Veinticinco.

Devuelve lo que ella ha dado por ti. Ten piedad.

—Entonces, ¿qué te hace pensar que Rikku lo es? A fin de cuentas, fue elegida para ser la jefa de la mafia por Mori-sama —Chuuya tenía un punto y eso dejó al ruso pensando.

Si bien él no creía que Rikku era la persona más normal del edificio, nunca pensó escuchar esas palabras venir de una de sus escoltas. No podía dicernir el concepto de normal. Ella se molestaba mucho cuando su hora de dormir pasaba, si alguien no era educado, tambié era sincera en demasía llegando a rayar lo hiriente; sin embargo, no podía olvidar aquel rostro de preocupación entera que le dió cuando lloraba... y luego se había mostrado tan feliz de saber que todo el mundo en ese lugar estaba perfecto.

—No entiendo, debe de existir algún factor que le haga comportarse de esta manera —por el rostro que hizo Chuuya y el ruido de boca que dejó escapar Osamu, supuso, había adivinado.

—Eres increíblemente inteligente cuando se trata de quemar cuidades, pero increíblemente ciego para tratar con personas —Dazai se burló soltando una risilla casi audible.

Fyódor bajó las cejas. Por supuesto que estaba familiarizado con esa faceta suya de no saber medir sentimientos, a menos que ellos le dieran una clara ventaja en el tablero. En esta ocasión los había dejado de lado, porque desde el primer día supo que su manipulación allí no serviría de nada, aunque se contraríaba con el plan que tenía en marcha, pero aquello había sido su plan de contingencia.

—Ella odia la violencia —de repente confesó el castaño—. Correcto sería decir que Rikku es una persona trastornada.

—Pero si ella vive en un mundo lleno de violencia. Su organización es la causante de ello en su mayor medida —un poco alterado por creer que el hombre le quería ver la cara de tonto, renegó haciendo aquel dato todavía peor de notable.

—No tiene nada que ver con que la odie o no. Así es Rikku —el ojiazul suspiró y comenzó a recoger los documentos del escritorio —. Hay algunas personas en este lugar, Dostoyevsky, que no fueron obligados a estar bajo su mando. Los ejecutivos teníamos libre elección acerca de quedarnos. ¿Cuántos cree que se fueron y cuántos cree que se quedaron?

Era un poco clara la respuesta por el tono de voz que había empleado.

—Ningun ejecutivo la abandonó —respondió enseguida el ruso.

—Esta usted en lo correcto —aplaudió con sarcasmo el de la pregunta.

En silencio, el Nakahara se sentó en una de las sillas frente al escritorio y comenzó a trabajar por la jefa ahora incapacitada. Por otra parte, Dazai estaba indeciso acerca de contarle a Fyódor lo que a su "hermana" le afligía involuntariamente. ¿Tenía que saberlo? Se preguntó, y poco después, se contestó que era necesario si ella le había puesto el ojo encima. No creía que ella tuviera la necesidad de contarle por el simple hecho de que era innecesario para su estrategia, pero bastante había sucedido ya desde que el líder de las ratas había pisado el edificio. No toleraría otro error.

—Venga conmigo, Chuuya-kun tiene que trabajar —le ordenó en un murmuro molesto y comenzó a caminar directo a la puerta.

Fyódor miro al pequeño mafioso ocupado y como el mayor ya había salido de la habitación. Sabía que iba a arrepentirse, pero le siguió hasta alcanzarle.
Una vez a la par, el más alto comenzó a caminar por los pasillos hasta llegar al elevador. Lo utilizaron, por supuesto, asendieron varios pisos hasta llegar de nuevo a otros corredores. Un minuto más tarde, entraban por la puerta de una habitación poco iluminada que parecía ser un bar.

—¿Gustas algo de tomar? —aunque estaba incómodo, Dazai preguntó amable dirigiéndose hasta una de las mesas que tenía bebida en demasía.

—No gracias, el licor me pone mal —confesó para no verse mal educado ante el gesto.

El mafioso se sirvió alcohol con una calma traída desde el mismísimo infierno, que el terrorista casi no pudo soportarlo. Con un pequeño "tomé asiento", fue que se sentó en uno de los cómodos sillones de la estancia, poco después Dazai se acercó hasta él trayendo una silla alta de rueditas en la que ocupó asiento como un infante.

—Primero, hablemos de hombre a hombre. Deme la cara. ¿Por qué usted se acostó con Rikku?

Al escuchar la pregunta, el pálido hombre desvío la mirada. Comenzó a pensar que no saldría vivo de esa habitación si le decía la verdad, sin embargo, se negaba a decir que había caído en la trampa de la menor, porque además de humillante, Dazai no le creería una sola palabra, sobre todo, no quería verse como un cobarde sin orgullo y sin responsabilidad. El punto era, que ellos habían tenido sexo, no había otro tema, no había justificación.

—Simplemente se dió —se limitó a contestar—. No hay un motivo en específico —mintió.

—Voy a tratar de creerte —dió otro trago la bebida con elegancia—. ¿Tienes hermanos, Fyódor?

Su pregunta repentina hizo al extranjero levantar las cejas, aunque enseguida negó con cuidado. Él no tenía una familia, nunca la tuvo. Desde que tenía uso de razón, se vió a él mismo vagando de orfanato en orfanato hasta que se decidió y optó por tomar el camino de la delincuencia. Al principio había sido difícil, pero su inteligencia le había llevado hasta donde estaba.

—Bueno, pues Rikku si los tenía. Una familia enorme verdaderamente —soltó sin cuidado el otro, y Fyódor, que había bajado la mirada sin darse cuenta, volvió a subirla—. Un padre, una madre y ocho hermanos de los cuales ella era la tercera del menor hacía el mayor. Ella les amaba tanto.

—¿Les amaba...? —cuestionó por como se había expresado. Eso quería decir entonces que...

—Ellos ya no viven —se apresuró a aclarar—. Sus progenitores eran personas sin oficio que no veían por el bienestar de su familia. El padre era un alcohólico que golpeaba a su mujer y a sus hijos; en vez de conseguir un trabajo enviaba a estos mismos a la calle en busca de cualquier beneficio para él mismo. Las madre, cómo habrás de imaginar, le obedecía por miedo y daba el plato de comer primero a él que a las pobres criaturas.

—¿Y que hay de sus hermanos? Eran demasiados. ¿No queda ninguno? —cuestionó nuevamente, pero el castaño negó llevándose de nuevo el vaso de alcohol a la boca.

—Murieron por diferentes fechas cuando ella crecía. El primero fue el más pequeño, Takehiko: se ahogó en un río cuando ellos se bañaban. Tsuji, el mayor, le acompañó después, cuando una de las casa de cartón en que vivían amontonados se incendió y no pudo salir por ayudar a su ebrio padre. Días después... Takato fue atropellado mientras trabajaba limpiando parabrisas en una de las calles centrales; las autoridades no encontraron al culpable porque eran una familia si ningún centavo para pagar. En la víspera de navidad de sus cinco, Takumi murió de hipotermia por haberse caído al río y no tener con que abrigarse; se durmió con la ropa mojada y jamás despertó.
>>En cuanto a las mujercitas, la primera fue violada y asesinada en las calles de Yokohama cuando cumplió quince, su nombre era Rumi. La que nació antes de la señorita, Reiko, se intoxicó queriendo comer hongos de una montaña. La penúltima en morir fue Rina, aunque en realidad no se sabe de que murió exactamente, pero todo apuntaba a que fue desnutrición.

El ruso solo podía escuchar sin poder decir un sola palabra. Todos esos niños con los que la jefa de la mafia había crecido... sus preciados hermanos, todos ellos habían muerto de una manera horrible, y además, la vida que llevaban no era mejor.

—¿Y tú cómo sabes todo eso? —siseó incómodo cuando pudo. No quería seguir escuchando aquello. Todo era tan horrible hasta para un mayor.

—Porque yo la encontré cuando tenía seis años, cuando aún le quedaba una hermanita que necesitaba ir en brazos. Hacía días que su padre había muerto de un infarto al corazón y su madre se suicidó porque no podía vivir sin él. Mori-san me había enviado a una misión y las encontré vagando por las calles. Rikku estaba tan sucia, su cabello llenó de rastas por no darle el adecuado cuidado y claro, delgada hasta los huesos sin haber comido alimento durante días enteros.
>>Me acerqué a preguntarle que era lo que llevaba en las manos envuelto en una cobijita, porque a mi nariz había llegado un olor nauseabundo cuando le pasé de largo. Me dijo que era su hermanita, que se llamaba Renashiko y que si llevaba algo de comer encima porque no había conseguido nada para el bebé. Se veían tan preocupada, era la única familia que le quedaba y deseaba cuidar de ella como su madre, pero la pequeña había muerto hacía días en sus brazos y no se había dado cuenta de ello.

Era por ello, que Rikku ansiaba una verdadera familia. Aunque sonase de locos, necesitaba sustituir a aquella que perdió a su corta edad y siendo la jefa de la mafia lo estaba logrando. ¿Podría alguien decir si su idea era buena o terrible?

—Como adivinarás, fui yo quien la traje hasta la mafia, la entregué a Mori-san y él cuido de ella como la princesa que es. Le visitaba de vez en cuando, jugaba incluso a las muñecas, y en más de una ocasión junto con Elise-chan me vistieron de mujer. Parecía que había dejado atrás su pasado, pues deje de frecuentarla cuando entró a la adolescencia, pero al parecer no fue así.

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Traumada sería decir poco, de aquí ya comienza lo oscuro y más personal.

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