Veintitrés.
Todos fueron atrapados intentando escapar y esconderse...
Cuando Rikku despertó aquella mañana, ya no era Fyódor quien le abrazaba, sino que era ella quien se pegaba a su espalda con naturalidad.
Él seguía dormido, así que se levantó sin esperar más y caminó lejos de la cama. Una vez estuvo frente a la puerta, le dió una ojeada a la habitación para encontrar el plato destrozado en una esquina de la habitación. Que desperdicio, se dijo a sí misma al ver el pastelillo no muy lejos.
Iban a dar las siete, podía dormir unas horas más, así que se dirigió a su habitación sintiéndose extraña. Para que ocultarlo, la verdad era que le dolían las caderas y el cuello por todas las mordidas que Fyódor había dejado en él, además de por supuesto, aquella manera tan ruda de quitarle el aliento por la noche.
Una vez estuvo en su habitación de princesa, fue directo a la cama; se sentó en ella, salvo que por alguna razón no pudo acostarse y se quedó con las mantas sujetadas hasta la altura del pecho. Parecía asustada.
— Rikku-sama — la puerta fue abierta, Chuuya entró a paso rápido y le llamó preocupado — ¿Dónde pasó la noche? Le estuve buscando por todas partes.
No por todas– se dijo enseguida, pero no en voz alta. Algo le impedía soltar palabra.
— ¿Rikku...? — volvió a llamarle cuando estuvo cerca. El pelinaranja se preguntó enseguida por que su jefa parecía tan diferente. Parecía otra persona viéndose de aquella manera tan inquieta.
— Chuuya-san... — su voz salió quebrada, como si quisiera llorar — Ve a cualquier lugar y compra para mí una pastilla de emergencia — pidió de pronto.
— ¿Pastilla de emergencia? — su escolta no lograba entender a qué se refería — Se siente mal, ¿quiere que llame a Yosano-sensei?...
— ¡Solo ve! — le gritó sin poder contenerse. Entonces se echó a llorar sobre las mantas.
Chuuya, incapaz de entenderla, mejor se marchó directo a dónde le había enviado. Traería la dichosa pastilla y eso tal vez le hiciese sentir mejor. ¡Si eso haría! Se animó.
Mientras tanto, Rikku soltaba lágrimas sin consuelo ocultado el rostro en sus finas telas. No era distraída, entendía por que se sentía de esa manera tan vulnerable, y es que no creyó que acostarse con el ruso fuera a terminar de esa manera. ¿Qué de qué manera? Pues aunque esas eran sus intenciones al arribar a la habitación del hombre, su falta de experiencia en ese ámbito ahora le hacía dudar, porque este mencionó tanto sobre arrebatarle su preciada inocencia, que ella ahora se sentía vacía y ultrajada.
Tenía que actuar entonces, no estaba lista aún para tener un hijo de Fyódor.
Media hora después de que Rikku abandonara la habitación, Fyódor despertó, y lo primero que hizo, fue esconder su rostro entre las mantas al ver que Iván abría las cortinas como siempre solía hacer. Parecía su madre.
— No le costaba nada avisar que la señorita Rikku y usted iban a compartir cama ayer por las noche — habló el peli-gris cuando notó que su amo estaba despierto.
El ruso azabache siguió escondido. Era un adulto, pero aún así, que sus subordinados se enteraran del tema le hacía avergonzarse en cierto sentido.
— A la señorita tampoco le costaba nada — hizo saber que no era algo que tuviera planeado, sino que tal como él les había tomado con la guardia baja, ella lo había hecho con él.
— Entonces parece que "ese plan" va siguiendo su rumbo, aunque no parecía haberlo estado antes — confesó tranquilo. Luego se acercó hasta su líder y comenzó a preparar el té sobre la mesita de un carrito para ello.
— Hemos hecho un progreso, por supuesto, sin embargo... — se quedó en silencio cuando escuchó lo que decía.
Iba a decirle que no sabía que seguía, que no tenía idea de que más fuera a suceder después de aquello, pero claro que lo sabía.
A su mente vino entonces: ¡un hijo!
— Me deje llevar como un tonto... — se regañó sin haberse dado cuenta que lo había dicho en voz alta.
Nunca en su vida hubiera pensando que podría ser padre, volvíamos al: ¡soy un terrorista! Estaba consciente de que ya nada se podía hacer para evitar su triste final en la casa de la Port Mafia, porque para comenzar, estaba seguro de que antes de poder dar la noticia como era debido, Dazai Osamu y Nakahara Chuuya lo matarían en cuanto quisiera si quiera decir una sola palabra. Junto con ello, debía hacerse a la idea de que se convertiría en el padre de una criatura inocente, a la que por supuesto, no deseaba ni verle el rostro una vez naciese, porque bueno, no sería un buen padre...
Además todo aquello, se preguntaba también que sería de la relación entre la "princesa imperial" y él mismo. ¿Se casarían?... Si bien era cierto que pensaba como un tonto que había cometido el peor error de su vida, teníamos que elogiar su sentido de la responsabilidad al intentar hacerse cargo aunque no lo quisiera.
— Parece preocupado, amo Fyódor — el otro lo sacó de sus absurdos pensamientos.
— Lo estoy — fue sincero — No quiero adelantar la situación, así que no le digas a Nikolai y a Sigma hasta que sea seguro... — volvió a callar, pero Iván era su mano derecha, así que: — Parece que la señorita y yo vamos a tener un hijo.
Ivan abrió los ojos tanto como pudo, dejó caer la taza de té al suelo y se quedó de pie frente a él sin cambiar nada de la postura en la que se había quedado. Nada de ello era parte del plan.
Más tarde, Chuuya volvía al edificio con las manos temblorosas y una pequeña caja de medicina en el bolsillo izquierdo de su pantalón caro. Decir que estaba nervioso y molesto era poco; la escolta número dos solo deseaba ir a matar a alguien en específico. Fyódor Dostoyevsky.
— ¡Chuuya-kun! — alguien le encontró en el pasillo. Escuchar aquella voz en ese momento le hizo ponerse de los pies a cabeza estático — ¿Estabas fuera?
— Si — contestó sin más, sin detener el paso.
— Pero hoy es tu turno de cuidar a Rikku-chan, ¿le dejaste sola? — se le escuchó la voz molesta. Fue algo que el Nakahara no pudo ignorar.
— Ella me envió — hizo saber.
Siguió avanzando sin parecer sospechoso, lo último que deseaba era que el demonio prodigio supiera a qué tipo de encargó Rikku le había enviado, porque ya le conocía como la palma de su mano, no obstante, cuando creyó que se había librado de la momia andante, de pronto fue sujetado del brazo y estrellado en la pared más cercana.
— ¿Qué sucede? ¿No estabas saliendo con Sakunosuke-san? — se burló haciendo su voz relajada para hacerle bajar la guardia. Indigno de Ser Humano no le permitía activar Por el Dolor Corrompido para librarse del agarre.
— Parece ser, pero, ¿que sucede si digo que quiero tenerte una vez más en mi cama? — seductor como una puta, se acercó hasta sus labios con peligro.
— Si me dejas ir, prometo visitarte por la noche — pidió adoptando su misma compostura, pero lo que había en sus bolsillos era algo con lo que nunca había lidiado, así que tragó saliva duro por la garganta.
— ¡Te atrapé! — Dazai abrió sus ojos con sorna sin dejar de verle a los suyos, y rápidamente, metió la mano en dónde la caja estaba. La sacó con una rapidez increíble, que Chuuya no pudo hacer nada — ¿Pero que es es... — iba a burlarse, pero el nombre de la medicina le cayó como una golpe físico bien dado en su estómago.
Por otra parte, en ese mismo momento, Rikku se encontraba detrás de su escritorio revisando documentos importantes. La habitación estaba en silencio, solo el sonido de las hojas era audible, tanto las que le pertencian a ella, como las que le pertencian a Fyódor, sentando en el mismo lugar del día anterior a la espera de poder hablar de lo sucedido en su habitación.
— Tengo asuntos pendientes de mayor relevancia. Si gusta esperar, es su desición — le había dicho cuando entró a la oficina.
Todo estaba tan tranquilo para variar, el ambiente ni siquiera se sentía incómodo y él no tenía ningún tipo de prisa, por lo que viéndola ocupada de reojo algunas veces sobre el libro, esperó hasta que pudiera atenderlo. Se sentía tan tranquilo.
Salvó que justo en ese momento, las dos puertas de la oficina fueron empujadas con violencia por un castaño con el ceño y única ceja visible hacia abajo. Hasta allí llegaba su tranquilidad.
— Eres un increíble hijo de perra — le insultaron...
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