Siete.
Los invitados son molestos, pero debes ser educado.
Salió de la habitación.
— ¿Me comí todo el pastel para esto? Ni siquiera me gustan las fresas — escuchó detrás de ella, pero no sé detuvo.
— Lo lamento, pero tengo sueño. Si dormirá otra vez en mi cama procure no hacer ruido — avisó tranquila.
Fyódor, hirviendo en coraje, le siguió sin poder soltar palabra, ya que tenía tantas que decirle que no podía articular ninguna.
— Porque no solo me lo dice, tanto para usted y para mí es molesta está alianza, ¿entonces para que postergar nuestro objetivo? — le dijo lo más coherente que pensó.
— Asegura que para mí es molesto, ¿supongo que debí haber hecho algo incorrecto para ello? Pero no sé preocupe, me gustan las familias extensas — confesó.
El ruso, al escuchar aquello, se detuvo y se quedó de pie en medio del pasillo viendo como ella se alejaba a paso rápido.
Rikku era rara, no había nadie que lo negase en ese edificio. Se dormía a las diez en punto; le gustaba molestar a la gente indirectamente, pero no le gustaba que la molestaran a ella; le gustaba el pastel de pan de fresa, pero no tanto el de chocolate; podía llegar a ser coqueta, sin embargo también era antipática y huía de algunas conductas; le gustaban las familias grandes, pero Dazai y Elise ni siquiera eran sus hermanos de sangre y tampoco tenía padres.
Así, transcurrió la noche en aquella ciudad que jamás dormía.
Fyódor se levantó temprano aquella mañana, y acompañado de Nikolai llegó al comedor. Sigma e Iván se rehusaban a comer con Rikku y la escolta aún si eran llamados, pero el ruso azabache no podía darse el lujo de faltar conociendo lo caprichosa que era la "reina" de ese castillo. Ya lo sabía y apenas si iban dos días de conocerla.
— Buenos días, ¿dónde está Rikku-sama? — Gogol fue el que preguntó cuándo observó a todos, menos a ella en su lugar.
— Intenté despertarla, pero se resistió con todas sus fuerzas. Cómo no tiene pendientes temprano la dejé dormir — informó el castaño.
Nada más habló, Fyódor dió la media vuelta sobre sí y avanzó decidido a la puerta.
— Que mal educado, no porque Rikku no esté aquí tienes que irte al no sentirte comprometido — adivinó Osamu lo que pensaba.
Claro, si la niña no estaba presente, ¿por qué se sentaría entonces a la mesa con la escolta que le aborrecía por ser el enemigo? Aunque claro, tampoco se sentía ofendido por ello.
— Pero no estés tan contento — interrumpo su andar cuando vió que le ignoraba — Me ha pedido que le notifique si no asistes a la mesa.
Las risas se hicieron presentes. Chuuya, Dazai y Nikolai rieron al unisono al ver su rostro mostrar que aquello le había molestado. Ya no había otra mueca en el rostro de Fyódor, desde que llegó ahí todas habían sido de enojo, molestia, incluído rabia.
Sin nada que refutarle, tomó asiento de una vez y desayunó en silencio escuchando solamente la conversación que tenía la escolta acerca de la seguridad en el edificio. Aunque no estaba del todo seguro, aquello le serviría para algo, por lo que no debía subestimar sus palabras en ese momento.
Más tarde, en compañía de Iván, el ruso azabache tomó una sala de descanso para tener una conversación privada con su subordinado. En el lugar había dos sofás frente a frente que eran separados por una mesa ratonera de vidrio, del mismo largo que estos. Había adornos, tales como floreros y cuadros en las paredes que eran de un dorado que hacia más elegante la estancia.
— Nikolai sería incapaz de traicionarlo, amo. No piense en ese tipo de situaciones — comentó el de traje de mayordomo cuando el otro le contó lo que había sucedido con la broma y la cena.
— Lo entiendo, pero esa mujer... No sé que sea capaz de hacer. Nikolai parecía hipnotizado con cada mínimo movimiento que hacía — se notaba preocupado. Otra faceta más que Iván no conocía de su jefe.
— Estaba pensando, ahora que puede hacerlo otra vez, ¿por qué no pone en marcha "ese" plan? — hizo énfasis en la palabra con comillas.
— ¿"Ese"... plan? — con duda notable, hizo saber a Iván que no entendía a lo que se refería.
Su subordinado casi se golpea la frente con la mano abierta.
— Si, "ese" plan — volvió a repetir, está vez insinuando algo con su mirada.
Por más que Dostoyevsky lo pensaba, no lograba entender a que ser refería Iván y menos con esas caras raras que estaba haciendo, hasta que por fin, lo comprendió... o más bien, lo recordó.
— Imposible — fue lo que soltó negando rotundamente a "ese" plan — Es una estrategia que tiene más desventaja...
Intentó decirle el motivo de su negación, pero fue interrumpido por alguien más entrando a la estancia.
— ¡Ustedes! — les llamaron — Hasta que por fin encuentro a la servidumbre de este lugar. Ahora, les ordenó que me informen del paradero de la señorita Rikku. Tengo toda la mañana dando vueltas por este edificio — prepotente y con finura, miró la estancia con asco.
Con él, se encontraba una joven de vestido y largas trenzas pelirrojas.
— Nosotros no somos la servidumbre de este lugar, señor — Iván aclaró rápidamente pensando en cada palabra.
— ¿Ah, no? Entonces yo, ¡Francis Scott Fitzgerald, les pagaré para que sean mi servidumbre durante mi corta estancia en este lugar! — se presentó indirectamente.
Fyódor, quien al principio mantenía una actitud neutra por la ofensa de la servidumbre, pronto abrió sus ojos con sopresa. Ahí estaba el enemigo en común de Rikku y él, no obstante, no sabía como comportarse, ya que no conocía su papel en ese conflicto.
Cuando quiso decir algo, alguien le ganó la palabra.
— Me gustan las personas puntuales, Fitzgerald-san. Tomé asiento, este es el lugar perfecto para nuestra reunión el día de hoy — Rikku llegó al lugar, por lo que Francis se hizo aún lado cuando escucho la voz venir de la puerta.
— ¡Que sorpresa, es más joven de lo que esperaba! — fascinado, observó como la mujer de la gabardina hasta las rodillas entraba a la habitación y se sentaba junto a Fyódor en el sofá.
Este la vió con duda, puesto que no sabía que hacer o decir. ¿Realmente había un plan?
— Adelante, siéntese, comencemos de una vez. El servicio traerá pronto el té que tanto le gusta — la joven parecía más amigable que nunca.
Fitzgerald, observando la cómoda habitación -ahora le parecía cómoda y no asquerosa- se sentó en el sillón frente a ella y luego miro a Fyódor con duda.
— ¿La servidumbre tiene que estar presente? — se refirió nuevamente a él y a Iván de pie detrás del sillón.
Rikku río suave, tal como si aquello hubiera sido una buena broma y Fyódor se molestó por ello.
— Este hombre, Fitzgerald-san, es Fyódor Dostoyevsky-san, el líder de "Las Ratas en la Casa de la Muerte". Es mi valioso aliado por el momento, por lo que le agradecería se refiera a él con respeto — pidió con una sonrisa al americano, que enseguida aceptó disculpandose con él.
— Es una leyenda, señor Dostoyevsky, un placer poder conocerle de esta manera — le saludó con halago, pero después de haberle dicho "servidumbre" el ruso no estaría tan contento con su presencia.
— Igualmente, señor Fitzgerald — aún así -con desagrado- contestó educado.
— Primeramente, me gustaría preguntar, ¿por qué ha venido el día de hoy? Mori-san ya antes le había hecho una cordial invitación, pero usted se rehusaba a asistir — preguntó, y justo llegó un sirviente a poner el té sobre la mesa frente a ellos. Ella esperó hasta que se marchase para continuar — No creerá que es más factible hacerse de la Port Mafia ahora que su jefe es más joven, ¿verdad?
Receloso, Francis tomó la taza de té y tomó un trago antes de contestarle, aunque no sin antes hacer una mueca por el sabor de la bebida a la que no estaba acostumbrado.
— Que manera más absurda de pensar, señorita. La verdadera razón de mi visita es por pura curiosidad. Lo viejo aburre, ¿no? Entonces quisiera ver que puede hacer lo nuevo con mis propios ojos — confesó dejando su taza en la mesa y ella río.
— ¿Por qué no me dice toda la verdad, señor? Seamos sinceros, es la única manera de entendernos — le pidió y está vez, quien río fue rubio.
Definitivamente el ruso no podía soltar alguna palabra, porque era simple, no sabía que decir. De manera que se quedó tal como un adorno sobre el sofá; de esos que emebellecian lo que había en su cuadrante.
— Es imposible esconderle algo. Si le complace entonces, he venido a que me ceda el permiso para organizaciones sobrenaturales que le ha otorgado el gobierno hace poco.
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