Treinta y dos.

⚠️ Nota: comienzo levemente +18, nomás aviso.

Hora de terminar con todo.

Mientras el ruso hombre pálido acariciaba la pequeña cintura de la mujer que tenía entre sus brazos, se cuestionó al él mismo, ¿¡cómo es que había caído justo allí!?

De intentar tirar a la Port Mafia desde sus cimientos, terminó, hasta esa fecha, complaciendo a la joven jefa.

—Que sensible se encuentra el día de hoy, señorita —murmuró con cierta burla en su oído, pero ella estaba tan perdida en su propio mundo, que simplemente se aferró más a su espalda.

Pasadas dos semanas de atrajeados días en donde el ex-lider de las ratas no hizo más que dejar en claro que dejaba su cargo, se encontraron entre las sábanas de aquella misma habitación de la primera vez, y en esta ocasión, se habían tomado su tiempo para disfrutar de una velada amena, pues ya no eran más enemigos como tales.

—Ahora que está de buenas... ¿Me dejaría volver a mi país? —cuestionó con deje de inocencia.

Eso, por supuesto que Rikku lo escuchó con claridad, después de todo, Fyódor tenía algún tiempo queriendo discutir acerca de ello con la "princesa imperial", pero esta no había hecho más que negarse a tomar la conversación, de hecho, no habían hablado mucho que digamos.

—¿Renunciará?... Que divertido resultó ser usted.

—No tanto como lo es usted.

Innegablemente habían discutido. Rikku se burló del ex-líder alegando que no se había divertido lo suficiente, y que aún si Las Ratas en la Casa de la Muerte le pertencían, se suponía que el era su valioso aliado que no estaba cumpliendo su palabra. Esa misma que dió en menos de diez minutos en el calabozo por amenaza.

—Estoy a sus órdenes aún mientras la guerra con Guild de inicio y acabe, la única condición que pongo en la mesa, es que me deje partir a mi país junto con mis subordinados más allegados.

—Usted me pertenece, Fyódor Dostoyevsky-san. He ganando la guerra.

El azabache no había podido llegar a ningún acuerdo, pero esa noche, cuando su puerta fue tocada después de la diez, supo que tal vez podría tener una oportunidad extra de tener la oportunidad de escapar de sus finas y largas garras de gato doméstico.

—No se... No se aproveche de su suerte. —Fue lo que ella respondió sin tener el total control de su cuerpo.

—¿Por qué la obseción? Puede tener una familia con cualquier otra persona mejor que yo. Alguien que se sienta orgulloso de pertenecerle. —Su último comentario sonó en demasía comprometedor. ¿No era eso solo sexo?

Si algo entendía el extranjero, era acerca de sus sentimientos por la jefaza. Le atraía, le gustaba... etc. El plan que había ideado fue inútil cuando logró darse cuenta de ello y se sintió tan patético por no haberlo visto venir, pues ahora no era más que un simple peón por mucho que su persona tuviera el control de ese momento íntimo. Sin embargo, para su fortuna, al parecer se había dado cuenta a "tiempo".

Respuesta no recibió, y aunque debía estar molesto como siempre cada que ella le ignoraba, por esta vez lo tenía bien justificado, debido a que ella era el desastre personificado debajo de su cuerpo sudoroso. Rikku no parecía desear arruinar el momento; estaba perdida en el va y ven del azabache. Mantenía sus ojos cerrados y no le avergonzaba soltar tantos gemidos y quejas como pudiera. Lo estaba disfrutando y él también a su manera.

¿Qué más podía hacer el ruso? La respuesta era: nada. Por mucho que no quisiera aceptarlo, estaba encandilado con la luz que había encontrado en ese edificio. Tal vez por ello, lo más conveniente para él era escapar lo antes posible, sin embargo, antes de volver a pensarlo, ya estaba entre medio de sus piernas nuevamente.

Durante los últimos minutos de su encuentro, Fyódor le puso más ganas a su trabajo, es decir, se comportó como una bestia, mientras ella, simple se dejó "maltratar". Terminaron cansados, pero satisfechos, y la albina enseguida se dió la media vuelta en la cama para darle la espalda, a lo que el azabache le tomó poca importancia con la cabeza sobre la almohada.

—¿De verdad quiere volver a su país? —preguntó de repente la mujer con el tono ahogado.

—No tengo nada más que hacer en este lugar —y él contestó casi enseguida.

—¿Qué se supone que hará? ¿Será un buen ciudadano? Realmente no tiene nada por que volver. —Las últimas palabras sonaron molestas, entre burla y enojo.

—Usted no me conoce, no es algo que deba preocuparle —añadió seco.

El ambiente se tornó extraño. Acababan de entenderse bien bajo las mantas y ahora los dos tenían las cejas hacia abajo como muestra de lo mucho que se habían molestado solo con unas cuantas oraciones.

Entonces, Rikku se sentó en la cama y obtuvo del suelo su bata de princesa. Se la puso, acomodó el listón del pecho, y todo eso sin que Fyódor le diera si quiera la mirada, aunque quería hacerlo; detenerle y pedirle que descansara a su lado era lo menos que podía hacer después de dejarle deshacerse de su estrés con el sexo, pero era tan orgulloso, además de tener miedo de sus sentimientos, que mejor no le dijo nada; o no, hasta que vió que al levantarse tuvo que apoyarse del dosel.

—Tenga cuidado, debe estar cansada y adolorida —aconsejó, pero ya era tarde, debido a que a la par de sus palabras, su cuerpo se levantó solo, y pronto, se había sentando en la cama justo en donde estaba ella de pie. Se llevó las sábanas encima.

—Usted no me conoce, no es algo que deba preocuparle —repitió con molestia. Eran las mismas palabras que él había dicho antes. En serio eso le había molestado.

Infantil como su bata de dormír, se dijo el ruso sin poder creer lo que le decía.

—Vuelva a acostarse, si le molesta mi presencia, entonces yo me iré —ignoró su rostro molesto que él ya bien conocía.

—Volveré a mi habitación —ella sentenció emprendiendo de nuevo su lenta caminata.

Obstinada como una abuela, no obstante, él también podía serlo. Sin esperar a que se alejara más, le tomó de la mano y jaló de ella con fuerza. Rikku terminó sentada en su regazo y la imagen se volvió un tanto extraña, ya que la diferencia de edades era notoria.

—Quiero volver a mi país, ¿no le es suficiente con haberme ganado en mi propio juego? —cuestionó. Se veía imposible pasar por alto el tema, pero ella rió con ganas y le dió la espalda aun sentada—. ¿De qué se ríe?

—Nada... Nada... No es nada —negó mientras se calmaba—. Vuelva a su querida Rusia entonces. Tiene razón en que aquí ya no tiene nada que hacer, incluso, váyase cuanto antes, ya no necesito su presencia y lo quiero lejos.

Oh, así que eso era todo entonces. No había por qué generar un conflicto en donde no lo había. Si bien debería haber estado contento, no pudo negar que sus palabras le causaron un sentimiento terrible que no pudo afrontar con objetividad. ¿Rechazo?

—Me alegra que lo comprenda, me iré cuanto antes entonces —aceptó por último viendo su cabello.

Luego de su "discusión", volvieron a acostarse sobre la cama en buenos términos, y para sopresa del ruso, ella se acurrucó a su lado obligándolo a que la abrazara. A lo cual no se negó, sabiendo que esa podría ser la última noche que estuvieran juntos.

—————————— ๑

Dos días después, el edificio de la Port Mafia estaba tan sereno, que nadie, si se lo hubieran contado, lo creería. En realidad, todo iba tan bien, que incluso daba miedo.

Sin conflictos internos ni externos.

Esta era la imagen que los rusos iban a llevarse hasta su natal región, pues con el permiso y las acciones tomadas, partirán seguros en un barco de contrabando. Rikku se había tomado la molestia de arreglar todo para ello y que se fueran lo más pronto posible.

—No creo que sea necesario, amo Fyódor. Rikku-sama no necesita que se despida de ella. Cómo siempre, se burlará —advirtió Nikolai en aquel pasillo que recorrían. El payaso estaba nervioso, pero su ex-lider parecía muy seguro.

—Tiene derecho a burlarse, no se lo voy a negar, además, no me dirijo hasta su oficina para despedirme, no soy tan sentimental, no se por qué crees eso. —Hizo saber tranquilo.

Su intención era intentar por última vez, saber que haría en contra de Guild y la razón de ello. Si tenía suerte ahora que se iba sin represalias, ella podría decirle que era lo que él le había vendido a la organización americana.

—Pero... —Gogol quiso convencerlo una vez más, pero justo, alguien se les atravesó en el camino.

La doctora Yosano salía de su consultorio en ese momento. Se le observaba un poco cansada por el trabajo, aunque no fue aquello lo que llamó la atención del ruso azabache, sino más bien un papel que llevaba en la mano izquierda.

Le alcanzaron mientras ella cerraba la puerta y siguieron su camino.

—Fyódor Dostoyevsky-san —Akiko llamó antes de que avanzaran más en el corredor.

—¿Necesita algo de mi, doctora? —Ni siquiera se dió la media vuelta en su lugar, solo se detuvo. Aunque ya no fuera el líder de las ratas, seguía teniendo esa manía creída con las personas de bajo rango que no fueran sus subordinados más allegados.

—Pensé que ya había escapado... —se burló abiertamente mientras reía con elegancia.

Nikolai la miró extrañado, pero Fyódor se negó a ponerle la atención que quería la mujer. Igual, no sabía a qué se debía aquello, si Akiko nunca antes le había dirigido la palabra.

—El amo Fyódor no está escapando, tiene el permiso de su "majestad" —contestó el albino.

—De cualquier manera, no es algo que me interese personalmente —admitió despreocupada, luego se dió la media vuelta y extendió la mano con el papel en ella para despedirse—. Solo recuerde enviar sus saludos cuando el bebé nazca, él no tiene la culpa de su cobardía.

Como si fuera una película de terror, el ruso abrió los ojos en grande y lentamente se movió en su lugar. Cuando le miró la espalda a la doctora, ya estaba alejada, sin embargo, mientras se iba, dejó caer la hoja de papel al suelo.

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