Capituló 05
Esa misma noche cuando llegué a mi casa precisé darme un baño de inmersión para relajar algunos músculos, los mismos que estaban casi petrificados producto del estrés que sobrecarga.
Jisung al fin había conseguido lo que quería de mí y yo no estaba seguro de si realmente esto terminaría por dañar aún más su pequeña mente. Temía que quisiera algo que no podría darle. El mismo me había dejado en claro que buscaba lo que yo planteaba en mis trabajos literarios.
Pero la verdad es que cuando uno lee un libro que le gusta, generalmente una historia empalagosa de algún escritor sin nada más que hacer que vender el amor como una innovación que debes tener, la gente quiere ser participe de ella.
A todos nos gusta lo utópico de un amor que sobrepasa cualquier obstáculo, que se funde en lo armoniodo y en dónde cualquier pelea se remedia con una sesión pasional de sexo, aunque en la vida real tristemente no es así.
Y nosotros los escritores vendemos lo que la gente quiere comprar, nadie se ilusionaría sobre una historia de amor dónde ambos protagonistas nunca llegan a congeniar o tienen que ver todos los problemas maritales que acarren con su relación, es por eso que mis obras más allá de los juegos de roles lo más atractivo era el transfondo romántico, dos hombres que sin tener demasiado que hacer el uno con el otra mágicamente encuentran la forma de funcionar juntos.
Lamentablemente la paradoja de mi vida como escritor es que no creo que en el amor como algo místico y sustancial sino más bien como un mecanismo biológico que motiva a las especies a aparearse y a terminar buscando no más que su propio placer.
Mi placer es joder adoptando un rol dominante, flagelar, morder, marcar, no obstante si tuviera una relación jamás la mezcaría de nuevo con ello, simplemente por el echo de no desvirtuar el vínculo.
Es por eso que Jisung al aceptar a entrar a este juego renuncia a cualquier otra cosa que podríamos llegar a tener.
Sin embargo al estar sumergido en la tina de agua caliente algo parecido al gozó se coló en mi sistema, porque al fin tendría a esa pequeña criatura bajo mi autoridad sexual, me pregunté cuánto sabría de aquello que tanto presumía querer y me alegré que todo eso lo sabría mañana.
El día se presentó extenuante bajo mi criterio, demasiados trabajos que corregir y a falta de la profesora Yuna tuve que ocuparme de su materia, la misma donde (para peor suerte) estaba mi alumno predilecto sentado justo al frente lanzándome miradas de complicidad.
¿Siempre tenía esa manía de lamerse los labios tan frecuentemente o era una provocación?
Intenté no distraerme con aquellos pensamientos de mi mismo empujándome en su boca, mientras disimuladamente acomodaba mi media erección en mis pantalones y volvía la atención a mis gafas para evitar la atención en aquel lugar.
— Continuemos — Solicité levantando la vista de la mirada de Jisung que se posaba justo allí volviendo a mojar sus labios.
"El maldito lo hace adrede" Comprendí.
Llegando a casa a eso de las cinco de la tarde me dediqué a ordenar mi lugar para que se viera un poco más descuente, cuándo escuché el timbre sonar dos veces y mi corazón dejó de bombear por unos mili-segundos. Estaba aquí.
Llevaba un tiempo sin tener un sumiso, era normal para mí sentirme como si no fuera a desempeñar el papel perfectamente como lo hacía en el pasado, más teniendo en cuenta la actitud rebelde de este chico que precisaba una buena lección de disciplina.
— Hola, profesor ¿o debo decirle Maestro?
— Pasa ya — Le corté sin seguir el juego.
Llevaba un tapado color negro bastante largo como para cubrir sus rodillas, y su cabello estaba algo mojado por la nieve de afuera.
— Dame tu abrigo — Le dije estirando la mano y esté seguidamente se sacó el abrigo dejando ver su vestimenta.
Una camisa blanca dentro de unos pantalones negros que dejaban a la vista la hermosa figura que tenía, causándome una picazón en las manos y un calentamiento súbito en el cuerpo.
El muchachito entró a mi casa contemplando todo a su alrededor como si estuviera haciendo un examen exhaustivo de lo que era mi residencia, como si de esa forma pudiera leerme un poco más, tal vez. Supongo que en su mente se imaginaba que vivía rodeada de látex y látigos.
Alcancé a rodear su pequeño cuerpo y sentí como se estremecía debajo del contacto, dejando caer la fachada de chico duro justo frente a mí.
— ¿Tienes hambre... Sed? — Averigüe sin soltarlo.
— No, estoy bien... — Se aclaró la garganta — ¿Qué vamos a hacer?
— Justo ahora voy a desnudarte y a cubrirte con chocolate caliente. — Dije apacible soltándolo para continuar caminando.
Esté se acercó a mi rápidamente y comenzó a reír con lo que parecía nerviosismo. Entonces me giré a su dirección para observarlo con una ceja levantada lo que dió por terminada su broma.
— ¿De-de verdad? — Inquirió tragando con pesadez — Y-yo...
— ¿Realmente estás seguro de que no deberías estar en tu casa haciendo alguna tarea o mirando alguna caricatura? — me acerqué para levantar un poco y notar el leve fruncimiento de sus belfos.
— No me asusta, Minho — el hecho de que usará mi nombre presionó algún botón para castigar su desfachatez, sin embargo me mantuve calmado observando su respiración
acelerarse disimuladamente.
— ¿Sabes que llamar a tu amo por su nombre es motivo de castigo? Para ti soy "Profesor" o "señor" — lo corregí, ahora tomando su mandíbula con una presión casi dolorosa. Entonces me acerqué solo un poco más para morder la piel de su mejilla suavemente — Mm delicioso. Tal vez el chocolate sería inecesario.
Jisung dejó escapar un gemido en forma de sollozo mientras se quedaba inmóvil bajo mi sujeción.
Podría desnudarlo ahí mismo y joderlo sobre el suelo si fuera un poco menos razonable, pero con una persona ya experta del BDSM sabía que había un protocolo que cumplir más con una criatura tan pura físicamente.
— Acompáñame, Jisung — ordené siguiendo mi camino.
Justo cuando estuvimos frente a la mazmorra* me detuve a sacar las llaves de mi bolsillo.
Siendo un aficionado, Jisung probablemente se haya sentido algo (bastante) impresionado ante la seriedad de mi posición, pero la realidad es que no necesitas ser un Christian Grey para tener tu propio cuarto de juegos, y obviamente no podría tener un caballo de Vanguardia o un montaje de pared* sin tener a mis invitados preguntando "¿Qué carajos?".
Me he tomado esto seriamente por muchos años, no planeaba cambiar.
Una vez adentro observó con sus ojos curiosos el llegar justo como momentos antes, hambriento de conocimiento que quizás antes no pensaba alimentar.
El lugar era lo bastante modesto para no sentirse cohibido, salvo algunos muebles especiales no había mucho más para detenerse a examinar. Era cálido y de un color gris oscuro contrastando con un rojo sangre, el cuál es mi color favorito, con una larga y afelpada alfombra del mismo color.
— ¿Sorprendido? — Dije cerrando la puerta.
— Me esperaba algo como en 50 sombras de Grey — Fue sincero.
Dió un paso más adelante y no me resistí de tomarlo por la cintura sobreponiéndome a su tierno cuerpo, logrando así apoyar mi miembro en su redondo y firme trasero (el mismo que se hizo atrás ante el contacto) causándome más pensamientos perversos.
No obstante me separé y continúe hasta una mesa cerca de la esquina superior derecha
donde reposaba algunas hojas blancas.
Sonriéndole le ofrecí una pluma indicándole los papeles.
— ¿Qué es esto? — Preguntó curioso tomándolo entre sus manos.
— Es un consenso — Le informé. — Un acuerdo en dónde establecemos el límite de ambos, más los tuyos que míos, obviamente.
— ¿Límites? — preguntó confundido.
— Bueno, supongo que no estarás en todo lo que yo quiera llevarte... Cuéntame, Jisung ¿Has estado con alguien alguna vez? — Pregunté recargándome sobre la mesa — Sexualmente.
— Yo... Yo no. He hecho una mamada que otra pero... — reveló tornándose color rojo. — Nunca, eso.
Tuve que reírme ante su pequeña muestra de pudor. Tal como me imaginaba el chico no era más que palabras, ni siquiera sabía que podía creerle lo anterior pero elegí darle el beneficio de la duda.
— Bueno entonces si yo te planteo un fisting anal* no estarás en ello — Dije divertido. — ¿Verdad?
— Fi-fist-ing... — dijo algo confundido.
Entonces me acerqué a su oído para explicarle.
— Oh no, claro que no — se acaloró dejando salir un pequeño grito.
— Eres un muchachito más tímido de lo que pensaba... Pero está bien, eso me exita. Aquí sólo tienes que escribir aquellas cosas que no estés dispuesta a hacer — Le aclaré llevando su temblorosa mano con el bolígrafo hacia el papel.
— Lo que no te acuerdes lo acordamos.
El escribió un par de cosas en el papel que ni de broma se me pasarían en mente, logrando sacarme una carcajada que otra haciéndola enojar.
Pero la verdad es que no es mi estilo, por mi parte yo me centro más en el placer carnal así que por ese lado el no debería preocuparse en absoluto. Seguido le indique las palabras de seguridad.
Rojo: detenerse.
Amarillo: bajar la intensidad.
Verde: seguir.
Así mismo le señalé la importancia de los papeles en los juegos de roles, ninguno usaría su nombre verdadero para evitar confusiones y estaba estrictamente prohibido llamarnos por éste una vez iniciado el juego.
Al final de mismo sólo puse una condición que el se sorprendió a escuchar, esto sólo se limitaría al campo sexual, jamás se desplayaría más allá para evitar inconvenientes.
No me gustan los celos, no me gustan las muestras de afecto y sobre todo no me convertiría en su caballero de armadura plateada. También aclaré que fuera del juego no habría exclusividad, sé que a muchos amos le gustan ser los únicos de su sumiso o sumisa pero yo prefería como dije antes dejarlo sólo en la cama.
Si en algún momento desesba tener pareja o terminar el acuerdo estaba en todo su derecho.
Una vez firmado el consenso alcancé un hermoso collar que pondría en su cuello como
muestra de que ahora el era mío.
Seguidamente lo llevé hasta un espejo cercano para mostrarle lo hermoso que se veía con él.
— Bienvenido, Hannie. — Dije el nombre que había elegido para el papel. — Cada vez que lleves este collar deberás recordar a quién le perteneces.
— Si — Respondió fascinado ante su reflejo.
— La respuesta es, si señor. — le indiqué tomando su mentón para girarlo hacia mí.
Arrancándole un beso impetuoso, mordí sus belfos de modo que podía sentirlos calientes e hinchados en mi boca.
Y dios, extrañaba esa boca como una tortura, esté se quejó debajo mientras lo tomaba por las nalgas y lo acercaba sólo un poco más hasta que nuestros miembros se rozen entre sí generando una fricción casi diabólica.
Quería joderlo duro pero...
— Espera... — lo detuve separándome para ver sus mejillas tan rosas y sus labios hinchados y rojizos. Entonces fui hasta uno de los muebles del lugar y saqué una bata de seda color negra — Ponte esto.
— Si, señor — Dijo emprendiendo camino pero lo detuve por el brazo.
— Sólo eso — Aclaré.
Y esté asintió yéndose hasta el baño.
Está sería una hermosa iniciación.
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