Capítulo cuatro
Dos semanas había transcurrido desde aquel encuentro indecente entre la pareja del señor Metaxas y él.
Jamás se hubiera imaginado que aquel joven francés cediera tan fácil. Cuando aquel encuentro terminó, Degel le permitió descansar en su lecho como si de su pareja se tratara y para él era un sueño hecho realidad.
Solo rogaba a todos los dioses y a la corte celestial que el señor Metaxas no se enterara de ese encuentro de lo contrario no la libraría tan fácil.
Esa misma tarde se encontraba terminando de recoger las toallas que estaban limpias, las dobló perfectamente y las acomodó en su lugar.
Mientras recordaba ese momento la voz de Shoko lo sacó de sus pensamientos más placenteros.
— ¡Antares!
A Milo le molestaba el hecho de que Shoko le llamara por su apellido, terminó de guardar las toallas y a regañadientes se acercó con la joven para saber de una vez por todas.
— Y ahora que quieres Shoko — Respondió Milo en un tono de molestia.
— No sé que toque tienes para darle masaje a los clientes, el joven Le Roux te calificó excelente respecto al formulario que le enviamos para evaluar los servicios... En fin tienes otro — En ese momento Shoko le entregó un papel donde venía escrito otra dirección.
Milo empezó a leer esa dirección, tenía la ligera esperanza que fuera Degel, sin embargo esta dirección era de unas oficinas.
— En una oficina... ¿En serio? — El joven Antares miró de reojo a la chica.
— Así es, no me quisieron reverlar el nombre. Incluso la instrucción es que al llegar a la recepción te mandarían con la persona que pidió el servicio... Ya sabes puedes llevarte todo lo que necesites.
Shoko se dio la media vuelta y tomó su lugar en la recepción para seguir atendiendo a los clientes que llegaban.
Milo tomó su maleta y comenzó a guardar algunos aceites y esencias, así como las toallas que requería.
Se despidió de sus compañeros y salió del centro de masajes para poder tomar un taxi que lo llevara al lugar indicado, su reloj de mano marcaba las seis de la tarde.
El viaje duró aproximadamente media hora, llegó frente a unos edificios que correspondían a algunas empresas. El papel claramente decía que aquel edificio con jardineras espectaculares sería donde entraría.
Tomó su maleta y se dirigió a la entrada, justo al fondo se situaba la recepción.
Cuando llegó se recargó sobre la barra para presentarse ante la señorita que atendía.
Su mirada rápidamente se posó en el logo de la empresa que estaba impreso en un sobre con documentos.
— No puede ser — Se dijo a si mismo muy nervioso intentando controlarse.
La joven de cabellos lilas dejó el teléfono en su lugar y se acercó a Milo.
— Usted debe ser el joven masajista Antares ¿Verdad?
Milo solamente asintió moviendo la cabeza, no sabía que responder, solo esperaba que el señor Metaxas no quisiera matarlo después de haber tenido su encuentro con su pareja.
— Está bien, sígueme... Te llevaré a la oficina del señor Kardia. Anoche llegó de su viaje de negocios y necesita un buen descanso.
Mientras escuchaba a la señorita Sasha hablar, Milo le rezaba a toda la corte celestial y a los dioses del Olimpo para que no lo matara el señor Metaxas, sabe que hizo mal por dejarse llevar pero también Degel había cedido así que eso estaba a su favor.
Ambos se subieron al elevador y al llegar hasta el último piso ganas no le faltaban de querer regresar.
Tenía que controlarse y aún más porqué en solo cuestión de segundos vería de frente a Kardia.
No prestaba atención a su alrededor, lo único que quería en esos momentos era terminar lo más pronto posible.
— Joven Antares... El señor Metaxas lo espera adentro — Sasha extendió su mano invitándolo a pasar, después se pasó a retirar.
Milo trataba de tranquilizarse pero no podía, ahí estaba frente a él Kardia Metaxas mirando a través de las ventanas ese paisaje urbano que las alturas le brindaban en sus manos tenía un cigarrillo que disfrutaba en ese momento.
Tragó grueso al verlo perfectamente portando un traje gris oxford y una corbata roja.
Demonios el color rojo también era su preferido.
— Vaya, si que eres puntual — Respondió Kardia mirando su reloj.
Apagó su cigarrillo y se acercó con pasos firmes hasta la puerta donde Milo se encontraba esperando.
— No me gusta llegar tarde señor Metaxas.
— Claro... Eso pude notarlo. Verás seré muy directo, no me gusta darle vueltas al asunto. Pasa y colócale seguro a la puerta.
Cuando escuchó aquellas palabras comenzó a sentirse más nervioso de lo que ya estaba. Sus manos sudaban y sus piernas temblaban.
— Estamos en su oficina señor Metaxas, no veo donde pueda acostarse para brindarle su masaje — Contestó Milo observando su alrededor, en medio estaba un escritorio con base de piedra, sillas giratorias para oficina y un sillón...
Un sillón que sorprendió a Milo porqué era de esos que se pueden acomodar como cama, se quedó sorprendido al ver que Kardia simplemente lo acomodó.
— Decías...
Nervioso se acercó al escritorio para colocar su maleta y comenzó a sacar cada uno de los aceites y esencias que llevaba, así como el juego de toallas.
Pero lo que sucedió a continuación lo dejó sin aliento, sintió muy de cerca la presencia del señor Metaxas, el aroma de su perfume podía olerlo aún más.
— Dime Milo... — Comenzó a caminar de un lado para otro sin quitarle la vista de encima sosteniendo — Te gusta el ruido o el silencio.
Ante esto sus manos comenzaban a temblar, no sabía lo que pasaría en esos momentos. Rápidamente se dio la vuelta y observó con detenimiento como se retiraba de manera tortuosa la corbata.
Kardia la tomó entre sus manos y la estiró frente a la mirada atónita de Milo y le sonrió de manera maliciosa.
— No creas que no me enteré de tu aventura con mi Degel, solo te puedo decir que yo soy muy diferente a él.
Listo, ahora podría morir en ese momento, cerró sus ojos esperando el momento en que Kardia quisiera ahorcarlo ante ese pecado pero jamás se esperaría que con esa corbata le atara sus manos.
— ¿Pero qué...?
— Ya te dije, soy todo lo contrario a mi copito. Ahora es tiempo de que conozcas lo que soy capaz de hacer.
De un movimiento repentino Kardia lo llevó hasta el sillón y lo aventó con fuerza.
Milo no sabía que pensar en esos momentos, su más grande fantasía lo había llevado muy lejos ahora no sabía lo que pasaría.
— Yo... Yo... — Ni una sola palabra lograba articular, no negaba que también él tenía un carácter como el señor Metaxas pero no tan explosivo como él.
— ¡Vaya! Con que Antares está nervioso... Yo te daré una razón para que tiembles más.
En ese momento Kardia se acercó y de un solo jalón le retiró su pantalón y su ropa interior a Milo. Esa mirada sádica se posó en los zapatos de Antares y con una mueca de molestia se acercó para quitárselos.
— Ese detalle siempre se me va, a Degel luego se me olvida quitárselos.
Milo no sabía si reír o seguir sintiéndose nervioso, pero todo se fue al carajo cuando Kardia tomó el miembro del contrario y lo metió completamente en su boca.
No podía mover las manos, lo único que Milo logró hacer fue arquear su espalda ante esa sensación que provocó una corriente recorrer en todo su cuerpo.
— Que vista — Se burló Kardia levantándose de ese sillón.
Frente a la mirada atónita de Antares comenzó a quitarse su saco y lo aventó al suelo, seguido de su camisa que terminó volando en una de las sillas giratorias.
— Si tu y Degel querían algo más que solo un masaje me lo hubieran dicho — Respondió Milo observando con detenimiento como se desabrochaba su cinturón, seguido de su pantalón y al final su ropa interior.
— No hace falta que te lo digamos... Ya que ahora me doy cuenta que serás buena compañía. Además jamás le quitaste de encima tu mirada a mi Degel.
Milo no pudo evitar tragar saliva ante lo que veía, su cuerpo era verdaderamente escultural y aún con mayor masa muscular.
Se había metido en un gran problema... ó ¿Quizá no?
En ese momento Kardia se acomodó detrás de él, colocó un poco de lubricante que tenía en su oficina y tomó un poco más para comenzar a estimularlo.
Al sentir sus dedos invadir su interior de manera inconsciente echó su cabeza para atrás, quería mover sus manos pero no podía.
Un grito mezclado de placer y de dolor inundó esa oficina.
Pero en ese momento Kardia sacó sus dedos y se colocó sobre su cuerpo.
— Ahora te sentirás dominado...
No le dio oportunidad de responder, tomó sus manos atadas y las llevó a la altura de su cabeza, comenzó a devorar el cuello del contrario dejando marcas que no muy pronto desaparecían.
Milo gritaba no podía moverse en absoluto, en ese momento Kardia tomó su mentón y lo miró a los ojos.
— Nunca somos lo que aparentamos... Nada es lo que parece y aunque no lo creas también estás ansioso.
De un movimiento repentino le dio la vuelta y lo posicionó en cuatro, aunque Milo no podía apoyarse con las manos lo hacía con sus antebrazos y los codos.
No podía creer lo que estaba pasando... ¿Acaso ese par estaba loco? Si, quizá tanto como Le Roux y Metaxas tenían sus gustos demasiado escondidos le agradaba ser parte de ello.
Porqué uno era bueno y tranquilo y el otro alocado como él, solo que Kardia en mayor proporción.
No tan fácil una pareja cede a tener alguien más por placer.
Kardia levantó un poco la cadera de Milo y sin previo aviso entró en su interior acompañado de una nalgada que dejó su piel roja, aunque su tonalidad era moreno, ese color rojo se podía apreciar.
Estaba completamente loco, Kardia entraba y salía embistiendo con fuerza, Milo gritaba y gemía sin poder contenerse.
El roce de sus cuerpos emitían sonidos obscenos que inundaban esa oficina.
Tomó los cabellos alborotados celúreos con rudeza y se acercó lo más que pudo a su oído para susurarle sin romper ese vaivén.
— ¿Qué se siente ser sometido?
Pero Milo no pudo responderle, estaba totalmente cegado ante el placer y la locura que Kardia comenzaba a transmitirle.
Nuevamente se ganó otra nalgada y justo en el momento que terminaría de venirse tomó a Milo de su vientre y la otra mano en su pecho y se acercó lo más que pudo mordiendo su espalda.
El dolor era soportable, pero algo fascinante para Milo, al sentir ese cálido elixir en su interior y esa mordida él también terminó liberándose en ese sillón.
Una experiencia única...
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