Capítulo 24: Escenario desesperante

A pesar de la abrumadora escena de caos que los rodeaba, Amber recuerdo que este tipo de panorama ya era común en el nuevo mundo, donde la civilización había colapsado y la supervivencia era la prioridad.

Consciente de la gravedad de su situación, decidió que era momento de enfocarse en lo que realmente importa: su propia supervivencia.

—Quizás deberíamos buscar algo de comida —propusó la chica, sintiendo un fuerte revuelo en su estómago que indicaba que su hambre es urgente.

—Muero de hambre —agregó Jack con una mueca cansada, corroborando la necesidad que ambos sentían.

Allí se encontraban, en medio de la desolación, solos y hambrientos. En este mundo apocalíptico, tener suficiente comida era vital para enfrentar los desafíos que podían surgir. La escasez de alimento en una situación de supervivencia no era una condición ideal, el hambre podía nublar el pensamiento claro, debilitar el cuerpo y colocar a las personas en situaciones desesperadas.

En una lucha por sobrevivir, la necesidad de comida puede llevar a decisiones impulsivas y arriesgadas, impulsadas por el deseo primal de satisfacer una necesidad básica. La sensación de debilidad en el estómago puede empujar a cometer errores que podrían poner en peligro sus vidas.

Y sabían que el peligro acechaba en todas partes, las criaturas que ahora dominaban el mundo estaban cazando, luchando por su propio sustento, al igual que ellos. La falta de alimento no solo los hacía vulnerables frente a los no vivos, sino que también puede debilitar sus capacidades físicas y mentales, poniéndolos en desventaja frente a los desafíos que enfrentaban.

Con este recordatorio en mente, comprendieron que necesitaban encontrar comida lo antes posible. Sin embargo, también eran conscientes de que debían ser cautelosos y estratégicos en su búsqueda, considerando tanto su propia seguridad como su supervivencia a largo plazo en este mundo cambiado.

—¿Crees que puedas aguantar hasta que caiga la noche? —Jack preguntó a su compañera, evaluando su resistencia ante la urgencia del hambre.

Con su experiencia en este nuevo mundo, el hombre había aprendido que la noche tenía sus propias ventajas. La tranquilidad y la oscuridad eran aliados en el arte del sigilo, pero también sabia que, además de las errantes, debían cuidarse de los sobrevivientes, que eran igual de peligrosos.

—Está bien —aceptó la rubia con dudas, pero al ver la determinación y la estrategia de Jack en sus ojos, comprendió que era lo más sensato.

Mientras buscaban refugio temporal, observan que la ciudad en la que se encontraban no era muy diferente de las anteriores antes visitadas. Todas tenían el mismo patrón, vehículos destrozados y estrellados contra edificios, maleza tomando el control y árboles brotando en lugares inesperados. La escena era un testimonio silencioso de como la naturaleza implacable había reclamado la civilización abandonada.

Un silencio absoluto reino, como si la propia ciudad sostuviera su aliento en este mundo postapocalíptico. El aroma peculiar de la descomposición y la muerte floto en el aire, un recordatorio constante de la fragilidad de la vida.

Finalmente, encontraron un lugar modesto donde podrían descansar y recobrar fuerzas, al menos por un tiempo. Se dejaron caer exhaustos, conscientes de que el descanso era crucial para su supervivencia continua en este nuevo y despiadado mundo.

El descanso de Amber se vio interrumpido por una pesadilla que la atrapo en un torbellino de miedo e incertidumbre. En su sueño, se encontraba en un mundo caótico, acechado por saqueadores despiadados que la perseguían sin parar.

La sensación de vulnerabilidad la oprimió mientras intentaba huir, pero sus perseguidores se acercaban cada vez más, riendo siniestramente, sentía su corazón latir en su pecho, su respiración era agitada, pero su cuerpo parecía pesado y lento, como si estuviera atrapada.

Finalmente, los saqueadores la rodearon con sus rostros amenazadores y sus intenciones claras en sus ojos. El miedo la paralizo, no pudo moverse ni gritar. 

Amber despertó con un grito sofocante, producto de todas las imágenes ficticias que su mente se había creado, su frente estaba empapada en sudor y jadeaba descontroladamente. Se tocó el pecho, sintiendo cómo su corazón aún latía con velocidad. Poco a poco, se dio cuenta de que todo había sido producto de su imaginación y un suspiro de alivio escapo de sus labios.

Al recuperar la calma, Amber observo a su alrededor y noto que Jack dormía en un sillón cercano a su cama. La visión de su amigo tranquilo y seguro la reconfortaba. Intento levantarse con cuidado para no hacer ruido, pero Jack reacciono de inmediato.

Cuando ambos retomaron sus sentidos, decidieron que era hora de iniciar la siguiente fase de su plan: la búsqueda de alimentos y recursos.

La noche aún no terminaba, pero como habían planeado, se prepararon para aventurarse fuera de su refugio temporal, caminando por las calles desoladas de la ciudad en busca de cualquier cosa que pudiera servirles.

Ya habían pasado un par de semanas siguiendo la rutina y los recursos comenzaban a escasear, la mayoría de lugares ya habían sido saqueados. Los escombros y la desolación eran un recordatorio constante de lo que solía ser.

En medio de la caminata, Jack tuvo una idea que ilumino sus ojos, rápidamente hizo que Amber se detuviera y mirara con una expresión de determinación en su rostro.

—Consumimos mucha energía caminando, no llegaremos muy lejos si seguimos así —dijo, revelando su pensamiento—. Necesitamos encontrar un vehículo.

La declaración de Jack tomo a Amber por sorpresa, y sus ojos se llenaban de prejuicios ante la idea. En un mundo donde la civilización había colapsado y la supervivencia era la única prioridad, la idea de encontrar un vehículo funcional parecía demasiado buena para ser verdad.

—¿Estás loco, dónde conseguiremos uno? —interrogó, dejando entrever su escepticismo.

La idea de un vehículo les brindaría movilidad y un lugar para resguardarse, pero también podría ser peligroso y atraer atención no deseada. Amber esperaba la respuesta, sintiendo la incertidumbre crecer en su interior mientras se planteaba las posibilidades y los riesgos de esta nueva idea.

Jack no supo qué responder, pero su idea seguía en pie. Mientras avanzaban por las calles desoladas, Jack recordó y compartió su observación sobre un estacionamiento ubicado a unas cuantas calles.

—¡Estás loco! —exclamó la rubia, demostrando su preocupación—. Está un poco lejos de aquí, además es peligroso.

El chico reconoció la validez de su preocupación, pero estaba convencido de que encontrar un vehículo podría proporcionarles una mayor seguridad

—Tienes toda la razón —admitió—. Pero si conseguimos un vehículo, estaremos más seguros que yendo a pie de un lugar a otro.

La discusión dejó un momento de silencio tenso entre ellos. Cada uno tenía una postura firme sobre lo que consideraba mejor.

—Puedes regresar y descansar —propusó Jack, pensando en la seguridad de Amber—. Yo buscaré un vehículo y te buscaré.

La sugerencia de Jack no pareció agradar a Amber, que con su expresión facial mostró claramente su descontento, y estaba lista para responder a la propuesta con determinación.

—¿Acaso piensas que sería una carga si voy contigo? —expresó con indignación—. Olvídalo, no me quedaré aquí —afirma Amber con firmeza, dejando en claro su posición.

Jack rápidamente pudo ver como su intención fue malinterpretada, su intención nunca fue ofenderla, al contrario.

—Además, necesitas a alguien que te cuide las espaldas —agregó la chica con una sonrisa dejando saber que no se tomó nada a mal.

Jack respiro aliviado, comprendiendo que fue una broma de mal gusto por parte de su amiga. Juntos, empezaron a avanzar hacia el supuesto estacionamiento, conscientes de que esta búsqueda podría llevarlos a nuevos peligros y desafíos.

Cada paso que daban en esta ciudad en ruinas era un recordatorio de la fragilidad de su situación. Con precaución, avanzaron unos cuantos metros hacia el estacionamiento, manteniendo sus sentidos alerta. La entrada del lugar se encontraba en un estado de deterioro evidente, los portones en su mayoría estaban doblados y destrozados, como si hubieran sido forzados en el pasado. 

El lugar estaba envuelto en un aire de abandono y desolación. Lo que los hizo dudar unos segundos antes de seguir su búsqueda, una vez dentro, sus ojos se ajustaron a la tenue luz que penetraba, revelando el panorama ante ellos.

Filas y filas de espacios vacíos se extendieron en todas las direcciones. Las marcas en el suelo desgastado atestiguaban la ausencia de vehículos, dejando únicamente manchas de aceite y la sombra de lo que alguna vez ocupó esos espacios. Columnas corroídas se alineaban a lo largo de los pasillos, sosteniendo un techo que parecía al borde del colapso.

El sonido de sus pasos resonando en el concreto era el único acompañamiento que tenían mientras avanzaban. Con cada paso, pequeñas nubes de polvo se elevaron de la superficie, como si el lugar mismo exhalara su decadencia. El hedor de humedad y abandono se mezcló con el aire, formando un ambiente opresivo que no hacía más que activar sus sentidos.

Cuando se acercaron al centro del estacionamiento, sus miradas se levantaron hacia los niveles superiores, escaleras de metal retorcido conectaban cada nivel, y al mirar hacia arriba, se perdían en la oscuridad, sugiriendo que se aproximaba una exploración en los niveles superiores.

De repente, mientras avanzaban, sus oídos captaron un sonido. Ambos se detuvieron en seco, compartiendo un vistazo lleno de cautela. El ruido era un murmullo lejano, un eco de algo que no pudieron identificar con certeza. 

Se quedaron quietos, atentos, tratando de localizar la fuente de esos sonidos misteriosos. Sin embargo, los sonidos se desvanecieron en el aire, dejando una incertidumbre en su lugar.

Pasados unos minutos de tensa espera, decidieron seguir adelante. Mientras avanzaban hacia el segundo nivel, los ecos de sus pasos se multiplicaron, llenando el espacio con un eco fantasmal. 

—Estamos cerca —susurró Jack en voz baja, señalando hacia un área donde debería haber vehículos.

Sin embargo, al llegar allí, la decepción se reflejó en la expresión de Amber. El área estaba completamente vacía, sin rastro de ningún vehículo. La falta de éxito inicial empiezo a mermar sus esperanzas.

—No hay nada —dijo la rubia, con su voz cargada de frustración y desilusión. Observaba con decepción el espacio vacío.

Aunque era natural sentirse desanimado, Jack no se rindió tan fácil. Sabía que había más pisos por explorar, más oportunidades en medio de la desolación a las que de alguna manera debían aferrarse.

—Sigamos avanzando —insto él, tratando de mantener un atisbo de optimismo. La determinación brillaba en sus ojos, y aunque las posibilidades parecían escasas, no estaba dispuesto a darse por vencido.

Con una mezcla de determinación y escepticismo, Amber acepto y continuo siguiéndolo mientras callaba sus preocupaciones.

El tercer piso resultó ser igual de desolado que los anteriores. A pesar de su tenacidad inicial, la voz de la duda comenzaba a resonar en la mente de Jack.

Subieron al cuarto piso, junto al ambiente opresivo que se había creado. Cuando su vista se posó en la cuarta planta del estacionamiento, lo que vieron fue horroroso. En medio de los espacios de estacionamiento, cuatro cuerpos estaban sin vida, cada uno contando una historia de violencia.

Uno de los cuerpos presentaba heridas de bala, extendiéndose en un charco oscuro de sangre. Algunos metros más allá, dos figuras están esparcidas de manera grotesca, sus formas retorcidas sugerían que fueron víctimas de algún impacto violento, probablemente atropellados. Mientras que el último cuerpo parecía haber sido devorado en parte, con sus ropas y carne desgarradas.

La escena era aterradora y desconcertante. No había señales claras de quién o qué pudo haber causado tal devastación, las heridas parecían demasiado variadas y brutales para ser obra de un simple ataque humano.

La sangre era testimonio silencioso de la tragedia que ocurrió en ese lugar, dejando preguntas sin respuesta en su estela.

—Dios mío, fue una masacre —murmuró Amber, con un escalofrío recorriendo su espalda. 

A pesar del horror, decidieron continuar sin prestar atención a la escena. Después de todo, era una imagen muy común y con la que, de alguna manera, comenzaban a familiarizarse.

Finalmente, llegaron al último piso del estacionamiento, y allí, entre las sombras, vislumbraron un vehículo. La emoción y el alivio llenaron sus corazones al ver que sus esfuerzos podrían dar frutos. Sin embargo, la incertidumbre persistió, ya que no sabían el estado del vehículo.

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