Único.
La primera vez que Yonazuki Lucia conoció a Ryugasaki Hiro, no pudo evitar sentir celos de él.
Aquella gran sonrisa que era capaz de cubrir todo su rostro, aquellos ojos que brillaban de la vida misma. Tan despreocupado de todo lo que pasaba a su alrededor. Sin presiones, sin malos tratos de terceras personas que decían que lo querían cuando lo que realmente querían era el dinero que sus padres les habían dejado. Lo sabía muy bien por la forma en que se comportaba, era un chico que era amado por todos y que podía amar de la misma manera.
Un chico demasiado afortunado.
Vivía la vida como quisiera y nadie sería capaz de recriminarle algo.
Vivía de la manera en que a él le gustaría vivir.
No podía evitar molestarse, enojarse y querer lanzar todo por la ventana en ese momento. Sentía que la vida que estaba viviendo, no era justa.
¿Por qué tenía que esforzarse el doble cuando había personas como él que no hacían nada y eran capaces de conseguir lo que querían?
No lo entendía.
¿Cómo es que era tan fuerte?
No era capaz de comprender de donde sacaba la fuerza para pelear. No entendía porque era tan difícil que cayera en la desesperación cuando normalmente todos se rendirían ante ella.
¿Cómo es que parecía que era amado por el mundo?
Hasta ese punto. Lucia no pudo evitar pensar que le gustaría tener la vida que tiene Hiro. Una vida como la de él, no sonaba nada mal para aquel corazón herido que día a día se rompía. Al ser consciente de la maldad que habitaba en el mundo y en todas esas sonrisas falsas de las personas, sentía que no era importante el querer arreglar su vida. Sentía que era mejor seguir caminando de ese modo, aunque lo destruyera y le quitara las ganas de seguir viviendo.
Pero, viéndolo a él.
Sentía que quería más.
Sentía que él también quería un poco de aquella felicidad que desbordaba.
Aunque sea un poco, quería tocar aquella cálida luz y ser bendecido por la misma.
No podía evitar pensar en lo bonito que se ha de sentir el tener una familia que lo quiera demasiado y unos amigos que se alegran de verlo llegar a la escuela. Soltar grandes carcajadas que fuera capaz de hacerle doler el estómago, tener una conversación acalorada o una simple platica absurda entre amigos. Quería chocar las manos con "sus amigos" cuando se ha ganado un duelo de Shadowerse o dar suaves palmadas en la espalda para intentar animarlo ante una derrota.
Quería tener unos brazos cálidos que lo cobijen o una mano dura que le haga entrar en razón. Escuchar palabras de aliento, escuchar algún que otro regaño.
Él también quería vivir todo eso.
Pero llegados a este punto, era realmente inútil seguir soñando.
Era inútil creer que algo podría cambiar, que algo podría mejorar.
Realmente dejo de desear ello y decidió hacer justicia con su propia mano.
Para eso tenía que ser fuerte. Tenía que enfrentar a los duelistas más fuertes y así poder conseguir lo necesario para salvar a su pequeña hermana menor. Quería que Shiori sonriera, quería salvarla de aquella temible enfermedad que la tenía todo el tiempo en aquella cama de hospital.
Tan siquiera, quería salvarla solo a ella.
Era lo único que realmente le importaba.
Su pequeña hermana Shiori, tenía que ser salvada. No tenía por qué seguir sus mismos pasos. Deseaba con todas sus fuerzas que el mundo lo odiara a él, pero que la amaran a ella.
Si fuera como Ryugasaki Hiro, quizá ya hubiera logrado todo lo que quería.
Pero no era como Ryugasaki Hiro, era imposible que fuera como él. Solo era Yonazuki Lucia, solo era patética persona de la que la mayoría de las personas le tenían compasión, le tenían ira por todo el daño que les causo. Solo era alguien sin importancia en este mundo. Nadie sería capaz de llorar por él, nadie lo buscaría.
¿Quién querría a alguien que siempre camino por la oscuridad?
¿Quién se fijaría en él cuando todos brillaban a su alrededor?
No podía evitar sentirse un poco patético, pero tampoco podía evitar sentirse tan triste y deprimido que prefería mirar a otro lado ante la emoción que presentaban todos ellos. Mimori, Kazuki y Kai, apoyando y gritando el nombre de Hiro mientras lo veían pelear contra todos aquellos contrincantes.
Pensó en ese momento, que se sentía realmente bien escuchar que alguien gritara su nombre para apoyarlo.
Pero estaba demasiado lejos de todo lo que soñaba que simplemente ignoro todo aquello.
¿Algún día alguien se daría cuenta de él?
¿Algún día alguien le brindaría una mano?
¿Algún día encontraría a esa persona que no soltaría su mano nunca?
Sentía que pasarían los años y nunca lo encontraría.
Estaba destinado a caminar en un camino lleno de oscuridad, soledad y desesperación.
O eso era lo que realmente creyó.
-¡Lucia!
El nombrado, volteo a sus espaldas y abrió sus ojos al darse cuenta de quien le estaba llamando.
Aquellos ojos ámbar, aquella gran sonrisa y esos cabellos rojos que se mecían en el aire por estar corriendo a donde él se encontraba. Una luz tan resplandeciente y tan cálida que no dudo en mirar la misma con atención.
-Hiro -Susurro.
-¡Vamos Lucia! -Sintiendo la firmeza y suavidad de su mano sobre la suya. No pudo evitar mirarlo con confusión. Hiro, soltó una gran carcajada, como si hubiera adivinado lo que estaba pensando.- ¡Todos nos están esperando!
-¿Todos? -Lucia soltó un pequeño grito al verse jalado y empezar a correr en el acto.- ¿Quiénes son todos?
-Todos nuestros amigos, ¡Vamos!
-¡Espera!
No puso resistencia al ser jalado de esa manera. Simplemente, dejo que sus piernas lo guiaran, que su corazón lo siguiera y que su mirada no se perdiera en aquella gran sonrisa que de vez en cuando le dedicaba cuando Hiro lo volteaba a ver para confirmar que seguía estando ahí.
-¡Vamos, no te quedes atrás! -Hablo Hiro. Con una seña en sus ojos, miro el lugar que se encontraba a su lado.
-No creo que pueda -Hablaba Lucia con inseguridad, era la primera vez que alguien le decía de esa manera.- No creo que deba
-Yo creo que si puedes -Hiro volvió a sonreír.- ¡Vamos Lucia! Nunca soltare tu mano, lo prometo
Sentía ganas de llorar, su pecho le dolía tanto que le faltaba la respiración, sus piernas se encontraban cansadas, pero a pesar de ello, nada logro detenerlo. La curiosidad lo dominaba, una calidez que no quería soltar. Quería recorrer aquel largo camino a su lado, quería apreciar la vista que le podía ofrecer, quería tomar aquella mano y no soltarla nunca.
Claro, ahora podía recordar.
Si hubo una mano que estuvo ahí para ayudarle a levantarse.
Cuando caía, al alzar la mirada, siempre se encontraba él.
La única persona que siempre lo miraba a los ojos y que le decía que tenían un bonito color.
La única persona que nunca salió huyendo de ahí, que nunca le llamo monstruo o que nunca abandono Shadowverse por el simple hecho de haber ganado.
Ryugasaki Hiro no era así.
Era amable, tan radiante como el sol. Se sentía tan abrumado por él, pero al mismo tiempo se sentía tan bien que simplemente quería seguir a su lado.
Siempre hubo una gran sonrisa que le sonreía con cariño. Siempre estaban aquellos ojos que le miraban con tristeza y compasión. Siempre estaba ahí con los brazos abiertos para ofrecerle el abrazo que tanto necesitaba o las manos que tanto quería chocar cuando se presentaba algo bueno.
Siempre hubo alguien a su lado que le comentaba las cosas más tontas y absurdas de cualquier adolescente.
Siempre estuvo ese alguien a su lado cuando iba a visitar a su hermana menor al hospital y le sacaba alguna que otra carcajada por las historias que le contaba.
Ese alguien que le dio unos amigos tan valiosos como él.
Kazuki, Kai, Mimori, Alice, Maura.
Alguien que le dio la fuerza para levantarse y pelear. Quien le dijo que era demasiado pronto para caer de rodillas y que cada que tenía oportunidad, le recordaba que tenía una familia chiquita.
Shigefumi Ryugasaki y Yonazuki Shiori, siempre los esperarían en casa para escuchar las historias que contarían sobre las aventuras que vivieron.
Claro, ahora es capaz de recordarlo.
¿Cómo es que pudo olvidarlo?
Siempre hubo alguien ahí que lo aceptaba y lo quería como era.
Siempre estuvo aquel chico del que tanto le tenía celos y del que deseaba tener una vida como la de él. Siempre fue Ryugasaki Hiro quien tomo su mano para nunca soltarla.
Quien le ayudo a caminar sobre aquella abrumadora luz y que lo guiaba sobre la oscuridad.
Ahora podía entenderlo.
Tenía derecho de sonreír y ser feliz al lado de su pequeña hermana menor. Tenía permitido vivir y pasar el rato con sus amigos y su familia chiquita. Tenía permitido caer y llorar, pero también levantarse las veces que sean necesarias y enfrentarse al mundo con la frente en alto. Podía amar y ser amado, podía odiar y ser odiado. Podía involucrar muchos sentimientos y nadie le diría nada porque son suyos.
Podía llorar al mirar su pasado, pero también podía reír ante aquel gran futuro que le espera.
Tenía permitido hacer esas cosas y mucho más.
Fue Ryugasaki Hiro quien le mostro el camino y quien le enseño que puede caminar a su lado si así lo desea.
Todo se lo debe a él.
Así como la gran sonrisa que se encuentra en su rostro como que ahora es capaz de disfrutar de la vida misma.
Al voltear atrás, sabe muy bien que puede sonreír y abrazar con cariño a ese pequeño niño que guardaba todos sus sentimientos, que escondía su verdadero ser.
-Todo estará bien -Susurrarle con cariño. Decirle que está bien llorar.- El futuro será mejor, porque encontraras a esa persona que te notara de entre muchas personas -Carcajear un poco para mostrarle lo feliz que ahora es.- Encontraras amigos que te apoyaran y enfrentaras a duelos con tanto gusto
-¿Sufriré?
-Nunca volverás a sufrir porque ahora eres libre, así que espera, así que se paciente, muy pronto llegara esa persona
-¿Cómo sabre que es él?
-Por la gran sonrisa de su rostro, por la forma en que te mira y por la mano que te brindara primero, es así como sabrás que es él, solo debes seguir mirando hacia adelante y nunca darte por vencido
Sentía que decir esas palabras a su joven yo, le traía paz y tranquilidad a su corazón.
Porque en el momento que aquel pequeño niño vuelva a desaparecer, sabe muy bien que alguien siempre lo esperara.
-¡Lucia!
Una voz que conoce a la perfección. Grandes carcajadas de las que no se puede evitar contagiar.
Al voltear a sus espaldas, él siempre se encontrará ahí esperándolo con una mano que brindarle y un gran camino por delante.
-¡Voy, Hiro!
Antes quería vivir la vida que él quería.
Ahora, Lucia solo quería vivir su vida.
Una vida a su lado, se escuchaba bien.
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