Tomó camino acercándose al chico de suaves y sonrosadas mejillas, quien lo miraba desde su posición de sumiso, de rodillas frente a el, y sólo traía aquella ropa interior negra y esa cadena rodeando su elegante cuello, la cuál era sostenida por el.

Sus brillantes ojos observándolo con expectación e inocencia, la inocencia de ser una chico quien jamás había sido tocado por otra hombre, y sin embargo este mismo quien tenía su lengua afuera esperando que aquel hombre lo acariciara con su miembro y lo adornara con su esencia.

— Dime que es lo que quieres. — Habló acariciando la mejilla de su esclavo.

— Yo... — Gimió acariciándose contra su mano cuyo gatito en busca de una caricia. — Lo quiero a usted, amo.

— Muy bien, mi niño. — Sonrió y aquel brillo oscuro y perverso se intensificó aún más. — Has sido obediente y obtendrás tu recompensa.

Acariciando la curvatura de su pantalón de vestir le indicó a su mascota que al fin obtendría lo que tanto anhelaba, aquella erección que incluso tras la vestimenta apretada se veía enorme y larga. Bajó su cierre y la liberó dejando ver su enorme cabeza roja.

— Acércate bebé. Papi te va a dar lo que tanto quieres.