Capítulo uno

Desde hace días atrás se había vuelto su obsesión cuando le encomendaron ese trabajo de darle un servicio de masajes a la pareja del señor Kardia Metaxas.

Al principio sentía un poco de nervios y es que el joven Degel Le Roux siempre mantenía su semblante frío y serio ante todos.
Desde la primera vez que tuvo el gusto de ser su masajista quedó deslumbrado ante la belleza que irradia esa joya francesa, verlo caminar con suma elegancia y ese movimiento de caderas lo dejaron  totalmente cautivado.

Esta ocasión aquel joven francés agendó una cita y no precisamente en el centro de masajes.
Había sido muy explícito ante su pedido, esta vez necesitaba un servicio a domicilio.

La joven que atendía el centro de masajes le mencionó al francés que le mandaría a una de sus mejores masajistas pero ante eso Degel se negó rotundamente.
Pidió exclusivamente al joven Milo Antares para ese servicio.

Sin dudar la joven así lo hizo, tomó todos los datos personales así como la dirección. En unas cuantas horas enviaría a su personal para hacer ese trabajo.

— ¡Antares tienes un servicio a domicilio!

Le gritó la joven de cabellos rojizos llevando aquel papel en mano.

— ¿Qué pasa Shoko? Sabes que no me gusta salir — Contestó Milo saliendo de la habitación donde descansaban los empleados.

— No tienes opción... El joven Le Roux pidió un servicio a domicilio, puedes llevarte los aceites y los aromas que necesites.

Después de decirle esto le entregó el papel donde había anotado con lujo de detalle cada  información sobre la dirección de la casa.

— ¡Hay no puede ser! — Exclamó sorprendido al darse cuenta de la persona que había pedido sus servicios.

— ¿Y ahora a ti que te pasa Milo? — Cuestionó Camus acercándose a su amigo mientras llevaba entre sus manos unas toallas blancas perfectamente dobladas.

— Sucede que tengo que cumplir un servicio a este lugar pero no conozco estas calles — Respondió Milo entregándole el papel a Camus. A pesar de que desconocía ese lugar, lo que realmente lo incomodaba era el hecho de cumplir ese servicio ante ese bello francés.

En seguida lo tomó y comenzó a leerlo, después se dio cuenta que conocía esa dirección.

— Yo si se donde se ubica esta dirección. Kanon ya no tarda en pasar por mi, podemos llevarte si gustas.

— ¿De verdad Camus? Muchas gracias — Milo lo abrazó en forma de agradecimiento.

A los pocos minutos llegó el gemelo menor a recoger a su hermoso novio, pero se le hizo muy sospechoso verlo a lado de Milo esperando ambos en la salida del centro de masajes.
Estacionó su auto y se bajó para saludarlo.

— Camus, mi amor... — Se acercó y depositó un beso en la comisura de sus labios en modo de saludo.

— Hola Kanon.

— ¿Ya estás listo para irnos? — Cuestionó el caballero de cabellos azules tomando la pequeña maleta que su pareja cargaba.

— Claro, pero antes ¿Podríamos llevarnos a Milo a esta dirección? — En ese preciso momento le entregó el papel.

Kanon comenzó a leerlo, después se dio cuenta que estaba un poco alejado de su destino pero no se negaría ante cualquier favor de su hermosa pareja.

— Claro, además esta dirección es la casa del señor Metaxas. Es muy conocido por la empresa que lidera.

Cuando escuchó aquella parte sobre el esposo de aquel francés tragó grueso, después de todo tenía que hacerlo con mucha cautela si no quería perder su trabajo por algo que vaya a salir mal.

Kanon aceptó llevarse a Milo, los tres tomaron ese rumbo. Aún era temprano, su reloj de mano marcaba las cuatro de la tarde, así que todo estaba bien.
Mientras recorrían las calles de la gran ciudad de Atenas Milo no prestaba atención a su alrededor, su mente se encontraba recordado las veces que le tocó atender a esa belleza.
Su piel era tan tersa y nívea que incitaban a probar e incluso a dejar varias marcas.

Pero no, él no puede hacer eso. Irá solamente a cumplir con su trabajo y después se irá a su casa.

El tiempo transcurrió de manera tortuosa para Milo, ni se había dado cuenta que llegaron al lugar de la dirección, estaba completamente distraído.

— Hemos llegado Milo — Respondió Kanon estacionando su auto justamente frente a una gran casa de fachada blanca y detalles verdes esmeralda.

— Wow mira eso — Dijo Camus señalando un hermoso jardín que se podía ver tras las rejas verdes que rodeaban parte de esa casa, en el centro se podía divisar una fuente.

— Sin duda ese tal Metaxas tiene una gran casa — Respondió Kanon admirando aquel lugar.

— Les agradezco por traerme Kanon ¿Cuanto te debo? — Cuestionó Milo mientras sacaba su cartera.

— Milo, como piensas que te voy a cobrar... Así déjalo.

Ante esto Milo sonrió, se despidió de ellos y esperó que se fueran para poder acercarse al timbre y poder tocar.
No demoraron mucho en salir a recibirlo, el personal que trabaja en esa casa ya tenían la orden de recibir al joven de los masajes.

Entró y lo llevaron por varios pasillos, pasó por la sala, unas que otras habitaciones hasta que finalmente llegaron frente a una puerta de color chocolate.

— El joven Le Roux lo espera adentro — Le respondió el empleado del lugar extendiendo su mano invitándolo a pasar.

Milo se quedó perplejo al darse cuenta que adentro de esa habitación estaría aquel francés que le roba el aliento.
Agradeció al empleado que lo guiara hasta el lugar donde tendría que atender al joven Le Roux.

Nervioso colocó sus manos sobre la puerta y ligeramente la empujó, con cautela entró a la habitación.
Sus pupilas tenían que acostumbrarse poco a poco a la obscuridad de ese cuarto, intentó dar algunos pasos más pero no veía nada. Inútilmente buscó el apagador pero lo único que logró fue tirar algo que terminó rompiéndose en pedazos al suelo.

Si, ahora mismo podría morir de la vergüenza, estaba en la casa del francés y ahora tendría que pagar por su torpeza.

— No hace falta que lo levantes... Suele suceder.

Esa voz hizo que intentara buscar de donde provenía, era ese mismo acento francés que lo tiene totalmente cautivado.
Las luces de la habitación se encendieron repentinamente, sus pupilas ahora tenían que adaptarse a la luz artificial.
Dejó la pequeña maleta que llevaba consigo donde guardaba los aceites y las toallas, la bajó al suelo y después se llevó ambas manos a sus ojos intentando frotarse para acostumbrar su vista a la luz.

Bajó lentamente sus manos, lo que observó lo dejó sin palabras.
Era el joven Degel Le Roux vistiendo únicamente una bata larga de tono negro satinado, su larga cabellera verde lucía como una perfecta cascada, algunas hebras descansaban sobre sus hombros.
Ahora que lo pudo observar mejor, no traía lentes, sus hermosos iris eran de una tonalidad violácea.
Muy bello ante sus ojos y bastante delicado.

Las veces que tuvo que atenderlo no había prestado atención a su delgada y delicada figura y es que esa bata le favorecía marcando perfectamente sus curvas.

Nuevamente su mirada se posó en aquellos ojos y si efectivamente eran unos fascinantes violeta pero sobre todo seductora.

— Yo... — Comenzó a titubear nervioso— Lamento romper ese jarrón, no lo pude ver joven Le Roux — Milo se disculpó y señaló los pedazos de cerámica del jarrón roto.

— Se lo vuelvo a repetir, no hace falta.

Después de que Degel le dijo esto, se acercó hasta la cama que tenía justo a su lado y se acostó boca abajo.

— ¿Gusta retirarse la bata? —Preguntó Milo directamente aunque su mirada y su mente se encontraba más perdida en la belleza que tenía frente a él.

Degel se sorprendió al escuchar esto, rápidamente se levantó de la cama porqué también había sido su error no quitarse la bata, de lo contrario ¿Cómo le daría un masaje?

Mientras tanto Milo colocó su pequeña maleta sobre el mueble que estaba a lado de la cama para poder sacar todos los materiales que ocuparía.

— ¿Que esencias le gustan más joven Le Roux?

— Los aromas suaves y dulces — Respondió Degel tomando una de las botellas que Milo sacaba de su maleta — El de rosas está bien.

Tenerlo así de cerca solo lograba despertar aún más el deseo de querer tocar con sus dedos aquella piel suave, tersa y blanca como la nieve.

— Claro... Yo, puede recostarse en su cama — Titubeó nervioso.

Degel se colocó frente a él llevando sus manos a las cintas de su bata para deshacer el nudo.

— ¿Sabes? Pedí que fueras tú quien me diera el servicio porqué tus manos son relajantes y fascinantes.

Después de estas palabras de Degel, Milo se quedó sin palabras... La bata cayó al suelo frente a sus ojos...

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Buenas noches personitas bellas, bienvenidos a esta nueva historia  corta de cuatro capítulos.
En el siguiente será Milo x Degel
El tercero Kardia x Milo
Y cerraré con esos tres

Espero que les guste, la culpable de darme ideas es lilicosmos

😅😅😅
Sin más espero que sea de su agrado esta pequeña historia donde habrá mucho lemon. Les mando un gran abrazo los quiero 💖💖💖

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