Capítulo único

Una mañana muy tranquila en el reino de Arabasta. El cálido y resplandeciente sol abrasa la arena áspera del lugar. Crocodile, desde su posición, admira el gran paisaje recordando los buenos y los malos momentos. Todo un reino para él solo. Para un rey solitario. El arma definitiva está cerca y lo sabe muy bien. Siente como sus dedos pueden acariciar a la perfección la arena que sopla por el viento. Él es la propia arenilla que hay en Arasbata. Es su terreno. Nadie vive en su propiedad. Sus ojos negros y profundos observan a la lejanía como un carro se acerca al gran casino. Chasquea la lengua no muy satisfecho porque el carro es pintoresco y llamativo con plumas rosas. Solo un idiota tiene ese afán. Se retira de su balcón con mala gana.

Los camellos se paran enfrente de la gran puerta y una figura grande sale de ella con una sonrisa socarrona. Todos se quedaron de piedra al ver la figura. Algunos gritan con admiración y otros le miran con miedo y respeto. Es un hombre respetado por otro reino y está en el mismo bando que Crocodile. Y no en la tripulación sino más bien como Shichibukai. Un hombre que para los ojos del moreno es un mocoso y un dichoso y molesto pajarraco. Donquixote Doflamingo hace acto de presencia. No duda en entrar el casino siendo acompañado por su familia que lo escoltaban. Las personas de ese lugar, siguen con su labor de jugar e ignorar al rubio. «Pequeñas marionetas con que jugar», piensa sin esbozar la sonrisa. Los trabajadores de la empresa guían al Rey de Dressrosa hacia donde está el jefe de ese sitio. El pasillo es largo y con varios caminos, aquí uno puede perderse con mucha facilidad.

Abren las puertas permitiendo que el más alto entre dando sus pasos casi sinuosos en la sala y ahí está al hombre que está buscando. Sentado en su sitio con una mirada de pocos amigos y fumando, como de costumbre. Crocodile mira a sus lacayos y hace ademán de que se retiren, sabe que si Doflamingo le toca un pelo, todo el reino de Arabasta estará en guerra con Dressrosa porque, al fin y al cabo, él es el héroe. Doflamingo camina, aproximándose a dónde está él y se sienta en una de esas sillas acolchadas para que uno estuviera cómodo. El silencio está ahí. Solo hay una forma de comunicarse y es a través de la mirada. Si tuviera poderes telequinéticos podría averiguar qué es lo que está pensando ese tipo. Y más cuando siempre oculta sus ojos por debajo de esas gafas. Cómo le molestan. Tiene que ser un hombre atractivo.

—¿Qué haces en mi territorio, pajarraco? —pregunta secamente y con desinterés.

—¿Ni siquiera me das la bienvenida, Croco-chan? —Odia que lo llame así.

—Ahórrate las estúpidas bienvenidas. Tu presencia no me agrada en absoluto.

El rubio sigue sonriendo como si fuera lo más normal del mundo hasta se acomoda, juntando las manos a modo pensativo. Le divierte ver a Crocodile en su estado de malhumor. Ladea la cabeza queriendo saber más de él, que hay detrás de esos ojos tan odiosos que tiene. Desde que se conocieron, siempre hubo un odio profundo entre ambos. Los deseos de matarse estaban ahí. Uno queriendo descuartizarlo con sus propios dedos y el otro de arrancarle la garganta con su garfio. Cada vez que se reúnen en MarineFord, hay tensión en el ambiente. Sus miradas lo dicen todo. Se repudian por su simple existencia. ¿Cómo puede que esos dos hombres se repudian tanto? Los ojos que ocultan Doflamingo, esa es la razón de Crocodile. Descubrir el porqué el chico los oculta. Es posible que hay un oscuro secreto en ellos.

Y Doflamingo lo odia por dejar que alguien le corte la mano izquierda y que lo sustituya con un garfio. Eso le hace pensar que Crocodile es un débil cualquiera. Pero su idea cambió de perspectiva cuando, en una rebelión de piratas se enfrentó a los marines y estos necesitaban la ayuda de los Shichibukais. Y ahí fue cuando vio que Crocodile tiene poder suficiente como para derrotar una barricada entera con su Akuma no Mi. «Interesante», fue lo único que pensó el antiguo celestial con una sonrisa amplia. No puede negar que el moreno se veía estupendamente cuando se trata de peleas, es un hombre escrupuloso que se toma en serio las cosas. Un hombre mayor que solo le ve como un simple mocoso.

Y volviendo al presente, Crocodile se levanta de su asiento aproximándose al balcón observando las vistas. Inhala y exhala el humo de sus labios con lentitud, disfrutando del momento. Sus oídos se agudizan al escuchar los pasos de él acercarse y se coloca a su lado dando la espalda a todo un reino. Años pasaron y aún siguen. ¿Cómo puede soportar a alguien así?

—No apareces durante las reuniones —comenta Doflamingo rompiendo el hielo—, me preocupaste.

—¿Tú preocupado? —Gracia es lo que siente Crocodile. Es el primer chiste que oye hoy—. Es gracioso. Nunca te has preocupado de nadie, solo de ti mismo.

—Ahí te corrijo. Yo me preocupo de mi familia, mataría a cualquiera que se atreviese a acercarse.

—Son tus lacayos.

—Pero siempre han estado ahí desde que era un crío.

Crocodile mira de reojo al rubio sintiendo interés. Es la primera vez en mucho tiempo que Doflamingo saca un tema diferente y está hablando de su pasado.

—Son los únicos que me han entendido y me han guiado. Me sacaron de aquella tragedia que ocurrió hace años y lo agradezco. Necesitaba saber dónde ir, cual es mi destino y gracias a ellos lo conseguí a por un buen precio. Matar y destruir a los de mi propia sangre.

—No es nada nuevo —habla el moreno retirando el puro—, tú siempre has sido así.

—Pero con un pasado terrible. —Doflamingo hace ademán de quitarse las gafas, dejando que sus ojos visualicen el cielo azul como sus iris—. ¿Sabes lo que significa que te arrebaten todo y tú no puedes hacer nada? La única opción es eliminar todo insecto que encuentres que estorba tu camino.

El moreno se queda atónito, no por sus palabras, sino por esos ojos que le llaman tanto la atención. No tienen un brillo de ilusión, sino más bien de dolor y sufrimiento. ¿Debe entenderle? Él ha vivido en las propias calles buscando alguna que otra comida, sobreviviendo cuanto pudiese. Hasta traiciona a los suyos en cuanto tiene oportunidad. Su sueño era convertirse en el Rey de los Piratas cuando vio que Gold D. Roger ser ejecutado, fue su gran oportunidad y no fue así. Edward Newgate le arrebató ese sueño. Se lleva la mano a su rostro no queriendo recordar más aquel pasado tan insufrible.

—También lo pasaste mal, ¿eh?

—Los dos tenemos un pasado horrible.

—Y por eso nos hemos convertido en lo que somos. —El rubio cierra los párpados dejando que el viento sople en su rostro y que la arena pase como una simple caricia—. En simples monstruos que solo quieren destruir los sueños de otros.

—Y queremos llegar a lo más alto convirtiéndonos en héroes en distintos reinos.

—Yo soy el Rey de Dressrosa y tú un simple héroe de Arabasta, al que todos admiran. Pero lo que no saben es que detrás de ese héroe, hay un villano.

—No hablemos de ti, pajarraco. —Le encara apagando el puro—. Eres rey porque has destronado a uno.

—Cierto —dice mirando de reojo al moreno—, ¿tú también quieres derrocar al rey?

—No. Tengo un objetivo que quiero conseguir y sé que se cumplirá.

—¿Me puedes contarlo?

—Ni en tus sueños, pajarraco.

—Oh vamos, me dejarás con la intriga. —Sus dedos rozan con sutileza la mejilla de Crocodile no recibiendo ni un quejido por su parte. Es más se deja llevar por esas caricias—. ¿Sabes? Me cabrea el hecho de que tengas cicatrices —comenta sin mirar al moreno—. Rostro, mano izquierda... ¿qué más cicatrices? —Es una pregunta que suele estar ahí en su cabeza.

—La de mi corazón —responde Crocodile mirando de reojo al chico.

—Oh, un romántico.

Crocodile chasquea la lengua queriendo volver adentro; sin embargo, una mano le sujeta de la muñeca impidiendo que se retire—. ¿Qué quieres, pajarraco? —Y sin creerlo ni verlo, el más alto lo abraza sorprendiendo al hombre mayor—. ¿Doflamingo?

—Soy un hombre herido por sus acciones y que no tuvo remedio en matar a su propia sangre. ¿Sabes lo que significa haber matado a tu padre por dejarnos a mí y a mi hermano en la deshonra? ¿Sabes lo que significa haber matado a tu propio hermano por traición? Es doloroso. Vivo con ello. Cada vez que duermo, veo sus fantasmas acecharme y me despierto con ganas de gritar y no puedo porque me lo prohíben. Tú seguro que no has pasado en esa faceta.

—Sinceramente no, no obstante, estuve en situaciones casi similares. Traicionando a gente que desconfío porque sé que ellos lo harán. Estamos condenados a estar solos en este mísero mar y en esta tierra. Somos hombres que estamos destinados a ser villanos para cumplir nuestro propósito en hacer daño a otros.

Una sonrisa suave se forma en la comisura del rubio mientras cierra los párpados dejando que alguna que otra lágrima resbale por su mejilla. En cambio, el moreno acaricia la cabeza de éste consolándolo. Dos hombres que se odian por tener diferente temática. Dos hombres que son peligrosos de naturaleza. Pero ellos comparten el mismo dolor. Un pasado que no se puede curar, aunque quieras caminar al frente, al futuro. Ellos son capaces de herir a cualquiera con solo cumplir su objetivo.

Llegar a lo más alto.

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