16. Lugar seguro

Ha pasado como mínimo una hora desde que habían escapado de su casa. Quizá fue por la adrenalina, o por estado de ánimo que sintió que era muy lejos, o tal vez fueron todas esas vueltas que dieron para retardar la llegada. También hay mucho frío, de esos que te hacen abrazarte a ti mismo a pesar de que lleves puesto una chaqueta, y ni él ni Aciano llevan chaqueta.

Observa que Aciano sólo lleva la delgada franela del uniforme de su trabajo. Seguro que tiene mucho frío. Seguro que quiere sentirse caliente, así como lo está él, que siente cierta calidez estando tan cerca de él. Inconsciente aprieta más los hombros de Aciano, que es de donde se agarra para no caerse de la bicicleta, y se acerca a la espalda del chico. Cuando siente el roce de las telas le da miedo el cosquilleo que recorre su cuerpo, así que no se acerca más.

Sin embargo, al no hacerlo, es más consciente de todo lo que lo rodea, incluyendo el cuerpo de Aciano, que está más tenso, y cree ver irregularidad en la respiración del que le da la espalda. ¿Es extraño que quiera abrazarlo? ¿Es raro que quiera buscar calor en él después del momento que ha tenido en su casa? Sea cual sea la respuesta, no la obtiene.

Después de una subida en carretera detiene la bicicleta frente a una casa de madera de dos pisos. Es una casa grande. Una casa muy grande.

—Vaya, cuando dijiste que vivías solo no pensé que tuvieras una casa tan grande.

—Realmente no es mi casa. Se supone que era de mi madre.

—¿De qué murió?

—De cáncer —responde Aciano, subiendo la bicicleta por las escaleras de madera hacia la entrada.

—Lo siento.

—Fue difícil al principio. Y sigue siendo difícil aún.

—Ustedes eran muy cercanos, ¿cierto?

—Ella era mi mejor amiga. Y según ella, que también le creo, yo era su mejor amigo. Después de mudarnos a esta casa ella no tenía muchos amigos. Yo tampoco, así que estábamos juntos casi todo el tiempo.

—Su relación de madre e hijo suena muy linda.

—Lo era. Son de las cosas que aún me mantienen en pie.

No comprende de todo a Aciano. Arruga la frente.

—¿A qué te refieres?

—Ehm... Todos tenemos cosas que nos impulsan a seguir adelante, ¿no? Bueno, el recuerdo de mi mamá una de esas cosas para mí —Aciano habla rápido, incluso un poco nervioso—. Ven, entra.

Entra, y definitivamente, la casa es enorme tanto por dentro como por fuera. De seguro es muy hermosa. Sí, de seguro lo es, sino fuera por el caos que hay dentro de ella. No sabe como reaccionar al estado de aquel lugar. Hay papeles regados por el piso, los sillones están desordenados, incluso hay platos en el mesón que conecta la cocina y la sala. Todo en aquel lugar no está donde debe de estar, y se pregunta si Aciano realmente vive allí.

—¡Dios! ¡No! —reacciona Aciano cuando se da cuenta que lo ha invitado a ese desastre— ¡Dalí te pido una disculpa! No recordaba como estaba este lugar. Que vergüenza...

Le causa gracia ver como Aciano está cada vez más rojo. Realmente está avergonzado. Lo ha visto enojado, feliz, muerto de risa, estresado por el trabajo, pero jamás avergonzado.

—No te preocupes, igual es parecido a mi habitación —ríe.

Ríe mucho más cuando ve la expresión de Aciano.

—Pero si tu cuarto es impecable.

—¿Qué te puedo decir?

—Eh... si quieres te puedes sentar aquí, mientras yo trato de hacer algo de orden en este lugar.

Aciano recoge tantos papeles como puede mientras él se sienta, aún riendo bajo por la actitud del chico. Mira el hogar de Aciano, y realmente cuestiona que allí viva el chico; el mismo chico que fue a su casa hace casi un mes, enojado, el mismo que estuvo a punto de romperse por no recuperar a Sky, el mismo que es tan responsable con las cosas, que incluso es más serio que él, el chico que parece tan pulcro. Es simplemente extraño. Además, cuando Aciano le mandaba fotos de Sky y de él mismo, la casa parecía estar en mejores condiciones. Y se supone que allí es donde vivía la mamá de él, aquella mujer que es su impulso. Si eso es cierto, ¿por qué tendría la casa que alberga miles de recuerdos hermosos en un estado como aquel? Si la relación de su madre fuera como la de Aciano, mantendría esa casa como nueva... si la relación de su madre fuera... Y recuerda la razón por la que está en casa de Aciano: escapó de su casa por su madre.

Eso lo trae de vuelta a la realidad de la que había escapado. Su madre no es como la de Aciano. No es cercana, y aunque suene triste, ni siquiera la considera amiga. Su madre es cruel y egoísta. Incluso con su propio hijo, y le molesta que actúe de esa forma, cuando debería apoyarlo. La molestia se convierte en tristeza.

—Últimamente he estado ocupado, así que no le he prestado atención... —Aciano deja de hablar cuando lo ve llorar.

Sí, esa casa podrá estar en un desastre enorme, pero se siente más seguro allí que en casa, así que permite vaciar su cuerpo de todas las cosas que ha acumulado por tanto tiempo. El llanto le quema el pecho. No le gusta aquel sentimiento, pero se hace más llevadero cuando Aciano se sienta a su lado y lo abraza. El llanto sigue quemando, pero ahora lo libera de cargas que no debería tener encima. Normalmente son los padres que deberían estar de esta forma con sus hijos, escuchándolos y dándole apoyo, pero no es su caso. No es el caso de muchos, que en vez de sus padres tienen a otras personas, y él se alegra que esa persona sea Aciano. Entonces encuentra respuesta a sus preguntas más tempranas. ¿Es extraño que quiere abrazarlo? No, para nada que lo es. ¿Es raro que quiera encontrar calor en él? No, tampoco lo es. ¿Por qué sería raro querer refugiarse en esa persona en la que confías y quieres demasiado? No, es todo lo contrario. Es hermoso.

—Estoy orgulloso de ti —dice Aciano.

Abraza con fuerza a Aciano.

—Estoy orgulloso de ti —repite Aciano—. Fuiste muy valiente.

—¿Lo crees? —ríe en llanto.

—¿Es que acaso tú no? Fue una de las cosas más valiente que he visto.

—Nunca creí que podría hacerlo. Es gracias a ti.

—¿A mí? Claro que no, Dalí. Todo es gracias a tu esfuerzo.

—No. Sin tu apoyo, sin tu consejos, sin tu amistad. Sin ti no podría haber hecho nada.

—¿Por qué lo dices?

—Tú fuiste el que me motivó a dar el siguiente paso. Siempre diciéndome que puedo. Dándome tu apoyo. Eres la única persona en todo este mundo que me mira, que sabe que existo, que me aprecia por tal como soy, y que me apoya en lo que quiero para mi vida.

—¿En serio soy todo eso para ti?

Duda en responder, porque no entiende que es lo hay en su estómago cuando Aciano hace aquella pregunta. Pero tiene la necesidad de responder algo que lo deje sorprendido, algo que deje en claro que a pesar de que se conozcan ya casi un mes, es de las personas más importante en su vida. Y quizá lo ideal sería decir algo increíble, algo original y onírico, pero a veces es mucho mejor dejarse llevar, ser directos y sencillo.

Que sea sencillo no quiere decir que sea insípido, ni mucho menos.

—Sí, Aciano. No puedo poner en duda que tú para mí eres todo eso y mucho más.

Aciano queda mudo, y ríe, quizá de sorpresa, de alegría o de vergüenza, pero ríe, y él se le une. Luego se miran, no dicen palabras alguna, sólo se miran como sino hubiera otra cosa que mirar que no fueran sus ojos. ¿Qué hay que decir en esos casos? ¿Es normal que haya ese tipo de tensiones? Su cuerpo se acerca lentamente, y él se deja llevar. Aciano también está más cerca. No sabe porque lo hacen, pero hay algo dentro de él que quiere estar cerca del chico, y algo le dice que Aciano así lo quiere también. Y el teléfono de Aciano recibe una llamada.

—Oh, es mi teléfono. Es del curso. ¿Me das un momento?

Asiente.

Mientras Aciano habla por teléfono, él se deja recostar en el sillón, con cierta presión en el pecho. Está decepcionado, pero no sabe la razón. Ahora está ansioso. No sabe que hacer, ni siquiera en que pensar, y es cuando se encuentra una pared llena de cuadros que está antes de subir las escaleras. Le da curiosidad, y al notar que Aciano sigue ocupado, camina hasta allá.

Aciano menciona algo sobre saber que no ha cumplido con algunas cosas y faltar varias veces. Suena estresado, y sólo lo observa mientras se acerca a los cuadros.

Son hermosos, y en gran cantidad. ¿Era Aciano realmente millonario y por eso tenía esa casa tan grande y unos cuadros de esa magnitud?

Aciano termina de hablar por teléfono y suspira.

—¿Estos cuadros son tuyos? —pregunta.

—Son de mi mamá.

—¿Los compró?

Aciano se voltea en el sillón y ríe.

—No. Ella los hizo.

Abre los ojos en grande.

—Mi mamá era pintora. Así que esos cuadros y todos los cuadros que veas en la casa, son en su gran mayoría hechos por ella. Son hermosos, ¿verdad?

—Realmente lo son.

Todo vuelve a quedar en silencio. Mira a Aciano, quien tiene la mirada perdida, y cree que esa llamaba tuvo algo que ver.

—¿Estás bien? —le pregunta a Aciano.

—Sí. Sólo estoy un poco estresado con el curso. Esa llamada no me calló muy bien.

Se vuelve a los cuadros, pero en el camino ve dinero tirado en el mesón de la cocina, lo que le parece extraño.

La casa es un desastre, el estrés del curso y ahora dinero regado por la casa. Definitivamente algo no anda bien.

—Aciano, ¿seguro que estás bien?

Teme de que algo esté mal con el chico. Todo es muy extraño. Demasiado extraño.

Aciano lo mira de reojo y se da cuenta que ya vio el dinero.

—¿Aciano?

—En serio perdóname por traerte a mi casa en este estado. Pero no sabía que más hacer.

—No me molesta para nada tu casa. Sólo está desordenada. Me preocupas tú.

Aciano duda, lo que lo impacienta, pero le da su tiempo.

—Mañana embargan la casa.

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