DESCUBRIENDO A UN CABALLERO DE MODESTA ARMADURA

Sentada al aire libre en una pequeña mesita donde solía tomar el té mientras observaba su jardín, recordó su última salida y el furtivo encuentro con el joven Shikamaru. En el momento en que corrió en su auxilio solo pudo sentir un alivio momentáneo al darse cuenta que la había salvado de una cicatriz en el rostro que seguro hubiera sido el escándalo para su padre y toda su familia. Se sentía agradecida con el muchacho y le entristecía no poder salir para volver a verlo ¿Estaría pensando que ella faltó a su palabra? La última vez le había prometido que volverían a verse y ahora después de casi una semana no habían tenido noticias el uno del otro.

A su memoria vino el raspón grotesco que el joven obtuvo al interrumpir su caída. ¿Estaría mejor? Le molestaba saber que no tenía la libertad de poder cruzar esos muros e ir a su encuentro.

Cavilando intensamente la situación se dio cuenta que a lo largo de toda la semana no había hecho más que pensar en el muchacho. ¿Es que acaso su inquietud por el comerciante campesino iba más allá del simple acuerdo que tenían pendiente? Puso todo su esfuerzo en recordar cada detalle del acontecimiento sucedido y se dio cuenta que las actitudes del hombre le hicieron sentir algo especial. A decir verdad, su rostro sonriente y caballeroso no había salido de su cabeza. Recordó su voz y su extraño cabello, su porte varonil y sus facciones atractivas. Definitivamente Shikamaru había estado conquistando su corazón sin que ella se diera cuenta.

Sonrió admirando el bello jardín frente a sus ojos y pensó que debía confirmar sus sospechas. Necesitaba ver a aquel misterioso chico, al menos una vez más. Saber más de él, si estaba bien, si podía perdonar su desaire al no cumplir con su parte del trato. De repente, algo vino a su mente tan veloz como un rayo de luz. Era obvio, tenía sus respuestas tan cerca y para su buena suerte, justo ese día podría obtenerlas.

--¡Shikaku!

--¿Qué pasa con el cuidador de caballos?-- preguntó extrañada una elegante jovencita de cabellos rosas.

Ino había estado tan ensimismada que olvidó que todo ese tiempo Sakura había estado tomando el té junto a ella. --¿Eh? No, nada...solo recordé que debo ver cómo sigue Katsuyu-- disimuló.

Sakura Haruno era su mejor amiga desde que tenía memoria. A sus tiernos 14 años se casó con un joven barón quien murió en batalla, quedando viuda casi tan solo un año después. Heredó toda su fortuna, pasando de ser una noble más a tener el título nobiliario de baronesa. Aunque tenía la misma edad que Ino y la apreciaba como a una hermana, se podía ver que las costumbres rústicas y pueblerinas no eran lo suyo. Amaba los bailes de salón, el canto y la literatura poética, era fanática de los buenos modales, la elegancia y frecuentemente instaba a la Yamanaka a corregir sus actitudes desgarbadas. Precisamente eran esas cualidades las que encantaron el corazón del joven Deidara, hermano menor de Ino; sin embargo y a pesar de sus claras intenciones de pretenderla, Sakura evadía cordialmente sus insinuaciones. Además de ser dos años menor que ella y mostrarle su lado más caballeroso, la baronesa conocía la actitud frívola y autoritaria que realmente poseía, haciéndola perder automáticamente todo interés en él.

--Ya me contaron de tu pequeña aventura días atrás-- sorbió un poco de té.

--Sí... ya sabes, no aguantaba estar aquí.

--Pero eso es sencillo, Ino. Si no quieres estar confinada a esta casa, vayamos de viaje. Salgamos a pasear por las capitales parisinas, vayamos al teatro, compremos vestidos, zapatos, sombreros, en fin, hay muchas cosas que podríamos hacer fuera del país y tu padre estaría encantado de dejarte partir.

--Sabes que preferiría mil veces quedarme en esta casa a someterme a los tormentos de esa vida tan agitada.

--Sí, sí, lo sé; pero como amiga te lo digo: tienes que cambiar esa actitud tuya, Ino. No serás por siempre la niña rebelde que papá castiga encerrándola y soltándola cuando se le ablanda el corazón. Dentro de poco serás la mujer de un hombre importante, además de portar el título de condesa. Eso no es algo para tomar a la ligera-- esta vez tomó un semblante más serio y preocupado.

--A veces quisiera haber nacido en libertad...

--Pero no eres esclava, Ino. Eres mucho más libre que cualquier sierva o mujer del pueblo.

--Al menos las siervas y mujeres del pueblo pueden pasear por los campos sin que nadie se los prohíba...

--Hmn...-- colocó un dedo en su mentón meditando las palabras de su amiga --por cierto, ¿se puede saber qué tanto haces por los bosques? Me gustaría entender tu fascinación por ellos.

--¿Eh? Yo... na-nada en especial-- titubeó -- solo me gusta admirar la creación, respirar aire puro, sentir la naturaleza a mi alrededor y ver a los animales que habitan en el bosque-- agregó más serena. --Por cierto, ¡ese día pude ayudar a un polluelo que había caído de su nido!-- dijo con entusiasmo.

Sakura negó con la cabeza sabiendo que su amiga no tenía remedio. --Si tanto te gusta la creación, ¿por qué no te hiciste religiosa? Así podrías bailar y cantar con los animales del bosque y de paso tener contacto con tus amigos de la servidumbre.-- La baronesa reflexionó sus palabras y agregó --Cierto, tu padre no lo permitiría-- golpeó su puño en su propia palma cayendo en cuenta que no era posible.

La rubia damisela descartó esa idea mucho antes de que su amiga mencionara a su padre. Si bien era cierto que deseaba su libertad, no le parecía atractiva la idea de ser religiosa. Ella anhelaba disfrutar de una vida feliz al lado de un hombre bueno y que la amara, alguien sencillo que disfrutara de las cosas simples de la vida, un joven que se preocupara por ella y por su bienestar, alguien como... sí, quizás alguien como él.

--Cierto...-- respondió a su amiga, teniendo en mente otras cuestiones.

[...]

Una vez hubo despedido a la baronesa, fue corriendo a las caballerizas en busca del hombre que podría responder sus cuestionamientos. Se dio una bofetada mental al no darse cuenta antes que tenía frente a sus narices al padre del joven que llamó su atención. Eran tan parecidos que no reconocerlo podría considerarse un insulto a su inteligencia. ¿Cómo había podido ser tan tonta?

Al ingresar vio a un hombre maduro, aproximadamente de la edad de su padre, acariciando suavemente a Katsuyu, su yegua personal. Además de sus delicadas dotes en los campos del conocimiento y el arte, Ino era una experta jinete, y a diferencia de otras muchachas de su entorno, no le gustaba montar de lado, sino que solía colocar una pierna a cada costado del lomo del corcel y galopar con el viento despeinando sus dorados cabellos.

--Buenos días, Don Shikaku. ¿Cómo va todo por aquí?

--Buenos días, mi señora. Todo bien, Katsuyu tenía una pequeña lesión en la pata pero no es nada grave. Ahora solo terminaré de cepillarlos y estarán listos-- dijo haciendo referencia a los caballos que acariciaba gentilmente.

--Me alegra oír eso, Don Shikaku-- respondió con sinceridad. --Por cierto, ya le dije que no me llame señora, me hace sentir vieja. ¡Ya hasta parece que está hablando con mi tía Tsunade!-- rió.

--Entonces ¿señorita?-- preguntó con timidez recibiendo la misma cara de reproche de la joven. --Lo siento, pero usted es la hija del conde. No me sentiría cómodo tuteándola-- se disculpó.

--Entonces como hija del conde le ordeno que me llames por mi nombre-- dijo solemne --tan solo debe pronunciar tres letras: I-N-O-- deletreó.

Shikaku meditó la propuesta de la muchacha y lanzó una contraoferta.

--Qué le parece señorita Ino siempre y cuando usted deje de llamarme Don, pues no me parece justo que la hija del conde me llame Don Shikaku cuando yo a duras penas la llamaré por su nombre.

A Ino le pareció justa la proposición. --Estoy de acuerdo-- sentenció.

La doncella siguió observando el trabajo del hombre en completo silencio sin saber cómo abordar el tema. Si bien solía tener confianza con sus trabajadores y siervos, en aquella ocasión el motivo de su acercamiento tenía otros propósitos.

--Y... dígame, Shikaku... ¿usted tiene familia?-- al recibir la mirada atenta y sorprendida del hombre agregó --co-como sé que trabaja todo el día de caballeriza en caballeriza, pe-pensé que tal vez era un hombre soltero.

--En realidad soy viudo, señorita-- respondió amablemente cepillando el pelaje de Katsuyu.

--Oh...-- cayó en cuenta que Shikamaru era huérfano de madre al igual que ella. Eso la descompuso un poco, pues sabía la falta que podía hacer una madre, y sin temor a equivocarse, supuso que debía ser mucho más duro para alguien que vive en la precariedad y soledad.

--No se aflija, señorita Ino. De eso ya muchos años atrás-- trató de tranquilizarla. --Si bien no tengo a mi querida Yoshino conmigo, tengo a mi hijo Shikamaru, quien es un joven honrado, bondadoso y amable.

--Ah... co-comprendo. ¿Y su hijo también ejerce su mismo oficio? Le pregunto porque a decir verdad, no recuerdo haberlo visto a usted con compañía-- tanteó el terreno. Ella sabía a qué se dedicaba Shikamaru, pero si Shikaku era la fuente de información que necesitaba, extraería lo más que pudiera para conocer mejor a su misterioso amigo.

El señor Nara se giró para mirar a la joven directamente, quien por cierto se había sentado en un pequeño banco de madera con los codos apoyados en sus rodillas, como una niña esperando escuchar una buena historia. El hombre adoptó una posición similar para conversar cómodamente con la muchacha.

--Verá, señorita. No quisiera sonar mal agradecido con usted, con su familia, ni con todas las familias nobles que permiten que trabaje en sus caballerizas, pero la verdad es que la vida de un hombre como yo no es sencilla. Por muchos años tuve que arreglármelas para poder mantener al pequeño niño que llevaba conmigo, además de los gastos del hogar. No soy un hombre que deseara riquezas, aún así, se necesita dinero para comprar frutas, vegetales, especias, leche, legumbres y si es que alcanzaba, algún trozo de carne. Las enfermedades son siempre imprevistas y en un niño pequeño mucho más, así que debía encargarme de él por mis propios medios ya que no tenía dinero para conseguir un buen doctor. En los días de invierno hacía falta quien cargue la leña mientras yo debía trabajar, quien cocinara, atendiera a Shikamaru y pudiera criarlo a tiempo completo. Gracias a mi oficio pude solventar mis gastos, pero muchas veces no fue suficiente. La nobleza alberga gran cantidad de siervos que realizan la mayor parte del trabajo de una residencia como esta porque viven dentro de ella, así que los que venimos a trabajar de fuera solemos ser mal remunerados. Todo depende del señor de casa. Si su bondad alcanza para cubrir la cuota del día, paga lo justo, si no, hay que aprender a resignarse y recibir con gratitud lo que se nos da. Por ese motivo, yo no deseo que mi hijo sufra lo que yo sufrí. No quisiera que tuviera que depender de la caridad de la nobleza para poder sobrevivir. A duras penas pude comprar algunos animales que Shikamaru cría con sumo cuidado; de esa manera le doy la oportunidad de forjar un nuevo camino, dedicándose al comercio de algunos productos. Ahora que mi hijo ya es todo un hombre puedo contar con su apoyo, y gracias a eso mi vida se ha vuelto un poco más holgada.

Ino comprendió la preocupación de Shikaku Nara y admiró a aquel hombre por su valentía y sacrificio. Ningún padre querría que su hijo sufriera las carencias que él tuvo que pasar, y si estaba en sus manos poder cambiar su futuro, lo haría cueste lo que cueste.

--Entiendo, Shikaku. Y realmente espero que su hijo sepa valorar todo el esfuerzo que usted ha hecho por él.

El hombre sonrió dulcemente al escuchar las palabras de la doncella. --Puedo asegurarle que no existe hombre más honesto, inteligente, leal y agradecido que él, señorita Ino. Me gustaría llevarme el crédito por criar a un hijo tan dedicado, pero la verdad es que él se formó solo y tan duramente como yo. Aprendió desde pequeño lo que era vivir en la pobreza y el hambre, en la soledad de un hogar. Yo no estuve a su lado la mayor parte del tiempo, aún así nunca me lo reprochó. En lugar de una carga, siempre trató de ser un soporte para este pobre viejo-- rió con nostalgia recordando todas las veces en que Shikamaru cuidó de él. --Solo espero que un día logre encontrar una buena esposa que lo ame como se lo merece y lo haga muy feliz.

--Seguro que sí, Shikaku...-- respondió soñadora. La joven de cabellos rubios suspiró, dejándose envolver con las palabras con las que Shikaku describió a su hijo. Además de su apariencia sin igual, era amable, correcto y gracias a su padre, descubrió que también era un hombre leal, honesto y que sabía valorar las cosas buenas que le ofrecía la vida. Intentaba convencerse a sí misma que sería imposible enamorarse de alguien con tan solo haberlo visto una vez, pero ¿acaso no eran así las más grandes historias de amor? ¿No era así como los grandes literatos describían al amor más sublime y verdadero? ¿Y si el amor estaba tocando su puerta justo antes de que cometiera la locura de comprometerse con alguien que no amaba?

Para ella no importaban los prejuicios ni las formalidades de la nobleza. Si Shikamaru era el hombre indicado, estaba dispuesta a luchar por él contra viento y marea.

Abandonó la caballeriza despidiéndose de Shikaku mientras caminaba de regreso a la gran mansión, imaginando una vida al lado de Shikamaru, su modesto y amable caballero.

30/04/21

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