Treinta y tres.

Puedes perder lo que ya habías ganado.

—De cualquier manera, no es algo que me interese personalmente —admitió despreocupada, luego se dió la media vuelta y extendió la mano con el papel en ella para despedirse—. Solo recuerde enviar sus saludos cuando el bebé nazca, él no tiene la culpa de su cobardía.

Como si fuera una película de terror, el ruso abrió los ojos en grande y lentamente se movió en su lugar. Cuando le miró la espalda a la doctora, ya estaba alejada, sin embargo, mientras se iba, dejó caer la hoja de papel al suelo. Entonces, tal como si fuera una carrera, se dió a la tarea de avanzar hasta al documento.

—¿Qué haces? —cuestionó sorprendido cuando a medio camino una mano mágica apareció y se llevó su objetivo.

—Me aseguro de que sus palabras sean certeras, amo Fyódor. Puede ser una trampa —respondió su mano derecha obteniendo el papel, para llevárselo poco después a la altura de sus ojos y comenzar a leer.

—No es mentira, yo... —A punto de confesar, de pronto los recuerdos de la primera vez que estuvieron juntos se reprodujo en su mente. Acordándose también, que había caído en la trampa como un tonto y allí estaban las consecuencias.

No podía creer que Rikku en serio estuviera esperando un hijo suyo, por mucho que supiera esa era la verdad, aunque sobre todo, ahora no entendía por qué le estaba dejando ir así de fácil. ¿Qué ganaba ella quedándose con toda la responsabilidad?

—Esto puede estar mintiendo, no tenemos pruebas —sentenció el payaso arrugando los resultados de la prueba de embarazo. Se le veía escéptico a diferencia del ruso azabache.

—Nikolai, la doctora dice la verdad... —Se interrumpió de nuevo observando como la prueba caía al suelo sin valor. Nikolai se estaba comportando extraño—. Tengo que hablar con ella...

—Espere un momento. —Fue detenido nuevamente en aquel pasillo—. Si Rikku-sama no le dijo, es por algo. Debemos irnos ahora, es lo mejor para los que quedamos. ¿Va a desperdiciar nuestra rendición? Porque le recuerdo, que usted fue el primero en dar el paso hacía atrás —reprendió al final.

El Dostoyevsky agachó la mirada, un gesto que no le pertenecía, sin embargo, aunque seguía encontrando extraño su comportamiento, Nikolai tenía razón. Él se rindió primero que todos, pero muy en el fondo, no quería irse de ese lugar; buscaba un pretexto, el más mínimo. Faltarían años para que lo admitiera: estaba perdidamente enamorado de la jefa de la Port Mafia.

—————————— ๑

—¿Por qué debería aceptar su propuesta? —Recargada totalmente en la silla frente al escritorio, Rikku cuestionó mirando el techo de su oficina—. ¿En qué me beneficia a mi, Fitzgerald-san?

Allí, del otro lado ocupando lugar, el rubio y americano hombre, líder de Guild, se mantenía con una postura creída al ver que la "princesa imperial" se veía atraída por la propuesta que había hecho minutos antes.

—Nuestras organizaciones se verían beneficiadas de la unión y no habría intruso que pudiera entrometerse al monopolizar el mundo entero —alardeó presumido.

La joven, dejó caer su cabeza hacia un lado de manera curiosa, pero no le miró. Ciertamente estaba pensando en la oferta.

—Aún con el inconveniente que he mencionado antes, usted sigue estando dispuesto... —se dijo en voz alta, recapacitando—. Entiendo, no tengo ningún inconveniente con el trato, pero deberá dejarme conversarlo con mi padre y hermano antes de aceptar.

Francis sonrió ganador y entrelazó sus manos debajo de su barbilla cuando recargó los codos sobre la madera. Se sentía tan ganandor, que pensó que nada ni nadie podría arruinarle la tarde, sin embargo, detrás de él las puertas fueron abiertas con dramatismo y alguien les acompañó arruinando su gran momento.

—Oh, Dostoyevsky-san, ¿no se ha ido todavía? Ya lo hacía en su país —se burló la menor con una cálida sonrisa cuando asomó la mirada hasta el umbral, lugar donde el hombre se quedó petrificado al ver al extranjero quien se decía, era el enemigo de esa guerra, pero ellos parecían estarlo pasando muy cómodos.

—¿Por qué no me lo dijo? —Dejó de lado su sorpresa y enseguida preguntó dando unos pasos dentro.

Al escuchar la pregunta, Rikku comprendió a lo que se refería, así que quedando como una muñeca en su lugar que ni siquiera parpadea, se negó a darle una respuesta con su mero silencio.

—Dígame algo —ordenó perdiendo la calma el ruso. Si tan solo Francis no estuviera presente, se dijo, hubiera ido hasta su lugar para pedirle una respuesta cómo era debido: enfrentándola sin dejarle salida.

—Algo —mencionó seria acatando sus órdenes de manera evasiva por el juego.

—No se burle de mí —advirtió enseguida Fyódor. ¿Cómo podía seguir bromeando en esas circunstancias? No podía entender su estilo de vida. Ella siempre se burlaba de los débiles, pero también los protegía.

Resignada a lidiar la situación que no estaba en sus planes, Rikku se levantó de su lugar y caminó lentamente hasta él. Eso decía muchas cosas, como por ejemplo: que merecía la atención que pedía simplemente por ser él.
Luego, quedaron solo unos pasos alejados, salvo que viéndose frente a frente.

—Veo que Yosano-sensei se tomó la molestia de darle la noticia. —No le molestaba el hecho, pues era la mujer del broche de mariposa alguien importante para ella—. Y ahora que lo sabe, ¿qué se propone hacer?

Esa pregunta dejó en blanco al azabache, sin embargo sabía, ese era el objetivo de la mujer. Dejarle sin palabras para humillarle, pero no se iba a dejar. No más... Ella tendría que escucharle con atención...

—Voy a...

—¡Fyódor, cariño, hasta que te encuentro!

La voz de una mujer entrando a la oficina llamó la atención de todos los presentes e interrumpió las palabras del ruso. Rikku entrecerró los ojos al verla, Fitzgerald simple se encogió en hombros y Fyódor se volteó enseguida con el semblante sorprendido, para luego mencionar:

—Señorita Agatha... ¿Qué hace aquí?

—Vine a buscarte —mencionó de manera evidente—. Llegó a mis oídos que había sido atrapado por la Port Mafia hace tiempo, pero no podía hacer nada mientras no supiera como estaba la situación —añadió como respuesta.

Agatha Christie se veía confundida, pues al ver a la joven frente a ella y al americano no muy lejos, no entendió mucho sobre el contexto. Tal como dijo, se creía que Fyódor había estado siendo maltratado por la organización nipona, no obstante, allí estaba frente a ella y no tenía ningún rasguño como evidencia.

—¿Quién es usted y qué es lo que pretende? —Aun en ese estado, se apresuró a cuestionar.

—Soy Rikku, el jefe en turno de la Port Mafia, mucho gusto —respondió educada.

—Entonces es cierto, esos rumores que escuché antes... Está tratando de robar a mi hombre como jefa de la mafia —acusó, haciendo que Rikku se llevara una mano al pecho de manera inquieta por tales palabras. Fue un movimiento fingido—. Pues escuche bien...

—Señorita, por favor, espere un poco, nada de lo que dice es verdad. — Fyódor se interpuso cuando iba a amenazarle. Dio la espalda a Rikku y comenzó a tranquilizar a la otra.

Mientras, Francis se levantaba de la silla y avanzaba hasta la más joven, a quien no le dijo nada, solo se quedó a mirar cómo era que de repente, la escena había cambiado y ahora Agatha estaba histérica argumentando en contra del ruso.

La "reina" suspiró sin saber que hacer. ¿Qué estaba sucediendo con el tablero ese día? Todo estaba siendo impredecible, y no era que la escena no le estuviera divirtiendo, antes bien, tiempo para jugar no tenía en el momento, así que llamó la atención está vez de la refinada dama en busca de lo "suyo".

—Agatha-san, me gustaría hablar con usted en otro momento... —Mala suerte que tuvo al ser interrumpida por la rubia.

—¿Qué está tratando de decir? ¿Hablar conmigo cuando ha intentado robarme?

Rikku desentendía quien había llamado a la mujer y por qué en vez de escucharle, le atacaba sin aparente razón. Fitzgerald era el único capaz de crear el mal entendido, sin embargo, le había invitado a su casa teniéndole los movimientos muy restringidos, así que no podía ser él.

—Bien, ahí está su macho, lléveselo. Si fuera mío se lo regalara —anunció estresada señalando al ruso y la puerta. Les estaba corriendo, por lo que la señorita inglesa retrocedió.

—Oiga, no diga eso como si fuera un objeto —reprendió enseguida el otro.

Francis, quien había quedado en segundo plano, tampoco pudo seguir escuchando como las mujeres peleaban por el hombre pálido y extraño. Así le veían sus ojos aún si este fuese una leyenda viva.

—Bueno, ya que está todo aclarado, me gustaría seguir hablando con mi prometida acerca de nuestros futuros planes —confesó, y enseguida, paso una de sus manos por la cintura de la muchacha para apegarla a su cuerpo.

Así que ese era el trato del que habían estado hablando antes.

—¿Prometida? —preguntaron los dos al mismo tiempo.

Mientras el magnate asentía, la joven jefa desviaba la mirada sin desmentirlo. Por otra parte, dejando de lado a Agatha, Fyódor estaba asombrado de sus palabras y acciones, que cuando quiso preguntar nuevamente, tartamudeó de forma patética.

—Pero la señorita y yo... —Aunque se armó de valentía, nuevamente sus oraciones eran cortadas a la mitad.

—Ah, no se preocupe, señor Dostoyevsky, estoy al tanto. Solo déjeme decirle que no se preocupe, yo me encargaré de ello —presumió el rubio en forma de burla.

Sabiendo que no le dejarían cabida libre para decir lo que pensaba, observó solamente a Rikku en busca de una explicación, y cuando ella también le miró de forma decidida, solo mencionó:

—Usted fue el que dijo que encontrara a alguien más que quisiera ser mi familia.

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