Capítulo 14: Oscuros recuerdos

El anciano estaba completamente absorto en su tarea macabra, apilando con meticulosa precisión los cuerpos desmembrados de sus víctimas anteriores. Su rostro, arrugado y despiadado, parecía encontrar un deleite perverso en cada uno de los horrores que había infligido. Jack, por otro lado, se encontraba en un estado de parálisis total. Había consumido algo que le habían dado sin saberlo, una sustancia que lo había dejado impotente y a merced de este monstruo sádico. Era como si sus peores pesadillas se hubieran materializado ante sus ojos, y no podía hacer nada más que observar en un estado de terror impotente.

El anciano, con una sonrisa siniestra que le daba un aspecto aún más macabro, parecía disfrutar del miedo y la impotencia que emanaban de Jack. La escena era surrealista, una pesadilla viviente en la que el hombre se había convertido en un espectador involuntario de un horror indescriptible.

—¿Quieres saber cómo me deshice de cada uno de estos pobres incautos? —preguntó.

Su voz susurraba con una malicia retorcida mientras continuaba su tarea macabra. La expresión de sus ojos, fríos y despiadados, se centró en Jack, como si estuviera ansioso por compartir los detalles de sus atrocidades.

Jack, atrapado en su propio cuerpo, no pudo responder, pero sus ojos llenos de terror suplicaban respuestas.

—Escopolamina —continuó el anciano, su voz llena de deleite sádico—. Es una maravillosa sustancia, ¿sabes? Sus efectos pueden no ser permanentes, pero me da el tiempo suficiente para llevar a cabo mi tarea.

Las palabras del anciano golpearon a Jack como un martillo. La sustancia a la que Thomas se refería era un alcaloide que se encontraba en algunas plantas, y sus efectos eran aterradores. Provocaba una sedación profunda, amnesia temporal y desinhibición, dejando a las víctimas en un estado de semiconsciencia vulnerable. Al ser mezclada hábilmente en la comida de Jack, este no pudo percibir su presencia ni anticipar el horror que se avecinaba. Ahora, en un estado de pesadilla, se daba cuenta de que sus días estaban contados, y estaba atrapado en la telaraña de un depredador mortal.

El anciano, viendo la impotencia de Jack, parecía disfrutar aún más de su posición de poder. Su risa retorcida llenó la habitación, creando una atmósfera aún más opresiva.

—Eres un enfermo —logró articular, luchando contra la parálisis que lo mantenía atrapado en su propio cuerpo.

El anciano, lejos de sentirse insultado, pareció disfrutar de la acusación. Su sonrisa se ensanchó mientras se acercaba más a Jack.

—Yo prefiero el término "inteligente" —respondió el anciano con malicia—. Solo un poco de escopolamina, y puedo controlar a cualquiera. No importa si son dos veces más jóvenes que yo.

Mientras hablaba, el anciano se acercó más, su presencia se volvió aún más ominosa. Jack podía sentir la maldad que emanaba de él, y sabía que estaba en manos de un depredador mortal.

La escena que se desarrollaba frente a él era una pesadilla hecha realidad, se encontraba atrapado en un abismo de horror y desesperación. Mientras el anciano continuaba con su relato siniestro, él luchaba por encontrar una manera de escapar de esa pesadilla, sabiendo que su vida dependía de ello.

Thomas, saboreaba cada momento de la escena que se desarrollaba ante él. Lejos de ser una figura inofensiva, disfrutaba enormemente al observar como Jack quedaba paralizado por el miedo y la impotencia. Para él, esta era una forma retorcida de entretenimiento, un poder sádico sobre sus víctimas que le proporcionaba una satisfacción perversa. El anciano se deleitaba en su propia locura, encontrando placer en el sufrimiento que infligía.

Con una sonrisa macabra que retorcía su rostro, Thomas lanzó una pregunta siniestra a su prisionero indefenso.

—¿Cómo te gusta tu carne? ¿Bien cocida o un poco cruda? —preguntó con una crueldad que enviaba escalofríos.

Jack se estremeció ante la pregunta y la oscuridad de la situación. Sabía que estaba al borde de convertirse en la próxima víctima del anciano, y comprendía que su vida pendía de un hilo invisible. Sin embargo, luchaba por ganar tiempo, buscando desesperadamente cualquier salida de esa pesadilla.

—Existen otras formas de sobrevivir sin recurrir a esto —intentó Jack, su voz temblorosa luchaba contra la parálisis que lo mantenía inmóvil.

—¿Oh, de verdad? —respondió el viejo con sarcasmo—. Entonces, por favor, dime, ¿cómo podríamos sobrevivir dos ancianos en medio del caos y la destrucción?

Jack, atrapado en una agonía física y emocional, lanzó una mirada furiosa hacia el anciano, deseando poder liberarse y proteger a Amber, quien también estaba en peligro. Su mente corría en busca de soluciones, pero la parálisis que lo mantenía inmovilizado parecía invulnerable.

El anciano, como si tratara de justificar su propio comportamiento macabro, continuó hablando con una aparente indiferencia hacia el terror que había causado.

—No me mires así —dijo, como si quisiera encontrar una lógica en su locura—. Solo estamos haciendo lo que debemos para sobrevivir. En estos tiempos de caos y destrucción, no tenemos más opciones.

La respuesta del anciano solo aumentó la sensación de desesperación. Jack estaba atrapado en una pesadilla retorcida, una lucha por la vida en la que su destino estaba en manos de un psicópata sin remordimientos. Con cada palabra y acción de Thomas, la atmósfera se volvía más opresiva, y Jack se daba cuenta de que su vida colgaba de un hilo, esperando ser cortado por las manos siniestras del anciano.

El viejo comenzó a contar cómo había asesinado a cada una de sus víctimas, detallando cada ataque con una macabra satisfacción. Jack se dio cuenta de que la pareja había estado cazando a sus víctimas desde el inicio del fin del mundo, engañándolos con promesas de un hogar seguro antes de matarlos y devorarlos.

Era una estrategia ingeniosa, pero también despiadada y brutal. Se sintió enfermo al darse cuenta de que estas personas disfrutaban causando dolor y sufrimiento a los demás. No podía entender cómo alguien podía llegar a ese nivel de maldad.

Las palabras de Thomas resonaron en el aire como un escalofrío que recorrió la columna vertebral de Jack. La revelación del anciano hizo que su corazón se acelerara y la piel de gallina se erizara en sus brazos.

—Mi esposa ya debió acabar con tu linda novia —dijo el anciano con una sonrisa desagradable que heló la sangre de Jack.

La noticia golpeó a Jack como un puñetazo en el estómago. Recordó la última vez que vio a su valiente amiga, luchando con coraje y determinación contra los bandidos que habían caído sobre ellos. ¿Cómo había podido ella caer en manos de estos monstruos?

—Pero no te preocupes, pronto te reunirás con ella —continuó el anciano con un tono siniestro mientras se acercaba a Jack, una motosierra en la mano—. Será rápido y sin dolor.

El joven cerró los ojos, esperando lo peor. Se preparó para el inminente horror que se avecinaba, resignándose a su destino. Sin embargo, una sorpresa inesperada lo sobrecogió cuando escuchó al anciano maldecir y expresar su frustración al no poder encender la temible herramienta. Parecía que la motosierra estaba descompuesta, y Jack sintió un atisbo de esperanza.

—Maldita chatarra —se lamentó el anciano mientras colocaba la motosierra en un estante y comenzaba a revisarla con enojo. 

El hombre respiró con alivio al darse cuenta de que había ganado un poco más de tiempo para vivir. Observó cómo el anciano desmontaba la máquina de la muerte, buscando la posible falla. La ira y la frustración del anciano eran evidentes mientras intentaba encontrar la solución. Jack, aprovechando este pequeño respiro, comprendió que debía encontrar una forma de escapar antes de que fuera demasiado tarde.

A pesar de su dolor y parálisis, Jack comenzó a pensar con rapidez. Buscó a su alrededor en busca de cualquier objeto que pudiera utilizar para defenderse o distraer al anciano. Su mente trabajaba a toda velocidad, buscando una vía de escape que le permitiera evitar su horrendo destino.

La vida de Jack pendía de un hilo, pero la chispa de la esperanza había vuelto a encenderse en su interior. Mientras el anciano continuaba maldiciendo su inútil herramienta de muerte, él se preparaba para luchar por su vida.

Mientras tanto, en la casa la anciana comenzaba a planear que era lo que haría con Amber, tenía unas ganas incontrolables de acabar con su vida desde el primer día. Sin embargo, tiene una misión antes de siquiera intentar algo.

Saco de su delantal de cocina la foto que se había tomado con Jack, Amber y Thomas. La miro por varios segundos en silencio mientras la abrazaba con afecto, parecía adorarla.

Luego de su extraña actitud se dirigió a su habitación para abrir una caja que tenía con llave. Al hacerlo recuerdo lo que había en su interior, un montón de fotos de sus antiguas víctimas. Parecía que le encantaba la idea de recordar a quienes se comían.

Guardo la foto actual, en la caja, junto a las antiguas fotos. Luego cerro la caja y escondió la llave donde solía hacerlo. Ahora nuevamente centra la atención en Amber.

Luego de quedarse sola por la retirada de su esposo con el indefenso joven, la vieja busco en la cocina un arma blanca, deseaba acabar con la vida de la chica. Un largo y afilado cuchillo es lo primero que encuentra.

—Perfecto —admiro el arma en sus manos. Luego escondió el cuchillo para que la chica no pudiera verlo a simple vista.

Sin embargo, sus pensamientos se vieron interrumpidos por un sentimiento mucho más oscuro. La anciana comenzó a sentir una rabia incontrolable hacia Amber, una necesidad irrefrenable de acabar con su vida. Se relamió de ganas de clavarle un cuchillo en la cabeza y hacer que su sangre salpicara las paredes de la casa. 

Lucy tomó el cuchillo con determinación y subió las escaleras para ir hacia la habitación en la que estaba Amber. Al llegar, se dio cuenta de que la puerta estaba cerrada con seguro. Intentó forzar el picaporte, pero sabía que era en vano. Decidió intentar hablar para convencer a la inocente rubia de que no sabía lo que estaba sucediendo.

—¿Querida podemos hablar? —preguntó con un tono que trataba de aparentar preocupación, esperando convencerla de abrir la puerta para poder matarla.

Del otro lado, Amber se encontraba sollozando en el baño, todavía afectada por la discusión que tuvo con su Jack en la mesa. Los deseos constantes de los señores por hacerlos sentir como en su hogar, empezó a hacerla dudar si todas sus sospechas eran todas ideas locas que ella misma se había inventado. No era consciente de todo lo sucedido en la mesa con su compañero, y tampoco sabia que su vida corría peligro.

—Supongo que sí —respondió dudosa. Deseaba escuchar lo que tenía que decir la señora para luego tomar una decisión.

Unos angustiosos segundos transcurrieron antes de que Amber finalmente abriera la puerta, permitiendo que Lucy ingresara a la habitación. La anciana actuaba con una fachada de preocupación genuina, como si le importara el bienestar de la joven, haciendo preguntas sobre su estado y asegurándose de que no necesitara nada.

Sin embargo, detrás de su apariencia comprensiva, Lucy albergaba un oscuro propósito: acabar con la vida de la rubia. Antes de entrar en la habitación, había disimulado el cuchillo bajo su delantal con la esperanza de que Amber no lo notara.

La chica, por su parte, luchaba por controlar sus propias emociones que le estaban afectando, pero no podía evitar sentir una inquietante incomodidad con su presencia. Observaba cada uno de sus movimientos con cuidado, buscando desesperadamente alguna señal de peligro.

—¿Te pasa algo, querida? —preguntó Lucy en un tono aparentemente amable mientras se acercaba lentamente a Amber.

La joven se sintió atrapada, sin saber cómo responder o a dónde dirigirse. Trató de mantener la calma, aunque su voz temblaba ligeramente. Miró a Lucy con desconfianza, sin estar segura de qué decir en ese momento. La conversación con Thomas y el comportamiento extraño de Lucy durante la cena aún perturbaban sus pensamientos.

—Estoy bien, gracias —respondió con cautela.

Sus ojos nunca abandonando a Lucy, quien parecía esperar pacientemente a que Amber bajara la guardia para poder llevar a cabo su siniestro plan con el cuchillo escondido bajo su delantal. La tensión en la habitación era palpable, y Amber sabía que debía estar alerta y encontrar una manera de protegerse de la amenaza que representaba la anciana.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top