Doce.

Piénsalo, acompañarle es una buena idea.

— Rintarou, dijiste que llevarías por hoy a Rikku-chan a casa, ¿no lo habrás olvidado?

Cuando escuchó la petición de Elise, la mencionada se congeló en su lugar.

— Claro que no. No pudiera hacerlo jamás, Elise-chan — en tono consentidor le respondió y después se acercó hasta la albina — Vamos, cariño, necesitas un descanso, así que vamos a casa por hoy.

Rikku asintió como un robot, totalmente en automático, por lo que la mirada del ruso azabache se pegó a ella como el chicle, incapaz de creer que esa faceta sumisa estuviera en su repertorio, al igual que claro, aquella que utilizó minutos atrás al intentar asesinarlo era algo que no esperaba.

— No necesita un descanso — habló el castaño y luego la habitación quedó aún peor de sumida en silencio. Mori le volteó a ver — Está haciendo las cosas bien y justo ahora tiene un proyecto con los jóvenes, por lo que es necesario que ella misma se presente y lo evalúe.

— Ah, un proyecto con los jóvenes, y, ¿de qué trata? — el mayor, interesado inquirió dándole la mirada a su "hija".

Rikku asintió nerviosa y Dazai suspiró al mismo tiempo.

— He decidido que los jóvenes crecidos en la mafia tuvieran la oportunidad de recibir estudio, contraté un maestro capacitado, por lo que creo que justo ahora están recibiendo sus clases particulares — le contó con seguridad, volviendo a ser la jefa de ese lugar — De modo que le pido, me permita estar presente en los días de prueba...

— ¡Ah, pero yo quería jugar con Rikku-chan en casa! — la rubia le interrumpió con un berrinche y comenzó a llorar.

— Ora, ora, mira lo que has provocado en tu "hermanita" pequeña — Mori reprendió en tono juguetón, pues a él no le molestaba el llanto exagerado de Elise.

Fue entonces que ella se bajó del escritorio llevando consigo la rebanada de aquel souflle, luego de llegar con la víctima, se agachó hasta quedar a su altura.

— Entiéndeme, Elise-chan, ahora tengo un trabajo importante que atender y el tiempo no me sobra — explicó con amabilidad y cariño. Después le extendió el postre para que lo probara — Sin embargo, Dazai-san los acompañará el día de hoy — con una sonrisa extendida prometió. No soportaba verla llorar.

El de las vendas, al escuchar aquello, casi se desmaya, sobre todo al ver la sonrisa complacida que le había mandado el mayor al escuchar las buenas nuevas.

— ¿Es cierto? — cuando tuvo a la joven jalando de su bufanda guinda, a este no le quedó más que aceptar y sonreír.

Había sacado de una situación a Rikku, y en consecuencia está le había vendido al diablo. Juró que se vengaría aunque fuera peligrosa.

Por otro lado, los rusos no alcanzaban a comprender porque acompañar al ex-jefe de la mafia a su hogar era algo que ninguno de los dos quería hacer. Era posible que Fyódor le preguntara a la "reina" cuando se le presentara la más mínima ocasión.

— Bien, entonces vamos ya, Rintarou, quiero tener el resto del día para jugar con Dazai-chan — exigió la niña una vez le tomó de la mano a un desganado mafioso.

Por cierto, ¿en dónde se había metido el Nakahara cuando más lo necesitaba? Había huido, fin de la discusión.

— Entiendo. Espero que cuando esa prueba de la que hablas finalice, puedas ir de visita a casa — por último le dedicó a la joven recibiendo casi al instante un nuevo asentimiento de cabeza — Vamos entonces, Elise-chan, Dazai-kun.

Así fue como estos desaparecieron por la misma puerta que habían cruzado antes. Una vez la cruzaron, se cerraron a sus espaldas y el ruso albino le ganó a su jefe a preguntar.

— ¿Qué hace el ex-jefe de la mafia en casa que ninguno quiere ir a jugar con su hija? — un tanto inocente, mientras volvía a sacar su mazo de cartas, este la observó de pie en su lugar sin haberse movido un poco.

Fyódor esperó la respuesta.

— Esto se ha mal interpretado increíblemente — ella río trás su mano cuando la colocó sobre su boca — Antes bien, esto es un secreto entre Dazai-san, Chuuya-san y yo. Si quieres saberlo, en la siguiente ocasión puedo enviarte a que seas el compañero de juegos de la señorita Elise.

Rascando su cabello platinado lacio, Sigma quedó en ceros. En muchas de las ocasiones la curiosidad lo invadía fuertemente, así podríamos decir que ese tipo de situaciones eran su muerte. En cambio, Iván no pensó en nada aún con el Ptichie Molokóv sobre su mano.

— Entiendo, Rikku-sama — Gogol no tuvo su repuesta, pero aún así aceptó aquella que le regaló.

— Entonces, Dostoyevsky-san — se giró en su dirección y sonrió — Me disculpo por mi comportamiento anterior, nunca deseé realmente asesinarle con esa arma blanca; sobre su petición, Nakahara-san está puesto en ello justo ahora.

Esta vez, la persona del tic fue el jefe de las ratas. Así que por ello el Nakahara había desaparecido en medio del conflicto tal ninja de la aldea entre las hojas.

— No pretenda que puedo perdonar tal ofensa con tanta facilidad. Usted tendrá que recompensarme con algo más que palabras para que pueda hacerlo — molesto, advirtió.

Ella junto las manos frente a su rostro rogando por paciencia para ese hombre, después de todo, sus subordinados tenían el don para frenar esa maldición que le atacaba cuando pasaban de las diez y aún no había pegado el ojo. Les estaba muy agradecida.

— ¿Me haría el gran favor de acompañarme al área de estudio? Después podremos hablar de dicha recompensa — pidió con respeto, y aunque el ruso no se lo esperaba, aceptó de igual manera.

Salieron de la oficina dejando a los tres rusos albinos dentro de esta sin tenerles desconfianza, y caminaron en silencio hasta la tercera planta del edificio. Los tacones de la muchacha resonaban en el piso fino haciendo que Fyódor recordara como hacía unos días había escuchado el mismo ruido; aquel día cuando por iluso, se había dejado secuestrar para derribar a la Port Mafia, pero todo resultó al revés teniendo que colaborar en el proceso con esta misma por orgullo. Recordó entonces el "usted no me gusta nada"; no sabía si sentirse ofendido, ya que había estado en conversaciones importantes como la del maestro Kunikida, sobre todo porque Gogol le había contado unas cosas; a ellos, ella había expresado abiertamente cuanto le gustaban.

Cuando estuvieron frente a la puerta, Rikku adoptó un semblante bastante divertido a los ojos del mayor. De repente pegó la oreja en la superficie y levantó una ceja para escuchar, sin embargo, el ruso no tenía tiempo para ello, así que sin importancia tomó la perilla y abrió la puerta haciéndola tropezar, así, entró a la habitación llamando la atención de cada "estudiante" dentro.

— Eres la jefa en este lugar, ¿no? — a modo de justificación por su comportamiento, el azabache comentó sin verle al rostro, pues suponía, eso no le había gustado nada.

A pesar de aquello, la albina se acomodó la gabardina y bufanda antes de entrar por completo con las manos en la espalda y su acompañante detrás.

— Buenas tardes, estábamos a punto de terminar la sesión — Kunikida informó moviendo sus lentes en su lugar. Era como un tic para él.

— Son buenas noticias, entonces termine, después le haré unas cuantas preguntas. Olviden que estoy aquí — ordenó y se quedó en su lugar.

El maestro había tenido el presupuesto suficiente para adecuar aquella gran habitación convirtiéndola así en un salón de clases. La pizarra era enorme, pero por motivos de la estancia no podía estar pegada a la pared, por ello era de esas que tienen soporte y pueden moverse hacia donde él gustara; por supuesto, habían adquirido pupitres de la mejor calidad para los "alumnos"; y hablando de material didáctico, el profesor también tenía lo necesario, así como los libros de texto que ahora estaban con cada joven ahí.

Había sido una gran inversión de la que Rikku jamás podría arrepentirse.

Observando, fue lo que hizo durante los diez minutos en que Kunikida se encargaba de hacerles saber que mientras durara su curso, la tarea no era algo que ellos tendrían, debido a sus trabajos, en cambio, de lunes a viernes tenían que presentarse frente a él de siete a tres de la tarde. Sería un curso intensivo para mejorar las discapacidades que cualquiera tuviera y que le impidieran estar al nivel en que debería.

— ¿Qué le parece a usted? — de pronto, sorprendió al ruso preguntándole sobre su gran idea.

— No es una idea convencional, y sobre todo me gustaría decir que no es algo en que yo invertiría; aunque en mi organización no hay más que un joven, por lo que mi opinión no es algo que pueda contar — explicó quitándose el ushanka de la cabeza.

— Quiero a ese joven aquí para mañana, ¿entendido? — ordenó al final.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top