Capítulo 31: Fuera luces

Las siguientes semanas se convirtieron en un capítulo crucial para las vidas de Jack, Amber y Elena. Lo que comenzó como una relación de supervivencia en un mundo caótico se transformó lentamente en algo más profundo y significativo. La seguridad del refugio que Elena les brindó les daba la oportunidad de explorar no solo su entorno, sino también sus propios sentimientos y deseos.

La presencia de la mujer de color también se volvió fundamental en esta nueva dinámica. Con el tiempo, demuestro ser más que una simple anfitriona, su sabiduría y experiencia se volvieron invaluables mientras les enseñaba a aprovechar los recursos de su entorno para sobrevivir. Su compasión y empatía eran evidentes en cada gesto, y su habilidad para forjar una especie de familia improvisada era notable.

Las relaciones toman tiempo en desarrollarse, y esto no fue diferente en este nuevo mundo. A medida que los días pasan, Jack y Amber empezaron a sentir que estaban construyendo algo especial, algo que iba más allá de las circunstancias extremas que los rodeaban. La confianza que se había formado entre ellos era palpable, y aunque las heridas emocionales del pasado podían haber dejado cicatrices, su apoyo mutuo actuaba como un bálsamo sanador.

La rutina diaria se estableció, aunque nada era realmente rutinario en un mundo donde cada día era una lucha por sobrevivir. Cada mañana se despertaban agradeciendo por otro día y planificando cómo obtener recursos necesarios.

El tiempo también sirvió para que Elena ganara la confianza completa de Jack y Amber. Sus acciones habían demostrado su compromiso con su bienestar y su voluntad de ayudarlos a adaptarse a este nuevo estilo de vida. La percepción inicial de desconfianza había evolucionado hacia una apreciación genuina por la mujer que los rescató de una situación desesperada.

El lugar que inicialmente parecía un simple refugio se había convertido en un hogar para los tres. Cada uno aportando sus habilidades y experiencias para mantener el lugar seguro y cómodo. La comida, antes un recurso escaso, se había convertido en una tarea conjunta, con cenas improvisadas que unían sus esfuerzos en una especie de ritual reconfortante.

Pero más allá de las pequeñas victorias y las crecientes comodidades, lo que realmente comienzo a gestarse en estas semanas era la idea de unirse a otros sobrevivientes. La posibilidad de formar una comunidad, un grupo de personas que pudieran ayudarse mutuamente en la lucha contra los peligros del mundo exterior, empezaba a cobrar fuerza.

El hecho de que hayan logrado encontrar algo especial en su pequeño círculo les daba la fuerza para considerar la idea de expandirse. La familia que habían formado entre ellos se convirtió en un pilar de apoyo en un mundo donde la confianza era escasa.

Así, mientras las semanas avanzaron, las tres personas enfrentaron los desafíos con una perspectiva diferente. 

En la tranquila penumbra de la habitación, Jack reposaba en un sueño profundo, ajeno a las preocupaciones del mundo exterior. Las noches inquietas y vigilantes parecían haber quedado atrás, y su cuerpo finalmente encontró la comodidad y el descanso que tanto necesitaba.

Sin embargo, su tranquilidad fue interrumpida por el movimiento inquieto de la mujer a su lado. Aunque aún no había despertado por completo, Jack decidió observarla, cautivado por su belleza, incluso en el estado de semiconciencia en el que se encontraba. Optó por no perturbar su sueño, ya que él sabe lo difícil que fue para la rubia, dejar el miedo y las pesadillas de las primeras noches. En su lugar, disfrutó del espectáculo silencioso de verla dormir.

La rutina de Jack lo llevaba a despertarse temprano, un hábito que había adquirido para planear sus actividades diarias. En medio de sus pensamientos sobre las tareas que les esperaban, recordó la advertencia de Elena sobre la escasez de alimentos. Su mente vagó hacia el restaurante abandonado que había dejado sin explorar en su última expedición. Sabía que la necesidad de conseguir comida los llevaría a emprender otra búsqueda.

En ese instante, Amber, quien recién despertaba, rompió sus pensamientos, acercándose a él con un beso que hizo que todas las preocupaciones desaparecieran al instante. Jack se sintió envuelto en la calidez de su afecto, incapaz de evitar una sonrisa que se dibujó en sus labios.

—Buenos días —saludó la chica con una sonrisa.

—¿Cómo dormiste? —preguntó con caballerosidad, interesado por el bienestar de su amiga.

—Excelente —respondió Amber mientras se acurrucaba entre sus brazos, buscando refugio.

La habitación se llenó de besos y caricias, una dulce muestra de su conexión y cariño mutuo. Sin embargo, los pensamientos más intensos de Jack comenzaron a desviarse hacia un terreno más ardiente, insinuando un deseo más profundo.

—¿Crees que tengamos tiempo para...? —comenzó a decir, pero Amber lo interrumpió con una carcajada y un beso, desviando su atención a otros asuntos.

En ese momento, los pensamientos de la rubia se enfocaron en algo más urgente: Elena. Su encuentro amoroso podía esperar.

Jack asintió cediendo por obligación, era consciente de que el nuevo día podría requerir su ayuda y sus deseos podían esperar.

Decidieron abandonar el refugio de la habitación y enfrentar el día que se les presentaba. Al salir, se dieron cuenta de que la dueña del departamento ya estaba despierta y activa, esperándolos con una sonrisa amigable.

—Justo a tiempo, tortolitos —dijo con su entusiasmo palpable al darse cuenta de que la comida aún estaba caliente y lista para ser servida.

La mesa estaba preparada con los platos cocinados, acompañados de una jarra de agua. Aunque no había jugo, la simple vista de la comida era un regalo para los ojos. Jack y Amber tomaron asiento en la mesa, agradecidos por la generosidad de la mujer de color.

—La comida se ha acabado —anunció Elena con cierta resignación, tomando su asiento como la última en hacerlo.

La mesa exhibía una ración modesta de papas, salsa de tomate proveniente de una antigua lata y un puñado de verduras. A pesar de la escasez, Elena mantenía una sonrisa en su rostro, aunque no podía evitar sentirse apenada por la situación. La falta de alimentos estaba más allá de su control, y la limitación de recursos era un recordatorio constante de los desafíos que enfrentaban.

Jack se mostró reconfortante al anunciar sus planes.

—Tranquila, hoy buscaré alimentos para todos —informó, expresando su agradecimiento hacia la mujer de piel oscura que los había acogido.

Los tres comenzaron a comer, consumiendo con gratitud cada porción. La comida era escasa, pero cada bocado se saboreaba como un regalo. Bebieron agua para acompañar la comida, cuidando de no desperdiciar ni una gota.

Las conversaciones llenaron el espacio mientras comían, llenando el aire con distracciones y risas. Chistes malos y anécdotas breves fueron la tónica, un intento de alejar sus mentes de las dificultades del mundo exterior por un momento.

Sin embargo, la normalidad fue abruptamente interrumpida por un repentino apagón que sumió todo el edificio en la oscuridad. La electricidad se desvaneció en un instante, dejándolos en la penumbra. La luz natural era su única fuente de iluminación ahora, y el desconcierto se apoderó de ellos mientras trataban de entender lo que estaba ocurriendo.

—Pero, ¿qué carajos? —exclamó Elena, su voz reflejaba la sorpresa y la confusión.

La oscuridad que los rodeaba aumentó la incertidumbre, y sus pensamientos comenzaron a girar en busca de respuestas. Las sombras se alargaron, envolviéndolos en una sensación de vulnerabilidad. 

En medio de la oscuridad y la incertidumbre que el apagón había traído, el silencio se apoderó de la habitación. Ninguno de los presentes se atrevía a emitir un juicio precipitado sobre lo que había sucedido. Sin embargo, Amber finalmente rompió el silencio con su opinión.

—Probablemente, haya fallado algún fusible del edificio —predijo, ofreciendo una posible explicación al misterioso corte de electricidad.

Antes de que alguien más pudiera intervenir, Jack intervino con determinación.

—Yo voy —declaró con firmeza. 

La determinación del chico superó las intenciones de la rubia, quien inicialmente había sugerido la idea. Ahora, Jack se presentaba como el voluntario para inspeccionar y solucionar el problema. Sin embargo, necesitaba orientación.

—¿Estás seguro? —preguntó Elena, consciente de los peligros que podrían surgir en la oscuridad del edificio.

—Sí —afirmó Jack con seguridad en su voz.

Elena buscó una linterna que había guardado en su habitación y se la entregó. Luego, comenzó a darle instrucciones claras sobre dónde encontrar la sala de fusibles. Jack estaba a punto de salir de la habitación cuando Amber lo interrumpió.

—Voy contigo —anunció la rubia con un tono muy decidido.

La declaración de Amber no fue del todo bien recibida por Jack. Había tomado la decisión de salir solo para proteger a las mujeres de los posibles peligros que podrían encontrarse. Si Amber lo acompañaba, esa protección se vería comprometida.

—Sabes que no es seguro —respondió, defendiendo su postura—. Iré solo.

Amber no se rindió, expresando su propia determinación.

—Puedo ir contigo, será rápido —respondió de manera testaruda, firme en su deseo de acompañarlo.

Jack no estaba dispuesto a ceder en su posición. Sin embargo, Amber estaba igualmente decidida a ser parte de la solución. La tensión estaba en el aire, y estaba claro que esta disputa estaba lejos de resolverse. La lucha entre ambos reflejaba el cuidado y la preocupación mutua que compartían, pero también su deseo de mantenerse a salvo en un mundo impredecible.

Medida que sus argumentos chocaban, ambos se dieron cuenta de que sus puntos de vista no cederían fácilmente. Pero, finalmente, Jack logró convencer a Amber de que su seguridad era lo más importante.

—Amber, sabes que quiero que estés a salvo. Si algo sale mal, quiero saber que estás en un lugar seguro —le dijo, buscando mirarla a los ojos y transmitirle su preocupación genuina.

La discusión seguía tensa, ambos sosteniendo sus argumentos con firmeza. Amber estaba decidida a acompañar a Jack, mientras que él continuaba insistiendo en que sería más seguro si ella se quedaba. 

—Jack, entiendo tus preocupaciones, pero no puedo quedarme aquí sin hacer nada mientras te arriesgas, solo —insistió.

Jack la miró con seriedad, tratando de encontrar la manera de persuadirla. Sabía que Amber era valiente y decidida, y que no sería fácil convencerla de quedarse.

—Amor, escúchame —comenzó, buscando sus ojos con intensidad—. Si ambos vamos, el riesgo se duplica. 

Amber lo miró, su expresión llena de conflicto. Ella quería estar allí para ayudar, pero también comprendía las preocupaciones. Finalmente, asintió con renuencia, sintiendo que sus argumentos eran sensatos.

—Prometo que seré rápido y tomaré todas las precauciones necesarias. Pero necesito que confíes en mí y te quedes aquí para asegurarte de que estás a salvo.

—Está bien —cedió la rubia con un suspiro resignado—. Pero prométeme que estarás de vuelta lo antes posible.

Jack sonrió con gratitud, reconociendo su compromiso.

—Te lo prometo. Regresaré a salvo —aseguró, buscando transmitirle la confianza en sus palabras.

Antes de que Jack saliera, Amber se acercó y le dio un beso suave pero cargado de significado.

—Cuidado allá afuera —le dijo, su voz llena de preocupación y cariño.

Jack asintió, su mirada, comunicaba su agradecimiento por su comprensión y amor. Justo cuando estaba a punto de salir, Elena intervino, entregándole el arma que tenía en su posesión.

—Asegúrate de regresar bien —dijo la mujer de color con preocupación, deseándole lo mejor en su misión.

Con todas las palabras dichas y los preparativos hechos, Jack se despidió una vez más con un asentimiento a ambas mujeres. Salió del departamento con cuidado, asegurándose de no hacer ruido al cerrar la puerta tras de sí. Una vez afuera, sintió un suspiro escapar de sus labios, como una liberación de la tensión que había estado acumulando.

Las mujeres cerraron la puerta detrás de él, su preocupación y esperanza mezclándose en sus corazones mientras observaban el camino por el que Jack había desaparecido. Ahora, Jack se encontraba solo en la oscuridad, encaminándose hacia el lugar donde creía que podría resolver el problema del apagón. Cada paso que daba resonaba con su determinación y con el peso de su responsabilidad en un mundo que no dejaba lugar para el error.

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