Once.

Si los odias, corta sus cabezas. Que fácil solución.

— Elise-chan viene el día de hoy a pasar el rato con Rikku y conmigo — mientras decía, Osamu caminaba de un lado hacia el otro con la mirada del Nakahara pegada en él — ¿Qué se supone que deba hacer? Ella no querrá salir de su habitación.

Era por la mañana del siguiente día, el desayuno ya había pasado y Rikku aún no compartía su bella presencia con nadie en el lugar. El motivo era sencillo, el día de ayer sin darse cuenta, le dieron las diez en su lugar. Se había pasado su hora de dormir y aquello tenía graves consecuencias para todos los que estuvieron presentes.

— Despierta a tu jefa, mis unidades restantes vienen en camino y necesito que ella de la orden en el puerto para que los dejen pasar a Yokohama — el ruso irrumpió en la oficina de la "reina", interrumpiendo también las vueltas que el castaño daba por esta misma.

— No tengo tiempo ahora para ti, Fyódor, y no se te ocurra molestar a Rikku en su habitación. Es un consejo de escoria a escoria — advirtió enseguida.

— ¿De qué hablas? Esto debería contar cómo una urgencia, ya que sin permiso los hombres se levantaran en armas — este también advirtió las consecuencias — Además, tanto alboroto por pasarse un minuto de su hora de sueño.

Si, por la noche, el ruso había recordado las palabras de la niña cuando vió a todos en el lugar con los nervios a flor de piel.

— Hemos acabado por hoy, le he dicho antes que tengo sueño. Que está sea la última vez me dirige la palabra después de las diez de la noche...

— Le contaré algo, Dostoyevsky — Chuuya comenzó llamando su atención — La primera vez que sucedió todo esto con la mafia en su control, murieron alrededor de ochenta personas en un día. Se nos olvida algo cuando hace acciones nobles como aquella del estudio; creemos que ese semblante neutral y bromas pesadas no se irán, y olvidamos que sigue siendo la persona que heredó la mafia entera. Así que le recomiendo, señor ruso, esconda la cabeza cuando ella despierte, porque por el más mínimo disguto que le haga pasar, me enviara a mi a qué se la corte.

El jefe y la principal escolta, observaron como el hombre se había quedado callado por tal explicación, pero un poco después bajaron las cejas cuando este mismo comenzó a reír con ganas.

— Se burlan de mi, ¿acaso? — preguntó tratando de controlarse — Se que la señorita puede llegar a ser intimidante y cruel, pero matar a ochenta personas en un día por sus caprichos, es algo que no me puedo creer así de fácil — dijo a los presentes, pero cuando les vió a la cara, supo que algo andaba mal. Ese rostro, lo había visto un par de veces antes y no en ellos.

— ¿Qué hacen todos en mi oficina? ¿Hay una fiesta y no me invitaron? — hablaron detrás de él. La voz desprendía rabia por dónde le escucharas.

Fyódor enseguida se fijó. Detrás de él, Rikku estaba de pie. Llevaba un semblante neutro como siempre, pero su presencia era aterradora, además, no llevaba el cabello muy bien peinado cómo solía traerlo siempre, en cambio, algunos mechones se salían de su lugar y otros se curveaban dejándolo disparejo.

— Buenos días, Rikku-sama — Chuuya saludó nervioso.

— ¿Días? Pero si ya son tardes. ¿Acaso no pensaban despertarme? — inquirió dando algunos pasos hasta su escritorio y les dió la espalda frente a él.

— Buenas tardes enton...

— ¿Crees que no te ví, bastardo animal? — interrumpió a su segunda escolta, y el castaño tragó saliva enseguida.

Había tratado de esconderse detrás de unas cortinas que había en la habitación, pero ella ya le había descubierto con solo echar un vistazo. Dazai tenía que correr, pues siempre que ella estaba en ese estado tan de malas, era él quien siempre era mandado a la orca con solo verle la cara.

— Lo lamento, "hermanita", ya me iba — trató de salir ileso, pero cuando estuvo de pie en la puerta escuchó...

— ¡Asesinalo! ¡Nakahara, que no escape, quiero su cabeza de postre para la cena! — ordenó tal dictadora perdiendo la paciencia con facilidad.

Órdenes eran órdenes, se dijo el oji-azul, pero cuando quiso alcanzar al mafioso este ya había escapado, por lo que salió a buscarlo sin percatarse que dejaba a una pobre alma a merced del diablo.

— ¿Qué quiere usted? — le preguntó, pero esté no respondió al verla irreconocible — Ha estado de pie ahí sin decir nada, no me dirá que no quiere más la alianza.

— No, no es eso — de manera automática, al escuchar aquello, contestó — Verá, un flota de subordinados está llegando a Yokohama y necesito su permiso para que les den el pase, de lo contrario...

— No los quiero aquí — le interrumpió — Dígales que vuelvan a su insignificante país congelado o los mataré a todos si pisan territorio japonés — amenazó haciendo al ruso retroceder.

No entendía nada de lo que sucedía, ¿de verdad unos minutos se sueño repercutían de esa manera en la niña? No retrocedía por miedo o algo parecido, simplemente también lo hizo en automático.

— Escuche, no me gusta la manera en que me está hablando, recuerde que soy su valioso aliado, no un simple perro que recogió de la calle — comenzó a renegarle.

— ¿Ah, no? — pero está respondió a lo último con un tic en el ojo.

Mientras tanto, dos personajes corrían por los pasillos de la mafia. Uno perseguía al otro.

— ¡Espera, Chuuya-kun, espera! — le pedía sin detenerse el alto.

— Llegó la hora de que descanses, Dazai, es una orden, así que no lo hagas más difícil — sin embargo, el otro se negó a su petición de esa manera.

— No puedes hacerlo, Elise-chan va a llegar en cualquier momento y no podemos hacer que Rikku la reciba o Mori-san nos colgará a los dos del palo más alto que encuentre.

Eso, hizo al bajito detenerse. Era su oportunidad de deshacerse del imbécil de su jefe, pero morir un poco después por los descuidos, no estaba en sus planes. Además de eso, fue en ese momento cuando cayó en cuenta de algo.

— Dazai, dejamos a Dostoyevsky con Rikku a solas — entonces se lo hizo saber a su compañero.

Poco después, volvían a correr como locos por los pasillos incluso más rápido que antes y a la par, por lo que no tardaron mucho en llegar a la oficina y encontrar en esta semejante espectáculo.

— Es una niña, una simple niña... — siseaba el ruso molesto.

Rikku estaba sentaba sobre el escritorio mientras Sigma le cepillaba el cabello con delicadeza y comía un extraño postre que le había servido Iván, luego estaba el payaso haciendo un gran truco de magia con cartas del que no podía despegar la mirada.

— La... — comenzó el castaño.

— Tranqulizaron... — le siguió el peli-naranja.

Los dos estaban agitados por la carrera que habían dado hasta ahí.

— ¡Es un milagro! — terminó el alto.

— Si, si, deberían darme las gracias — Fyódor se dirigió hacia ellos — De no ser porque casi me mata con un bisturí y mis subordinados llegaron en el momento exacto, ustedes ya no tendrían cabeza...

— ¡Dazai-san, Rikku-chan, ya he llegado! — se escuchó en la puerta.

— Yo también he llegado — aquella voz hizo que todos se quedarán en silenció y la jefa de la mafia soltara el tenedor sobre su plato.

— Mori-san — hablaron al mismo tiempo los "hermanos".

Fyódor, al escuchar aquel nombre, sonrió con maldad. Era el antiguo jefe de la mafia, Mori Ougai el que estaba de pie en la puerta acompañando a Elise, que placer poder conocerle en persona, no había mejor momento que aquel para estar en la oficina principal.

— Mientras estuve detrás de ese escritorio en todos mis años como jefe nunca, ví a tanta gente reunida aquí, ¿es una reunión? — preguntó dando largos pasos hasta la joven sobre el escritorio.

— No, es una coincidencia — contestó la muchacha, pero no podía refutar el hecho de que en sus manos aún tuviera una rebanada de Ptichie Molokóv.

Los hombres que atendian a su "majestad", dejaron lo que hacían para ver al hombre vestido como un doctor.

— Rintarou, dijiste que llevarías por hoy a Rikku-chan a casa, ¿no lo habrás olvidado?

Cuando escuchó la petición de Elise, la mencionada se congeló en su lugar.

— Claro que no. No pudiera hacerlo jamás, Elise-chan — en tono consentidor le respondió y después se acercó hasta la albina — Vamos, cariño, necesitas un descanso, así que vamos a casa por hoy.

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