Nueve.

Piedad: es lo único que puedes obtener de ella.

Rikku abandonó las instalaciones de la Port Mafia en compañía de Chuuya y un ruso albino entrometido, que al verlos caminar por un pasillo no dudó en pegarse a ellos tal como el chicle, motivo por el cual el pequeño mafioso tenía una mala cara, pues primero había sido el otro y ahora era ese individuo, pero en el caso contrario, a la joven no le molestaba la presencia de Nikolai.

— ¿Pastel de... Crema? — ella preguntó dudosa cuando en la pastelería Gogol le comentaba sobre los postres tradicionales que él solía comer en Rusia.

— No exactamente crema, señorita, Ptichie Molokóv es un Soufflé...

— Quiero probarlo — sin embargo, ella interrumpió su explicación sobre el postre ruso, casi a punto de babear como un bebé.

Nikolai río.

— Rikku, no creo que está pastelería haga postres rusos, así que no te ilusiones — Chuuya advirtió.

— Pero conocemos a alguien que puede hacerlo y es de los mejores que he probado — presumió el payaso ganadose una mirada amarga del japonés.

— Iván Goncharov, ¿no es así? — trás decir, el asintió.

— ¿Cómo lo ha adivinado? — preguntó sorprendido.

— El lleva un traje de mayordomo y has especificado que lo conocemos. Es fácil deducir este tipo que cosas — le explicó — Entonces por ahora, me temo que el postre para la cena es el mismo pastel de siempre — un tanto decepcionada, se acercó hasta la recepción e hizo su pedido.

— ¿Y sí el mayordomo se niega a hacerlo? ¿Qué crees que pasará contigo? — el peli-naranja le cuestionó neutral cuando se quedaron solos y los dos con la mirada en la joven.

— He de deducir, que me asesinará sin compasión por haber hecho babear a su máxima autoridad — adivinó está vez él — Pero no hay porque preocuparse, Iván hará ese postre solo para su majestad — por último, aseguró.

Así, volvieron al edificio perteneciente a la Port Mafia y se separaron por órdenes de Rikku nada más a llegar. Ella por su parte, se dirigió sola al sótano con una meta establecida.

No había visto a Akutagawa desde que amenecio y tenía una idea en la cabeza.

Cómo siempre, al salir del elevador, tuvo que caminar los diferentes y largos corredores que había por todo el inmueble que ahora pertenecían al sótano, hasta que unos amargos quejidos de dolor llegaron a sus oídos, entonces, se recargó en la pared, cerró sus dorados orbes, y esperó a que estos se detuvieran.

— Ya puedes entrar, Rikku-chan, me he detenido por el momento — le invitaron a una "habitación" sucia, para después escuchar como se reían de su persona.

— Es suficiente, el castigo ha terminado, Dazai-san — mencionó cuando sus tacones resonaron nuevamente con eco dentro del lugar.

— ¿Suficiente? — este preguntó en forma de negación.

El castaño tenía una sonrisa oscura en el rostro mientras sus puños estaban machados de sangre ajena. El suelo también lo estaba.

— Se lo suplico, Rikku-sama, lo merezco, no intervenga — le pidió en forma de ruego el dueño del líquido esparcido. Akutagawa ya hacía en el lugar de rodillas en el suelo; había sido brutalmente golpeado por el mayor como castigo, por haber dejado que las ratas salieran de su madriguera.

— Te atreves a contradecir mis órdenes. He dicho que es suficiente — le regañó subiendo la voz.

— Ah~ Ah~ — canturreo el castaño — Vienes a detener el castigo y el muchacho termina más regañado que de costumbre. ¿Podrías decidir tu rol en esto de una buena vez?

— Cállate, bastardo — le ordenó dura y después volvió a mirar a Akutagawa — Levántate, vamos con Yosano-sensei a la enfermería para que te cure.

— ¿Volvió de su viaje ya? — más que preguntar para ella, Dazai se preguntó a sí mismo en un susurró.

A pesar de la exigencia que le hacía su jefa, Ryūnosuke no se levantó del suelo, y luego frente a los presentes, se inclinó en forma de disculpa haciendo al mafioso poner una mueca de asco total.

— Por favor, si yo me levanto de este piso, nunca obtendré lo que anhelo — fue lo que dijo, e inmediatamente una risa seca se escuchó en el lugar.

Rikku le observó neutral, sin enojo ni molestia por la contradicción a sus palabras, en cambio, rápidamente colocó sus rodillas en el suelo y estiró sus brazos para atrapar al joven entre ellos. No le importó la suciedad ni la sangre. Entonces, Akutagawa comenzó a llorar silenciosamente sin atreverse a devolver el agarre.

— Eres como esas reinas antiguas; tenían la autoridad, sin embargo, lo único que podían hacer era ver por el bien de su pueblo tal como una madre para todos. Es patético, perra — a pesar del insulto, lo único que obtuvo Dazai fue una mirada neutral sin soltar al chico — Akutagawa-kun es mi subordiando desde antes que llegaras, si está en la escolta es por mi recomendación, trata de no entrometerte en ello o se lo diré a Mori-san.

— ¿Adivina qué, animal? Yo soy la máxima autoridad justo ahora, y si no te gusta tienes de dos: o te largas, o me matas — cuando amenazó, fue cuando el oji-gris la abrazó un tanto fuerte.

El mafioso río complacido con su respuesta.

— Que divertido, eres la jefa que siempre quise tener, es una lastima que seas mi "hermanita" y te tenga un poco de respeto — se dió la media vuelta y alzó su mano en despedida — Quiero seguir divirtiendome con esta familia, no me decepciones.

Se fué a paso lento.

— Vamos, Akutagawa-kun, necesitas sanar esas heridas — por último le dijo y este no le quedó más que acatar sus mandatos.

Rikku le acompañó por todo el edificio hasta que llegaron a una puerta blanca que decía, "enfermería" en letras púrpuras.

— Apenas llegué y ya tengo trabajo — cuando entraron, la doctora los recibió con confianza — Siéntate por allá, Akutagawa-kun, te revisaré — le pidió, y este como antes, sin decir "pío", hizo caso y caminó hasta ocupar una de las tantas camas que había allí.

— ¿Has encontrado lo que te pedí, Yosano-sensei? — la jefa preguntó enseguida y la doctora hizo una mala cara.

— Primero que nada. Hola, Rikku-chan, te extrañé — haciendo una voz divertida, le dijo, pero no se ganó ni su mirada, hasta que...

— Hola, Yosano-sensei, también la extrañé — luciendo interesada, también contestó haciendo reir a la de la habilidad llamada "No has de morir".

— Perfecto — halagó la joven mujer — Y por supuesto, he encontrado a la persona ideal para la tarea. Esta ahora en tu oficina a la espera con Atsushi-kun de guardia.

— Perfecto entonces, eres la mejor — como una muchacha de su edad, también aduló y terminó yéndose.

No le tomó mucho encontrar el camino directo hasta su oficina en el último piso, encontrándose con Sakunosuke en el camino acompañado de cierto ruso con cara de disgusto.

— Fyódor-san ha estado buscándola por todo el edificio — le informó cuando los dos estuvieron de frente.

— ¿Y ahora que se le ofrece, Dostoyevsky-san? ¿No mencioné acaso que nos veríamos en la cena? — no estaba molesta, pero tenía algo que hacer en su oficina.

— ¿Por qué se va llevado a Nikolai nuevamente sin mi permiso? Creo haberle dicho, no era su subordiando sino el mío — alegó.

La albina le miró por un segundo, para después retomar su camino sin decir palabra, por lo que él molesto líder de las ratas le siguió echando humos.

Dejaron atrás a un Oda suspirando cansado.

— Deme la respuesta que le pido...

— Después de arreglar unos asuntos en mi oficina, puede acompañarme si gusta, pero ya cállese.

Cuando recibió esa respuesta, el ruso se tocó el pecho fingiendo que sus palabras le habían lastimado, no obstante, se quedó callado y le siguió el paso.

— Buenas tardes, señor, mi nombre es Rikku y soy el actual lider de la Port Mafia — al entrar, se presentó ante el hombre rubio que le daba la espalda, ya que estaba sentado frente al escritorio.

Atsushi se asustó porque este seguía con los brazos cruzados y su pie izquierdo golpeaba el suelo con irritación. La había ignorado.

— ¿Por qué estoy aquí? Han interferido con mi horario y eso es imperdonable. Necesito una respuesta clara — exigió cuando ella estuvo detrás de su escritorio y por consecuencia se veían a la cara.

Fyódor se quedó en la puerta al no entender nada. ¿Quién era él? ¿Un nuevo y valioso aliado?

— Me haría el honor de decirme su nombre — pidió con amabilidad, pero el no dejó su rostro impaciente.

— ¿Por qué estoy aquí? — volvió a repetir.

— Me haría el honor de decirme su nombre.

— ¿Por qué estoy aquí?

— Me haría el honor de decirme su nombre.

Los dos podían jugar el mismo juego inmaduro por horas. El que se cansara primero, perdía la vida...

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Les recomiendo que le echen un vistazo a la receta del postre mencionado 👀, está como el Dazai de la imagen... para chuparse los dedos 🥳🥳.

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