Veinticuatro.

¿Por qué creerías que es normal?

Se sentía tan tranquilo.

Salvo que justo en ese momento, las dos puertas de la oficina fueron empujadas con violencia por un castaño con el ceño y única ceja visible hacia abajo.

Hasta allí llegaba su tranquilidad.

— ¡Eres un increíble hijo de perra! — le insultaron cuando le vieron sentado sin nada que le molestara.

La mirada de Dazai estaba tan oscura como un pozo sin fondo, tan llenó de ira que había caminado hasta ahí sin darse cuenta y con el pelirrojo a la espalda mientras trataba de calmarle. Todo el que vivía en ese edificio le conocía tan bien, que se veían constantemente amenzados si llegaban a ponerle un ojo demás a su querida y a la vez odiada "hermanita".

— ¿Qué mierda te crees, ruso sin chiste? — volvió a insultarle, esta vez, ignorado todo a su alrededor. Caminó hasta él y le tomó del cuello de la camisa para acercarlo a su rostro amenazante — ¿Realmente te sientes lo suficiente importante siendo el jefe de unas simples "ratas"? ¿¡Lo suficientemente importante para acostarte con mi "hermana"?

Fyódor desvío la mirada tras su pregunta. El ruso en realidad esperaba a que eso sucediera, pues sabía era inevitable. No contestaría, no intentaría quitarse el agarre y escapar, de hecho, tampoco le importaba ser golpeado por Osamu. Sentía que lo merecía por como había tratado a Rikku por la noche, sin una pizca de sutileza. Entonces, se quedó a esperar su castiga divino.

— ¡Te descuidé un maldito segundo e hiciste lo que te dió la gana en la mafia! — gritó histérico de repente.

Posiblemente que el Dostoyevsky no se defendiera ni con palabras, era lo que le molestaba aún más, ya que podía entender que no se negaba a lo que estaba afirmando él mismo, y que en efecto, no era ninguna broma y se había acostado con su única familia en el edificio. Quería borrar de ese mundo su estúpida mirada púrpura e indiferente.

Levantó el brazo poco después, empuñó la mano y le acercó aún más con la intención clara de estampar esta en ella. Estuvo a punto de hacerlo, pero Chuuya lo detuvo sosteniendo su cuerpo desde atrás.

— ¡Ya basta, Dazai! — le gritó, pero esté no podía tranquilizarse — ¡Rikku está presente!

Al escuchar las últimas palabras del joven y bello pelirrojo, se quedó congelado en su lugar, aflojó el agarre del cuello en el terrorista, pero no le soltó, además, comenzó a temblar sin cuidado mientras su mirada se tornaba vacilante.

Al igual que el japonés, Fyódor también recordó que Rikku seguía estando allí, le habían ignorado como si no fuera la principal "víctima" en la habitación. El ruso esperó encontrarle con la mirada molesta suponiendo, por las palabras de la escolta número dos, ella estaría molesta por perturbar su tranquilo momento de trabajo, sin embargo, eso no fue lo que halló.

— Lo siento... — el castaño se disculpó enseguida. Soltó al ruso y avanzó solo unos pasos en la oficina. Se quedó con las manos extendidas sin saber que hacer.

— ¿Señorita? — la llamó el azabache.

Todas sus palabras eran en vano, porque la joven estaba oculta tras sus manos en la silla aún. Lloraba apretando sus dientes para no dejar salir ruido, pero ya le habían descubierto, porque aquello... Siempre sucedía.

— Maldita sea... — se quejó Chuuya aprentando los puños a sus costados sin apartar la vista de la escena.

— Fyódor... — Dazai le habló en un susurro — Llama a tú tonto payaso cuanto antes.

Él no entendió. Se refería a Nikolai, ¿pero para que lo necesitaba presente? No dejó de preguntarse en los siguientes segundos. Estuvo a punto de refutar sus palabras con la misma pregunta, antes bien, cuando levantó la mirada le encontró caminando hasta la "niña" siendo increíblemente cuidadoso de sus movimientos, al mismo tiempo encontró al Nakahara con su celular en la oreja hablando con alguien de manera rápida.

¿Qué estaba sucediendo?

— Amor, ven aquí... — de nueva cuenta observó al castaño de las vendas, quien ya se había acercado y puesto de rodillas en el suelo por un lado de ella. Entonces extendió los brazos.

— ¿Estás bien? ¿No estás herido? — ella descubrió su rostro y le miró fijo para cuestionar aquello que no tenía lógica, y todo, entre un llanto difícil de entender.

— No, amor, estoy bien. Nadie me hizo daño — el otro contestó, y cuando le animó nuevamente, Rikku se lanzó a sus brazos y le abrazó como si no hubiera un mañana.

— No es necesario que llames a Nikolai, estaba con Atsushi y ya vienen en camino — el del traje azul le avisó.

Para ese entonces, Fyódor no sabía ni a quien mirar, estaba confundido en demasía, no entendía nada. ¿Por qué ella lloraba, por qué aquellas preguntas? ¿Por qué parecía estar consolando al mayor en vez de que este lo hiciera con ella?

— Acércate a ellos, Fyódor, por favor. No sucederá nada malo, pero si no lo haces, te mataré en este momento — amenazó Chuuya después.

— ¿Qué? No lo entiendo, señor escolta...

— No debe hacerlo, solo acérquese ya — le interrumpio.

Fyódor suspiró. Sentía miedo de lo que ahora parecía desconocido, pero claro que había visto ese semblante en alguien más antes. Sobre todo esa mirada perdida.

Se acercó sin cuidado, a paso rápido y se quedó de pie observando que aún los "hermanos" estaban abrazados.

— Fyódor... — ella abrió sus dorados orbes para verle — ¿Está herido? ¿Tiene hambre? — lo que preguntaba seguía sin tener lógica.

— No, señorita, estoy bien — contestó para que se quedara tranquila, pero ella le tomó de la gabardina y jaló de él.

Comprendió que lo que Rikku deseaba era abrazarle como al castaño, así que sin hacerla esperar, colocó sus rodillas en el suelo. La "princesa" pronto se alejó del castaño, aunque no completamente porque siguió abrazándolo con una mano, y así, paso una mano por el cuello del ruso y se acercó lo suficiente hasta él para esconderse en su pecho. Fyódor también la sostuvo.

— Que felicidad, si están sanos, entonces todo está bien — confesó la muchacha.

La puerta volvió a abrirse, salvo que está vez fue con cuidado. Los albinos entraron a la oficina al mismo tiempo. Atsushi se veía preocupado y Nikolai tampoco entendía nada.

— Rikku-chan... — le llamó el chico tigre acercándose.

Solo escuchó la voz del joven, Rikku levantó el rostro y sonrió como una niña, luego dejó a los mayores y corrió a abrazar al albino menor.

— Sushi-kun, Nikolai — mencionó sus nombres y les abrazó al mismo tiempo como a los otros antes — ¿Están bien? ¿Están heridos? ¿Puedo hacer algo por ustedes?

— Estamos bien, no se preocupe — Atsushi le sonrió.

— Que felicidad... — y ella volvio a repetir.

— Llevénla a su habitación y quédense con ella. Ya sabes que hacer, Atsushi — el Nakahara ordenó en voz baja y el nombrado asintió enseguida.

— Ah, Chuuya, ¿dónde estabas? ¿Estuve buscándote?

Había hablado en voz baja por ello, para que la "reina" no le notara, pero había sido en vano. Acercándose con un amable gesto, hizo una seña de mano que el ruso albino alcanzó a entender. Así que rápidamente, la tomó en brazos como a una princesa, ella se aferró a su pecho, salvo que seguía observando al pelirrojo.

— He estado aquí todo el tiempo — respondió por fin tomando su mano con cuidado — Vaya a su habitación, me encargaré de su trabajo. Descanse, Rikku — y asi, dejó un pequeño beso en su frente.

Un poco inquieta por dejarlo, siguió hablando, preguntando las misma cuestiones de antes, pero Atsushi y Nikolai se la llevaron de la oficina.

— Es todo su maldita culpa — el castaño culpó en cuanto las puertas se cerraron.

— Ni siquiera sé que hice y esto no es consecuencia de haberme acostado con ella — el ruso se quejó indignado. 

Dazai quiso matarlo cuando aceptó en voz alta que lo había hecho. Aún así, bastante había tenido con la escena anterior. Igual no evitó que se enfrentarán cara a cara una vez estuvieron de pie. Está vez él extranjero si le devolvió la amenaza.

— Tranquilos los dos — Chuuya se acercó hasta el escritorio y dejó sus manos caer con pesadez sobre la madera — No necesitamos más problemas, fue suficiente — advirtió.

La escolta número uno se rindió tras sus palabras y caminó unos pasos. Se quedó dándole la espalda a los dos.

— Necesito una explicación — Fyódor exigió impaciente.

— No necesitas nada y no lo digas como si lo merecieras — respondió el castaño de brazos cruzados.

Chuuya suspiró cansado. Tenía que hacer algo o cuando la jefa de la mafia dejara aquella condición, se llevaría un buen regaño.

— Bien, Fyódor, conteste: ¿le parece que somos normales? Ya sabe, la escolta y los altos mandos de la mafia...

El azabache no entendió a qué se refería el Nakahara.

— Por supuesto que no — aún así respondió a su cuestión con cierta burla.

— Entonces, ¿qué le hace pensar que Rikku lo es?

Oh, conque a eso quería llegar.

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