Ocho.
Quizá, puedas cambiar de ocupación.
Definitivamente, el ruso no podía soltar alguna palabra, porque era simple, no sabía que decir. De manera que se quedó tal como un adorno sobre el sofá; de esos que emebellecian lo que había en su cuadrante.
— Es imposible esconderle algo. Si le complace entonces, he venido a que me ceda el permiso para organizaciones sobrenaturales que le ha otorgado el gobierno hace poco — por fin confesó, logrando sacar de la boca de ella una gran sonrisa que Fyódor vió y comparó con aquella que había puesto cuando le hizo la cruel broma con su subordiando.
Algo malo iba a suceder en esa habitación.
— Me agradan las personas sinceras, no lo olvidé, sin embargo usted, no me gusta nada — Rikku expresó. Cuando una persona definitivamente no le caía bien, simple lo hacía saber de esa manera.
Francis bajo el ceño y se acomodó en el sillón a sus anchas quitando su sonrisa.
— Bueno, es imposible poder congeniar favorablemente con alguien que no está abierto a nuevas posibilidades — indirectamente, le echó en cara por su confesión.
— Ah, disculpe si lo ha malinterpretado, nunca dije que nuestra relación no podía ser favorable. He aquí la prueba de ello... — extendió su mando hasta el europeo en forma de señalamiento — Dostoyevsky-san tampoco me gusta nada, pero hemos pasado la noche en la misma cama sin peleas absurdas — tras decir, tomó de su taza de té y sonrió.
La reacción de Fyódor al tener la mirada del americano en él, fue desviar la suya. Aquello había sonado tan mal que fácilmente podían ser malinterpretado. Tampoco era como sí tuviera mucha importancia, después de todo lo único que había hecho, había sido tocarla por sobre la sábana y enredar las piernas con las de ella, pero cuando levantó el rostro y vió a la joven que acompañaba a Francis sonrojada, él también quiso explotar de la pena que le habían hecho pasar.
Iván, que tampoco sabía nada, quedó sorprendido por las acciones de su amo.
— Es un agradable dato, no obstante, su intimidad es de lo menos que deseo saber...
— Disculpe, pero me veo en la necesidad de aclarar que entre la señorita Rikku y yo no sucedió nada de lo que imagina — Fyódor tuvo que interrumpir al escuchar la palabra "intimidad".
Vaya, la primera vez que hablaba en esa conversación tan importante y era para aclarar algo de lo que claramente estaba avergonzado. Era patético.
— No debería preocuparse por cosas que solo usted y yo sabemos — aconsejó la muchacha — De igual manera, la idea que Fitzgerald-san tiene de nosotros es que solo buscaba a alguien que pudiera hacerse cargo de la Port Mafia para mí retiro prematuro.
¡Esta niña...!– fue lo que exclamó dentro de sí Francis, pues había adivinado justo lo que estaba pensando. Según el rubio, Rikku buscaba algo que él tenía y que por supuesto, tenía que ver con el ruso, sin embargo, también había llegado a la conclusión de que ella detestaba a la mafia con solo verle el rostro y necesitaba a alguien capaz a quien heredarsela. Por lo visto, había sido un pensamiento apresurado.
— ¿Qué sucede, he adivinado? — con sorna preguntó clavando sus dorados orbes en el americano — Déjeme decirle, que usted ha adivinado una parte, pero se ha equivocado, pues no será al señor Dostoyevsky a quien le confíe mi organización.
Fyódor ni siquiera pudo articular palabra. Él ni siquiera había pensando en esa posibilidad y se sentía degradado al saber que Francis si lo había hecho.
¿Era entonces el americano más inteligente que el europeo?
— Podemos enfocarnos en nuestros objetivos, me parece que hemos rodeado el cerco en vez de cruzarlo directamente — habló por fin el rubio. Ya no se le veía tan contento como cuando llegó al edificio.
— Por supuesto, esto es lo que va a suceder, Fitzgerald-san — Rikku se inclinó en el sofá con la mirada en él — Me dará lo que busco sin oponer resistencia, o en caso contrario, me veré en la penosa necesidad de destruir Guild desde sus cimientos, comenzando por la bella joven pelirroja que está detrás de usted — amenazó sin dudar un segundo.
Francis, ante tal hostilidad, dejó su rostro serio y lo convirtió a uno burlón, luego se levantó del sillón mientras algunas marcas con patrón distinguido en color verde le llenaban el rostro. Estaba utilizando su habilidad "El gran Fitzgerald".
— ¿Es una declaración de guerra? Estaré encantado de comenzar de comenzar hoy mismo para ahorrarnos problemas futuros — confesó amenazante su objetivo.
No obstante, no esperó ver qué cierto personaje también se levantaba del asiento para hacerle frente. La mesa ratonera era lo único que separaba a aquellas sonrisas macabras.
— Solo intente tocarla — fue está vez Fyódor quien propuso hostil defendiendo a Rikku sin pensar bien en lo que hacía.
El ambiente se había puesto muy pesado. Tenso como una tela estirada hasta tal punto en que se razgaría.
Francis sabía a la perfección lo peligroso que sería dar un solo paso hacia delante con ese ruso como obstáculo, ya que un solo toque acabaría con todo lo que había construido con esfuerzo durante toda su vida. No sería imbécil entonces, la única manera de proteger a su organización era retroceder por ese momento.
Entonces, Fyódor sintió como unos delgados brazos le abrazaban por la espalda diciendo claramente, "esto es mío". Las pequeñas manos se escabulleron por debajo de sus brazos y las terminó por colocar en diferentes partes de su pecho. No sé removió ni intentó quitarse sabiendo que era Rikku quien le envolvía en su brazos con propiedad.
— Ay — suspiró — Debe ser horrible tener un enemigo de esta magnitud, por lo que le sugiero, señor americano, piense con claridad lo que acabo de ofrecerle. Por ahora puede marcharse, pero en la siguiente ocasión no será nada factible — le dejó irse.
Cuando Francis Scott Fitzgerald abandonó la sala de descanso desactivando su habilidad y con la espalda cargada de la joven Lucy, Fyódor esperó a que Rikku le soltara.
Cuando lo hizo, se dió la media vuelta para verle quedando a unos pequeños centímetros de su pequeña persona. Ese abrazo había sido extremadamente raro como toda ella.
— ¿Qué se supone que intenta hacer? ¿Por qué no me dió noticia sobre que Francis estaba aquí? — exigió respuestas. No parecía ser de mucha ayuda sin saber el plan de la joven jefa.
— Solo quería que fuera usted mismo — confesó tranquila — Y lo ha hecho mucho mejor de lo que esperaba, a este paso me gustaría convertirlo en mi sexta escolta personal.
Molesto por la indirecta invitación, se le fue de las manos su comportamiento y con una mano le tomó del mentón para que ella le pusiera atención a la fuerza. Rikku ni siquiera se inmutó al verle a los ojos y sentir su cercanía.
Que escena más comprometedora, Iván solo quería desaparecer de esa sala, ya que era cruelmente ignorado por la niña y su amo.
— ¿Qué te has creído, niña? Te la vives tocándome con libertad a pesar de saber perfectamente en que consiste mi habilidad. ¿Es qué acaso tienes un fetiche con estar en peligro constante?
Ella río suave por tal acusación.
— Para nada, no sé si lo ha notado, pero esto no es nada personal, molestar personas con su debilidad es mi pasatiempo favorito. Usted puede arrebatarme la vida con su toque, incluso puede hacerlo justo ahora, pero seamos sinceros, no puede hacerlo porque es un cobarde — el pequeño insulto salió de sus rosados labios, que no mucho después fueron atacados por el ruso.
Le arrebató su primer beso.
Con fuerza, con presión, con ganas... Fyódor pegó sus labios con los de Rikku sin saber el motivo exacto de porque tan arriesgado movimiento.
Esta vez Iván tuvo que voltearse. Creyó que "ese plan", no sería llevado a cabo por desición de su amo, pero allí estaba, besando con ganas a la jefa de la mafia sin importarle dejar su dignidad en el suelo de esa habitación.
Fue un roce profundo, pero no empleó su lengua en el proceso, si bien Fyódor había dado el paso gigante, no era como si fuera un experto con ese tipo de caricias, ya que después de todo solo había tenido una novia en su vida de nombre Agatha Christie.
— ¿Se siente realizado, Dostoyevsky-san? — cuando se separó únicamente de sus labios, ella pronunció con sus ojos totalmente cerrados — Ha robado mi primer beso, espero que se haga responsable por ello — avisó entonces y él la soltó lentamente.
— Me haré responsable, por supuesto, si su escolta número dos deja de apuntarme con esa daga tan filosa — con una sonrisa simplona, alejó la daga con su dedo señalador de su cuello que pertenecia al Chuuya.
El peli-naranja estaba hirviendo en coraje, la escena de su jefa y el líder de las Ratas le hizo querer vomitar, pero no por la pequeña Rikku, sino porque ese hombre le estaba tocando.
— Vamos, Chuuya-san — ella le llamó y sus pensamientos fueron interrumpidos. Al verle el rostro, no parecía afectada por la acción del ruso — El día de hoy, iré yo misma por mi postre, que no se le ocurra a nadie faltar a la cena entonces.
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