He vuelto,
dispuesto a darlo todo,
aunque no consiga nada.

Rigan, 

sé que algún día estaremos leyendo estas hojas que escribo, solo, sin intención de que lleguen a nadie, quizás a mí mismo. 

Nos reiremos de lo que tardamos en darnos cuenta de que nuestros pensamientos mas profundos eran recíprocos y determinados por una idea principal: el amor apasionado que sentimos uno hacia el otro.

Sé que sonará ridículo, pero siento que te conozco de toda la vida, como si las experiencias vividas contigo ya estuvieses trazadas desde tiempos inmemorables. Y ese mismo sentimiento está desatando mi pasión, mi yo interior. 

Lo único que deseo en estos momentos es que estés al lado mío, leyendo lo que escribo, repasando palabra a palabra lo que realmente quiero expresar, mientras el calor se apodera rápidamente de nuestros cuerpos, haciendo que se note incluso en el ambiente, hasta que no podamos ocultarlo más. He pensado tantas veces en como será la primera vez que nuestros labios se rocen, se choquen suavemente en un único punto, lenta pero apasionadamente, mientras poco a poco nos acercamos, suavemente: primero los brazos, después la cadera, después las piernas, y por último, los labios, hasta llegar a un punto clímax, de no retorno: un piel con piel apoteósico, como si una estrella ardiendo se juntase con otra igual de ardiente y explotasen en una colisión mas caliente que el infierno mismo, 

pero ...

Algo me dice que pare. No es la primera vez que hago algo fuera de mi zona de confort, pero a la vez, un escalofrío se adentra dentro de mí ...

 ¿Cómo puedo saber si lo hago bien? ¿Realmente sabría como expresarme claramente mientras nos profanamos?

Mi mente está llena de dudas, pero ahora mismo, para resolver todas esas preguntas, tengo que actuar, tengo que vivir.

Para ello, tengo que empezar por el primer acto: hablar con él, hablar contigo.