta de su casa, abrazando a Sky.
Pero si paga lo que Abel le pide no le alcanzará para pagar la mensualidad de la casa, y eso es lo que ellos quieren, quieren hacer todo lo posible para que él pierda la casa, sin importar a quien lastimen en el camino. Si tan sólo él no hubiera hablado con la verdad hace años, quizá nada de eso estuviera pasando.
Él es el culpable de todo.
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