Veintidós.

Aviso: 3000 palabras. Lemon. Quién no quiera leer hasta el final, puede terminar el capítulo en "no diga que no se lo advertí" que es un diálogo de Fyódor.

Afronta tus decisiones, no te arrepientas.

La noche había caído sobre Yokohama y la cena estaba en curso como de costumbre en aquel gran edificio.

Los invitados, sin inconveniente alguno probaban la comida que Iván Goncharov se había propuesto a hacer para que reconocieran aún más sus dotes culinarios, sin embargo, la persona que debería estar en la cabeza contraria, estaba ausente, por lo que Nikolai apenas había probado su comida y veía de reojo el asiento vacío.
Innesperadamente nadie se quejó de su falta a la cena y parecían no tomar en cuenta que realmente alguien faltaba a la mesa. La jefa comía en silencio.

Por otra parte, el ruso azabache líder de las ratas, salía del baño personal con el que contaba la habitación que ocupaba. Se secaba el cabello con una toalla pequeña y caminaba en pijama hasta su lecho de almohadas mullidas y suaves mantas.

Parecía cansado, se le notaba en el rostro, y por más que hubiera querido esconderlo o justificarlo con su condición enfermiza, aquello no era el motivo de ello.

— Esa niña caprichosa... — se quejó abiertamente cuando colocó su puño cerrado en el colchón a manera golpe.

Ahora entendíamos que era aquello que le agobiaba, y para ser sinceros, nunca fue un secreto.

Para entender el enfado del ruso azabache, teníamos que volver hacia atrás en el tiempo, pero no mucho, sino que solo a revisar esa mirada que Rikku le había dado en el apartamento de los infantes después del beso. Una mirada desbordante de seguridad y tan caprichosa, como la de una chiquilla malcriada.

Fyódor entendía, había sido manipulado y era la razón de por que se sintió tan hipnotizado como un sujeto de prueba en el circo. Por lo que cuando llegaron al gran edificio de la Port Mafia una vez más, bajó del auto y se dirigió directamente a su habitación sin temor a ser reprendido, lo que no sucedió.

— No voy a perder esta guerra. No necesito perderla... — susurró con algún tipo de sentimiento disgusto.

Afortunadamente, estaba muy decidido a diferencia de la situación en donde de no ser por sus subordinados, en ese momento estuviera siendo otro peón de la escolta que a ella le pertenecía.
Fyódor no quería perder, no deseaba sentir como era hacerlo. Se negaba a caer, sin embargo, las ideas se le estaban acabando. Como nunca fue un hombre que pusiera los sentimientos por delante de sus prioridades, se encontraba perdido.

Rikku y la señorita Agatha eran tan diferentes, que no sabía que siguiente paso dar. Hasta ese punto, todos los que había dado resultaban siendo a favor de la japonesa. Necesitaba uno que le diera la ventaja, pero una ventaja sorprendente y difícil de alcanzar.

De pronto, sus pensamientos fueron interrumpidos por unos pequeños toques a la puerta. Levantó el rostro, casi como sabiendo de quién se trataba.

— ¿Qué es lo que desea? — preguntó seco, como un pescado fuera del agua, adivinando.

Casi daban las diez de la noche, no obstante, la señorita estaba detrás de la puerta en su camisón de princesa mientras en las manos llevaba un plato con un pastelito muy elegante.

— No cenó, así que le traje el postre al menos — respondió con un deje de inocencia mientras miraba el pastelillo, lo que al ruso le pareció en demasía extraño. Se dijo, tal vez era por la hora; le habían contado que los fantasmas andaban en los corredores por eso de las diez y Nikolai había dicho que por ello a la joven no le gustaba andar en estos para evitarse las molestias. En realidad, sonaba bastante estúpido.

— Lamento que se haya tomado la molestia, pero no me gustan los dulces y menos tan tarde — confesó enseguida.

Él se mantenía sereno, pues no deseaba que se diera cuenta que tan molesto estaba con su persona por haberle manipulado de aquella manera tan descarada con sus encantos de mujer.

— Oh, entiendo, lo comeré yo entonces — y así de fácil pudo haberse desecho de ella esa noche, salvo que su actitud le había generado algún tipo de interés.

Rikku se dió la media vuelta y comenzó a avanzar, pero fue detenida por la mano del ruso posándose en su antebrazo. Le jaló con fuerza para meterla dentro de la habitación, y antes de que pudiera hacer algo, ya le había puesto el pestillo a la puerta para asegurarse.

— ¿Qué cree que está haciendo? — le había molestado con esa acción, le quedaba claro por el tono de "princesa imperial" que había utilizado en cada letra.

— Es hora de jugar con mis reglas — avisó enseguida.

Dostoyevsky pensó que alguien le estaría apuntando al cuello con una navaja filosa después de aquello, tal vez una de las escoltas, o para específicar, creyó que Nakahara Chuuya se presentaría, ya que siempre aparecía como un ninja colado entre la humedad. Aunque no sucedió nada. Comprendió, su escolta no estaba presente.

— Le he dicho hasta el cansancio que no tengo tiempo para jugar. Soy un  terrorista, no una muñeca de trapo que pueda usar a su gusto — le reprendió — Así que veo conveniente, que en este momento me diga que lugar debo tomar en la guerra que esta a segundos de hacer en contra de Guild — pidió al final, respirando suave.

No obstante, eso no fue suficiente para la joven, quien en cuanto él acabo de decir, tomó el tenedor del plato que aún tenía entre las manos, para después encajarlo en el pastelito y llevárselo a la boca.

Fyódor quiso gritar con fuerza, unas tremendas ganas de arrebatarle el postre y lanzarlo hacía donde sea le invadieron. La joven jefa le había sacado totalmente de sus casillas; era la primera persona en hacerlo, debido a que él siempre daba tranquilo los pasos que tuviera que dar, sin vacilación alguna, pero realmente había llegado a su límite en ese lugar.

Inquieto, de pronto, se dió cuenta de que había algo raro en todo aquello.

— Usted, de verdad quiere que le ponga la mano encima, ¿me equivoco? — adivinó. Agachó un poco la cabeza y río como un loco, pero en bajito.

— ¿Por qué desearía yo eso, Dostoyevsky-san? Solo he venido a traerle el postre por si tenía hambre — el tono arrogante era fácil de detectar.

¡Al diablo, se dijo, al diablo todo!

Hizo lo que deseó. Tomó el plato de sus manos y lo lanzó, tan hostil que ella retrocedió cuando se acercó, pero no fue suficiente, porque la distancia no evitó que pusiera sus manos sobre su cintura para atraerla hacia su cuerpo con fuerza bruta.

— Debería pensar mejor en lo que está a punto de hacer — desafiante, Rikku le recomendó, sin apartarse del agarre por mero orgullo.

— Puede ahorrarse sus palabras, por que a menos de que su adorada escolta arribe a tiempo, no se va a salvar de esta — amenazó llevando su mano hasta el moño en su pecho, así, sin cuidado, lo deshizo.

De esta manera, Fyódor le besó en la boca con fuerza, pero fue solo por poco tiempo porque ella no le correspondió, aún así, fue a su cuello ahora descubierto y comenzó a regar suaves caricias sobre este. Mientras tanto, sus manos recorrían con descaro su cintura y caderas.

— Se da cuenta cuántos años tengo. No cometa una locura de la pueda arrepentirse después — Rikku habló nuevamente, tan firme como se permitía.

Fyódor estaba hecho un loco. El estrés lo llevó a pensar de manera apresurada, pero, ¿realmente deseaba hacerle aquello a la joven? Por mucho que fuese un terrorista y que ella le sacará de quicio, la situación no se veía nada bien. Así que la soltó...

— Váyase ahora — le ordenó alejándose con las manos cubriendo su rostro.

Se sentía un estúpido. Un completo baboso. Había estado a punto de abusar de una mujer y no lo comprendía, si a él esos deseos jamás le habían abordado. Por supuesto que para su edad, no era ningún virgen, pues la relación con la señorita Christie le había obligado en cierta manera a complacer a la bella dama en ese ámbito.

— Un perfecto cobarde, es lo que usted es — escuchó como le atacaba por la espalda con esas palabras tan llenas de sorna.

— No lo creo. De ser así hubiera continuado — respondió.

Se volteó a verla, ella aún le daba la espalda y parecía apretar los puños a sus costados. ¿Por qué no se iba y por qué se veía ahora tan molesta?

— Le odio tanto... — comenzó a decirle — Odio a las personas que no saben lo que quieren — repitió como en aquella noche del baile de caridad para los niños huérfanos.

El ruso entonces lo recordó:

— Odio a las personas que no saben lo que quieren. La próxima vez que intente tocarme, no se le ocurra retroceder...

— ¿Qué demonios está tratando de decir? Pone su seguridad en juego viniendo aquí con solo una bata de dormir y sin escolta que la acompañe cuando no soy la persona más adecuada.
¿Comprende que intentaba abusar de usted?

Él azabache ya no estaba molesto, sino que estaba turbado y confundido por las palabras de ella y sus propias acciones. Le había afectado en otra parte, además de en sus pantalones.

— Si eso era lo que deseaba, entonces lo hubiera hecho — escupió con asco, y después... — Abandone el edificio mañana a primera hora, no quiero volver a verlo por aquí. Solo comprenda que está alianza queda disuelta, y si me da la gana... — antes de terminar volteó a verle directamente a los ojos — ... lo destriparé con mis propias garras.

El cuerpo del terrorista comenzó a temblar sin darse cuenta.

Era cierto que era muy capaz siendo líder de la organización rusa, sin embargo entendía que una guerra contra la "reina" sin nada de eso que vivía ahora de por medio, lo dejaría acabado como casi lo hace Dazai Osamu en el pasado. No viviría para contarlo.

Rikku comenzó a caminar directo hacia la salida, tomó la perilla sin vacilar, pero una mano cubrió la suya en cuanto quiso dar la vuelta para destrabarla. Sus cadera fue tomada con fuerza y sintió el cuerpo del contrario pegado a su trasero, y por último, una buena mordida en la parte posterior de su cuello que la hizo pegar la frente el la madera.

— No diga que no se lo advertí.

— Cállese y haga lo que tenga que hacer.

Enseguida, Fyódor le hizo dar la vuelta sobre sí y está vez su espalda quedó contra la pared cuando la estrelló en ella para besarle con fuerza, beso que nuevamente ella no correspondió, así que como antes le atacó el cuello a lamidas y mordidas. Sus manos no tardaron en meterse debajo de la bata para tomarle de las piernas y levantarla, lo que parecía increíble por la condición del ruso, pero innesperadamente la fuerza que tenía era suficiente para soportar su peso sin problema alguno.

Cuando a este le pareció suficiente, la despegó y comenzó a caminar con ella a la cama que antes había arreglado para él solo. Una vez frente al lecho, la lanzó sin cuidado y esta cayó sentada sobre su trasero y manos sobre la superficie, después le dió una extraña mirada cuando este también la observaba con atención.

— Usted no es ningún virgen, ¿me equivoco? — utilizó el mismo tono que él antes, cuando preguntó acerca de ponerle la mano encima.

— No, tuve antes una pareja — respondió sincero poniendo una rodilla en la cama — Pero déjeme adivinar a mi. Usted si lo es. Entonces lamento que vaya a perder su inocencia de esta manera tal como el primer beso. ¿Podría considerarme un ladrón?

Por sus palabras llenas de burla, Fyódor había recuperado la compostura de líder, y tal vez, la personalidad que había dejado atrás desde que puso un pie en su territorio. No le importaba que tan virgen era, él solo iba a profanar como siempre había hecho.

Se acomodó entonces con las dos rodillas en la cama mientras ella seguía sentada y le vió con lujuria, era algo que no podía esconder, además, amó la manera en que su cuerpo se veía mucho más grande que el de ella por las diferencias entre la edad. Tan pequeña, tan delgada, por supuesto que era un delito tanto en Japón y en Rusia reclamar un cuerpo como ese.

Colocó una mano en su hombro y le empujó hacia atrás cayendo así su cabeza sobre las mullidas almohadas.

Cuando el cuerpo del hombre se cernió sobre el de Rikku entre medio de sus piernas, por fin se le escapó un suspiro pesado. Por ello, se quejó:

— No necesito nada de esto, hágalo rápido — ordenó, pero no era eso lo que deseaba el ruso.

— ¿Qué dice? Si no hago nada de esto lo va a pasar peor que nunca. Tan siquiera déjeme tocarla bien, es lo que deseó, y si en realidad está dispuesta a sentir dolor, con gusto se lo daré — ofreció llevando su mano entre medio de los cuerpos, una vez ahí, su dedo se resbalo hasta el inició de su parte íntima, levantó la bata aún más y volvió a arrastrar el dedo por encima de la panti rosa con moñitos de adorno.

Cuando el ruso volvió a sentarse en la cama para deshacerse de su pequeña y delicada ropa interior, miró a la joven una vez más al rostro, que no parecía incomoda y mucho menos miedosa de lo que fuera a suceder. Solo observaba el techo de la cama parpadeando unas cuantas veces.

— Aún si no le soporto, debo admitir que usted es una belleza. Totalmente mi tipo — con sorna, levantó la bata hasta que sus pechos estuvieron descubiertos y le miró sin disimulo.

Y no era una mentira. Él estaba siendo sincero. Aún si la señorita Agatha le parecía una mujer completa con ese delgado cuerpo y curvas en su lugar, la "niña" le parecía una pequeña, pero completa diosa.

— ¿Debería sentirme halagada por las palabras de una "rata"? — atacó ella. Cuando quiso reprenderlo con la mirada, este volvió a ocupar su lugar encima de su cuerpo.

— Le sugiero que se tranquilice, señorita.

Durante los siguientes minutos, Fyódor estuvo jugando con la "reina" como le vino en gana. Ya tocaba aquí, ya tocaba allá. Se volvió todo un reto cuando descubrió que se negaba a aceptar sus caricias y seguía apática de la situación, sin embargo, aumentaba sus ganas de querer arrebatarle todo.

Cuando tuvo demasiado juego previo, se quitó el pantalón de pijama y la ropa interior, pero se dejó la camisa. De todas formas ella no estaba mirando nada.

Entonces comenzó, y lo hizo de una forma tortuosa cuando de la nada se metió entre sus piernas con un movimiento veloz.

— Ah... — gimió la joven sin poder evitarlo. El golpe le había hecho arquear la espalda y su cabeza se movió en la almohada.

Había sido un salvaje, pero ganó el reto.

Se entretuvo un momento dentro de ella, admirando su rostro adolorido por encima de su cabeza por la posición que había adoptado gracias a las diferentes alturas. Luego, volvió a empujar con instiencia sin retroceder logrando que ella le tomara por los hombros. Le había intentado alejar sin darse cuenta.

— ¿Se arrepiente...? ¿Se arrepiente de haberme provocado? — inquirió buscándole la mirada cuando volvió a abrir sus orbes dorados.

— Jamás en su vida me verá arrepentirme de mis decisiones, Fyódor, téngalo bien claro — apretando lo dientes y dándole la mirada, sentenció.

Para molestarla, volvió a empujar. Ella se quejó en alto y volteó el rostro de un tirón.

— Me parece perfecto, Rikku — halagó.

Lento, pero con fuerza, el azabache comenzó a embestirla en un vaivén placentero para su cuerpo. No sé reprimió los sonidos, porque él no era ruidoso en ese sentido, en cambio, la joven soltaba unos más fuertes que anterior en su intento de acallarlos detrás de sus bonitos labios ahora abiertos levemente.

El ambiente de la habitación se tornó obscena, no solo por los gemidos, gruñidos y quejas, sino por el sonido perfecto de sus cuerpos uniéndose de esa manera tan lasciva.

Rikku se aferraba a las sábanas con las piernas abiertas y los ojos cerrados con fuerza mientras seguía siendo empujada con fuerza, que creyó, ese ruso anémico no tenía, pero vaya que se había equivocado y lo estaba pagando con creces sin poder aceptarlo.

Fueron minutos enteros. Fyódor tenía un buen aguante, hasta que:

— Déjeme adivinar nuevamente — habló, haciendo sus movimientos más profundos dentro de ella, que por supuesto le escuchó — No me dejará a cargo de la Port Mafia con su retiro, sino que piensa dejársela a nuestros hijos. Es una mujer muy inteligente, lo ha calculado todo, y que gran momento para ello.

La japonesa escondió su rostro, pues con el pasar del tiempo, ya no sentía solo dolor.

— Si estoy en lo correcto, entonces comprende lo que estoy a punto de hacer, ¿cierto?

Fyódor sonrió como pudo, pero el placer que sentía le hizo borrar la sonrisa no mucho después. Estaba por llegar, a segundos de perderse en el éxtasis de un esperado orgasmo.

— Cállese de u-una vez — ella sollozó imposibilitada de usar su tono arrogante, pues la situación le podía más.

Cuando el ruso llegó, empujó en ella tan profundo derramándose al mismo tiempo entre su carne palpitante. Su cabeza cayó en la almohada aún encima de ella, salvo que poco después le tomó del cuerpo con fuerza, y dando la vuelta se la llevó para que está vez ella estuviera encima aún unidos.

La "princesa", entonces se despegó de su pecho cubierto por la camiseta y se sentó en el miembro del azabache mientras su bata caía hacia abajo para cubrirla. Le observó con la mirada llorosa y después intentó salir del aprieto en el que estaba metida.

Había creído que la sensación de sentir algo caliente disipandose cuando el hombre se corrió era lo más inquietante que pudo sentir, pero mientras intentaba levantarse con la poca fuerza que le quedaba, ahora todo se sentía pegajoso.

Fyódor la vizualizó de reojo no pudiendo ocultar cuanto le divertía su reacción por el semen escurriendo desde sus partes íntimas. Por alguna extraña razón, al azabache no le pareció incómodo. Así, ella cayó en la cama dándole la espalda y él enseguida tomó las mantas para cubrirla.

— Solo me queda esperar a que me dé la gran noticia — se burló somnoliento cuando le abrazó por la espalda para dormir.

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