Trece.

La estrategia hace al estratega y el estratega hace la estrategia.

Al paso de tres días encerrado en esa fortaleza con disfraz de edificio urbano, Fyódor pensó que ya había quedado como un loco. Tres días en que las horas tomaban cada minuto con calma haciendo a estos durar una eternidad.

— ¿He perdido? — siseó a sus subordinados que le acompañaban en esa habitación lujosa que la escolta había escogido para él.

— No, amo Fyódor, es imposible que usted haya perdido. Aún tenemos oportunidad — no muy seguro, Iván prometió indirectamente.

Nikolai, en una esquina río complacido de la imagen que veía, pues su amo estaba sentado sobre el colchón de la cama viendo sus manos puestas en su regazo de pantalón blanco.
Aunque tampoco era para mal interpretar la fidelidad del payaso, sino que simplemente a él le hacía mucha gracia poder ver algo nuevo.

— No, yo me equivoqué, pensé que tirar a Dazai Osamu del trono del "rey" iba a ser fácil, pero en cambio me he encontrado con una "reina" en el camino que no se aparta. Fui un iluso, sino puedo con la niña, mucho menos podré con su hermano — aceptó en su máximo esplendor.

¿Qué había sucedido en el transcurso de esos tres días, para que Dostoyevsky perdiera la fe en sí mismo como un terrorista de primera clase? Teníamos la respuesta, claro que sí.
Para comenzar, lo sucedido en los primeros días: desde haber aceptado ayudarle en su propósito, haber recibido su cruel broma, haber sido obligado a comer pastel de fresa, haber estado en segundo plano durante la conversación con el americano, hasta haberla besado... Todo, para él eran simples humillaciones que ella le había tendido en el suelo para que cayera.
En segunda, una vez que el resto de sus subordiandos llegó a Yokohama y que Karma, el joven del que le había hablado aquella tarde, se uniera a la "escuela", Rikku casualmente dió la orden de que descansarán tal como si fueran vacaciones pagadas, aunque después de todo, no era más de veinte hombres. Él por supuesto, había pedido una explicación como todas aquellas veces en que no estaba de acuerdo con algo, y su respuesta había sido simple:

— Se veían cansados.

¡Se veían cansados, fue lo que dijo! ¿¡Cómo demonios podía aceptar aquello!? Le obligó a desechar el nuevo plan que había ingeniado, en dónde esos veinte hombres tenían un papel muy específico, después de todo con ellos siempre había ganando todas las partidas y no era necesario tener mil individuos... Hasta ese día.

— No se desespere, se ha topado con pared, pero no es algo que pueda detenerle — Sigma trató de apoyar a su jefe, pero este no tuvo reacción.

— ¡Que divertido es todo esto! Fue una gran idea hacer una guerra en dónde no la había. Aunque el termino guerra, está mal empleado. ¡Ja, ja, ja, ja, ja!  — Nikolai se expresó de aquella manera, no pudiendo ocultar lo mucho que aquello le gustaba.

He ahí, otra cuestión. Para Fyódor, Nikolai se había convertido en un doble cara, puesto que, tal como le ayudaba a él, de igual manera ayudaba a la albina. La joven le consentía como él nunca hizo, así que tenía cierto miedo de perderlo, ya que aunque le costase, parte de la broma que ella le había hecho era verdad. Nikolai Gogol era el subordiando mas capaz que tenía y no quería pensar en tenerlo en su contra sabiendo de antemano todo lo que este conocía de él.

Y bueno, la lista no acababa ahí. La jefa de la Port Mafia le había hecho acompañarla todos esos días en la mesa tal familia; también le había pedido favores indirectos como a un mandadero que él no pudo rechazar por chantajes; así que por último, su situación en cuanto a información no había cambiado, ya que aún no sabía cuál era el objetivo que buscaban ni que lugar estaba ocupando en el tablero.

Había despertado ese día, y después del desayuno se había sentado justo donde estaba para aceptar su derrota, aunque siendo sinceros, él no hizo nada que lo mantuviera jamás en la carrera por la victoria.

— Viendo como se ha tornando la situación, de manera objetiva me toca a mi elegir nuestra estrategia, ya que usted no está en posición de hacerlo.

¿Estrategia? ¿Acaso había escuchado bien? ¿Iván habia ingeniado una estrategia? Esperanzado, le miró tal como los otros rusos.

— "Ese" plan, tiene que llevarse a cabo — sentenció y ahí fue donde la esperanza murió.

— Oh, "ese" plan — Gogol río quedo tras decir, ganando una paralizante mirada del mayor ahí: Goncharov.

— Olvídalo — el tono de voz decidido regreso a la rata, pero él ya se había dado por vencido — No volveré a utilizar "ese" inútil plan. Sabes de quién estamos hablando, ¿verdad? No funcionará como con la señorita Agatha, a diferencia de ella, Rikku jamás caería en semejante ridiculez de enamorarse de mi — finalizó levantandose de la cama.

"Ese" plan, estaba diseñado para combatir contra mujeres cómo habrán de imaginar. Fue elaborado por Nikolai para una mujer en específico: Agatha Christie, la líder de La Torre del Reloj, quien terminó por perderlo todo al enamorarse del ruso. Si bien Fyódor era atractivo, el plan resultó de manera milagrosa, porque para este, tratar con mujeres en ese aspecto era una capacidad que no poseía. En términos sencillos, Agatha se enamoró de él simplemente porque quiso hacerlo.

— Si ya hemos perdido, como ha manifestado hace un momento — Sigma volvió a tomar la palabra, esta vez decidido — No veo porque inténtarlo no sea una salida viable. 

Sigma tenía un punto.

— Inténtelo, vamos, ¿de verdad hasta aquí llegará el espectáculo? No le veo siendo la sexta escolta de la señorita Rikku, amo Fyódor — inesperadamente, Gogol le dió palabras de ánimo cuando creyó que todo estaba perdido.

Horas más tarde, el ruso azabache entró a la oficina de la "reina" cuando le dió el paso. Rikku estaba detrás de su escritorio revisando unos papeles que tenía sobre este. Le adornaban unas gafas de aumento sin marco en las micas y parecía estar poniendo mucha atención.

— Quiero escoger el postre para esta noche — fue lo que le dijo sin vacilar al estar frente a ella.

La joven albina levantó el rostro de las hojas para verle fijamente.

— Sabe usted, señor Dostoyevsky, ¿lo que significa para mí ese postre? — ocupó un tono tenebroso y él quiso golpearse la frente.

¡Para eso sí era sería, pero para otras cosas más importantes se comportaba como una niña caprichosa! No contestó a la interrogativa para no empeorar su situación.

— Bien, lo dejo en sus manos, sin embargo, debe estar consciente de que si ese postre no es de mi agrado, alguna de mis escoltas le cortara la cabeza para dársela a los perros de cena — amenazó volviendo a lo suyo.

El hombre no podía creerlo. Era un terrorista, pero aún así, se vió obligado a poner en marcha "ese" plan para poder subsistir en ese tipo de vida que solo recorren los hombres y mujeres más osados. Era una vergüenza sentirse parte de la élite.

A pesar de que había salido de esa oficina amenazado de muerte por la estupidez más grande del mundo, él no tenía tiempo para escoger un postre de acuerdo a sus exigencias, era un terrorista, ¡por dios! De modo que le dejó la tarea a sus más preciados subordinados. Si, aquellos que le habían hecho tomar la peor desición de su vida hasta ese día.

Entonces, una vez estuvo delante de Rikku a la hora de la cena como ya se acostumbraba en esa "casa", de pronto comenzó a sentirse nervioso. ¿Y si el postre no le agradaba? ¡Y si no le gustaba! Bueno, si eso sucedía él iba a perder la cabeza y los culpables no. Sin embargo, cuando observó lo tranquilo que estaba el payaso en su lugar por un lado de su persona, pudo tranquilizarse adecuadamente para comenzar a comer, y luego, vino el postre.

— Dostoyevsky-san... Esto es... — degustando el pastelillo de una vez, ella comenzó a llamarle, y por más que quiso no verse interesado, no funcionó — Está muy rico — al final confesó neutral.

¿Era todo?

Al final, él también terminó comiendo de "su" postre, ese al que Iván le había puesto todas sus ganas, pero como pensó, Fyódor jamás sería un hombre de postres y cosas dulces, prefería lo amargo como un café sin azúcar.

— Fyódor — escuchó que le llamaban de nuevo, ya que estaba punto de terminar la cena para todos. Era Dazai — Rikku-chan tiene algo que decirte, así que haz el gran favor de esperarla más tarde en tu habitación.

Sin darse cuenta asintió para luego ver a la muchacha, quien seguía comiendo su postre sin importarle nada. Se preguntó enseguida que era lo que tenía para decirle, y porque el vendado le daba el anunció.

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